Rita Cortese: "Hay tangos que no se deberían haber escrito jamás"
Siesta calurosa en las angostas calles porteñas. Rita Cortese arroja las llaves desde su balcón del segundo piso del edificio de fines del siglo XlX con planta baja de corredores amplios, azaleas y escaleras con escalones de mármol originales. Cronista y fotógrafo toman el manojo cuidadosamente camuflado en un muñeco de terciopelo y suben al encuentro de la dueña de casa.
Cuando se construyó la propiedad no eran tiempos de ascensores. Una obviedad. Los dos pisos, que en edificios de este estilo valen por más, se hacen sentir. Allí está ella, con la puerta abierta esperando. Y con ganas de conversar. "No todos reconocen el valor histórico de este lugar", confiesa la actriz a LA NACIÓN, e inmediatamente ofrece calmar la sed de los recién llegados que la obligan a interrumpir el disfrute de un documental sobre Federico Fellini. Cinéfila, se entusiasma con la posibilidad de ver pronto Parasite, la aclamada película del surcoreano Bong Jooon-ho. "Tengo sol todo el día, veo el cielo. Me encanta este lugar. Me gusta tanto que hasta le hice comprar el departamento de abajo a Alejandro Urdapilleta", cuenta. Esas paredes fueron testigos de veladas de bohemia, charlas de teatro y bebidas espirituosas.
Adela Rita Cortese comenzó a estudiar la carrera de Filosofía y Letras en 1967, pero al año siguiente decidió abandonarla. Poco tiempo después, se inició como actriz en los escenarios del teatro independiente, espacios que, aún siendo conocida, jamás abandonó. A pesar de aquel breve paso por los claustros, los libros la siguen marcando. Filosofía propia y letras por todos lados. Ingresar a su departamento de Montserrat, en el que vive desde hace más de dos décadas, es sumergirse en un mundo donde la literatura define la geografía.
La gran biblioteca organiza el living, pero, se sabe, los libros son objetos rebeldes, de vida propia, que se multiplican en cada rincón. Por allí deambulan Ivonne Bordelois y Hebe Uhart. Y los gruesos ejemplares de poesía que sumergen a la actriz en ese mundo de metáforas, a veces, casi siempre, inabarcables. A un costado, el atril con las letras de las canciones que esta noche volverá a interpretar en el Torquato Tasso, ese refugio de la música frente al Parque Lezama, tan familiar para ella. Acompañando los textos de las canciones, la foto de Tita Merello. "Qué mujer, parecía que no respiraba cuando actuaba", comenta.
Mucho de ese arrabal de la Merello se hace carne en ella cuando se pone a cantar. Rea y porteña. Dos parlantes enmarcan la escena. A horas de un nuevo concierto, los ensayos ocupan buena parte del día en ese living de piso de madera que es toda una reliquia, tanto como los temas que suele desempolvar para formar parte de su repertorio. Ese repertorio canyengue y poético que bucea en identidades primeras, en la recuperación de títulos no tan transitados. "Enfundá la mandolina" en la Cortese suena bien. "Ahora van a ver el berretín de este hombre", prologa en sus conciertos. Y canta aquello de "sosegate que ya es tiempo de archivar tus ilusiones". Touché. "El espectáculo siempre tiene que ver con algo que me atraviesa, que yo quiero contar. Son horas y horas de escuchar material para poder elegir. Hace algunos años, mis repertorios comenzaban por Carlos Gardel, después me fui abriendo a otros géneros. Es que si escuchás a Gardel, tenés casi todo. Me gustan esos temas antiguos, graciosos", explica.
-¿Dónde nace la búsqueda de los títulos?
-Busco los temas indagando en mi alma. No hay tantos temas: todo gira en torno a la vida, la muerte, el amor.
-La esencialidad que toma el teatro clásico y el arte, en general.
-No hay muchos más temas. La cuestión es cómo se hacen, y eso es el arte. En mis espectáculos me hago cargo de todas mis vulgaridades.
-¿Qué significa eso?
-Si aparece un mal autor, es responsabilidad mía, yo lo elijo.
-Cada canción es una historia en tres minutos. En tu caso, en cada tema aparece la actriz, los abordás desde el personaje protagonista.
