Además de su tarea televisiva junto con Adrián Pallares, su amigo y compañero en Socios del espectáculo, recorre el país con Dos hombres buenos, una propuesta teatral basada en un rico anecdotario personal y en algunos secretos del ambiente artístico
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Periodista, conductor, actor. Cuando se hartó de la televisión -y de su propia vida- se fue de Buenos Aires y se instaló en Mar del Plata. Volvió. “Todo eso tiene que ver con mi historia de vida, con mi crianza hippie. Ya adulto, me he convertido en una persona formal, pero esos movimientos hacen a la esencia que me inculcaron cuando era chico”, explica Rodrigo Lussich, el conductor de Socios del espectáculo, el magazine sobre farándula de las mañanas de eltrece. “A medida que uno se pone más grande, se va sosegando”, sostiene, muy consciente de su propia construcción de la vida.
-¿Te aburguesaste?
-Seguramente, para bien y para mal; no está bueno que suceda, pero te pasa. El aburguesamiento tiene sus vicios, por eso siempre digo que funciono mejor en la incomodidad que en la comodidad. En la incomodidad florezco, aparece mi parte creativa, de busca. En cambio, los lugares de cierto confort me estancan.
Ese estándar de vida más sereno también tiene su raíz en cierto escalafón que fue subiendo a paso firme: “Cuando trabajaste mucho como panelista, conducir es algo que se anhela, pero llegar a la conducción no es otra cosa que ganar un poco más de plata, algo que, para alguien que trabajó toda su vida, como es mi caso, es merecido”.
-Cuando se llega a una posición laboral soñada y aparece un cachet más acomodado, ¿cómo se combate el aburguesamiento?
-No quedarse en la zona de comodidad es una lucha interna.
-También el rol de la conducción te planta en un lugar de responsabilidad en torno al éxito o el fracaso, algo que no le sucede a un panelista.
-Por supuesto, si estás al frente de un programa lográs beneficios y pagás costos, el éxito o el no éxito son tu responsabilidad.
Hombres buenos
Con el periodista Adrián Pallares conforma una sociedad laboral desde hace años. Se conocieron siendo panelistas en el programa de chimentos de Viviana Canosa y, aunque Lussich le dijo desde el vamos: “Vos y yo jamás vamos a ser amigos”, lo cierto es que caminan juntos en la profesión desde hace años.
Hoy, a la tarea compartida en la televisión, se le suma el espectáculo Dos hombres buenos, que vienen ofreciendo en una tournée con muy buena respuesta de público y que en las próximas semanas arribará a Olivos (Teatro Núcleo), Valentín Alsina (Teatro Carlos Gardel), San Miguel (Sociedad Italiana), Tandil (Peña El Cielito), Azul (Teatro Español) y City Center (Rosario). “Es muy lindo salir de gira y encontrarte con el público. En ese sentido, la televisión es un poco fría, uno sabe que hay gente del otro lado, pero eso se refleja en una planilla, algo tan sufrido porque, aunque te vaya bien, siempre sos el rating de ayer”, reconoce.
-¿Estás muy pendiente del minuto a minuto de la medición de audiencia?
-Sí, y Adrián (Pallares) también.
-¿Con qué se encuentran los espectadores que los van a ver al teatro?
-Salvando las distancias y diciéndolo con todo respeto, lo que hacemos tiene la atmósfera del “Borges y Álvarez” que hacían Alberto Olmedo y Javier Portales.
El show se mixtura entre los dos periodistas conversando con coreografías y proyecciones audiovisuales que van completando la escena. Por supuesto, no falta la referencia a los famosos, las anécdotas y los comentarios sobre las propias carreras y la amistad que une a Lussich con Pallares desde hace 17 años. “La gente sale muy sorprendida porque se encuentra con una cabalgata de anécdotas y una propuesta superadora a su expectativa”.
El tono de humor que acompaña al espectáculo genera rápida empatía en la platea: “No me creo gracioso, pero genero humor; desde el humor he cosechado amistades y parejas. Cuando soy divertido sale mi mejor parte, pero tengo que estar relajado y no tenso o enojado, algo que me pasa frecuentemente y contra lo que lucho”.
-¿Te quejás mucho?
-Sí, soy quejoso, enojón. Es una lucha interna y un gran trabajo en terapia poder cambiar eso.
-¿Qué cosas te enojan?
-Me frustro con lo que no puedo resolver, seguramente ahí hay algo de omnipotencia.
