Raphael: "Mi trasplante me hizo más feliz de lo que era"
Sigue siendo aquel. Y no se trata de un juego semántico para referir a uno de sus himnos. Ni bien se lo escucha, aparece ese decir característico. Lo andaluz que vive en él, hijo prodigio de Linares, y esos modos que le son tan propios. La charla telefónica entre Buenos Aires y Madrid lo encuentra en medio del plan promocional de Raphael 6.0, su nuevo material, editado por Universal, que se convierte en puntapié para iniciar las celebraciones por sus 6 décadas transitando ese cosmos de la balada romántica popular en el que es amo y señor. "¿Cómo estás tú?", se interesa ni bien saluda y no muestra signos de fatiga a pesar de haber terminado de hablar en vivo para una importante cadena radial de España, una de las tantas entrevistas que atiborran su agenda. Es que el interés por su persona sigue intacto. Es de los que atraen.
A esta altura del partido, Raphael ya es una leyenda viva. Acaso alguien pueda dudarlo. Sus millones de fanáticos, esparcidos en buena parte del mundo, lo veneran. Y quienes no son adeptos a sus canciones, saben de quién se trata con el mismo ahínco que los seguidores confesos. Pasar inadvertido no es lo suyo.
Eterno. A los 77, edad en que muchos se disponen a pensar en el retiro, si es que no lo hicieron antes, él sigue creando, generando puntos de encuentro con su público. Esa comunión divina. Será por eso que, a poco de finalizar un 2020 mundialmente complejo, dio vuelta el naipe y se propuso cerrar el año con la presentación de Raphael 6.0. El álbum es un verdadero tributo a importantes autores que nunca antes había abordado en un disco y lo hace en duetos con figuras como Luis Fonsi, Gloria Trevi, Luciano Pereyra, Mon Laferte, Omara Portuondo, Manuel Carrasco, Pablo Alborán, Vanesa Martín, Pablo López, Natalia Lafourcade, Izal y Alejandro Fernández. "Si canto una canción conocida, inmediatamente la pongo en mí. La hago mía y parece un estreno propio", reconoce a LA NACION. Si de acordes populares se trata, en Raphael 6.0 aparece una adaptación en solitario de "Resistiré" y versiones a dúo de "Me olvidé de vivir" con Manuel Carrasco o "Vivir así es morir de amor" con Gloria Trevi. Y vaya si esas letras instaladas en el inconsciente colectivo no se las hizo propia.
"No sé imitar a nadie ni cantar al modo de otra gente. Sí, en cambio, hay mucha gente que canta al modo mío. Siempre he tratado de cantar a mi manera, nunca me he propuesto imitar a nadie porque no puedo, enseguida me sale Raphael. Una de dos: o hago mía las canciones que elijo o, de lo contrario, lo pasaría muy mal", explica, como si hiciera falta explicitar lo evidente. Ese sello no solo lo puso al servicio de la canción romántica, sino también cuando se le animó al tango, a las rancheras y hasta el pop.
-Cuando siente que alguien canta al modo de Raphael. ¿lo considera copia, hurto u homenaje?
-Depende. Si lo hace muy bien, puede gustarme. Hay gente que, de pronto, lo hace bien. De todos modos, no me he encontrado con ese otro yo, pero podría ser, ¿por qué, no?
-En el disco incluyó una conmovedora versión, a dúo con Luciano Pereyra, de "Alfonsina y el mar" con autoría de Félix Luna y Ariel Ramírez.
-¿Sabes quién me la enseñó?
-No.
-Me la enseñó Mercedes Sosa y también me mostró "Gracias a la vida".
-¿Cómo nace el vínculo con ella?
-La admiraba mucho y por eso la traje a un teatro que yo tenía en Madrid, allí hice mucha amistad con ella. Era una señora impresionante con su voz. Es que te voy a decir algo: siempre traté de vincularme con las mejores voces del mundo, me atraen mucho.
Admiraba mucho a Mercedes Sosa. Siempre traté de vincularme con las mejores voces del mundo, me atraen mucho
-Está claro que siente admiración por sus colegas. De hecho, producir un disco de duetos con artistas consagrados es un acto amoroso, pero también de generosidad y de ataque al ego.
-Siempre he tratado de llevarme muy bien con todos mis compañeros. A todos los admiro, porque a todos les veo algo. No hay que buscar en los lados malos, sino en lo bueno que todos tienen.
-Usted siempre congenió muy bien con otras generaciones de artistas. El disco es una prueba de ello.
