Tras superar una gripe A que hizo que se debatiera entre la vida y la muerte, la exmodelo habla de un "renacer": "Ahora puedo hacerle frente a cualquier cosa"
Sus manos juegan, cada tanto, con los dos rosarios que lleva colgados en su cuello. Todavía no se los quiere quitar. "Me está yendo bien", explica Raquel Mancini (51) a modo de prefacio, como queriendo prepararnos para contar lo que se viene, lo que vino, lo que vivió en los últimos meses. Desde que abrió por primera vez los ojos después de haber estado trece días en coma farmacológico tras sufrir un severo cuadro de gripe A, la ex modelo vive su presente como un verdadero "renacer", un término que se volvió cotidiano en su discurso y que suele rematar con un dicho que, de tanto repetirlo, ya hizo suyo: "Lo que no te mata te fortalece", afirma una vez más. En su duelo con la muerte, Mancini recibió el apoyo incondicional de su familia: sus padres Miguel (80) y Norma (78), sus hermanos Luis (53), Rafael (49) y Augusto (46), y sus cuatro sobrinos.
Todo comenzó el 13 de mayo, cuando Raquel ingresó a la guardia del Sanatorio de la Trinidad con síntomas de neumonía. Enseguida los estudios diagnosticaron gripe A, por lo que fue internada en terapia intensiva. Al día siguiente la indujeron a un coma y desde entonces, dice, no se acuerda de nada más. "Para mí habían pasado cuatro días, pero en realidad, estuve postrada en una cama casi dos semanas. Y así fue como, de a poco, me fueron contando lo que me había pasado, lo cerca que estuve de morirme. Creo que aguanté porque Dios quiso. Por eso es que te hablo de un renacer. El 26 de mayo abrí los ojos. Ese día, a partir de ahora, lo voy a vivir como mi segundo cumpleaños. Nunca fui consciente de lo fuerte que era hasta que sobreviví. Después de eso me di cuenta de que puedo hacerle frente a cualquier cosa", dice visiblemente emocionada.
–¿Cómo fue tu recuperación?
–Con mucha tranquilidad. Me fui a vivir a la casa de mis padres, así seguían de cerca el proceso. Los primeros días tuve que dormir con respirador porque todavía estaba débil. Además, hay cosas que se me borraron de la memoria. Me olvidé de cosas que hacía en la cotidianidad, de situaciones y hasta de lugares que ya no recuerdo y que mis hermanos me cuentan. Incluso intervino un kinesiólogo que me ayudó a adaptarme a los espacios y me decía "esta es la mesa", por ejemplo. Ahora estoy mucho mejor, pero sigo teniendo unas pesadillas horribles.
–¿De qué se tratan?
–Es un sueño recurrente. Estoy en la cama del hospital y a mi lado hay un ataúd con mi nombre tallado. Es terrible, llega la noche y tengo miedo de dormirme porque no quiero soñar eso de nuevo. Los primeros días después del alta fueron un infierno. Cerraba los ojos y veía el cajón… Me dijeron que es un efecto postraumático por lo que viví. Por suerte, con mi psicólogo, Gervasio Díaz Castelli, que me lo recomendó mi amiga Jimena Cyrulnik, estamos tratando esto ahora.
–¿Qué te dejó esta experiencia tan extrema?
–Lo veo como algo positivo. Disfruto cada momento que me da la vida. No quiero dejar de crecer, de levantarme todas las mañanas, tratar de ser feliz y de no caerme. Yo podría haberme quedado en la cama después de la gripe, pero opté por levantarme y seguir adelante. Esta es la segunda vez que Dios me la deja pasar y pienso vivir a pleno, feliz con lo que tengo y lo que soy.
EN NOMBRE DE LA BELLEZA
–Esta no es la primera vez que tu salud estuvo en juego. La liposucción que te quisiste hacer en 1996 te dejó en coma.
–Claro. No me la llegué a hacer porque recibí un exceso de anestesia y estuve cuatro horas en coma…
–¿Cuántas veces te operaste?
