Amores y escándalos de uno de los galanes más polémicos de los ‘80
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Su atractivo físico es proporcional a la cantidad de escándalos que lo pusieron en la primera plana de los medios en la década del ’80. Si bien Rob Lowe entró al cine por la puerta grande (fue elegido por Francis Ford Coppola para participar del film Los marginados), sus ojos azules y sus rasgos perfectos lo convirtieron en uno de los más atractivos de su generación, encasillándolo en el rol de galán sensual, pero con aire de rebelde.
Convertido en un “rompecorazones”, este actor -que tiene un pasado escandaloso con las mujeres- encandiló a varias celebridades que incluyen nombres como los de Melissa Gilbert, Winona Ryder y Madonna. Sin dejar de mencionar su apasionado -y fugaz- romance con la princesa Estefanía de Mónaco, que sorprendió a todas las revistas del corazón.
Sin embargo, a finales de los ’80, un video sexual con una menor, los excesos y su adicción al alcohol y las drogas truncaron todo lo que había cosechado hasta el momento. “No es una gran receta para el éxito tener fama, dinero, drogas y esperar que nada salga mal”, confesó más de una vez haciéndose cargo de sus errores.
Tras tocar fondo y ser condenado no sólo por la Justicia sino por la sociedad, el galán decidió barajar y dar de nuevo. Y una mujer -de muy bajo perfil- que se cruzó en su vida tuvo mucho que ver en eso. A principios de los ’90, se casó con la maquilladora Sheryl Berkoff y tuvo dos hijos varones, los cuales se convirtieron en su refugio ante las tentaciones. Con un vida emocional más estable, sólo le quedaba una cosa pendiente: reconstruir su exitosa carrera. Hecho que logró aceptando papeles pequeños en obras de teatro y en programas de televisión hasta volver a recuperar su lugar en el medio.
Amor adolescente y paternidad no deseada
Nacido el 17 de marzo de 1964 en Virginia, Robert Hepler Lowe -tal su verdadero nombre- dio sus primeros pasos en el medio como modelo. A los 8 años debutó en los escenarios y a los 15 ya contaba con más de 30 créditos en su CV y luego se mudó a la pantalla chica. Compañero de escuela de Sean Penn y Emilio Estévez, este galancito saltó a la fama en 1983 con el film Los marginados dirigido por Francis Ford Coppola y basado en la novela homónima de Susan E. Hinton. Por su atractivo físico, hizo de “rompecorazones”, rol que lo encasilló en el resto de sus trabajos posteriores y, al parecer, también en su vida privada.
Su primera novia famosa fue Melissa Gilbert, la actriz que se dio a conocer por interpretar a Laura Ingalls Wilder en el mítico programa de televisión La familia Ingalls. Tenía 17 años cuando comenzó a salir con Lowe y, según lo que confesó en más de una oportunidad, estaba perdidamente enamorada de él. “Pasamos de la primera cita a ser pareja. Me enamoré instantánea, desesperada y estúpidamente”, reveló en sus memorias Prairie Tale.
Vivir en Los Ángeles y trabajar en Hollywood hizo que los tortolitos se conviertan en la pareja del momento en los años ’80. Inseparables, los adolescentes solían escabullirse todas las noches sólo para verse. Lowe subía a la habitación de Gilbert (que aún vivía con sus padres) a través de la ventana de su dormitorio y pasaban las noches juntos. Según la actriz, su novio era muy romántico y solía recitarle poesías al oído, parecía el novio perfecto. Pero todo cambió con Los marginales. Después de convertirse en un ídolo adolescente de la noche a la mañana, su estrellato eclipsó al de Gilbert y las admiradoras comenzaron a asediarlo.
Esto hizo las cosas extremadamente difíciles para Gilbert. “No eran chicas de mi edad enamoradas de él. Las mujeres adultas, incluidas las principales celebridades, se le acercaban. En los restaurantes, iba al baño y cuando volvía, había dos o tres mujeres en mi silla. Me quedaba ahí parada y me despejaba la garganta y no se movían. Eso fue sólo el principio”, contó la actriz en su autobiografía al sospechar de los engaños de su pareja.
