Rodrigo Guirao Díaz: “Con Mariano Martínez tuvimos química y nos llevamos bárbaro”
El actor habló con LA NACION sobre el estreno del film Humo bajo el agua, en donde se pone en la piel de un personaje que está enamorado de un amigo de la infancia; además el intérprete divide su tiempo entre la Argentina, España y los Estados Unidos, de donde regresó tras filmar una serie; también asegura que no puede vivir sin la música
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Desde hace más de una década, Rodrigo Guirao Díaz reparte su trabajo entre la Argentina, Italia, España y México. Si bien abrir el mercado internacional fue muy productivo, hay un punto en contra: “Esto de ir y volver me alejó un poco del mercado argentino porque nunca saben dónde estás y en la Argentina creen que estoy en Italia, en Italia piensan que estoy en la Argentina y en México no saben dónde estoy. ¡Y eso que estamos en tiempos de redes sociales y GPS!”, bromea el actor en diálogo con LA NACION. Acaba de volver de los Estados Unidos, donde grabó Juego de mentiras, una serie que está al aire en Telemundo y ahora se entusiasma con el estreno del film Humo bajo el agua, el próximo 20 de abril.
-La última vez que trabajaste en nuestro país fue con las películas Hasta que me desates y Punto muerto, y la novela Campanas en la noche, en Telefe. ¿Cómo se dio la oportunidad de volver a filmar?
-Me recomendó Mimí Ardú y le estaré eternamente agradecido. Ella ya estaba en el elenco de Humo bajo el agua, conocía a los directores y autores, Julio Midu y Fabio Junco, que buscaban a un actor para mi personaje. Entonces les habló de mí, le pasé el link de una película que había filmado y Mimí me hizo de representante (risas). Filmamos en plena pandemia cuando había que hisoparse a diario, usar barbijos todo el tiempo y conseguir permisos para viajar a la locación, en Saladillo. Todo era mucho más difícil filmar en ese momento.
-Humo bajo el agua es una historia de amor entre dos hombres que se crían juntos, ¿cuál fue el mayor desafío?
-Es una mirada del amor y la amistad en un momento histórico para la Argentina, tras la recuperación de la democracia. Cuenta la historia de Julián (Mariano Martínez), un peón de estancia que se reencuentra con Patricio (Rodrigo Guirao), el hijo del patrón, y su gran amigo de la infancia. El paso del tiempo y el volver a estar frente a frente después de muchos años, los hace entender que aquel afecto que se tuvieron de chicos se transformó en un sentimiento indomable. Cuando mi personaje vuelve se reencuentra con todo lo que había dejado atrás, con quién era, con quién es, con su amigo de toda la vida y con esa familia que en realidad lo crio. Hay muchos conflictos: la época, año 1984, el ambiente rural, mi personaje que está casado y tiene dos hijos, la culpa por no haber acompañado a su padre en su lecho de muerte, el tiempo perdido, el haber vivido una vida que le impusieron y no eligió. Es un gran desafío.
-¿Dónde estabas cuando te llegó el guión? ¿qué pensaste de tu personaje?
-Leí el guion en las playas de Tulum porque tenía una semana de vacaciones y lo hice con gran alegría porque el cine es lo que más me gusta hacer. Me gustó todo, desde el libro hasta saber que querían que yo estuviera en la película. Además Mariano me mandaba mensajes muy amorosos haciéndome alguna consulta o pidiendo mi opinión y hacía tiempo que tenía ganas de trabajar con él y nunca nos cruzamos. Me hicieron sentir que me querían para este personaje. Otras veces ya me habían propuesto contar historias de amor entre dos hombres, pero en televisión y no se dio. Era para novelas o comedias y sentí que no era el momento porque soñaba en hacer un personaje en cine y trabajarlo con más profundidad, tal como es Patricio en Humo bajo el agua. El cine te da tiempo para trabajar.
-¿Cómo fue la relación con Mariano Martínez?
-Con Mariano tuvimos la mejor onda desde la primera escena, que fue la más difícil además: un monólogo de tres páginas que es el reencuentro de los personajes y en la que se plantea el conflicto. Mariano es muy generoso, muy disciplinado y le puso todo a su personaje. Nos llevamos bárbaro, tuvimos química, nos hicimos amigos y eso ayudó mucho porque interpretamos a dos personajes de la misma edad que se crían juntos.
-Tierra de rebeldes te dio la oportunidad de abrir el mercado y trabajar en Italia, ¿qué recordás de ese momento?
-Filmamos la primera temporada en Tandil y cuando fuimos a Italia a promocionarla me propusieron varios proyectos y me quedé. Me fue muy bien y me acuerdo que Tierra de rebeldes era un fenómeno y hasta le ganaba en rating a la Champions League. Eso me dio más trabajo, pero siempre volví. Tuve que aprender a hablar italiano a la fuerza, por necesidad. Con un par de clases me lanzaron a los programas de televisión sin traductor y esa desesperación jugó a favor. Hablé más rápido italiano que inglés, que estudio desde chico.
