El reconocido periodista, que lleva más de dos décadas al frente del noticiero más visto de la TV abierta, repasa sus comienzos, recuerda los sacrificios para poder comer en una pensión y traza una inquietante radiografía del país
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“Qué damos, cómo lo contamos y para qué”. Rodolfo Barili comienza la extensa charla con LA NACION argumentando esa suerte de manifiesto implícito que pone en juego cada vez que se sumerge en el ecosistema de Telefe Noticias (Telefe), el más visto de la TV nacional, espacio donde, no solo se posiciona al frente de la conducción desde hace más de dos décadas, sino que también trabaja activamente en el trabajo de redacción.
“El periodismo es un ejercicio que nunca puede ser cómodo. Si estamos muy cómodos, algo estamos haciendo mal”, define en el arranque.
El periodista llega a la espaciosa sala de reuniones del noticiero, lindante con la oficina de Roberto Mayo, un histórico del medio, responsable de la gerencia del área. Quien espere encontrarlo luciendo el formal vestuario que impone su tarea frente a cámaras, se sorprenderá al verlo ingresar con remera negra, jeans y zapatillas sin medias, un atuendo muy diferente a los inmaculados trajes que suele lucir en el aire televisivo.
El outfit casual le confiere un oxígeno más juvenil, quizás más cercano al de aquel adolescente que tocaba la guitarra en Rauch, su ciudad natal, donde con su banda ofició de “telonero” de Los Violadores, cumpliendo uno de sus tantos “sueños del pibe”. Hoy, cada tanto, despunta el vicio con Muy Pocas Nueces, la agrupación que conforma con algunos de sus amigos de siempre. Amigos le sobran, esencia de su crianza en el pueblo.
Entre el rockero y el hombre que cada noche cuenta las noticias -mixturando sobriedad y cercanía con las audiencias- se conjuga la esencia de este hombre de 52 años que también hace un culto de la paternidad, de la vida conyugal y del estrecho vínculo que lo une con su madre, un puntal en su vida. Esa mujer que, siendo maestra del pueblo, una tarde lo sentó para hablarle sobre el sexo. Había que hacerlo en ese hogar con papá ausente. Será por eso que hoy se vincula con su ex y hasta con el ex de su actual esposa. Y todos contentos: los míos y los tuyos.
Barili no le hace gambeta a sus temas personales y, a lo largo de la charla, alternará sus reflexiones sobre el oficio que ejerce -y que le dio una notable masividad pública y credibilidad- con aquellas cuestiones más íntimas en torno a su vida privada.
“Periodista. Cuervo. Papá de Dante y Benicio. Papastro de Lao. Esposo de Lara”, se define en el perfil de su cuenta de Instagram. Le dan a elegir entre “cortado” o “café”. “Dame lo que tengas”, dice, bien lejos de todo divismo.
Narrar sin ficción
“Así están las cosas, país”. El latiguillo con el que Barili cierra el noticiero se convirtió en un santo y seña. Su sello para finalizar cada jornada donde la realidad nacional a mostrar suele ser demasiado abrumadora.
-¿Qué es lo que más te duele contar?
-Las cosas que tienen que ver con chicos, la aceptación de cierta cotidianeidad de elementos que no pueden ser cotidianos.
-La naturalización de lo que no debe ser aceptado.
-La naturalización de que un vecino no pueda salir a la puerta de su casa, de que haya barrios donde ya no se pueda vivir en paz, que una ambulancia no llegue, que un comisario le diga a la gente que el patrullero no tiene nafta, a que cierto músculo importante de la política argentina determinados temas importantes no los quiera tocar. En definitiva, la naturalización de vivir mal.
El periodista comenta sobre el segmento “Escenas de la Argentina cotidiana” que forma parte del noticiero, entendiendo que “es un espacio que nos interpela, es hablar de la persona que al ingresar a su casa ve a otro durmiendo en el palier del edificio, es ver al tipo que protesta y el que quiere ir a laburar y no puede pasar. Este segmento es un ejercicio para pensarnos y pensarnos es siempre un ejercicio incómodo”.
Ausencia
- Cuando Cristina Pérez dio un paso al costado, transitaste el último año de Telefe Noticias sin ella a tu lado.
-Fue un gran desafío. En el fútbol se dice “equipo que gana no se toca”, pero, a nosotros nos tocó hacer una modificación en un buen momento del “noti”. Fue muy loable la decisión ética y de valores tanto de Cris como del canal, porque no es habitual. Tuvimos que multiplicarnos y reafirmar el ADN.