-El periodismo y la actuación, ¿son dos vocaciones paralelas?
-La actuación es una vocación paralela, algo amateur, que he ido desarrollando con distintos matices. También es un mandato paterno, ya que mis papás se conocieron estudiando teatro en la Escuela de Arte Dramático de Montevideo. Mi papá es un gran actor que no desarrolló su carrera, porque la vida hippie lo llevó por otros caminos. En mí siempre hubo una necesidad de revalidar esos títulos y, claramente, no soy el actor que fue mi padre, pero me permite desarrollar mi faceta más histriónica.
-Algo que se percibe en la televisión.
-El rol de conductor facilita eso y te convierte en un animador, que es lo que más me gusta. En el mundo del chimento tengo que hacer mucha fuerza, ya que está visto como un género periodístico que no te permite desplegar otros matices, salvo que seas un showman, como es el caso de Jorge Rial, un referente del género y de la animación, es un nicho interesante, ya que no hay tantos casos.
Diferencia la conducción de la animación y reconoce que “lo contenidos más periodísticos y los puristas del chimento lo “aburren un poco”.
-¿Qué quiere decir “puristas del chimento”?
-Hablo de quienes le piden rigor periodístico al chimento.
-¿No lo debe tener?
-No comulgo con eso, siento que hacemos periodismo de edificio.
-¿Periodismo de edificio?
-Claro, es lo que se hace en el ascensor, vas con el del quinto piso charlando sobre con quién se acuesta el del tercero.
-Convengamos que el chimento tiene que partir de una verdad.
-Tiene que tener una base y luego se puede ampliar, florear o, como decía Lucho Avilés, “vestirlo”. Por otra parte, a veces, los noticieros tienen más ficción que los programas de chimentos. En lo personal, siento que siempre fui muy cuestionado por la laxitud con la que cuento el chimento. Para mí, es un género basado en rumores que se confirman o desmienten, pero, en el medio, están en ese estadio de rumor.
Una de las características de Socios del espectáculo es no dejar de entrevistar a artistas, algo en desuso en algunos programas: “Es una bandera que levantamos con orgullo”.
-En tiempos de redes sociales, la primicia de parte de los medios se relativizó.
-No me desvela ni la defiendo a ultranza como condición para hacer un programa de este género, aunque te suma. Me parece que, a veces, se hace más periodismo para la interna del medio que para la gente. El público no se acuerda quién dio una primicia, ve el programa que le gusta y punto. La primicia es más para el medio, donde nos odiamos todos.
-¿Se odian todos?
-Con matices. Además en nosotros entra en juego el ego, nos maquillamos para salir al aire y hablamos sobre famosos porque nos gusta ser famosos, aunque habrá excepciones.
-¿Te incluís en los que buscan fama?
-Sí, siempre quise ser famoso. Cuando llegué a la Argentina, a los 14 años entré al estudio de Mesa de noticias, mi primera vez dentro de un canal. Deslumbrado con todo lo que veía, no tardé en sentir que quería trabajar dentro de la televisión. Espero que nunca muera la televisión abierta, no sé a qué me dedicaría, es un mundo al cual pertenezco.
-En lo que respecta la animación, ¿quién es referente?
-Marcelo Tinelli es el gran animador de nuestra televisión y no solo de este tiempo, sino pensando en la historia del medio.
-¿Te ves haciendo otro tipo de programas?
-Sí, me gustaría probarme en otros formatos como los programas de juegos o los big shows. Mi zanahoria va por ahí y por ampliar el público.
Vernaci
-Hace unos días, luego de conocerse la irrupción de furia de Elizabeth Vernaci en su programa, declaraste que habías padecido varias situaciones de bullying de parte de ella, en tiempos donde compartían el trabajo en una misma radio. ¿Se inició un proceso legal?
-Ella dijo que mandó una carta documento, pero no recibí nada. En caso de recibirla, yo voy a enviar una propia. La verdad es que no le haría un juicio a Vernaci, pero si me busca a nivel judicial, le haría la contraparte porque he sido calumniado por ella en diversas ocasiones.
-¿Al aire?
-Al aire. La violencia es violencia siempre, más allá de quien la ejerza, ella es una mujer muy violenta en su discurso, amparada en el humor, lo ha sido toda la vida y ha hecho de eso una marca. Como es mujer es interpretado como una cuestión de libertad de género, pero no creo que pase por ahí, no es ni más ni menos libre por ser mujer. Lo importante es que sea libre y use bien esa libertad. Profesionalmente, tiene cosas que me encantan, la he escuchado toda mi vida, por eso me dolió mucho más, pero nunca me dio la posibilidad de un acercamiento ni de aceptar lo que yo hacía.