-Busco un equilibrio. A mí no me gusta quien subraya permanentemente la interpretación, porque la música tiene mucho valor. Hay canciones que son más claras y otras que son más difíciles desde lo musical e interpretativo. Además, es importante que los músicos también sepan qué están diciendo. Cada palabra tiene su toque.
-Una intención.
-Una intención. No siempre a los músicos se les enseña eso, es un trabajo que tiene que hacerse en soledad. Escuchando a Mercedes Sosa con Colacho Brizuela, en aquel primer exilio en Suiza, hay algo que hace Colacho en "Guitarra dímelo tú" donde uno nota que aparece el dolor.
-"Por qué la noche es tan larga, guitarra dímelo tú", se preguntaba Atahualpa Yupanqui.
-Ahí aparece el dolor..
-Estamos viviendo un cambio de paradigma en cuanto a cuestiones de género, derechos de las minorías. Ante esto, mucho de aquel tango milonguero, de comienzos del siglo XX, resuena machista, incorrecto. ¿Existe un repertorio vedado que considerás que ya no podés interpretar?
-Hay tangos que son, realmente, muy machistas. Y no es que no se puedan cantar hoy, no se deberían haber escrito jamás. Por suerte, hay una mentalidad que ya terminó, pero la batalla es larguísima. No sucede solo en el tango, sino en la música en general.
-Es muy interesante el vínculo con los espectadores que se genera en tus presentaciones: se celebran mutuamente.
-Tengo una buena relación con el público, me divierto mucho. Además, traigo temas a colación, conversamos.
Dura de domar
-Sos una actriz de lenguajes múltiples y esto, en muchos casos, no es autorizado por el medio, que suele asignarle un casillero a cada artista. Hacés cine, teatro, televisión, te manejás en carriles comerciales y te involucrás en proyectos independientes...
-Nadie me lo ha permitido, me lo permito yo. No pido permiso. No tengo por qué pedir permiso. Es un problema del medio.
-Y en el abordaje de esos múltiples lenguajes, ¿qué te interesa de cada uno?
-Son bien distintos. La televisión es el medio popular por excelencia. Se ha hecho muy buena televisión y eso es muy agradable. Los unitarios tienen gran nivel y, en algún momento, las tiras también lo tenían. Pero, en la televisión, hay una inmediatez que, a veces, impide bucear en algo más profundo, aunque también se puede.
-La televisión sería como una gimnasia.
-Te da un ejercicio de rapidez, de resolución, que es interesante. De todos modos, es muy difícil tener una actuación profunda en ese contexto. Hay que cumplir tantas escenas por día y eso exige mucho oficio. Yo valoro el oficio, pero no es lo que más busco.
-¿Por dónde transita tu búsqueda?
-Me interesa abordar trabajos que no están tan cerrados.
-Experiencias de laboratorio.
-De alguna manera, sí. Por eso, el teatro es el lugar que uno no debe perder. Desde ya, todo debe estar bien hecho. El teatro per se, no es ni bueno ni malo. A mí me interesa ir en busca del teatro bien hecho, con un buen director. Creo mucho en el director, he trabajado con los más grandes de este país. Estoy convencida que el escenario es un lugar sagrado, y la actuación es una cuestión de fe.
-Una cuestión de fe…
-Sí, es religioso. Si creés que tenés la espada, la tenés. Eso lo hace tan particular.
-¿Qué te sucede con el cine como experiencia?
-El concepto de la película es del director, pero el cine somos todos lo que lo hacemos.
-El cine permite ese abordaje profundo sin la inmediatez de la televisión.
-Sí, pero se están haciendo películas en menor tiempo, por una cuestión de costos. La duración del rodaje no hace que una película sea mejor que otra, pero si es importante que se contemple el tiempo suficiente que necesita cada material. Relatos Salvajes tuvo ocho semanas de rodaje, no se podía hacer en menos. Desde ya, también se pueden hacer películas de tres semanas y que sean excelentes.
