Cada mañana apela a esos acordes que, como un mantra, le acomodan los primeros pasos del día. "La música es infaltable, me cambia el ánimo. Lo ideal son los Beatles, si puedo levantarme con Revolver todos los días, lo hago", cuenta Rodolfo Barili a LA NACION, en medio de una extensa charla donde se explayará sobre aspectos desconocidos de una vida con algunos dolores desgarrados, algo inusual en él debido a lo poco afecto a conceder entrevistas y exponerse desde el plano personal. "No soy más importante que la noticia que cuento, por eso me da vergüenza hablar sobre mí", argumenta en plan de justificar ese pudor a pensarse en voz alta ante los demás y apartarse a supuestos preceptos exigidos por su condición de figura pública. "La palabra ´famoso´ es muy compleja. El calificativo, en sí mismo, no tiene ningún valor, al menos si no va abrazado como adjetivo a un hecho positivo. Se puede ser un famoso ladrón o un famoso científico descubridor de una vacuna que le cambió la vida al mundo. Por eso soy muy cuidadoso con ese término, no quiero estar en ese estante".
A pesar de sus pudores, su rol en la conducción de Telefe Noticias lo ubica en un estándar de popularidad bien alto."Somos afortunados, todas las noches entramos sin permiso a la casa de la gente, cenamos con los televidentes y somos parte de sus vidas. Ese privilegio que tenemos con Cris, desde hace 18 años, es muy difícil de lograr. Me da orgullo, compromiso, y respeto", reconoce el periodista, quien junto a Cristina Pérez conformó una dupla exitosa a la hora de informar en el prime time.
Let it be
Apenas despunta el sol, aquel sonido nacido en Liverpool se convierte en su estímulo para desandar la jornada. Acaso allí se resguarde algo de ese destino que tejió desde joven: en la adolescencia, los Beatles despertaron en él una mirada libre sobre su propia vida. "Con ellos se invierte el mandato de los hijos siguiendo la tradición de los padres, los que empiezan a decidir qué se escucha y cómo vestirse son los jóvenes. Por eso la banda significó un quiebre musical y social". Si Ringo, Paul, John y George lo atravesaron, no menos influyente fue aquella reflexión de Antonia, su madre, que le marcó la cancha y lo acompaña hasta hoy: "La decisión correcta es la más difícil de tomar".
Antonia fue madre y padre. Llegó a vicedirectora en el escalafón docente y jamás se apartó de su profunda fe religiosa, quizás el gran sostén para poder llevar adelante en soledad la crianza de Rodolfo y de su hermana. "Por laburo, mi viejo se fue de casa cuando yo era muy chico y luego desapareció un largo tiempo. Cuando ya había cumplido mis ocho años y no sabíamos dónde estaba, mi mamá decidió separarse".
-En algún momento, ¿recuperaste el vínculo?
-Volví a tener contacto con los años, así que no me quedan deudas con él.
-Actualmente, ¿mantienen algún tipo de relación?
-No, hoy no tenemos contacto.
-A partir de ese abandono, ¿sentiste resentimiento hacia la figura de tu padre?
-Pude hablarlo con él, decirle lo que sentía, lo que me había faltado en determinada etapa de la vida.
-A los 47 años, ¿cómo te sigue atravesando esa ausencia?
-Todo aquello me hace ser el padre que soy. No sé si soy el que quiero ser, eso lo dirán mis hijos, pero seguramente aquellas ausencias me hicieron mejor papá. No sería quien soy si las cosas hubiesen sido de otra manera, por algo el de arriba lo decidió así.
La ausencia paterna colocó a su madre en el desafío de llevar la familia adelante sin ningún acompañamiento: "El valor de mi vieja de separarse, entregar su vida a los hijos y a su fe, es uno de los ejemplos más notorios de mi vida, es la preferida de todas mis heroínas".
-¿Era permisiva o hacía ejercer su autoridad?
-A los 15 años tenía una banda de rock con la que ensayábamos en mi pieza, mi vieja me daba esas libertades absolutas. Sin embargo, los fines de semana tenía que volver a casa a una hora determinada de la noche. Había un límite y la conciencia que esa libertad se ejercía con responsabilidad. Eso me marcó. Hubo una época en la que pasaba música en el boliche para poder comprarme mis jeans y zapatillas, pero a las tres de la mañana me tenía que volver a casa. Mi novia de ese entonces tenía permiso hasta más tarde y no entendía cómo yo me tenía ir temprano.