-Insinuaste que ella no quería compartir una misma emisora con vos.
-No me mandó a echar directamente, pero era la número uno de la radio y cada dos por tres iba a quejarse de mí, probablemente le terminaban dando bola para no tener que bancarse esa situación de queja. En definitiva, terminaba ganando.
-¿Qué sentís que le incomoda de vos?
-Creo que tiene un gran prejuicio por el género al que me dedico en la televisión, que detesta, pero que lo hace a su modo. En realidad, tiene prejuicio con los que vienen de la televisión, cuando Mariano Iúdica compartió radio con ella, también lo combatía bastante.
-¿Es enemiga de la televisión?
-A los personajes televisivos no se los banca porque ella en la televisión nunca pudo hacerse un lugar.
-¿La relación entre ustedes es nula?
-No pretendo que me quiera, pero habla de mí en femenino permanentemente, de forma despectiva.
-¿En femenino?
-Claro, dice “La Lussich”, por eso le haría un juicio, aunque nunca molestaría a la Justicia por este tema, pero, si me busca, me encuentra. Tengo elementos y argumentos para hacerlo. Me la banqué durante años diciéndome “La Lussich”, “La Gordita”, “La periodista de espectáculos”... el otro día, para devolverme algo que dije en televisión puso la canción “Tonta”. Si bien hay un código en la comunidad gay de hablar en femenino, es algo que se ejerce cuando es habilitado por las partes.
-¿Te la has cruzado?
-En muy pocas oportunidades y sin saludarnos. El año pasado, en el casamiento de Florencia Peña, Oriana Junco pidió sacarse una foto con ella y conmigo, pero Vernaci respondió “con La Lussich no me saco fotos”.
-¿De dónde creés que nace el encono de ella hacia vos?
-Mi programa iba a las cuatro de la tarde, que era el horario que ella tenía antes de pasar a la mañana. Cuando se produjo el cambio de horario, me hizo una cruz de una manera inexplicable. Creo que tiene que ver con que yo dije en Twitter que iba a tomar el horario de ella, pero Vernaci todavía no había habilitado públicamente que pasaba a la mañana, que era la franja en la que estaba Lalo Mir, amigo de ella. La obligué a blanquear algo que no estaba blanqueado, fue una torpeza de mi parte. Esa es una razón, lo demás es el odio per se que tiene por mí.
Lussich también recuerda cuando Vernaci le recriminó una cámara que fue a buscarla, pero que no pertenecía a Socios del espectáculo: “Ahí sí, la putee al aire, dijo: ´Lussich me mandó una cámara´, cuando nosotros no habíamos enviado a nadie. Me cansé que me tenga de hijo. En otra oportunidad, en plena pandemia, (Diego) Korol se había contagiado Covid, algo que yo sabía, pero que no hice trascender. Finalmente, en Intrusos se comentó el tema, pero no había sido yo quien lo comunicó. Ella, al aire, dijo: “Eso pasa por tener un chimentero en la radio´”.
-Con Pallares condujeron Intrusos, luego de la salida de Rial. Hoy la conductora es Florencia de la V, ¿cómo la ves en ese rol?
-Intrusos me dio muchas oportunidades y quiero mucho a su gente, así que jamás podría ser despectivo con el programa, que es un gran ciclo.
-Te preguntaba por Florencia de la V.
-Creo que no aprovecha el rol de animadora, trata de ponerse en periodista, en editorializar y no le queda, para eso están los periodistas que tiene en la mesa, que son todos muy buenos. Si ella fuera la Flor divertida que conocimos siempre, le sacaría más el jugo, pero es solo una opinión mía como televidente. Por otra parte, ella hace como que nuestra etapa no hubiera existido y que su llegada al ciclo empalmó directo después de la partida de Rial, pero en el medio pasaron dos años, que fue cuando estuvimos nosotros. Debería conocer más a su público porque la gente que mira Intrusos nos adora.
Privacidad
-¿Padeciste el ataque en redes?
-Sí, cuando hice un chiste fuera de lugar sobre una chica trans. Fue una burrada de mi parte y me banqué una campaña hater muy fuerte que duró tres semanas. Me pareció inmerecido porque jamás sentí represión con respecto a mi sexualidad y he defendido todo tipo de derechos.