Durante este año, se verá Las siamesas, película de Paula Hernández, en la que compartirá el elenco con Valeria Lois. El filme ya fue rodado, pero aún no tiene fecha de exhibición. Además de ese estreno, existe la posibilidad que se realice la segunda parte de la serie sobre Diego Armando Maradona en la que la actriz interpretó a Doña Tota, la madre del astro del fútbol. En el mientras tanto, además del concierto en el Torquato Tasso, la espera una presentación en el anfiteatro de Paraná en febrero y nuevas funciones en la ciudad de Buenos Aires.
-Así como no pediste permiso para abordar diversos géneros y lenguajes, tampoco lo hiciste para transitar el carril popular y el de los proyectos más intelectuales. En ambos te movés con comodidad.
-En realidad he hecho poco teatro de bulevar. Trabajé con Roberto Villanueva; pertenecí, muchos años, al equipo del Teatro Payró de Jaime Kogan. Estuve con Jorge Lavelli, Laura Yusem... Grandes directores. Esa fue mi gran trayectoria en el teatro, está buenísimo transitar eso. Pero esos nombres son varas muy altas y luego te cuesta trabajar con otros directores.
-Bajar la vara es traumático.
-Es muy difícil porque aquellos son directores con un concepto. No creo en el director que dice: "Hacé lo que quieras". Creo en la dirección porque es el punto de vista sobre determinada obra, eso es arte.
-Se puede hacer Hamlet desde innumerables miradas distintas y eso tiene que ver con donde pone el foco cada director.
-Y esa no es responsabilidad del actor, porque el actor no tiene la totalidad conceptual. También sucede en cine que, para mí, sigue siendo una ciencia misteriosa.
-No son pocos los actores que encaran proyectos en los que actúan y dirigen simultáneamente.
-No confío mucho en eso... No es lo que más me interesa. Además, uno nunca se dirige bien porque no se está viendo a sí mismo.
-Cuando te toca trabajar con un director que baja la vara y no está a la altura de las circunstancias, ¿sos dócil o sos de las actrices que aportan y se inmiscuyen en busca de un buen resultado del proyecto?
-Aporto, digo lo que pienso. Dócil no he sido nunca...
-Ni en la escena, ni en la vida...
-No me sale, no me pidan eso. Definitivamente, no está en mi ADN.
-Más de un director se debe haber enojado...
-Sí, claro, por supuesto.
Estalla en una carcajada que esconde alguna anécdota. Toda una dama, no da nombres sobre esas experiencias. Prefiere recordar a Lavelli, Yusem o kogan. Y tantos otros con los que trabajó y se nutrió.
Convivencias
-No debería llamar la atención, pero, en la Argentina, causa cierta sorpresa. Habiendo compartido el rodaje de la película La odisea de los giles, de Sebastián Borensztein, con actores como Luis Brandoni, con quien no te une ideología política y, en consecuencia, la misma mirada sobre el país, ¿cómo transcurrieron las semanas de filmación?
-Todo fue muy bien porque nos respetamos.
-La película se rodó fuera de Buenos Aires, con lo cual hubo una convivencia de muchos días, todo el día.
-Lo que tiene que existir es el respeto, no puede ser que se hable de la convivencia elegante y que ocurra lo que ocurrió en la plaza Vaticano. Ahí hay algo que es una mentira, porque si se le está gritando asesina a la expresidenta, y actual vicepresidenta, eso desdice lo que se dice. Hay una realidad que está desdiciendo lo que se dice. La verdad es lo que uno hace, no lo que uno dice. Así que esa no es una postura demasiado pacífica. Eso no ocurrió en la película porque había un director, un productor como Ricardo Darín, y todos nosotros que nos respetamos. Respetamos las disidencias. Lo que no se puede respetar es el insulto y la violencia. Yo puedo tener determinadas opiniones sobre lo que fuere, y las puedo emitir con fuerza y contundencia, pero no por eso tiene que ser violento o basado en insultos.
-¿Se hablaba de política en el rodaje de La odisea de los giles?
-No, justamente es lo que no teníamos que hacer.
-¿No se puede conversar sobre política teniendo miradas opuestas?
-Sí, se puede conversar, desde ya. Pero es preferible no tocar esos temas con gente que está, de pronto, tan enojada. No decís la palabra "Abracadabra" y no pasa nada. Nos respetamos.
-¿Fue agradable el rodaje?