Y no se equivocaba. La primera vez que Gilbert atrapó a Lowe engañándola fue cuando estaba filmando Secretos de hotel. Una noche cuando ella estaba tratando de localizarlo por teléfono en el hotel donde paraba, uno de los operadores atendió y le dijo que se alojaba en la habitación de su compañera Nastassja Kinski. Casi sin dudarlo, la actriz voló a Montreal (donde se filmaba la película) y se enfrentó a él. Los rumores de la época aseguran además que luego Gilbert se acostó con el entonces mejor amigo de Lowe, John Cusack. Con este marco de infidelidades, se originó la primera ruptura de la pareja.
Tiempo después volvieron a reencontrarse y se comprometieron. Planearon su boda para el verano del ’87, pero todo volvió a empeorar cuando la estrella de La familia Ingalls quedó embarazada y el actor no quiso hacerse cargo del bebé en camino. ¿Los motivos? Aún no estaba preparado para ser padre ni casarse. La situación fue muy difícil de soportar para la actriz, quien poco después sufrió un aborto espontáneo. “Fue muy doloroso. Fue un momento muy oscuro y difícil para mí. Creo que éramos demasiado jóvenes, pero en ese momento fue devastador”, expresó en una entrevista con el programa norteamericano Today y agregó: “Había perdido a mi bebé y mi relación con Rob. Me dolió como el infierno”.
Después de esta ruptura definitiva, Lowe se cansó de ser una cara bonita (algo que le había traído más de un dolor de cabeza en el último tiempo) y decidió dar un volantazo en su carrera, eligiendo personajes más complejos. Ejemplo de ello fue su protagónico en Square Dance en el que se lució bajo la piel de un personaje totalmente diferente, aunque casi sin poder zafar de su designio de galán que enamoraba a la protagonista, Winona Ryder.
Como era de esperarse, esta nueva “It girl” flechó su corazón y los rumores de una relación entre ellos comenzaron a sonar fuerte. Si bien todo marchaba sobre ruedas, los actores optaron por mantener su romance en privado y lejos de las cámaras. Muchos dicen que la diferencia de edad entre ambos (él tenía 23 y ella apenas 16) era la verdadera razón de mantener la relación en las sombras. De hecho, las pocas veces que se mostraron juntos fueron contadas con los dedos de una mano, la más recordada en 1988 en una ceremonia de los Globos de Oro, en la que Rob fue nominado por su trabajo en el film.
Amor platónico y romance fugaz con la realeza
Lowe era un personaje recurrente en la prensa, ya sea por sus adicciones, su mote de mujeriego o por el nombre de las celebrities a las que conquistaba. Su coqueteo con Madonna durante un recital o su breve idilio con la princesa Estefanía de Mónaco fueron algunos de sus affaires más comentados.
Antes de sus romances con las actrices del momento, Lowe había fijado su objetivo en una cantante que no paraba de llenar estadios. Para ese entonces, él tenía 19 años y ella, la reina del pop, 25. Se conocieron en uno de sus conciertos en 1984, donde él se sentó en primera fila y no le sacó los ojos de encima durante toda su performance. “Ella era linda, joven y estaba soltera, por lo que me senté en primera fila”, confesó Rob en su segundo libro autobiográfico Ama la vida.
Miradas van, miradas vienen, su sueño se hizo realidad. “Madonna quiere verte tras bastidores”, le dijo un guardia de seguridad ni bien terminó el show. “Tenía la piel perfecta y ojos que compartían secretos. Me preguntó en qué película estaba trabajando y le conté un poco de El primer año del resto de nuestras vidas, donde interpretaba al chico malo. Madonna simplemente sonreía. Parecía gustarle eso”, recordó.
Meses después de su primer encuentro, planearon volver a verse. Esta vez la cita era en una discoteca gigante “que estaba llena de fans”; hecho que asustó al galancito del momento. “Era una locura. Madonna y yo discutíamos si debíamos escaparnos al final de la noche cuando de pronto, ella saltó y dijo: ‘Bailemos’ y yo le dije: ‘Te espero aquí’. Entonces me replicó: ‘Haz lo que quieras. No voy a dejar que el éxito arruine mi diversión”, contó el actor. Lo cierto es que Lowe no quería bailar con Madonna, lo que quería era dormir con ella, pero su creciente fama había arruinado sus posibilidades.
Otro de los nombres que llama la atención de su historial amoroso es el de la princesa Estefanía de Mónaco, la hija menor de Grace Kelly y el príncipe Raniero III.