-En aquellos periodistas que exploran el chimento y no se refieren a su vida privada de manera pública, ¿existe una contradicción?
-No me animaría a juzgar, en tanto que tiene que ver con la experiencia individual y como cada uno se para frente a eso. No lo veo como algo natural cerrar la propia vida privada cuando se habla de la vida de los otros, pero entiendo que hay familias que no saben o que prefieren que no se hable o, a veces, también tiene que ver con cuidar a terceras personas.
-¿Cuándo hablaste, por primera vez en público, sobre tu sexualidad?
-Lo fui incorporando, no me planté de golpe y dije: “Señores soy homosexual”. Lo manifesté para que no me corrieran con eso. Cuando trabajaba con Canosa, un invitado me corrió con el tema, lo cual me hizo pensar que debía contarlo para que no viniera nadie de afuera y se sintiera con el derecho a acorralarme con ese tema. No es que yo sentía que me mandaban al frente, sino que me corrían con algo que, para mí, era absolutamente natural, entonces era extraño que alguien me quisiera apurar contando sobre mi vida.
-Algo que no ocurre con el heterosexual.
-Las nuevas generaciones tienen otro chip, son abiertas, es una maravilla. Por supuesto, a pesar de la amplitud, hay muchos chicos que sufren no poder hablarlo.
-¿Cómo manejaste el tema en el ámbito familiar?
-A los 24 años me enamoré, por primera vez, de un hombre, fue una pareja que tuve durante diez años, así que no podía ocultarlo. En primer lugar lo hablé con una tía, muy compinche de mi mamá, y luego con mi viejo.
-¿Cómo fue?
-Muy emocionante, lo hablamos caminando en una playa de Brasil, donde él vive. Fue muy natural, él lo incorporó a la conversación muy llanamente, me dijo algo así como “sé feliz si estás con una mujer o con un hombre” y yo le dije “es con un hombre” y él siguió hablando como si le hubiese dicho que estaba de novio con una mujer, súper natural. Fue un momento maravilloso, ni siquiera mi viejo hizo una inflexión en el tono. Con mi mamá, en cambio, fue más difícil, entró en una crisis personal, se lo contó a toda mi familia y comenzó a hacer terapia. Con el tiempo, incorporó el tema con mucho amor. Las tres parejas que tuve en casi veinticinco años, fueron sumadas a mi familia.
-Hace unos años anunciaste tu boda, pero no se concretó. ¿Qué sucedió?
-No sé si decir que el Covid metió la cola, creo que se nos pasó el punto de hervor. Nos íbamos a casar el año en el que se desató la pandemia, entonces intentamos una convivencia un poco fallida, fue un novio un poco de visita porque nunca nos fuimos a vivir juntos y eso hizo que quedara estancada la relación. A eso se sumó un momento de gran crecimiento profesional mío, de mucha libido puesta en lo laboral, algo que es una constante en mí, y entiendo que del otro lado hubo que lidiar con eso. En un momento, era más lo que estábamos peleando que pasándola bien, entonces decidimos hacer un parate.
-¿Cómo te llevás con la búsqueda de pareja a través de aplicaciones o redes sociales?
-Es complejo porque mucha gente tiene prejuicio con la persona que sale en la televisión, lo cual es una pena, y otros te buscan porque sos conocido. La verdad es que no soy muy parecido al personaje que hago en la tele.
-Hace poco dijiste que eras “secote”.
-Soy “secote”, no ando por la vida saltando escaleras, como en el programa. Además soy un tipo bastante aburrido, soy casero, no salgo. Tengo 50 años y ya anduve mucho por la vida y por los bares. No tengo deudas pendientes, transité todas las pistas a su tiempo. Entiendo que nadie me va a venir a golpear la puerta, pero creo en la mirada, en la charla, el contacto personal y no tanto en las redes. Me niego un poco a estos tiempos líquidos.
-¿Te pesó tener padres hippies?
-Sí, hasta mi adolescencia me la pasé viajando, era una vida nómade, algo que yo detestaba. Lo sufrí mucho, pero de grande encuentro que me dio calle, me curtió. A los seis años, viajé solo en micro desde Uruguay a Brasil; a los ocho, vendía en una playa de Florianópolis; y también fui asistente de un mimo paraguayo. Más allá de todo, ser hijo de hippies es positivo, te brinda herramientas para vivir y te marca a fuego la libertad.
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