-Siempre he estado rodeado de gente joven. En mi casa, los amigos de mis hijos también eran mis amigos. Eso ha sido muy bueno para mí.
Has recorrido un largo camino
Hace sesenta años, cuando irrumpió en la escena española, demostró que esa influencia del cante, el toque y el taconeo de los bailaores de su terruño le eran muy suyos. Sin embargo, hizo de esa copla andaluza un dialecto de códigos personales. Apareció y se diferenció. La copla hecha bolero, la balada con aires gitanos. Movimientos sensuales y una gesticulación sobreactuada y barroca rompieron el molde para hablar del amor. "Siempre he sido un adelantado a mi tiempo", reconoce. Al interpretar, narra. Mueve el cuerpo y agranda la boca como un código de emocionalidad que sus seguidores entienden y celebran. Sistema de signos de semiótica propia que desplegó en templos como el Carnegie Hall, el Radio City Music Hall o el Madison Square Garden en Nueva York. También se plantó con su vestimenta negra característica en L´Olympia de París, en el Royal Albert Hall de Londres y en el Bellas Artes de México.
Su empatía con el público lo llevó a cosechar 335 Discos de Oro, 50 Discos de Platino, y uno de Uranio por superar los 50 millones de discos vendidos en todo el mundo. Poner en blanco sobre negro las cifras, estremece por lo siderales que son. Este 19 y 20 de diciembre, con aforo reducido y protocolos sanitarios, volverá a las pistas presentando, por primera vez en vivo, Raphael 6.0 en el famoso WiZink Center de Madrid, el reducto que puede llegar a contener a 15.000 personas, ubicado a pocas cuadras de la Calle Alcalá y del parque El Retiro. Allí desplegará este nuevo repertorio que otrora interpretaran figuras como Camilo Sesto o Julio Iglesias, pero no se privará de volver sobre sus pasos y deleitar con "En carne viva" o "Mi gran noche". Y allí también estará su familia, su mujer Natalia Figueroa, sus hijos y nietos, para festejar la rentrée de este hombre que también ha sido una estrella de la época dorada del cine español.
-Celebra sus 60 años de trayectoria, debo suponer que comenzó a cantar teniendo uno o dos años de edad...
-¡Nooo, qué va…! En realidad, empecé a los 4 años, pero yo no cuento eso porque si los contara estaría celebrando, madre mía, 75 años de música.
-Los primeros pasos fueron en una iglesia.
-Yo era un niño cantor. De pequeñín, a los 4 años, era la voz principal del coro de una iglesia muy importante. Luego hicimos giras y hasta me he llevado el premio a la mejor voz de Europa a los 9 años, pero todo eso no lo cuento.
-¿Cuándo arrancan estos 60 años con la música?
-Yo cuento desde el día que mi padre me deja de la mano, cuando me examinan como cantante. Ahí me dan un carnet profesional de artista, desde ahí soy una voz profesional que ha dado la vuelta al mundo infinidad de veces.
Todavía era Miguel Rafael Martos Sánchez cuando despuntaba iniciáticamente su vocación en la escolanía de la Iglesia de San Antonio y, tiempo después, en la de Jesús de Medinaceli. Aquel certamen, a sus 9 años, no sería otro que el Festival de Salzburgo, en Austria, donde lo coronaron como la mejor voz infantil de Europa. De pequeño supo lo que era el reconocimiento. Aún cuando todavía no se había convertido en Raphael, esa marca que creó para jugar con las letras de Phillips, la compañía en la que debutó.
-Siempre se lo ve espléndido. ¿Qué significa el paso del tiempo para usted? ¿Lo atormenta o convive con lo inevitable sin conflictos?
-Convivo con eso y me alegro mucho cada vez que cumplo años. En serio, vivo y estoy feliz... En realidad, este es mi estado desde hace 17 años, cuando me trasplantaron. Por eso yo veo la vida de otra manera.
Raphael se refiere a aquel trasplante de hígado al que se sometió en 2003 y que tuvo en vilo a todos sus seguidores. "Desde aquello que me tocó atravesar, me replanteó muchas cosas. Mi trasplante me hizo más feliz de lo que era y me llevó a cuidarme, me ha servido de mucho. Hablando en plata, aquello me hizo estar como nunca he estado", se ufana con razón.
-Aquella delicada intervención no dejó rastros de fatiga en su voz.
-Cuando me oigo hablar o cantar me pregunto cómo puede ser que siga haciéndolo con la voz que tengo. No puede ser que mi voz esté intacta, después del palizón que le he dado porque desde los 4 años que la estoy castigando, es increíble.
