Su papel en Los superagentes, la saga de acción que protagonizó con Víctor Bo y Julio de Grazia, marcó a fuego la relación afectuosa con su público
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“Todavía hoy me siguen llamando Tiburón”, decía Ricardo Bauleo hasta un poco antes de morir. Y es que ese personaje de las películas de los superagentes lo marcó para toda la vida, aunque antes ya era un actor reconocido y había hecho mucho teatro, cine y televisión. Nació en Buenos Aires el 30 de agosto de 1940 y murió a los 73 años, el 24 de abril de 2014, en La Casa del Teatro, donde residía desde hacía unos años.
Con apenas 19 años, Bauleo debutó en televisión nada menos que junto a Julio Sosa, en Copetín de Buenos Aires. En el 63 también participó del Teleteatro Palmolive Colgate en el aire y no paró de trabajar hasta sus últimos años. Hizo El amor tiene cara de mujer, Casada por poder, Trampa de otoño, Alta comedia, El coraje de querer, Duro como la roca frágil como el cristal, Stress, Detective de señoras, Las mellizas Rivarola, Es tuya Juan, El día que me quieras, Labertinto, No hay 2 sin 3, Sin código, Son de Fierro, Don Juan y su bella dama, Todos contra Juan e Historias del corazón, en 2013. “Gastón Pauls me llamó para hacer un capítulo de Todos contra Juan y me quedé en ocho. Me encantó eso de jugar a parodiarme con el ocurrente Baúl de Bauleo”, contaba por entonces el actor.
Su debut en la pantalla grande fue junto a Carlitos Balá en la película Canuto Cañete y los 40 ladrones (1964), a la que le siguió Canuto Cañete, detective privado (1965). Pero la gran popularidad llegó en los 70 con la saga de los superagentes, nueve películas filmadas en seis años junto a Víctor Bo y Julio De Grazia que llenaban las salas de los cines y hacían reír a chicos y grandes con sus personajes Tiburón, Delfín y Mojarrita.
“Yo hice todos los clásicos de teatro y también la Comedia Nacional, pero para mucha gente sigo siendo Tiburón. Hay dos generaciones que se criaron viendo esas películas y pasaron cuarenta años, pero la gente en la calle me sigue llamando por el nombre del personaje”, decía Bauleo. Y tenía razón. En la primera película de la saga, La gran aventura (1974), interpretó a Apolo. En los ocho títulos que le siguieron, La súper súper aventura (1975), La aventura explosiva (1976), Los superagentes biónicos (1977), Los superagentes y el tesoro maldito (1977), Los superagentes no se rompen (1979), La aventura de los paraguas asesinos (1979), Los superagentes contra todos (1980) y Los superagentes y la gran aventura del oro (1980), su personaje se llamó Tiburón. En 2008 tuvo una pequeña participación en Los superagentes nueva generación.
Sobre ese momento de su vida, Bauleo contaba que no había dobles. “Fueron las primeras películas de acción que se hicieron en el país. Nosotros hacíamos todo: nos colgábamos de helicópteros, pasaba por arriba de las bombas. Había que tener cuidado. Nunca fui demasiado consciente de eso ni del éxito. Para mí era normal y hoy son películas de culto. Recién ahora me doy cuenta de lo que hice. Se ganaba bien, pero nunca me alcanzaba para comprarme un departamento, como fue después. Tuve las mejores minas en esas películas y no pude darle ni un beso a ninguna, porque si no las prohibían para menores de 18 años. Una vez le hice respiración boca a boca a Adriana Aguirre y se la tuvieron que bancar (risas). Fue una parte muy linda de mi vida. Pero la primera que hicimos no la querían estrenar porque a nadie le gustaba. Y fue un éxito, metíamos un millón de personas. Hoy son películas de culto para varias generaciones”, revelaba en El ángel de la medianoche, con Baby Etchecopar.
“Me dirigieron Victoria Ocampo, Orestes Caviglia, Francisco Petrone. Trabajé con Julio Sosa, cuando yo recién empezaba. Pero no tengo fotos, no guardé nada. Sí tengo un libro firmado por Victoria. Pero fotos no. Siempre fui un remador y si había meses que no tenía trabajo, armaba una compañía e íbamos de gira”, recordaba en aquel programa.
