Renée Zellweger grita ¡basta! a las críticas: "Debo defender las verdades de mi vida"
La actriz siguió los pasos de Jennifer Aniston y reflexionó sobre el escrutinio público que vive respecto de su apariencia
Así como hace algunas semanas Jennifer Aniston sentó postura sobre el escrutinio que vive a diario respecto de su vida privada y su silueta, ahora le tocó el turno a Renée Zellweger , quien también a través de un escrito reclamó que la dejen en paz y que los medios le pongan un punto final a la degradación y a la humillación de las personas. Además, remarcó que ella como cualquiera tiene todo el derecho a tomar decisiones sobre su "propio cuerpo" "sin ser juzgada por ello".
La actriz escribió una columna en el diario The Huffington Post, que también publicó su versión en español.
Las palabras de Renée Zellweger
"Tengo suerte. Es una bendición elegir una vida artística y tener un trabajo que a veces te permite cambiar las cosas. Merece la pena pagar el precio en tu vida pública. Aunque, en ocasiones, implica resignarse a la humillación y, otras veces, entender cuándo los silencios perpetúan un problema mayor.
En octubre de 2014, un artículo publicado en un tabloide informó de que posiblemente me había operado los ojos. No importaba, era sólo una historia más en la inmensa pila de estiércol que genera cada día la prensa sensacionalista, alimentado por titulares explosivos y gente aficionada a la crueldad cobarde desde sus púlpitos anónimos de Internet.
(...) Y, mientras en Internet la historia artificial, por su atractivo morboso para las mentes curiosas, se convierte en supuesta verdad en cuestión de momentos, elegir la dignidad del silencio en lugar de involucrarse con el comercio de la cruel ficción te deja vulnerable no sólo al ridículo habitual, sino también a ver la vida de uno asaltada por aquellos que se benefician por el escándalo inventado.
Hoy no escribo porque haya sido acosada públicamente o porque se haya cuestionado el valor de mi trabajo por un crítico cuyo ideal físico está basado en un personaje ficticio de hace 16 años, sobre el que siente una posesión, y que ya no alcanzo. No escribo en protesta por la asquerosa suposición de que el valor de una persona y su contribución profesional se ven devaluadas si presuntamente cede a las presiones sociales sobre la apariencia, y debe justificar sus elecciones personales en un juicio público. No escribo porque crea que es un derecho individual tomar decisiones sobre el cuerpo propio, sea cual sea el motivo, sin que seas juzgado o juzgada por ello.
Escribo porque, para ser fiel a mí misma, debo defender las verdades de mi vida y porque ver cómo se transforma el rumor de tabloide en verdad es realmente preocupante. La sensacionalista historia de la "cirugía de los ojos" por sí misma no tiene importancia, pero catalizó mi inclusión en el consiguiente hilo de noticias legítimas sobre la autoaceptación y las mujeres que sucumben a la presión social para parecer y envejecer de cierta manera. En mi opinión, que la suposición del tabloide se convierta en una noticia de la que informan los grandes medios, sí importa. No es que le importe a nadie, pero no decidí cambiar mi cara ni operarme los ojos. Este hecho no es relevante para nadie, pero que la mera posibilidad fuera discutida por los periodistas serios y se convirtiera en tema de conversación generalizada es una desconcertante ilustración de la confusión entre noticias/entretenimiento y la fijación social por lo físico.
(...) ¿Demasiado delgada, demasiado gorda, se le ve mayor, mejor como morena, muslos con celulitis, escandaloso lifting, quedándose calva, barrigona o hinchada? Zapatos feos, pies feos, sonrisa fea, manos feas, vestido feo, risa fea; material de titulares que enfatiza las variables que pretenden determinar el valor de una persona y servir de parámetros en, cuyo estrecho margen, cada uno de nosotros debemos entrar para ser considerados socialmente aceptables y profesionalmente valiosos, y para evitar un doloroso ridículo. De esto sacamos un mensaje problemático para las generaciones más jóvenes y mentes más volubles. Además, sin lugar a dudas, da pie a cuestiones sobre prejuicios, igualdad, autoaceptación, abusos y salud.
(...) Cada vez consume más tiempo de exposición a incontables eventos inéditos y de vital importancia que están afectando al mundo. Satura nuestra cultura, perpetúa unos estándares desagradables y poco inteligentes, degrada el nivel del discurso social y político, normaliza la crueldad como norma cultural y avasalla a la gente con información que no es importante.
¿Y si las insulsas historias sensacionalistas, los juicios y malentendidos quedaran confinadas en el tarro de entretenimiento vulgar y se sustituyeran en los medios de masas por conversaciones mucho más importantes y necesarias? ¿Y si tuviéramos más cuidado y fuéramos más conscientes de lo que elegimos, de cómo canalizamos nuestra energía y de lo que compramos, recordando que la información -tanto real como ficticia- se suele tratar como una mercancía y que sus contenidos y cómo se usa tienen consecuencias personales, sociales y públicas?
A lo mejor podríamos hablar más de por qué parece que compartimos un apetito común por ser testigos de la degradación y humillación de personas con ataques a su apariencia y carácter y cómo esto afecta a las generaciones más jóvenes y daña la igualdad. A lo mejor podríamos hablar más sobre cómo medios serios se han vuelto vulnerables a la ambigüedad noticias/entretenimiento, lo que peligrosamente allana el camino para invenciones peores que inundan -aún más- la conciencia del público. A lo mejor podríamos hablar de la gran cantidad de retos a los que se enfrenta nuestra sociedad y de cómo podemos hacerlo mejor".
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