En Historias que solo les cuento a mis amigos, su primer libro, el actor contó una anécdota que lo vincula a la bella integrante de la realeza, a quién conoció cuando tenía 22 años, en su impasse amoroso con Gilbert. Según sus propias palabras, una noche Estefanía descubrió una revista en su armario con Lowe en la portada. Al conocerlo, ella le confesó que la había guardado en su mesa de luz durante meses y solo la quitó después verlo en persona. “En esos días todo estaba bien. Tenía sexo con una mujer hermosa. Fue más en los años siguientes cuando uno reconoce el precio de todo eso”, advirtió quien disfrutó de los beneficios de su belleza sin pensar en las consecuencias.
Es cierto que, por ese entonces, la hermana de Carolina de Mónaco también solía ocupar las portadas de las revistas por sus escandalosos romances. De hecho, al romper su relación de apenas seis semanas con Lowe, se la vinculó con actores como Jean-Claude Van Damme y Christopher Lambert.
Sus adicciones y el video que arruinó su carrera
Si hay alguien que siempre ha hablado abiertamente de sus adicciones ese es Rob Lowe. El actor reconoció que comenzó a beber siendo un adolescente y que todo empeoró con el éxito, ya que “el consumo de alcohol y la cocaína era algo común en los sets de rodaje”. “Todos los días, cuando terminábamos de grabar Los marginados, nos subíamos a una combi y la producción nos daba una caja de cervezas”, reveló sobre lo que ocurría en el backstage del largometraje en el que compartía cartel con Tom Cruise, Patrick Swayze, Matt Dillon, Emilio Estevez, Ralph Macchio y C. Thomas Howell.
“El negocio era así entonces. La gente con éxito consumía cocaína. Siempre había ese momento maravilloso en el que, como un activo consumidor de droga, entrabas al set y averiguabas quién vendía cocaína. No era diferente de los servicios de catering”, dijo quien por ese entonces rodó casi una decena de películas y cuya popularidad no paraba de crecer.
Sin embargo, el éxito, la fama y las fiestas con excesos parecían hundirlo cada vez más. 1988 fue, con seguridad, uno de sus peores años: se filtró en la prensa un video donde el actor mantenía relaciones sexuales con dos jóvenes, una menor de 16 años, y otra de 22, a las que había conocido en una discoteca de Atlanta, Georgia. El actor estaba en la ciudad para hacer campaña por Michael Dukakis, entonces candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, que terminaría perdiendo contra George H. W. Bush.
Ambas jóvenes aceptaron grabarse junto al actor en situaciones íntimas. Cuando Lowe se metió en la ducha, le robaron 200 dólares y escaparon con el video que un año después terminó haciéndose público. “No sabía que tenía 16 años, no le pregunté su edad porque lo que me interesa de la gente es su personalidad”, dijo el actor a modo de defensa en una entrevista.
La madre de la menor lo demandó y, aunque la condena de la Justicia fue benévola: 20 días de servicios comunitarios en la localidad de Dayton, su imagen se vio muy afectada. De hecho Hollywood lo condenó socialmente y muchos de sus colegas se alejaron de él. Este incidente (que acrecentó sus adicciones) hizo que el actor reflexione sobre el rumbo que estaba tomando su vida y un año después, se internó en un centro de rehabilitación.
“La única forma de comenzar a recuperarte es siendo honesto contigo mismo minuto a minuto. Sin secretos, sin doble vida, tenés que ser real”, confesó el actor que, al contrario de lo que todos creen, no recuerda el escándalo como algo negativo en su vida sino como una oportunidad para crecer y modificar sus conductas. “Es lo mejor que me pasó. Dejé de consumir y esa fue la única razón por la que terminé casándome. Llevo casi tres décadas con mi mujer y tenemos dos hijos maravillosos así que no creo que nada de eso hubiera ocurrido si no hubiese pasado por esa situación”, afirmó sobre su casamiento con la maquilladora Sheryl Berkoff, que ocurrió en 1991.