¡Help!
Rodolfo Barili nació el 30 de noviembre de 1972 en Rauch, la ciudad donde transcurrió su infancia y adolescencia de tiempos sosegados. Domingos de pastas o asados y tardes de vuelta al perro en torno al Palacio Municipal, el edificio de corte monumentalista que es todo un orgullo y forma parte de uno de los eslabones de esa huella que trazó el ingeniero italiano Francesco Salamone. En verano, días enteros en el balneario municipal o a orillas del Arroyo Chapaleofú. En invierno, la aventura era la escapada hasta el opulento Castillo San Francisco en el paraje Egaña, a 25 kilómetros del centro. Fue en aquella adolescencia en plena pampa bonaerense donde comenzó a soñar en grande. "Los varones queríamos ser futbolistas o estrellas de rock". Sus reticentes habilidades rápidamente le confirmaron que no podría profesionalizar su pasión por el fútbol. Las cuerdas, en cambio, aún lo ilusionaban con la emulación de Jimi Hendrix. "La guitarra es una compañera. Aprendí a tocar a los diez años y soñaba con tener una banda. Hoy, la música es parte de mi vida y de la de mis hijos. Siempre me planteo si no podría haber realizado un camino paralelo en ese mundo". Aquella afición continúa tan vigente que, desde hace años, es uno de los integrantes de Muy pocas nueces, la banda que formó con sus amigos de Rauch.
Terminados los estudios secundarios, era el momento de decidir qué hacer. El deseo de comunicar fue terminante. Acaso aquellas noches animando la Fiesta del Ave de Raza le confirmaron la devoción por la palabra. Cuestión de destino. El Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER), cuna histórica de locutores y periodistas, fue el lugar escogido para estudiar en una Buenos Aires que, para el forastero, se convierte en un abrumador desafío de supervivencia. "Llegué a Buenos Aires en el ´91, después de una hiperinflación y antes de la segunda, pero siempre hubo gente que me dio una mano".
-¿Cómo te sostenías económicamente?
-Mi mamá, que siempre tuvo un sueldo docente, cuando me vine a la capital me enviaba encomiendas con comida que yo retiraba los lunes en Retiro. No sé cómo hacía, era un gran sacrificio para ella.
Los 277 kilómetros que separan a Rauch de la ciudad de Buenos Aires parecían duplicarse ante el desarraigo familiar y la lejanía de esa barra de amigos, esos mismos que lo habían bautizado "Fido", dado su parecido, según dicen, con aquel personaje extremadamente alto y flaco. "Fue una gran aventura ir cumpliendo mis sueños, paso por paso, en mi carrera y mi vida". Sin embargo, aquella decisión de recalar a orillas del Río de la Plata tenía un motor fundamental: "A mi abuela, que murió hace poco, le encantaba venir en las vacaciones de invierno. Ella me inculcó la idea de mudarme a la gran ciudad".
De ser una persona conocida en su pueblo, de ser el "Rodi" mimado por su familia y el "Fido" querido por sus amigos, pasó a ser un ilustre anónimo dentro de la vorágine porteña, la jungla donde se las tenía que ingeniar para sobrevivir en ese despertar vocacional: "El primer año viví con un amigo y el segundo en el altillo de una pensión de Constitución, fue durísimo. Cuando ya no me podía sostener más, el dueño de Radio Líder de Belgrano, donde trabajaba, me ofreció quedarme a vivir en el estudio 2 de la emisora. Así que pasé a vivir, literalmente, adentro de una radio".
El primer año en Buenos Aires viví con un amigo y el segundo en el altillo de una pensión de Constitución, fue durísimo
Las vacaciones de verano en el ISER las aprovechaba para obtener un ingreso extra: "Me iba a hacer radio a la costa y juntaba algo de plata para pasar algunos meses del invierno. Al tercer año de estar acá, mi tío Carlos se vino a Buenos Aires a iniciar una nueva vida con una pareja y me permitió vivir con él en un ambiente dividido en dos. Por eso digo que siempre, aún en los momentos más duros, hubo alguien que me ayudó. Cuando mi tío se volvió, y yo tenía que hacerme cargo del alquiler, apareció la posibilidad de trabajar en Red de Noticias. Con mi primer sueldo en el canal pagué el primer mes de departamento".
