Raúl Serrano: adiós al gran maestro que dejó huella en varias generaciones de actores
Este miércoles se conoció la noticia del fallecimiento del actor, autor y director teatral, que era considerado uno de los más importantes formadores de la escena local
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La noticia de su muerte, a los 89 años, conmovió al medio artístico. Es que, además de intérprete, autor y director, Raúl Serrano fue docente de actuación y algunas de las grandes figuras del cine, el teatro y la televisión lo consideraban su “gran maestro”. En distintas entrevistas, intérpretes de varias generaciones como Diego Peretti, Tomás Fonzi, Paula y María Marull, Florencia Raggi, Cecilia Maresca, Darío Lopilato, Ingrid Pelicori, Alejo Ortíz, Manuel Vicente, Vanesa González, Miguel Jordán, Franco Masini, Ana María Bovo y Emanuel Arias agradecieron la formación que les brindó.
Luciano Castro lo conoció en un taller literario organizado por Gustavo Yankelevich para los chicos de Jugate Conmigo. “Raúl me preguntó: ‘¿Vos querés ser actor? Si es así, tenés que ir a una escuela de teatro, vivir lo que es ese ambiente, cursar, rendir examen. Tenés que formarte’… Estudié durante ocho años en la Escuela de Arte Dramático. Me formé con él, que es un grande. Así que no me vengan con que si soy actor de teatro, de cine o de tevé. Estudié para ser el mejor actor posible, para tener herramientas para resolver diferentes situaciones. Tengo un Serrano incorporado al cerebro”, declaró hace algún tiempo.
Manuel Callau, en tanto, explicaba en una entrevista: “Gracias a estudiar con Serrano pude aprender a pensar, a sacar mis propias conclusiones para plantarme frente a la vida y al teatro, y bajo su guía pude conectarme con la posibilidad de enseñar que es una tarea apasionante para mí”.
Hace algunas semanas, Carolina Papaleo le contaba a LA NACIÓN, a propósito de su vínculo con Alicia Bruzzo, la esposa del director fallecida en febrero de 2007: “Llegué a estudiar con él por recomendación de Alicia. Me dijo: ‘Con él te vas a dar cuenta de que todo lo que hacés instintivamente, hay un método para hacerlo’. Y era cierto. Serrano me cambió la vida. Es a quien considero mi maestro”.
Su método
Ese “método” al que acudían los actores para complementar su formación era el sello de oro de sus clases, pero a la vez, también consideraba imprescindible romper con lo establecido. “Un actor que emplea correctamente la técnica puede hacer cosas buenas. El gran actor es aquel que supera la técnica, la deja de lado, y hace cosas que pertenecen a la singularidad de sus interpretaciones, a su propia personalidad como ser humano. Eso marca la diferencia entre un gran actor y un buen actor. Todo hecho creativo es singular”, explicaba.
“En Europa me encontré con una actuación dominada por el estilo de Lee Strasberg (que es funesto en mi opinión), hasta hoy, en que han ido variando muchas cosas. Lo último que varió y creo que para bien, fue este dejar de lado el marco stanislavskiano que llegó hasta la formulación del método de las acciones físicas, que es el segundo método. Me di cuenta de que eso resultaba chico. Porque el método de las acciones físicas te obliga a pensar en acciones a las que vos nombrás y que tienen que caber en un verbo: barrer, coser, acariciar, etc. Luego, las ponés en práctica hasta que chocás verdaderamente con lo imprevisto. Es un método verdaderamente racional. Fue positivo en el sentido que te extrovertía, que ponía los cuerpos en juego, pero no tenía en cuenta lo ‘no-voluntario’”, explicaba Serrano.
Y seguía: “Entonces, desplazamos el sentido de herramienta de la acción física al cuerpo. El cuerpo ya como escenario de un pre-conflicto permanente, de un instinto o de un inconsciente. De una presencia animal, que es la sustancia de lo dramático en el sentido de que lo dramático no es la discusión racional de los problemas y la represión de esto mismo representada por el lenguaje. Este sujeto escindido da vuelta todo lo que venimos haciendo, porque entonces aparece aquí la conducta cotidiana, que no es una conducta donde nos estamos acariciando, besando, tomando un vaso de agua o tejiendo, que es a donde nos llevaba el método de las acciones físicas. Pero es también una conducta hecha desde el cuerpo, porque lo que pone en juego es el cuerpo alienado que tiene el hombre contemporáneo. Es decir, es un cuerpo reprimido, pero que no deja por eso de presionar, de insistir”.
En los años 40, Orestes Caviglia fue a ver una puesta de Otra vez el diablo, de Alejandro Casona, en San Miguel de Tucumán. Luego de la función, el creador se acercó hasta el camarín de Serrano y sin rodeos le dijo: “Vos tenés que dedicarte al teatro”. Le hizo caso. En 1956 viajó a Moscú junto a un grupo de colegas para representar obras de autores nacionales, y terminó en Rumania formándose en el Instituto Ion Luca Caragliare. Luego de cuatro años de estudio, lo invitaron a dirigir el teatro nacional.
