Rocío Gómez Wlosko, la revelación de El primero de nosotros: “Los cuerpos gordos también pueden ser amados y deseados”
A los 24 años, interpreta a la hija del personaje de Benjamín Vicuña en la gran apuesta de Telefe; de familia de artistas, es su primer coprotagónico en una ficción
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Se llama Rocío Gómez Wlosko, tiene 24 años y aunque actúa hace mucho tiempo, nunca antes había tenido un papel tan importante en televisión. Es la hija mayor del Bicho Gómez y de la bailarina Viviana Wlosko. Su vida siempre estuvo rodeada de arte, un entorno que -sin dudas- definió su vocación.
Hace cuatro meses, gracias al empuje económico que le dio la novela, logró mudarse sola a un departamento en Villa Ortúzar. No tiene novio, pero sí muchos amigos. Y ahora también varios proyectos. Está grabando una serie y los jueves protagoniza la obra La infinidad de las partes, en el teatro bar Nun, en Villa Crespo.
-¿Cómo llegaste a El primero de nosotros?
-Me llamaron directamente para el casting. Yo trabajaba en una agencia, haciendo publicidades… Lo que hacemos todos para sobrevivir en esta profesión. Hice un par de laburos con ellos y como ya estaba en la base de datos, cuando recurrieron a ellos me convocaron a mí.
-¿Qué hiciste en el casting?
-Lo hice en cuarentena, fue “autocasting”. Grabé un video con las consignas que ellos me dieron. Eran dos escenas donde yo tenía que interactuar con el personaje de mi papá: una dramática, cuando ella se entera que él tiene un tumor, y otra más distendida, donde hablan de los amigos.
-¿A quién usaste para que haga de tu papá?
-Le pedí a mi mejor amiga que venga a mi casa y que me ayude. Ella me tiraba la letra de lo que sería el personaje de Santiago, era muy gracioso.
-¿No tenías ni idea de qué iba a tratar la novela?
-No, pero en esas escenas de prueba quedaba claro que el vínculo era padre e hija. Yo no sabía ni quién, ni cómo, ni nada, pero sí que eran un padre y una hija.
-¡Y nunca te imaginaste que Vicuña era el padre!
-¡Olvidate! Yo dije “debe ser para algo retranca”. Menos me imaginé que era un coprotagónico. Viste que en las series hay elencos grandes y hay historias pequeñas y los protagonistas son otros.
-¿Es el primer casting grande que pasás o tuviste otros hits?
-Algo así tan grande, no. Hice un par de castings para películas, pero más independientes.
-¿Quedaste seleccionada en esos castings?
-No, no. Esto es lo primero que hago para algo muy grande y lo primero en lo que quedo.
-¿Cómo te sentís cuando no quedás en los castings?
-Qué se yo, esta es una profesión en la que uno elige trabajar y si podés hacerlo está buenísimo. Y no quedar siempre es medio triste. No es que me recontratorturo, digo “Bueno, ya va a llegar otro”. Hay que entender que esto es así, lidiar con la frustración todo el tiempo.
-¿Pensaste en dedicarte a otra cosa en algún momento?
-Sí, pasé por otras carreras y dudé de esto un millón de veces. Pero en un momento me di cuenta que era mi vocación.
-¿Por qué carreras pasaste?
-Empecé estudiando gestión cultural, después estudié dirección y puesta en escena. Como me gusta mucho lo social, estudié un poco de pedagogía… Pero en un momento dije “Yo quiero actuar”. Y ahí arranqué la carrera de actuación.
-¿Dónde?
-En la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, es una escuela de educación pública, es un terciario, dura cuatro años. Es casi como una escuela. Yo iba a cursar siempre con el mismo grupo. Era lo que yo quería, tener un grupo para estudiar, una contención, poder armar proyectos.
-¿Lo terminaste?
-No. Hice tercer año virtual, en plena pandemia. Fue tremendo, horrible. Y después empecé a grabar la novela y ya no pude hacer las dos cosas al mismo tiempo.
-¿Con esos compañeros armaste la obra de teatro que estás haciendo?
-No, la hice con mis compañeros del secundario. Fui a un colegio orientado en artes, de Gobierno de la Ciudad. Se llama Osvaldo Pugliese. Ahí también tenían una visión súperlinda, de comunidad y de acompañamiento.