Aunque el relato resulta anecdóticamente romántico, aquellos tiempos, aunque teñidos por la ilusión del progreso, fueron también dolorosos. "Antes de la llegada de mi tío, durante mi segundo año de cursada en el ISER, se me había terminado el dinero ganado en el verano, lo cual me impedía seguir pagando la pensión". Desolado, se sentó en el monumento de la Plaza de los Dos Congresos tratando de definir el futuro. "Me dije ´hasta acá llegué´. Crucé Rivadavia y me dirigí hacia Callao, donde había un viejo teléfono público. Era domingo, llamé a mi vieja que sabía que iba a estar comiendo pastas en la casa de mi tía Tita. ´Vieja ya está, no puedo más. No tengo un mango, extraño, me vuelvo´". La respuesta de Antonia fue contundente: "Si querés ser un irrealizado toda tu vida, volvé, es tu decisión". Palabra de madre. Casi inapelable.
-Ante semejante respuesta, ¿qué decisión tomaste?
-Corté y me largué a llorar. Muchos años después, me enteré que ella también había llorado muchísimo.
-"Irrealizado", precisamente no sos...
-Esa palabra de mi vieja me salvó. Con los sueños no se puede aflojar, uno tiene que ir en busca de ellos. Siempre digo que hay que entrar y no golpear puertas, porque, por lo general, hay gente que te la traba de adentro.
-Soñar sin pedir permiso.
-Pobre de aquel que se interponga entre mis sueños y yo. No se puede pasar por la vida sin intentar cumplir los sueños, sino este tránsito carece de sentido.
Desde ya, ese proceso requiere de decisiones y está atravesado por las disyuntivas de los caminos a escoger. Otra vez, apareció la sabiduría de Antonia y aquel "la decisión correcta es la más difícil de tomar".
Something new
"El vaso siempre tiene dos partes. Todo sucede por algo, hay que interpretar el por qué". El periodista intenta capitalizar el confinamiento pandémico y agradecer la actual convivencia diaria con sus hijos Dante (16) y Benicio (14), algo inusual en tiempos de escolaridad presencial dado que residen en La Plata y Barili en un barrio del norte capitalino. "Al inicio de la cuarentena, durante más de cincuenta días no vi a mis hijos, ellos viven con Andrea, que es una gran mamá y que los cuida todos los días. Así que esta posibilidad de tenerlos en casa me permitió recuperar rutinas que en situación normal no sucederían. Me esperan cuando llego del canal, cenamos, vemos películas. Lo pasamos muy bien".
-Actualmente, ¿tenés pareja?
Barili hace una pausa y ríe. Aunque se incomoda por exponer su privacidad, no duda en reconocer el buen momento que atraviesa a nivel personal. "Estoy muy feliz, realmente feliz", dice como queriendo no ahondar.
-¿Es una persona del medio?
Otra vez la pausa, otra vez la risa. "Lara es abogada, nos presentaron amigos en común".
-¿Imaginás una nueva paternidad?
-Por mí, encantado. Si ocurre, ocurre, no es algo que uno busque a esta edad. Además, ya somos cinco porque Lara tiene a Lao de 3 años que es un sol, un crack. Si se agranda la familia habrá que buscar una casa grande.
-A esta altura de la vida, ¿esperabas un estado personal como el actual?
- Es muy duro separarte, pero encontrar el amor de la adultez es fabuloso, es comparable a ese primer amor de la adolescencia. Mis amigos me dicen que estoy hecho un tarado como a los quince. Está buenísimo poder caminar con una compañera el tiempo que sea, todo lo que reste. Cuando llega una separación aparecen las dudas sobre el futuro, uno piensa que se terminó el gran amor y que, quizás, no volverá a ocurrir algo así. A mis amigos de Rauch, muchos de ellos casados con sus esposas de toda la vida, les comento sobre lo doloroso de una separación, por eso les deseo que nunca tengan que atravesar la ruptura de sus parejas.
-Ante cualquier posibilidad de tema, siempre aparece Rauch en tus reflexiones.
-Hay una parte mía que siempre está allí, en el olor a tierra húmeda cuando llueve. Ahí está la esencia.