–Sólo me operé las lolas, los labios y me quise hacer esa liposucción que no pude concretar. La nariz es la misma que la de mi hermano. Pero preguntale a cualquier mujer si no se hizo alguna de estas operaciones alguna vez… A mí lo que me marcó fue lo que pasó con la liposucción, la televisión se agarró de eso para decir que me hice mil operaciones y no es así. Hoy te digo que no estoy en contra de las cirugías, pero aprendí que la felicidad hay que buscarla en el alma y no afuera. No sirve de nada operarte si estás mal, porque no hay nada que te ayude a salir adelante si no empezás por reparar tu interior.
–¿Cómo es que te operaste siendo una de las mujeres más lindas del país?
–Es que yo no me sentía así. A mí me podían decir que era la más linda del mundo y salir en tapas de todas las revistas y, sin embargo, no me sentía de esa forma. Mi propia inseguridad y la baja autoestima hacían que no me viera así y por eso lo primero que hice cuando acompañé a una amiga a achicarse el pecho fue hacer una consulta para mí también. Mi problema en ese momento no era que estaba gorda, sino que no tenía cintura. La médica me dijo: "Es una tontería, salís caminando". Y bueno, después pasó lo que pasó.
–Y después te operaste los labios…
–Sí, fue una etapa durísima. La macana es que me pusieron silicona inyectable en vez de colágeno como siempre pensé que tenía. El tema es que todo se agravó porque en ese momento tenía brackets y con el golpe en la boca que me dio una ex pareja, me terminó por desfigurar la cara. Después quise arreglarlo y fue peor. El labio se me hinchaba en todo momento… Era impredecible. Fue durísimo verme así. La pasé muy mal, mi familia la pasó muy mal. Aún hay gente que escribe maldades sobre mis labios, pero ya no me importa. Los bloqueo.
–Hace tres años te hiciste reducción de labios para corregirlos…
–Sí. Pensá que yo estuve doce años con la boca así. Sufrí mucho bullying y ni sabía que se podía reducir… A esa altura tenía pánico de volverme a tocar. Por suerte salió perfecto. Hoy corro la cortina del baño, me veo en el espejo y soy feliz. Porque volví a ser la mujer que era. De alguna manera, siento que recuperé la identidad que perdí todos esos años.
MAL DE AMORES
Cuando habla de sus anteriores relaciones, Raquel se muestra más reservada, incluso baja la voz. "No tuve mucha suerte en el amor", explica la ex mujer de Martín Seefeld (55), hasta ahora su único marido, con quien se casó a los 19 años. Poco después, a los 23, se enamoró de un hombre casado. Si bien ella no lo menciona durante toda la entrevista, hace tiempo confesó que se trató nada menos que de Enrique "Coti" Nosiglia (67), ex ministro del Interior del gobierno de Raúl Alfonsín. La relación duró once años hasta que Raquel decidió ponerle punto final a esa historia. Le siguió otra relación aún más complicada con un conocido representante de futbolistas de quien, dice, recibió "maltratos y golpizas". Tampoco revela su nombre, prefiere mantenerlo guardado bajo llave. "Todavía estoy peleando un departamento en un juicio contra él", se excusa. "Creo que cometí el error de bancarme todo por que me quisieran, de seguir sosteniendo la fantasía de formar mi familia con hombres equivocados y en realidad tenía que encontrar el amor dentro de mí para después estar dispuesta a enamorarme de verdad. Si estás bien, ahí encontrás el amor", reflexiona.
–¿Cómo se vive una relación tan larga con un hombre casado?
–[Piensa]. Lo hice porque era chica, porque estaba enamorada y porque era una inconsciente. Al final me cansé, decidí cortar, dije basta… Igual yo siento que él me eligió a mí. No creo que me entiendas pero hay muchas cosas que no se saben y que no las voy a contar porque prefiero guardármelas para mí. Lo único que te puedo decir es que ni loca salgo con un hombre casado de nuevo.
–¿Y qué me podés decir de tu siguiente relación? ¿Fue difícil seguir adelante después de la violencia?
–Se puede, siempre se puede. Yo tuve la suerte de que me él me dejó por otra. Cuando me lo dijo, lo primero que pensé fue: "Ay, se lo regalo con moño".
–¿Pero vos lo hubieras dejado?
–No sé… Creo que no. Gracias a Dios fue al revés y me liberé. Hoy tengo una buena relación con él, creo que de alguna manera me reconcilié con todo eso.
–¿A pesar de los golpes?
–Sí, hubo charla y hoy está todo bien. Reconciliarte con el pasado da paz. Y yo necesitaba eso.