-La madurez en la vida, ¿se espeja en la madurez en la escena?
-Cuando era jovencillo tenía una voz tremenda, pero me ponía muy nervioso, a la tercera canción empezaba a tener problemas porque no estaba seguro de mí mismo. Ahora salgo al escenario feliz de poder hacer feliz a la gente, salgo a disfrutar con ellos, tranquilo y con un vozarrón que no puede ser real. Así que, para mí, el paso del tiempo es muy bueno, por eso, cada vez que cumplo un nuevo año, me alegro muchísimo por ello.
-Usted es una celebridad de rango estelar en buena parte del mundo y vendió una cantidad de discos que muy pocos vendieron. ¿Cómo se convive con esa fama? ¿La marca Raphael lo ha alienado alguna vez?
-Es que todas esas cosas tan bonitas e importantes que has dicho, no soy yo.
-¿Quién es usted?
-Soy un enamorado de mi profesión, que adora ser quien es, pero sin divismos. Miro a la gente a los ojos, con agradecimiento por la felicidad que me dan. No se me estira la nariz por eso, muy por el contrario, siento compromiso con mi público, tengo que estar siempre bien y cantar como Dios manda.
-¿Qué cosa quisiera hacer que no hace por ser Raphael? ¿Le gustaría caminar más libre y anónimo por la Gran Vía sin que le pidan una selfie o poder entrar como cualquiera al Corte Inglés?
-Sabes qué pasa, la gente me quiere tanto y me trata de tal manera, tan familiarmente, que yo puedo hacer todas esas cosas que tú dices. De pronto, ando por la Gran Vía, voy pa´allá, voy pa´acá. "¡Adiós Raphael!", me gritan. Es cariño, no molesta para nada. Trato de no ir a sitios muy concurridos para no estar haciéndome fotos toda la mañana, pero por respeto a la gente que va conmigo, que no tienen culpa de nada, si fuera yo solo no me importaría. Una vez mi padre me dijo: "Es que yo no tengo la culpa de que tú seas tú".
-Usted es para todos "el niño", un mote que definió su eterna jovialidad casi como un mandato.
- Es una cosa muy andaluza y yo soy andaluz, pero no sé quién fue el gracioso. Es curioso porque tampoco soy el más pequeño de los hermanos, ahí hubiese tenido más lógica.
-Entonces...
-Será por qué cantaba y alborotaba. "Niño ven, niño pa allá", y eso es hasta hoy.
-Por lo menos es un mote positivo y nada atormentado, a diferencia de los lorquianos Angustias o Martirio de las hijas de Bernarda Alba.
-Es que Federico era más trágico que yo.
-Hoy muchos prejuicios están abolidos. Sin embargo, hace sesenta años, en un mundo con otros valores y libertades, usted se ha plantado en el escenario sin ningún tipo de tabúes. No se limitó ni tuvo impedimentos para moverse de manera sensual y provocadora y con un decir con gesticulación exacerbada.
-Es que yo soy así, ando así, no tengo por qué no serlo, al que no le guste que no mire. Yo no tengo ningún problema con todo eso.
Rebrotes
En los momentos previos a la aparición de la vacuna que frenará la pandemia del Covid-19, buena parte de Europa vive un rebrote con miles de nuevos contagiados. En ese contexto, Raphael volverá a la escena española, pero confiado en la pronta solución a este trágico flagelo que azota al mundo: "Estoy bastante tranquilo porque oigo muy seguido la palabra vacuna. Creo, pienso, y veo que todo está evolucionando en España, así que supongo que nos estaremos vacunando a principios de enero. Vamos a tener la fortuna de, en mayo, poder hacer la vida que se hacía antes, poco a poco".
-¿Tuvo miedo?
-Sí, sería un inconsciente si no hubiese tenido ese temor.
-En el mundo entero, existen movimientos antivacuna. ¿Qué lectura hace de eso?
-Ya sabes cómo somos, todo se critica. Dejemos trabajar a los médicos y a los profesionales, por favor. Confío mucho en la medicina. Tengo razón en confiar, estoy trasplantado y mejor no ha podido ser.
-Usted es un testimonio de lo que significa el avance de la ciencia.
-Soy un privilegiado. Mi operación duró doce horas, pero, para mí, fue un minuto. Mi recuperación fue milagrosa: a los tres días me sacaron del hospital y al mes y medio grababa un disco.
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