Telefe Noticias lleva 74 meses consecutivos de liderazgo. “La gente nos elije y esa es una gran responsabilidad”. El último año, el noticiero ganó el Martín Fierro de Oro que entrega Aptra. En la ceremonia y, al día siguiente, en el set, Cristina Pérez se hizo presente como una más del staff. Lo es.
-¿Tenés vínculo con ella?
-Sí, claro. Se la extraña, estoy solo en el espacio de la redacción que ocupábamos los dos. Extraño preguntarnos por nuestras cuestiones personales, pero, sobre todo, de discutir con ella el noticiero, de aportar ideas, fueron 21 años juntos.
Cambio de planes
-Hace pocas semanas fuiste uno de los invitados a la celebración del cumpleaños 60 de tu colega y amigo Sergio Lapegüe, quien hace poco se despidió del noticiero matutino de TN y va a debutar con un ciclo más informal en América. Así como él, ¿te imaginás conduciendo otro tipo de programas en Telefe o en otro canal?
-El noticiero es el formato más amplio que existe en la televisión argentina.
-Te vas por la tangente.
-Es que el noticiero tiene todo. Es, tal vez, el formato que más se adaptó a los cambios de la sociedad y a las necesidades de quien te ve; por lo tanto, mucho de lo que me gusta hacer está acá, amo hacer el noticiero y, aunque parezca contradictorio, me divierte.
Si de ocupaciones paralelas se trata, Barili también es la cara -en este caso la voz- visible de Ahora país, el ciclo que conduce en la muy escuchada Cadena 3: “Es una experiencia increíble, con más de seiscientas emisoras que, al mediodía, cortan su programación para escucharnos. En la radio nació mi vocación”.
-¿Cómo es eso?
-En mi casa de Rauch me había armado una radio para que me escuchara mi abuela.
Presencias, ausencias
-Hablemos de Antonia. Tu mamá es una presencia muy fuerte en tu vida y que destacás permanentemente en tus redes sociales.
-Mi vieja es una mina infinita. Cuanto más crezco, más valoro lo que hizo por Silvina, mi hermana, y por mí ¿Cómo hizo, con un sueldo docente, para que no tuviéramos ninguna carencia notable? Crecí sin mi viejo presente, pero con mucha libertad y, a la vez, con límites, lo cual me hacía valorar esa libertad.
Antonia supo pivotear en una amalgama perfecta entre soltar las riendas y tener “cortitos” a sus hijos. “Sacaba la mesa y ensayaba con mi banda dentro de la cocina, todo era un caos, pero, cuando salía, a las tres de la mañana tenía que volver y, si no lo hacía, había una consecuencia. Eso me hizo entender que existen responsabilidades que te generan libertades”.
El padre de Rodolfo Barili no estuvo presente en la vida de su hijo. Eso hizo que Antonia debiera ingeniárselas para cumplir con los roles de madre y de padre de sus hijos: “Me explicó educación sexual en la cocina, como si fuera una maestra. Cuando yo tenía doce o trece años, me habló sobre los órganos reproductores, como lo podía hacer una mamá que criaba a su hijo sola”.
-¿Así fue?
-Me sentó en la mesa de la cocina, sacó un cuadernillo y pegó algunas de sus hojas en la cortina.
-Una lección sin pudores.
-Me dijo “hoy vamos a hablar del aparato reproductor”. Me explicó cómo funcionaba en el hombre y en la mujer, los cuidados que había que tener. No estaba mi viejo y no era el mundo de hoy, no existía YouTube. Hoy, cuando quiero hablar algo con mis hijos, me dicen “Papá, no hagas esto, ya lo vimos en YouTube”, y yo ya tenía preparada la banana y el preservativo para charlar.
-¿Banana y preservativo?
-Sí, pero no me dejaron. Les evité el momento de la banana, pero eso no impidió ni impide que conversemos mucho sobre cualquier tipo de temas, no solo los vinculados al sexo.
-Sin un padre presente, con una mamá sola y en otros tiempos menos deconstruidos, lo que ella hizo fue toda una proeza.
-Es inmensa, pero las ausencias no se recuperan. Uno convive con eso.
-¿Aún hoy?
-Después pasa, está todo saldado, pero, cuando fui papá, en lugar de entender a mi viejo, lo comprendí menos aún. No puedo pasar un instante sin saber qué es de la vida de mis hijos. Cuando llega un mensaje con un “Te amo, pa”, me derrito. No tengo nada más importante. Por eso me pregunto como él (su padre) no se preguntara “¿Qué estará haciendo Rodi?” “¿Qué será de la vida de Silvina?”.
-Tu padre, ¿falleció?
-No.
A pesar del dolor y la incomprensión, el periodista se empeña en aclarar que “no llevo conmigo la sensación de una deuda de su parte, no hay rencor, hizo lo que pudo”.
