En 2011, poco tiempo después de celebrar los treinta años de su agencia de modelos, Ricardo Piñeiro (64) se vio obligado a cerrar. "A veces, delegar te sale caro. En mi afán por cumplir con todo, no puse el foco en la parte contable, que estaba a cargo de dos personas de mi máxima confianza. Ellos especularon con mi pasión por el trabajo y mi falta de atención a los números y un día no hubo más plata para pagarle a nadie. Fue el momento más conflictivo y doloroso de mi vida. Yo no sabía qué decirles a las modelos que trabajaban conmigo porque nunca había manejado las finanzas de la agencia", recuerda el manager, un exitoso durante los burbujeantes años 90.
Quebrado, Ricardo tuvo que dejar sus oficinas de la calle Uriburu y se refugió en "La Paternita", su chacra en San Andrés de Giles, donde vivió hasta hace unos pocos años. "Fue un cachetazo, un golpe muy fuerte. La situación me descolocó a tal punto que me retiré al campo. Fueron tiempos de muchísima tristeza y angustia", cuenta el mentor de Andrea Frigerio y Mariana Arias (sólo para citar dos de las mujeres que representó), ya recuperado de la depresión que le causó la quiebra de su agencia. Y aliviado, dice, por haber podido saldar cada una de sus deudas.
El campo es lindo, pero muy solitario. La soledad es peligrosa, te lleva por caminos oscuros. Por suerte, pude escuchar la voz que me decía: ‘Rajá de acá
VOLVER A EMPEZAR
Este, sin embargo, no es el relato de una caída. Es, más bien, la historia de una "resurrección", como la gusta decir a nuestro entrevistado, cuya vida dio un giro de 180 grados cuando decidió salir del ostracismo y mudarse de nuevo a la gran ciudad. Instalado en una planta baja en el corazón de Recoleta, donde vive con sus "hijas", las perras salchicha Amelie y María Jesús, Richard cuenta que su vida en el campo, y estos tres últimos años en Buenos Aires, fueron necesarios para entender lo que le había pasado y redefinir un curso de acción.
"Me metí para adentro y llegué a la conclusión de que tenía que capitalizar lo que había vivido, sin odio y sin bronca. Las heridas sanan. Yo no estoy enojado con la gente que me estafó y me quebró emocionalmente. Ahora es tiempo de pensar en mí y de reivindicarme", asegura y sueña con volver a subirse al "caballo de la moda".
En 2020, planea abrir una academia para chicas que quieran convertirse en mannequins y mujeres que busquen sentirse bien consigo mismas. "Además de estar bien para las redes sociales, que es uno de los grandes imperativos de la época, se comprobó que entre cuatro mujeres convocadas para un mismo trabajo, se tiende a elegir a la que está mejor vestida. El asesoramiento de imagen, entonces, es importante y yo tengo un gran capital: mis treinta años de experiencia", dice Ricardo. "Decidí volver al ruedo porque aún tengo mucho para dar".
UNA CONFESIÓN INESPERADA
–¿Irte del campo fue clave para volver a empezar?
–Sí. El campo es muy lindo, pero muy solitario. La soledad es peligrosa, te lleva por caminos oscuros. En un momento sentí que estaba a punto de enloquecer. Por suerte, pude escuchar la voz que me decía: "Rajá de acá".
–¿A qué te referís con caminos oscuros?
–No tengo ningún inconveniente en contarlo. La angustia que yo sentía llegó a ser tal que empecé a tomar solo, en casa. Cuando laburaba de manager, tomaba unas copitas en los eventos para relajarme porque siempre sufrí de pánico escénico, pero en la chacra las cosas se pusieron más serias.
–¿Qué hiciste para salir adelante?
–Fui a Alcohólicos Anónimos. Salí con fe y voluntad. Asumí el compromiso de no dañarme más y retomar mi vida, que era la de un tipo sano. Dejé las carnes rojas hace treinta años, el pollo hace dos y siempre hice deporte. El alcohol realmente no tenía nada que ver conmigo. Desde hace tres años que no tomo ni una sola gota.
–¿Cómo te sentís ahora?
–Siento mucha gratitud por todas las personas que me ayudaron. Al principio cuesta, pero llega un momento en que agradecés por sentirte bien. A mí la adicción al alcohol me acercó a la Iglesia. Ahora, trabajo como voluntario en las Esclavas. Le damos de comer a gente que vive en la calle y siento que tengo mucho para contarles desde mi propia experiencia. "Mirá, se puede –les digo a los chicos que vienen al comedor–. Tenés que confiar en la ayuda de un sersuperior y ponerle mucha voluntad porque las adicciones son lentas, progresivas y mortales".
–¿Qué te lleva a contar lo que te pasó?
–No hay que tener vergüenza. Esto le puede pasar a cualquiera. De hecho, a mucha gente le pasa, no lo cuenta y para mí es un error. El primer paso es aceptarlo y contarlo.
RICHARD EN LA CIUDAD
–¿Cómo fue volver a la ciudad?
–Me encanta encontrarme con gente en la calle. Mudarme al centro me volvió a conectar con la vida. Estoy chocho. Tardo 45 minutos en dar una vuelta a la manzana con las perras.
–Ahora que vendiste la chacra, ¿tenés un pasar más tranquilo?
–Sí, porque pude pagar todas mis deudas.
–Se dice que algunas modelos te dieron una mano...
–Fernanda Villaverde y Mariana Arias, entre otras personas con las que también estoy muy agradecido, me prestaron plata.
–¿Cómo encontraste esta planta baja?
–Este departamento me esperó un año. Estaba a punto de vender el campo cuando visité este lugar que me enamoró, pero no llegué a concretar la operación porque los compradores de la chacra se retiraron a último momento. Un año después, vendí la chacra y vi un par de lugares que no me gustaron. Pregunté por este departamento y estaba disponible. Los dueños me mantuvieron el precio y lo compré.
–¿En qué estado se encontraba?
–Era un gimnasio para mujeres, donde daban clase de yoga. Y los fines de semana se hacían fiestas infantiles.
–Es como una "Paternita" (así se llama) en miniatura.
–Sí, parece una réplica. Hice un "petit campo" en pleno Recoleta: lo pinté con los mismos colores de la chacra, traje un montón de muebles y cuadros que tenía allá. Estoy feliz, el departamento tiene buena onda y el patio está divino. No puedo creer lo que crecieron las plantas en tan poco tiempo.
–Atravesaste una tormenta, ¿cómo te sentís ahora?
–Siento que estoy en el mejor momento de mi vida. Tengo el corazón abierto y con ganas de dar. Las angustias que viví forman parte del pasado. Dios me regaló una nueva oportunidad y quiero darle las gracias haciendo algo bueno.
–¿Te gustaría enamorarte?
–Me encantaría, pero el amor no se busca. Por el momento, estoy contento de tenerme a mí.
Agradecimientos: Mano Verde Jardines
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