-Familia de artistas, colegio de artistas… estaba claro tu destino.
-Sí, mi mamá también se dedica a esto. Era bailarina y coreógrafa. Ahora se dedica más a la producción y posproducción. El arte fue algo que estuvo siempre en mi casa. Por eso en un momento dudé, porque pensé “Siempre estuve metida en esto, bailando, actuando desde que soy bebé… es lo único que conozco”. Pero después de probar con otros rubros me di cuenta de que era mi vocación.
-Claro, la gestión cultural es algo más administrativo.
-Pero hay algo de lo que es organizar, todo lo que tiene que ver con la producción que me encanta. Eso de estar a la cabeza de algo… Será en otro momento.
-¿Dijiste que actuás desde que sos bebé?
-Tengo fotos mías, cuando tenía meses, con una nariz de payaso. Estaba recondicionada. Tengo un hermano de 14 años, Homero, que dice que quiere ser arquitecto y yo le digo “¡Mentira!”. Sería la oveja negra de la familia.
-¿Cuántos hermanos son?
-Tres en total, todos de distintas madres. Mi papá tuvo tres hijos con tres mujeres distintas. Yo soy la más grande, después está Homero y la más chiquita, Renata, que tiene dos años.
-¿Cómo es tener un papá payaso?
-No es lo que todo el mundo piensa. No está haciendo boludeces todo el día. Es retranqui. O sea, sí, es muy gracioso y tira chistes todo el tiempo pero si tiene que estar tranquilo, está tranquilo. No es desubicado y cuando se tiene que enojar, se enoja.
-Y siempre fue famoso, desde que vos eras chiquita.
-Cuando yo nací, él estaba arrancando, haciendo las cámaras ocultas de Showmatch. A mí me tocó la etapa más hippie de él. Cuando nació mi hermano fue la época de Mañanas informales, el boom. Yo ya era grande, tenía diez años.
-¿Tenías repercusión de la fama de tu papá en el colegio?
-Mis compañeros lo sabían, pero nunca fue algo que me condicionara en nada. Siempre hay algún boludo que te dice “Ah, tu papá trabaja en la tele”. Pero nunca fue un insulto para mí eso. Que me digan algo de mi viejo nunca me lo pude tomar mal, porque para mí es hermoso lo que él hace, lo readmiro.
-¿Cuando fue al Bailando lo consultó con ustedes? Viste que hay famosos que cuentan eso: “Lo consulté primero con mis hijos…”
-No, cero. Yo siempre supe que eso es parte de su trabajo y si a él le copa bueno, que agarre lo que quiera hacer.
-¿Qué dijeron tus padres de tu decisión de ser actriz?
-Los dos están contentos de que yo haga lo que tenga ganas de hacer. Me rebancan. Obviamente siempre hay consejos, como que sepa que si voy a hacer esto va a haber momentos piola y momentos que no. Pero nunca se opusieron.
-Y te llevaron a estudiar teatro desde muy chica.
-Empecé a los seis años, sí, en la escuela de Hugo Midón.
-¿Bailás y cantás también?
-No, no. Bailo pero a cara de perro y canto de caradura, me da mucha vergüenza, me gusta más lo teatral.
-En la novela de Telefé un par de veces hacen mención a tu cuerpo, ¿cómo te cayó eso?
-Creo que la idea de que la hija del personaje de Vicuña sea una piba que no es hegemónica siempre estuvo, siempre buscaron a una actriz así. No sé por qué, no lo pregunté, pero me parece repiola, sea yo o cualquier otra persona. Que haya más cuerpos reales y cuerpos con los que la gente que ve el programa se pueda sentir identificada. Me parece importante, estamos viviendo una revolución feminista y es ir acorde con la época.
-Tu personaje dice “esos chicos no se fijan en chicas como yo”.
-Esa es una realidad. Me parece que justamente si llevan a alguien, entre muchísimas comillas “diferente” es para traer el tema y el debate a la actualidad. A mí me pasa en mi vida real que tengo un montón de problemas por mi cuerpo.
-¿Te pasó alguna vez lo que le pasa a tu personaje?