“Durante los diez años que pasé en Rumania lo más importante que me pasó no fue el conservatorio de los países socialistas, bueno pero ecléctico. No tenían una metodología coherente. Los maestros eran grandes actores que te guiaban y había muchas materias afines, como técnica del movimiento, de la voz. Durante diez años estuve viendo teatro alemán, ruso, polaco, inglés, porque además viajaba. Por primera vez en mi vida veía el gran teatro. En Tucumán había visto a Olinda Bozán. Y eso me marcó. Cuando llegué a la Argentina me acuerdo de que fui a una clase de Carlos Gandolfo y le pregunté: ‘¿Qué hacen?’. ‘Se están relajando’, me contestó. Yo no había visto nunca eso y después noté que la actuación era hacia adentro. Entonces era una actuación estática en busca de la emoción. Me pareció espantoso. La actuación tiene que ser interactiva, de creación de vínculos. Y eso me golpeó. ‘Esto no es buen teatro’, pensé. Ahí empezó mi discusión, primero conmigo y con el medio después. Hoy te puedo decir que la educación teatral en la Argentina, en un 60 por ciento, se guía por la metodología que salió de mi escuela”.
Adiós al maestro
En 1981 fundó la Escuela de Teatro de Buenos Aires, pero su nutrida actividad docente incluyó trabajos en la Universidad de Buenos Aires, la Escuela Nacional de Artes e instituciones educativas de todo el país, Latinoamérica y Europa. “En el año 1982, tuve que reemplazar como profesor de arte dramático a Alberto Vásquez, discípulo de Raúl Serrano, en la Escuela Nacional de Arte Dramático. Hoy el maestro brillante de muchos actores, Raúl Serrano, ha partido. Que la tierra te sea leve, querido Raúl”, lo despidió en las redes Osvaldo Santoro.
En el año 1982, tuve que reemplazar como profesor de arte dramático, a Alberto Vazquez, discípulo de Raul Serrano, en la Escuela Nacional de Arte Dramático. Hoy el maestro brillante de muchos actores, Raul Serrano, ha partido. Que la tierra te sea leve, querido Raul.
— osvaldo santoro (@cachosantoro) June 22, 2023
“Chau, genio. Chau, Raúl Serrano. Que tengas un viaje infinito como todo el buen teatro que nos dejás, la infinidad de actores y actrices que formaste, y tu ética y respeto. Buena gira allá arriba, MAESTRO”, escribió en su cuenta de Twitter José Muscari este miércoles, poco después de conocer la noticia del fallecimiento de Serrano.
Chau genio. Chau Raúl serrano . Que tengas un viaje infinito como todo el buen teatro que nos dejas , la infinidad de actores y actrices que formaste y tu ética y respeto.
— Jose Maria Muscari (@muscarijoseok) June 22, 2023
Buena gira allá arriba MAESTRO
Q. E.P.D 💔 pic.twitter.com/AvdDIlsZOq
La actriz Alejandra Rubio también le dedicó un emotivo posteo en su cuenta de Instagram: “Gracias por enseñarme, por contenerme, por darme de comer teatro del bueno, por creer en mí más que yo misma, por darme el regalo de dirigirme tres veces en clásicos inolvidables, por escucharme, por acompañarme en todos los proyectos que te propuse, por no dejarme caer cuando sentí que no me daban las fuerzas. En mi adolescencia fuiste un padre, un maestro, un hogar, un puente. Gracias por ser uno de los más grandes referentes e inspiradores de mi vida. Nos quedó pendiente el último proyecto que frenamos con la pandemia y estábamos por reiniciar pronto. Estarás con Chejov brillando en el cielo, Raúl. Gracias, gracias, gracias. Te quiero para siempre”.
“No le tengo miedo a la muerte, porque considero que la muerte es un momento necesario de la vida. Le temo al sufrimiento que a veces antecede a la muerte, a las enfermedades, a la invalidez, a esas cosas que hacen penosa la etapa previa. Pero en mis enfoques filosóficos no veo que exista una necesidad para que la gente tenga que existir por siempre. No soy tan egoísta”, explicaba hace algunos años.
Entre los cientos de alumnos que pasaron por su escuela y por sus cursos, una lo llenaba especialmente de orgullo: su hija Manuela, fruto de su matrimonio con Bruzzo. “Mi viejo me dio la teoría y mi vieja la práctica. Él me enseñó a entender el teatro y ponerlo en palabras y mi mamá le ponía el cuerpo, personificaba lo que él enseñaba. Siempre admiré las ganas de vivir y de disfrutar el momento de mi mamá y el desarrollo del pensamiento y la enseñanza de mi papá”, le explicaba la joven actriz a este medio al comienzo de su carrera.
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