Rita Lee, la “oveja negra” de una familia brasileña que soñaba otro destino para su niña
Para todo oído: con Os Mutantes o como solista, la gran figura del rock brasileño, que murió hoy en San Pablo, estuvo en el gusto de las audiencias masivas, de las corrientes esnobistas y de los que siempre eligieron los márgenes artísticos
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Ojazos claros. Cabello rojo borgoña y eterno flequillo. Anteojos a lo Lennon, pero más grandes, estilo hippie chic. Dentro de ese packaging estaba la oveja negra de una familia brasileña que se convirtió en uno de los íconos rockeros de ese país. Hija de padre norteamericano y madre italiana, Rita Lee -que falleció hoy en su casa de San Pablo- había nacido en San Pablo, el 31 de diciembre de 1947, y desde su juventud hasta su último día (ese en que perdió la batalla contra el cáncer que padecía) fue un rara avis de la música del Brasil. Creo su personaje a la medida de sus ideas, y siempre las defendió.
Para 1968 Rita era una insolente joven de 21 años, abanderada del perfil más lisérgico del tropicalismo brasileño. Con el grupo Os Mutantes, que compartía con Arnaldo Baptista y Sérgio Dias, le ponían psicodelia y arrebatos de incorrección sonora a las canciones de Caetano Veloso y Gilberto Gil. Su performance iba de las distorsiones rockeras a la placidez coral y, por momentos, folklórica. Al año siguiente, con su segundo disco, el grupo comenzó a generar su propia producción lírica, pero siempre en la misma línea estética en la que se habían hecho conocidos en el Brasil. Algo de intensión experimental se colaba en las creaciones de Os Mutantes. Y aunque no fue distinta de la experimentación que por esos días (o incluso desde algunos años antes) se hacía en el Reino Unido o los Estados Unidos, significó un paso al frente en lo que se estaba gestando en la música del Brasil, con todo el aporte regional que podía influir en su música. Había, en cada uno de los gestos de Rita y de la banda, una incorrección implícita que los posicionaba en la vanguardia de una transgresión musical. Muchas veces, estos hechos suelen ser coyunturales y con el paso del tiempo no representan más que capítulos de una enciclopedia. El caso de Os Mutantes (y del tropicalismo en general de los sesenta) fue diferente. Tanto Rita como el grupo dejaron una huella trazada en tierra brasileña para que otros grupos y solistas pudieran pisar y luego tomar otros senderos.
En ese sentido, Rita mantuvo una coherencia discursiva durante toda su vida, que se fue adaptando, por supuesto, a los signos de cada tiempo. Si en los sesenta y los setenta, la liberación sexual llevada a la canción podía ser una consigna tácita de su proyecto artístico, en el nuevo siglo sus ideas estaban también alineadas con el vegetarianismo, la ecología y la defensa de los animales.
Fue de esa camada que también dio a artistas como Tom Zé; esos que siempre se movieron por fuera del canon, aunque tuvieron la aceptación tanto de un público medianamente amplio como de la industria discográfica. Por la voz de Rita pasaron temas como “Ovelha Negra”, “Jardins da Babilonia”, “Lança perfume”, “Caso serio”, “Ti, ti, ti”, “Saúde” y “Baila comigo”. Y si fue “Oveja negra” uno de los temas con los que mejor se la podía identificar, ese era el nombre que se eligió para un documental sobre su vida. La canción que había escrito y le había dado un tono folk, resultó uno de sus hits. “Llevé una vida tranquila. Me gusta la sombra y el agua fresca. Dios mío, ¿cuánto tiempo he pasado sin saberlo? Fue entonces cuando mi padre me dijo: ‘Hija, eres la oveja negra de la familia. Es hora de que tomes el control y desaparezcas”.
Rita estuvo en el gusto de las audiencias masivas, de las corrientes esnobistas y de los que siempre eligieron los márgenes artísticos. Para todos tuvo algo que decir. Con ideas claras, una vez escribió: “Yo soy del tiempo de la onza / Cuando los animales hablaban/por Radio Nacional / En la marcha del carnaval / En concursos de miss / Oh, yo era feliz, era feliz... Del tiempo de Guanabara / De la Bossa de Nara/de los tropicalistas / De los hippies comunistas / De la voz de Eli / Oh, yo era feliz, era feliz... Yo soy de aquel tiempo / que el rock era un pecado / Del Let me sing de Raúl / Del hongo del cebú / Y de Leila Diniz / Oh, yo era feliz Soy de los nuevos tiempos / Del fin del vinilo / Del boom de Madonna / De la zona de Brasil / Del caos del país/ Oh, yo era feliz, era feliz... Yo soy del tiempo / Del momento exacto / que el mundo explotó/qué bueno que existió / El Brasil de la utopía”
Beatlera de alma, un día grabo un disco lounge, esos de “bossa and …” dedicado al repertorio de los cuatro de Liverpool. También escribió libros infantiles con temática ecológica y grabó el relato de una versión, con orquesta, de la obra sinfónica Pedro y el lobo, de Prokofiev. Tiene en su haber más de veinte álbumes publicados como solista, como integrante de bandas (Os Mutantes y Tutti Frutti) y junto a su marido Roberto de Carvalho. En la edición 2022 de los Latin Grammy recibió el Premio a la Excelencia, por su carrera de cinco décadas y sus contribuciones y éxitos en la música de América Latina.
Durante una charla con el periodista Alberto Armendariz, para la LA NACION, hace una década, previa a una de sus últimas vistas a la Argentina, explicaba sobre sus inicios y la vida de cantante madura: “Lo que cambió es la seguridad, ahora soy una caradura sobre el escenario. Ahí arriba soy otra persona, muy segura y extrovertida. Cuando comencé a cantar, me decían que para hacer rock tenía que tener cojones. Y siempre pensé por qué no se podía hacer este tipo de música con ovarios. ¿Cuál es el problema? Es gracioso, pero hoy cualquiera que hable del rock en Brasil tiene que hablar de mí, y eso me gusta, no como venganza, pero sí como un giro curioso de la vida. Hoy hay muchas chicas haciendo rock, como líderes de bandas, aquí y en todo el mundo, por una expansión de las mujeres, que están avanzando en todas las áreas.”
Y sobre el momento de su vida más difícil, aseguró: “En mi carrera no tuve grandes obstáculos; tuve que demostrar gran voluntad, y mucho trabajo, que por suerte gustó a la gente. Pero el peor momento que pasé fue en 1976, durante la dictadura, cuando fui encarcelada embarazada por posesión de marihuana. No era mía, sino de unos invitados que tenía en casa. Y no lo digo para quedar bien; yo ya me bebí, fumé y aspiré todo lo que pude. No soy una Magdalena arrepentida; la vida son experiencias y ésas son cosas que yo quise probar. Pero desde que quedé embarazada de mi hija dejé todas las cosas que pueden ser peligrosas. En mi epitafio me gustaría que pusieran: “Nunca fui un buen ejemplo, pero soy buena gente”.
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