-Obvio. Yo soy lo que se dice midsize, ni muy gorda, ni muy flaca, estoy en el medio. Y creo que hay algo muy instalado en la sociedad que a las personas gordas se las sigue castigando un montón. Cuando te querés relacionar con alguien siempre hay algún problema porque sos más gorda. Escuché miles de historias de pibes que estaban con una chica que no es flaca y que no se lo cuentan a nadie o no lo admiten. Están enamorados y no lo dicen, sólo por eso. Sigue pasando un montón y hay todo un movimiento de pibas militantes gordas que están haciéndose oír. Tenemos que entender que los cuerpos gordos también pueden ser sexies, lindos, pueden ser amados y deseados. Mucha gente no se lo planteaba hasta que empezó a suceder todo esto, hasta que se empezó a visibilizar.
-¿Vos tuviste problemas con eso?
-Sí, más en la adolescencia. Ahora estoy más segura, ¡pero tampoco cien por cien segura! Y no me parece mal, yo creo que es raro que haya una persona que esté totalmente segura de su cuerpo. Tengo amigas que son híperflacas y también tuvieron mambos o trastornos alimenticios. El tema del cuerpo es algo que está muy instalado en la adolescencia, seas flaco, gordo, bajo… lo que sea.
-¿Cómo fuiste avanzando en eso?
-Fue un proceso. El movimiento feminista me ayudó un montón, me agarró terminando el colegio. Ojalá me hubiera tocado antes. Creo que hay un montón de pibes que tienen mucha suerte que les esté tocando vivir este momento teniendo 14, 15, 16 años. A mí me tocó de más grande.
-¿En qué te ayudó a vos específicamente?
-Me enseñó a entender que mi cuerpo no está mal, que está bien ser como soy, que no por tener el cuerpo que tengo no me pueden amar o desear.
-¿Lo pensabas?
-Sí, mil veces. Era pensar “Ay, no puedo estar con tal persona porque no me va a querer nunca por cómo es mi cuerpo o porque estoy más gorda que antes”. Y me pasa a veces ahora eso de pensar “me gusta esta persona pero ni en pedo me va a dar bola”. Igual, sigue pasando eso de “es linda de cara, pero todo lo demás está raro”. Eso pasa mucho.
-¿Eras de hacer muchas dietas?
-No, nunca entré en esa. Pero he pasado momentos feos. A la distancia pienso que me fortalecieron.
-¿Cómo?
-Y, ahora poder decir: “No está mal esto, está bien ser como soy.” Igual, hay días que no te sentís tan linda y hay días que te sentís hermosa. Pienso que nunca vamos a estar cien por ciento seguras de todo. Es muy complicado tener siempre la autoestima bien cuando salís a la calle y estás señalada por tu cuerpo o querés ir a comprarte ropa y no hay talles para vos. Uno puede hacer un trabajo individual enorme, pero ese trabajo se cae cuando la sociedad no acompaña.
-¿Cambió la mirada hacia vos desde que estás en la tele?
-Me llegan mensajes de pibas que me dicen “¡Qué bueno poder sentirse representadas en un medio tan masivo!” Y de hecho me sorprendió. Por suerte me llegan comentarios muy lindos sobre el personaje. Antes de que saliera la serie yo pensaba que me iban a rehatear tipo “la hija gorda de Vicuña”. Y cero. Al revés. Fue desafiar un poco a todo y hackear la Matrix.
-¿Qué tal es Vicuña?
-Es un compañero increíble. Nosotros compartimos muchas horas del día, teníamos mucho contacto. Y fue divino. Además de un actorazo. Fue muy destacable que, teniendo en cuenta que era mi primer trabajo grande, él me diera libertad para encontrar mi propia Uma y jugar juntos a encontrar el vínculo padre-hija. Por lo que hablamos él estaba contento porque nunca le había tocado en ficción ser padre de una hija adolescente. Entonces era un desafío. Y nos lo tomamos desde ese lugar.
-¿Conocías a los demás actores?
-De verlos trabajar. Son todos muy populares de las novelas. Y la verdad, a pesar del prejuicio que hay con la gente de la tele, sentí todo lo contrario. Fueron todos muy buenos compañeros. Me ayudaron y me dieron muchos consejos. También la parte técnica, nos llevamos rebien, hemos ido a tomar birra juntos. Fue una experiencia hermosa.
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