Su compañero y amigo Víctor Bo también repasa tiempo atrás esos años. “Me acuerdo que Ricardo simulaba una pelea en el borde de la Garganta del Diablo y pidió que lo ataran con una soga, para tener algo de seguridad. Y de pronto, el que tenía la soga era un chiquito de 10 años que miraba para otro lado (risas). No había dobles, lo hacíamos todo nosotros. Era una locura, pero lo vivíamos como una gran aventura. Ganábamos bien pero no había un empresario. Y con los éxitos que hicimos en cine, nunca hicimos teatro”, contó hace algunos años en Desayuno americano, por América TV.
Ricardo Bauleo también filmó La Cigarra está que arde, Cautiva en la selva, Al diablo con este cura, Villa Cariño está que arde, Sangre de vírgenes, Así es Buenos Aires, Simplemente una rosa, La colimba no es la guerra, La vida continúa, Gitano, Los mochileros, Piloto de pruebas, Yo gané el Prode... y Ud.?, Hipólito y Evita, Esto es vida, Las lobas y tantísimos títulos más, como La clínica del Dr. Cureta, Enfermero de día camarero de noche, Adiós abuelo, Sapucay mi pueblo, Cargo de conciencia, Incómodos, Sin querer queriendo y 5.5.5. En los últimos meses de su vida había actuado en la película La Boleta.
En los 80, después del arrasador éxito de la saga de Los superagentes, Ricardo Bauleo necesitó dar un paso al costado. “En un momento de mi vida desaparecí durante diez años del ambiente. Viví en Villa Giardino, Córdoba, desde donde organicé durante tres años el festival nacional de tango de La Falda y también hice radio. Luego estuve en Mar del Plata. Y cuando volví ya no conocía a nadie de los que estaban en la televisión”, confesó alguna vez.
Sus amores y sus últimos años
Estuvo casado en tres oportunidades. Su primera mujer fue Gilda Lousek, a quien conoció en un rodaje. Tuvieron dos hijas, Astrid e Ingrid. Después se casó con la actriz y vedette Thelma Stefani, en el 76. La conoció filmando una de las películas de los superagentes y estuvieron un escaso año juntos. Y su tercera esposa no era del medio. “Yo me enamoraba y me casaba. Era lindo. Con la última estuve diez años, un año y pico con Thelma y Gilda es la madre de mis hijas. Pero andaba solo en general. Viví en Puerto Rico, después en Córdoba, casi sin pisar Buenos Aires”, contaba.
Su gran debut en el mundo del espectáculo fue en las tablas, en 1961, con Una viuda difícil. Tenía apenas 17 años. Luego se lució tanto en clásicos como en comedias, entre ellos El burlador de Sevilla, El cartero del rey, La doncella prodigiosa, Tartufo, Una extraña pareja, Así es la vida, Cuestión de piel, Coqueluche, Donde duermen dos duermen tres, Un extraño en mi cama, La Nona, El conventillo de la Paloma y muchas obras más.
En 2013 y después de varios años sin pisar las tablas, volvió al teatro con Póstumos, de José María Muscari, que reunió a Hilda Bernard, Max Berliner, Gogó Rojo y Edda Díaz. “Guardo el mejor recuerdo de Ricardo, porque era una excelente persona, con una mentalidad positiva. Y también un gran profesional. Su trabajo en Póstumos fue maravilloso, él lo disfrutó mucho, estaba feliz. En ese momento salía de un problema de salud, tenía dificultades para caminar y le vino bárbaro hacer esas funciones”, contó Muscari.
Ricardo Bauleo pasó sus últimos años en La Casa del Teatro y contó por qué en El ángel de la medianoche. “Necesitaba ayuda. Estaba viviendo solo en Don Torcuato, pero no andaba bien de salud. Cuando hice gira en Las Rosas se me manifestó el epoc; estuve en terapia intensiva. Cuando me dieron el alta, mi hija me quería llevar a Florencia Varela, a su casa, pero yo quería quedarme en Capital, porque además tenía la clínica cerca. La pasé muy mal, llegué a pesar 68 kilos y soy un tipo grandote. Estuve muy mal. En La Casa del Teatro me sentí acompañado y después seguí porque tengo 72 años, epoc y 8 stent. Si vivo solo y me pasa algo y llamo a la ambulancia, ni siquiera podría bajar a abrirle. En cambio, en La Casa del Teatro estoy muy bien. No es una casa de actores, es un apart hotel para actores que necesitan, como yo. Se paga poquito”.
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