-Sí, muy agradable. Además, Sebastián Borensztein es un gran director, ha hecho una película muy buena, magnífica. Carlos Carella decía algo muy interesante: "Los actores para pelearnos tenemos que tener un poco de cuidado, porque, después, nos toca trabajar juntos y nos tenemos que mirar a los ojos". El respeto es fundamental. Además, cómo no vas a respetar lo que el otro dice, mientras no sea un insulto o una falta de respeto.
-Es conocida tu mirada crítica hacia la gestión de Mauricio Macri. ¿Cuál considerás que es su legado más cuestionable?
-En primer lugar, no creo que se hayan equivocado, creo que fue un proyecto, opuesto al actual. Fue un proyecto que llevó a la destrucción. Fue muy doloroso y perverso, nos ha llevado a un retroceso enorme como país, a una gran pobreza. Estoy convencida que hay que apelar al criterio de uno, no de lo que nos dicen. Hay que salir, ver, y sacar las propias conclusiones. Incluso, yo veo lo que me pasa a mí con mi economía y a partir de ahí saco las conclusiones y hablo. La mentira ha sido permanente sobre lo económico, sobre el rumbo. Fue una falta de respeto al pueblo, muy doloroso.
-Entiendo que tu mirada hacia el presente es más esperanzada.
-Sí, es un proyecto diferente. Es un proyecto que, en principio, yo abrigo. Vamos a ver qué es lo que ocurre. Ya hay signos. No soy economista, pero se puede percibir que existió un proyecto anterior que tenía que ver con secar la plaza de pesos para que baje la economía. Este proyecto es lo contrario. Esto genera esperanza, consumo y una movilidad económica que es la que hace que funcione, por lo menos, la economía en lo cotidiano. Después habrá que resolver, y ese es el gran desafío, la situación de la gran deuda que tomó el gobierno anterior en cuatro años. Nunca hubo semejante deuda en Argentina. Si podemos maniobrar con ese tema, supongo que la cosa se va a hacer más fácil. Por otra parte, el cambio también tiene que ver con lo cultural. Una nación se sustenta en un proyecto cultural.
-¿Cómo ha sido tu continuidad laboral en los últimos cuatro años?
-No fui convocada en los teatros oficiales. Solamente hice Doña Rosita, la soltera, dirigida por Hugo Urquijo, que era un proyecto de la gestión anterior y que Jorge Telerman respetó.
-Esa falta de convocatoria para trabajar en los teatros oficiales, ¿la atribuís a tus ideas políticas, a tu defensa del kirchnerismo?
-No... Espero que no. Pienso que algo puede llegar a tener que ver, no digo que no, pero otros compañeros, que también eran opuestos ideológicamente, han sido convocados. No lo puedo atribuir a eso. He sido convocada en cine, soy una privilegiada.
-Más allá de la militancia, y el contacto que mantenés en los actos, ¿cómo es tu relación con Cristina Fernández? ¿Mantienen un vínculo personal?
-Cristina me parece una persona brillante, pero no tengo un vínculo personal. Me encantaría. Trabajo en la parte cultural del Instituto Patria, he estado con ella, charlado, pero no puedo decir que es una amiga.
-En lo vinculado a hechos de corrupción reside la mayor crítica que se le hace al kirchnerismo. ¿Cuál es tu posición al respecto?
-Quien fue corrupto tiene que pagar por eso. No acepto la corrupción. Pero lo que tampoco acepto es que se encuentre gente presa sin causas comprobadas. Eso tampoco me parece bien. Por otra parte, creo que debe ser muy difícil que los presidentes de los países sepan, o puedan, controlar toda la corrupción, me parece que es imposible. Por lo tanto, lo que creo es que la Justicia independiente es la que tiene que funcionar. Y no se deben hacer juicios prácticamente en la televisión. Eso no puede suceder. Es como cuando fue lo de la 125: recuerdo que me subía a los taxis y los choferes me hablaban del campo como si tuviesen 2000 hectáreas. Tenemos la costumbre de hablar de lo que no sabemos.
Rita Cortese se presenta esta noche en el Centro Cultural Torcuato Tasso, Defensa 1575, CABA, a partir de las 20.30.
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