El arraigo de la primera parte de la vida, se transformó con la adultez. La dinámica familiar lo convirtió en nómade: "Mis hijos están en La Plata, yo en Buenos Aires, el trabajo en Martínez y mi mamá en Rauch. Es un jeroglífico, por eso el bolso me acompaña siempre, desde que me fui del pueblo". La muda de ropa lista también es una posibilidad de libertad y de poder bucear en las diversas realidades: "Te obliga a observar y conocer como cuando era cronista en la calle y estás cerca del reclamo genuino de la gente. Nadie me pude explicar lo que es una quema porque estuve allí. Evidentemente, el transitar te amplía la mirada".
-¿Qué enseñanza sentís que te dejó Rauch?
-Agradezco esa niñez sin diferencias sociales. A veces, íbamos a comer a lo de Rosita, el único restaurante del pueblo donde, tanto el laburante que iba cada tanto como el médico que podía ir todas las semanas, salían con el mismo olor a empanada frita.
Twist y gritos
Acaso el club de fans Rostina, nombre devenido del Rodolfo y Cristina, defina la magnitud del arraigo de los nombres de Rodolfo Barili y Cristina Pérez en su audiencia. Bajo la gerencia de Roberto Mayo, Telefe Noticias lidera su franja horaria y, desde octubre de 2018, es el noticiero más visto de la televisión argentina. En agosto, se quedó con el 37,61 % de share y 9,79 puntos de rating promedio. En el comienzo de la pandemia, el ciclo fue el programa más visto de la televisión argentina durante todo un mes, algo inédito para un espacio de noticias. Tal nivel de inserción hace que Barili cuide al máximo su exposición más allá del noticiero. "La gente lo primero que piensa cuando me ve es que me conoce de algún lado o que soy su vecino. Es muy lindo entrar a un lugar y que el que te recibe diga: ´Ah, sos vos, ¿cómo estás?´".
La pareja profesional que conforma con Cristina Pérez superó en cantidad de años en el aire a la de Mónica Cahen D´Anvers y César Mascetti, los eximios referentes del género, quienes, a diferencia de Rodolfo y Cristina, trascendieron el vínculo a nivel personal. "Con Cris jamás nos peleamos. Hemos tenido y tenemos, discusiones editoriales, periodísticas, o sobre temas personales, pero pelearnos nunca".
-¿Cuál es el secreto de la dupla?
-Una pareja tiene que ver con una conexión natural, pero también con la generosidad en la construcción del espacio del otro. Ahora, que el noticiero está segmentado en diversos espacios para prevenir contagios, con Cris ocupamos una oficina separados de los productores, esto hace que estemos mucho más tiempo juntos y que yo sepa mucho más de la vida de ella, y ella de la mía.
La dupla se conformó en el 2002 y dos años después, Barili se dispuso al tuteo, como una manera más cercana para llegar al público: "Empecé a notar que tenía un televidente de mi edad y, como a mí no me gusta que me digan de usted, supuse que a la audiencia tampoco". Y si sus amados Beatles se permitían pasar de "Twist and Shout" al tempo de "Hey Jude", él también apuesta a la paleta de colores diversas a la hora de comunicar: "El noticiero es el día de una persona: hay buenos momentos, carcajadas y, también, aparece el dolor, lo más abrumador", reconoce apasionado a la hora de pensar en su actividad.
-¿Dónde está puesto el foco en Telefe Noticias?
-El periodismo empieza y termina con la gente. No debe encandilarse con fama o las luces del poder.
A pesar de su reticencia a referenciarse, en los últimos tiempos se ha mostrado más enfático y hasta se permitió explayarse sobre alguna experiencia personal: "Me cuesta hablar de mí porque entiendo que mi rol es el de un narrador de historias que les pasan a otros. De todos modos, hay situaciones personales que puedo enunciar y pueden servir. Hace poco conté que me habían tirado piedras cuando iba por la autopista con mis hijos. Lo hice porque sé que lo que genera contarlo es superior a que no lo cuente. Lo que me pasó a mí le sucede hace años a los vecinos. Contarlo puede alertar para generar un cambio, se genera un puente con el funcionario que no ve esa situación".
Estamos bien. Y eso es lo importante.1. Hoy, junto a mis hijos, vivimos un momento de esos que no le deseo a nadie. En la Autopista Buenos Aires - La Plata @AU_BA_SA nos arrojaron una piedra a la altura de Bernal. pic.twitter.com/9goGbn7GJn&— Rodolfo Barili (@barilirodolfo) July 5, 2020
-O no la quiere ver.