-Muchos creen que vivís en otro país, pero tu base está en Buenos Aires, ¿cómo es esta vida de ir y venir?
-Sí, vivo acá, y voy y vengo. Cada vez que estoy acá, si puedo hago alguna película independiente y grabábamos en cafés y hasta en un taxi pagando el viaje. Estoy acostumbrado a todo, a la superproducción de México y al cine artesanal. Me adapto porque lo que me interesa es la historia que cuento. Acabo de volver de filmar de los Estados Unidos, en donde grabamos un thriller que se llama Juego de mentiras, que en este momento está al aire en Telemundo.
-¿Y te afectó en algo esto de estar de acá para allá?
-Esto de ir y volver me alejó un poco del mercado argentino porque nunca saben dónde estoy, en la Argentina creen que estoy en Italia, en Italia piensan que estoy en la Argentina y en México no saben dónde estoy (risas). ¡Y eso que estamos en tiempos de redes sociales y GPS! Hace unos años se cortó un poco el trabajo en Italia porque cambió el gobierno y una de las cosas que planteó la RAI es dejar de producir afuera y contratar actores italianos, pero por suerte me llamaron de España.
-¿Trabajar en otros países se te dio sin buscarlo?
-Se dio de casualidad. Me imaginaba probando suerte en España, pero nunca en Italia, sobre todo por el idioma. Empecé a mis 20 años haciendo bolos en Rebelde way, Costumbres argentinas... Pero al mismo tiempo nada fue de casualidad porque estudio teatro desde que soy chico. Busqué mi oportunidad porque en mi primera publicidad vi que el actor que estaba lo hacía fantástico, le pregunté dónde estudiaba y me anoté en esas clases. Toda la vida quise estudiar teatro, pero no me animaba. No estudié con el propósito de ser actor, sino para soltarme. La suerte me encontró preparado y eso me abrió puertas. La mayoría de oportunidades las tuve en otros países y por eso me gusta tanto trabajar acá. Todavía me sorprende que la gente se acuerde de mí.
-¿Cómo es tu vida cuando te instalás por muchos meses en otros países?
-Depende del contrato y del país. Uno ya no elije tanto, cambiaron esas épocas (risas). En México me alquilé un departamento amueblado; en Miami vivimos todos los actores en el mismo edificio, en diferentes departamentos. Otras veces paro en hoteles, pero lo mejor es tener un departamentito con cocina. Muchas veces grabás todo el día, desde la mañana a la noche y solo querés llegar y estar tranquilo. Por ejemplo, en Miami fui dos veces al mar en cuatro meses. El primer día puse la malla, las ojotas y la toalla en el baúl del auto, con la fantasía de ir al mar en los baches de las grabaciones, pero no sucedió. Estuve en todas las escenas de lunes a sábados con mucha letra para estudiar y siempre atento a hablar en neutro. Por eso, hacer una película en la Argentina es un relax tremendo.
-Tenés poca experiencia en el escenario, ¿te gustaría hacer teatro?
-Hice obras con Alicia Zanca hace muchos años, pero nunca más, así que es algo pendiente. Tengo muchas ganas de hacer teatro y sería otro desafío. Me subo al escenario a hacer música. Ahora vengo de Chicago, donde tocamos con unos amigos.
-¿Tenés una banda?
-No, me acoplo a las bandas de mis amigos. Toco la guitarra, especialmente blues. Siempre me hacen lugar en sus shows. La música es mi equilibrio cuando estoy actuando.
-Y qué fue primero, ¿la música o la actuación?
-Primero aprendí a tocar teclados a los 11 años y la guitarra a los 16. Me imaginaba músico. Después se dio la actuación porque me metí en clases y me enamoré. Dejé de tocar porque me iba muy bien y al tiempo sentí que me faltaba algo y no sabía qué era. Hacía lo que me gustaba, me iba bien, pero algo me faltaba y me di cuenta que era la música y volví a las bandas. Ahora encontré el equilibrio. Si voy a filmar a una ciudad, llevo mi guitarra. Los días anteriores al viaje mi problema es decidir qué guitarra llevar y averiguar dónde están las jam sessions.
-¿Cuántas guitarras tenés?
-Cinco. Me gusta mucho el blues y también toco rock, funk, soul. Necesito la música, realmente.
-¿Qué hacés en tus ratos de ocio?
-Vivo solo, estoy soltero y en mis momentos de ocio toco, busco guitarras, me doy maña arreglándolas porque soy técnico electrónico y durante muchos años trabajé arreglando videojuegos. Me gusta desarmar y armar las guitarras, cambiarle partes. No me aburro nunca. Soy un poco nerd de todo esto.
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