-Actualmente, ¿seguís sin tener vínculo?
-La última vez que lo vi fue cuando mi abuela falleció y todo bien.
-Es una situación curiosa ya que, dado que sos una figura pública, él tiene acceso a tu imagen.
-No nos vemos, pero es mi papá y le agradezco la vida. Mi vieja vive diciéndome que tengo cosas de él. Durante mis primeros años, todavía estaba en casa, así que convivimos y guardo recuerdos bonitos.
-¿Conservás recuerdos de ese tiempo?
-Sí. Soy de San Lorenzo por mi abuelo y por él.
Expandir afectos
Acaso porque aquella ausencia trascendente lo marcó, hoy su foto familiar es expandida. Rodolfo Barili se casó hace dos años con Lara Piro. Con ella conformó una familia ensamblada que no solo se compone de sus dos hijos, Dante (21) y Benicio (18), sino que se sumó Lao, el hijo de ella. Hasta ahí, todo normal, pero lo curioso es que, en eventos familiares de importancia, en la foto también aparecen Andrea, su ex mujer, y Facu, el ex de su actual esposa.
“Lara fue la impulsora, ella cree en todo eso. Ensamblar familia no es una tarea sencilla, pero es posible. Siempre te vas a ver con la madre de tus hijos y cualquier cosa que suceda entre nosotros, puede afectar a los chicos. Está claro que lo más importante de ambos son ellos. A veces se logra más y otras menos y en muchos casos, los ex pueden colaborar más o menos. Acá se dio todo a favor”.
Con Barili y su actual esposa vive Lao, el hijo de ella. En ese nuevo contexto familiar, el periodista no duda en referirse al ex de su mujer: “Facu espera que yo sea un buen ´papastro´. No soy el papá, el papá es él”.
-La familia ideal.
-No somos La familia Ingalls.
-Es una construcción.
-Es una construcción que no es inmediata, lleva tiempo y maduración. Depende mucho de que las cuentas estén saldadas entre la pareja. Hoy, Lara y Andrea hablan mucho y, seguramente, algún palo me deben pegar; pero Andrea le dijo a Lara “no hay devolución”. Espero que no haya devolución, porque no tendría donde ir.
-¿Tendrías más hijos?
-Lo pensamos, pero el desafío fue hacer de los nuestros, lo nuestro.
Desarraigo, pensión y vocación
-Llevás 31 años desarrollándote profesionalmente en Telefe.
-Una vida. Falta que me pongan el código de barras en la frente y soy un mueble más.
-Y siempre liderando, no es poco.
-Hace un tiempo, quienes fueron mis compañeros en el ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica) me recordaban que yo les decía que quería trabajar acá.
-”Cuidado con lo que soñás que se te puede cumplir”, dice una máxima.
-En 1993 se abrieron varios medios de noticias, pero solamente me presenté al casting de Telefe, porque era el lugar en el que soñaba estar.
Tuvo que atravesar una decena de pruebas y, a los veinte años, antes de recibirse de locutor, ya formaba parte de la empresa de la que se convertiría en una de sus caras más simbólicas y desde la que generaría una gran empatía con el público. “Trabajaba de doce de la noche a ocho de la mañana en Red de Noticias, la señal paga de Telefe; luego de conducir durante toda la madrugada, me iba directo al ISER a cursar”.
Rápidamente, Barili cumplió su “sueño del pibe”. Ese motor lo llevó a atravesar las dificultades más diversas en una gran ciudad que suele ser algo hostil para el forastero desprevenido: “Durante el primer año viví con un amigo; el segundo año lo pasé adentro de una pensión compleja en Constitución y luego dormí en el estudio de una radio. Cuando cursé el último año del ISER me hospedó un tío que se había radicado en Buenos Aires, pero, cuando se tuvo que volver, me encontré que no tenía dónde vivir. Mi primer mes en Red de Noticias fue cuando tuve que pagar por, primera vez, el alquiler de un departamento”.
-¿Por qué era “complicada” la pensión de Constitución en la que pernotaste?
-Quedaba en la calle Venezuela y a la noche se ponía complicada, era picante. Me acuerdo que llegar era todo un tema y, como vivía en un altillo, cerraba fuerte el picaporte del cuarto. Desde ya, jamás le contaba nada a mi vieja, para ella yo era el tipo más feliz del mundo.
En esa época, Barili trabajaba en una modesta radio FM, pero, a pesar de su magro salario, se las ingeniaba para ayudar a su madre que, desde ya, tampoco contaba con un sueldo holgado. “Si el ISER hubiese sido pago, no habría podido estudiar. Los lunes me llegaba una encomienda con comida que me enviaba mi familia y con eso ´morfaba´ toda la semana. Si tenés un sueño y te esforzás por conseguirlo, todo lo demás es una anécdota”.