A pesar de que él recuerde este hecho como algo que lo ayudó a reaccionar, lo cierto es que su carrera se detuvo y recién regresó a la pantalla chica diez años después, en 1999, con el drama The West Wing. “Tengo mucha suerte, la verdad, logré superar mis problemas y continuar mi carrera. Hay que decir que mucha gente no fue tan afortunada y se quedó en el camino. Yo logré sobrevivir a ese período tan caótico y excesivo de mi vida”, confesó a The Telegraph.
Y enseguida habló de la clave para recuperarse de algo tan difícil como son las adicciones. “Lo único que puede llevarte a estar sobrio es querer hacerlo. El riesgo de perder tu matrimonio, tu trabajo, terminar en la cárcel o lo que sea que te amenace, no será suficiente. Tiene que estar en vos. La razón por la cual las personas no se recuperan en un 100% cuando se internan en algún programa, es que no están listas”, señaló e inmediatamente habló de los beneficios de querer cambiar. “Lo mejor de recuperarte es que comenzás a vivir una vida auténtica, con tus verdaderos valores y siendo quien realmente sos”, agregó.
Su salvadora
Si bien es cierto que para poder recuperarse hay que estar convencido uno mismo, hay mujer, de muy bajo perfil, que jugó un rol fundamental en su rehabilitación. Su nombre es Sheryl Berkoff, el ángel que volvió a encarrilar su vida y que le dio la posibilidad de formar una familia.
A pesar de que se conocieron en 1983 en una cita a ciegas, la pareja volvió a reencontrarse en 1989 cuando él estaba filmando Bad Influence y no estaba pasando por su mejor momento. Sin embargo, ella lo esperó y un mes después de recibir el alta del centro de rehabilitación, empezaron su relación que continúa hasta el día de hoy.
Súper enamorados, la pareja pasó por el altar en julio de 1991 y, al tiempo, Rob estrenó una nueva faceta en su vida: se convirtió en padre de Matthew Edward (1993), y de John Owen (1995). Con una familia a sus espaldas y un cambio de estilo de vida, se puso un nuevo objetivo: reconstruir su carrera. Fue su personaje de Sam Seaborn (el ayudante de comunicaciones de la Casa Blanca) en la serie The West Wing el que lo volvió a posicionar dentro de la industria y le permitió saborear otra vez el éxito. Luego vinieron Brothers & Sisters, Parks and Recreation y Californication y fue como si nunca hubiera desaparecido. “No estaría donde estoy si no me hubiera equivocado. Llevo 17 años sobrio. Todavía soy el rebelde que era, pero de una manera diferente. Ahora vuelco todo en mi trabajo”, confesó feliz con su cambio.
Pero cuando todo parecía perfecto y en calma, estalló un nuevo escándalo. En 2008, una niñera que había trabajado durante siete años para la familia, acusó al actor de acoso sexual. Ante la repercusión que generó semejante hecho, el actor aseguró que había sido víctima de un chantaje (la empleada le pedía un millón y medio de dólares) y la demandó. La batalla legal se resolvió un año después cuando ambas partes retiraron sus acusaciones.
Hoy en día, el actor que incursionó en la escritura con dos libros autobiográficos Historias que solo le cuento a mis amigos y Ama la vida y que en 2017 estrenó The Lowe Files, un reality de TV protagonizado junto a sus dos hijos, está muy ocupado en no volver a cometer viejos errores. Por otro lado, lo que sí asegura que fue un error en su carrera -aunque no se arrepiente- fue no haber aceptado el papel del Doctor McDreamy en Grey’s Anatomy. “Eso probablemente me costó 70 millones de dólares, aunque no era para mí”, bromeó en una entrevista con el cómico Marc Maron.
Lo cierto es que, a sus 57 años, el protagonista de Navidad en África está concentrado en mantener una vida sana y muy alejada del “chico malo” que supo ser alguna vez. “No bebo alcohol ni hago ninguna de las cosas locas que solía hacer cuando era joven y salvaje. Hago mucho ejercicio, cosas que dejen salir mi costado salvaje: esquiar, surfear... Actividades con adrenalina”, explicó quien está celebrando sus 30 años de sobriedad, en coincidencia con el tiempo que lleva al lado de su esposa.
Podrá pasar el tiempo, sorprender con personajes variopintos o modificar su estilo de vida, lo que nunca parece cambiar para Rob Lowe es su mote de galán, aunque logró reconciliarse con esa figura y usarla a su favor incluso para reírse de sí mismo.
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