-Todo el mundo sabe lo que pasa, pero cuando se pone la lupa se abren los ojos y las soluciones aparecen, aunque no con todos los temas sucede así. Un noticiero es la primera caja de resonancia de los problemas reales y cotidianos de la gente. La inseguridad, por ejemplo, la alertamos hace meses cuando empezamos a recibir las denuncias de la gente. Ante eso, comenzamos a ir con nuestros móviles y notamos que había más violencia y más abandono de la policía que se ubicaba en la avenida central de los barrios para realizar los controles de cuarentena, pero desatendía las calles interiores donde estaban robando. Además notamos que como no podían trasladarse demasiado, los delincuentes robaban cerca de los lugares donde vivían, lo cual generaba situaciones más violentas entre vecinos. Por eso, hay que escribir la realidad en vivo, interpretándola. Es una tarea difícil, desafiante y necesaria.
Ante un fiscal que caratuló como "desahogo sexual" la violación de una menor, Barili no dudó en mostrar su indignación: "Sepan que los estamos mirando. ¿Quiénes? Nosotros, los que no podemos haber estudiado leyes, pero sabemos lo que significa la palabra Justicia. Los miramos nosotros, los que sí sabemos qué es un violador. Un violador es un violador, una víctima es una víctima y que un hijo de puta es un hijo de puta".
-Tu enojo ante algunas cuestiones resulta, en cierta medida, catártico para la audiencia.
-Que se siga calificando de "desahogo sexual" al abuso de una piba es indignante. Por eso dije lo que dije. Y me puede suceder también en otras cuestiones. Vivimos en una época donde todos estamos más a flor de piel, no soy la excepción ni como persona ni como periodista. Me moleta mucho la injusticia y me jode más cuando la víctima es el que menos tiene. Eso me enerva. Es que el grado de impunidad de buena parte de la Argentina hace creer que nadie los está mirando.
Tantos años en actividad informando sobre el acontecer nacional lo llevaron a entrevistar a casi todos los presidentes de la era democrática del país: "A Alberto Fernández lo entrevisté, por lo menos, media docena de veces en Data, mi programa en cable y también en el noticiero. A Cristina Fernández cuando era senadora, como presidenta no la entrevisté".
-¿Cómo es tu vínculo con el Presidente?
-No tengo vínculo, sí con algunos miembros de su gabinete.
-¿De qué forma se construyen esos vínculos para que no alteren tu independencia profesional?
-La relación que se pueda tener con el poder tiene que ver con uno. Yo no tengo amigos en el poder y nunca los tendría. Tengo fuentes, pero no amigos. Mis amigos están en Rauch. Si uno sabe construir una relación de respeto, se pueden marcar los límites de aquel que ejerce el poder y que siempre va a querer que digas lo que él quiere que digas.
-Entonces...
-Uno va a explicarle que no está para eso. El poder siempre llama para que uno diga lo que les conviene, pero mi rol es otro: estoy para contar lo que el poder no quiere que se diga. Eso nunca es fácil en este país, pero vale la pena intentarlo todos los días.
Vivimos en una época donde todos estamos más a flor de piel, no soy la excepción ni como persona ni como periodista
-Alguna vez, ¿recibiste amenazas?
-Sí, la pasé muy mal cuando investigué el juego clandestino. Era muy pibe e inconsciente. Eso es también el periodismo: hay que ser responsable para poder responder por lo que decís, pero también hay que tener un grado de inconsciencia porque, de lo contrario, la autocensura y el miedo te paralizan.
-¿Resulta extenuante vivir en pandemia y que, debido a tu profesión, debas estar permanentemente girando sobre el tema?
-No queda otra que estar en la trinchera. En esta situación, es un lugar de privilegio y de obligación. Los periodistas somos necesarios, sabemos que tenemos que estar y acompañar. Cuando la gente necesita de uno, hay que estar, aunque es cierto que no hay desconexión. Lo sufre la familia, los amigos y, sobre todo, mis hijos. De todos modos, la audiencia valora que uno esté en un momento tan atípico como el actual.
-¿Cuánto hace que no visitas Rauch?
-Los primeros días de marzo me despedí de mi vieja. Cuando nos íbamos les dije a mis hijos: "Saluden a la abuela porque no sabemos cuándo volveremos". Mi mamá se sonrió, pensó que era una exageración. Desde ese día, no nos volvimos a ver.
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