–¿Perdonaste?
–Es que si no perdonás, te quedás con la basura adentro y eso es horrible. Perdonar fue a la vez perdonarme a mí misma. Ojo, no somos amigos ni nos hablamos por teléfono, simplemente necesitaba soltar… Una vez que hice eso, me sentí más plena y segura. Puedo mirar a los ojos y decirle lo que quiera.
–¿Y lo hiciste?
–Obvio. Le dije de todo, me saqué toda la bronca que tenía adentro. Yo me equivoqué como se equivoca todo el mundo. Ya está, ya lo pagué, todo ese pasado ya tiene olor a naftalina.
–¿Alguna vez te pesó la soledad?
–No, para nada. La soledad siempre fue mi amiga, me llevé bien, no era una soledad triste.
–¿Ni siquiera en los momentos más oscuros con tus ex parejas?
–No, nunca. Eso era otro tipo de sentimiento.
–¿Qué tipo de sentimiento?
–Del que te lleva a preguntarte: "¿Qué mierda hago yo acá?".
PRESENTE PERFECTO
El año pasado se recibió de periodista en la Universidad de Belgrano y ya está cerrando para un programa de radio. Eso sí, sueña con volver a la ficción, tal como en sus mejores tiempos cuando brillaba en comedias como El gordo y el flaco junto a Gianni Lunadei y Juan Carlos Mesa. Y está enamorada: hace casi un año está de novia con Eduardo (prefiere no decir su apellido), un hombre de campo que vive en Los Toldos. "Es muy sano, no es del medio, así que es cero tóxico. Viene tres veces por semana y nos vemos… Todavía no sé si estoy lista para la convivencia, por ahora sólo me banco a mi perrita Ideas, (un regalo que la productora Ideas del Sur le hizo en 2010).
–¿Cómo lo estás viviendo?
–Muy bien. Es un placer que te llamen y te digan "buen día, ¿cómo dormiste?". Soy feliz con las pequeñas cosas, con esos detalles que me hacen sentir cuidada, querida.
–¿Sigue intacto el sueño de formar una familia a pesar de tu dificultad para ser madre?
–Y…es difícil. Pensá que a los 18 años me enteré de que no podía ser mamá… Me acuerdo que papá lloró al verme a mí tan mal. Yo siempre fui Susanita, quería casarme y tener cuatro hijos; así me criaron. Pero fue un golpe durísimo, al parecer tengo problemas en un ovario. En su momento hasta congelé óvulos porque al menos había una mínima posibilidad de quedar embarazada, pero hace tres años me enteré que ni siquiera eso podía ayudarme. Yo estaba segura de que en algún momento iba a ser mamá, ya me sentía mamá. Hoy tengo el amor de mis cuatro sobrinos, que son como los hijos que no tuve.
–¿La adopción no es una opción?
–No la descarté; es un tema que estoy viendo en terapia. Primero hay que recuperarse bien. La maternidad es mi cuenta pendiente, pero tampoco tengo apuro.
–Veo que tenés varios tatuajes… ¿Podés decir qué significan?
–El del empeine de mi pie derecho es mi carta astral que me hice cuando tenía veintipico; en el antebrazo tengo tres corazones que en realidad primero fue la letra "E" de Eduardo. ¡Pero estuvimos separados un mes y ahí me lo escondí con más corazones! [Se ríe]. Y el del dedo mayor de mi mano derecha es el signo de la paz. Lo hice hace poco más de cinco años, en un momento en que de verdad sentía que necesitaba un poco de paz.
–¿Cómo estás hoy?
–Me siento muy bien, feliz de estar viva, con ganas de hacer muchas cosas.
–Mirando para atrás, ¿Qué te deja haber transitado todo lo que viviste?
–Hay cosas que de ninguna manera volvería a repetir; me lastimé mucho y no tengo ganas de lastimarme más.
–¿Te operarías otra vez?
–No, porque siento que estoy bárbara y no necesito operaciones.
–¿Te volverías a casar?
–[Lo piensa un rato]. Siempre una tiene la fantasía de volverse a casar y vestida de blanco. Me imagino entrando a la iglesia y todo. Nunca hay que dejar de soñar, ¿no?
- Texto: Jaqueline Isola
- Fotos: Tadeo Jones
- Producción: Consuelo Sánchez
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