-¿Qué fue lo peor que atravesaste en la ciudad?
-La impersonalidad de Buenos Aires me chocó. Venía de un pueblo de 14.000 habitantes donde nos conocíamos todos y era “Rodi, el hijo de Antonia”.
-Toda una paradoja, desde la gran ciudad, te convertiste en una de las caras más famosas del país. El anonimato no va con vos.
-Sigo siendo el “hijo de Antonia”. Hoy, lo más lindo que me sucede es que entro a cualquier lugar y quien está allí me saluda con un “hola” espontáneo, como si fuese un amigo, un vecino o alguien que conoce mucho. Es el privilegio de, desde hace más de veinte años, cenar en la cabecera de las familias argentinas. Uno no invita a cualquiera a cenar a su casa y a nosotros nos reciben a comer.
Radiografía cruel
-Como país, ¿sabemos hacia dónde queremos ir?
-La democracia -imperfecta, pero el mejor de los sistemas- no ha dado respuestas en el día a día de la gente. Es una deuda infinita. Es obsceno tener a la mitad del país pobre o que siete de cada diez chicos del conurbano también lo sean. A eso se llegó a través de años de políticas que vimos y que generaron que, en cada crisis, un porcentaje de ciudadanos cayera en ese infierno, al agujero negro de no poder “morfar”.
-Lo básico.
-Y hemos perdido la capacidad de soñar. El sueño te empuja, te esfuerza. Es natural que cualquiera que estudia en condiciones que son económicamente complicadas pretenda poder cumplir su sueño de recibirse y que tenga miedo que, más allá que el gobierno lo negó mil veces, pueda arancelarse la educación; pero detrás, también hay otros intereses y surge la pregunta sobre por qué algunos no quieren que las universidades sean auditadas, siendo dinero público.
-Auditar no es lo mismo que arancelar.
-Y nadie habla de la educación secundaria ¿Cuántos chicos llegan a la universidad y de qué manera llegan? ¿Se ve la deserción?
Barili dibuja un territorio inquietante en torno al devenir de una vida promedio en nuestro país: “La niñez es un peligro y la vejez, una condena y, en el medio, te salen tubos en los brazos, porque te las pasás remando para no caerte. Desde hace unos años, en nuestro país tener trabajo no te garantiza no ser pobre”.
-¿Qué lectura y qué sensaciones considerás que experimenta la ciudadanía cuando ve al presidente Javier Milei junto a su expareja Fátima Florez o con su actual novia Amalia “Yuyito” González?
-En el caso de un presidente, su vida deja de ser privada y tiene importancia y trascendencia institucional. Incluso, hasta la salud de un mandatario es una cuestión de Estado y debe ser informada a la población. El aspecto amoroso del actual presidente me tiene sin cuidado. Nuestra responsabilidad como periodistas es evaluar las decisiones de Estado que toma.
-Te tocó conducir varios debates presidenciales. ¿Cómo se vive esa experiencia y qué percibís de los potenciales mandatarios?
-Te topás con los candidatos en una situación totalmente extrema. No tanto por el acierto, sino por la posibilidad del error. En su momento, (Daniel) Scioli no se presentó en la primera instancia y luego, ante el ballotage, debió hacerlo y terminó perdiendo.
-La Argentina es un país poco proclive al debate y a contemplar la opinión del que piensa diferente.
-Es muy importante que los debates se lleven a cabo porque así lo marca una ley; de lo contrario, no hubieran existido.
-¿Qué atmósfera se respira?
-Hay mucha tensión y, aún los más profesionales, están muy nerviosos.
-¿Cómo lo vivís en lo personal?
-Siempre es un honor poner un grano de arena en algo que es saludable para el país.
El comunicador también esboza su pensamiento en torno a la imposibilidad que se instaure la denominada “ficha limpia”, que pretendía determinar que los políticos con aspiraciones legislativas o ejecutivas tuvieran una trayectoria sin sobresaltos judiciales o manchas de corrupción: “La estrategia electoral, ¿vale no haber apoyado la ´ficha limpia´? Debería ser para todos los candidatos, es sano, existe en México y en Brasil. Por otra parte, la Justicia no está a la altura”.
-Sos el conductor que más años estuvo al frente de un noticiero, ¿sos consciente de esa trascendencia?
-Perdurar es una hermosa rebeldía en tiempos donde las historias duran quince segundos.
-Hoy se habla de “zonas azules” en torno a la longevidad. ¿Cómo te percibís a futuro en tu propia “zona azul”?
-Me veo comunicando.
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