Rafael Ferro: "Podría dejar la actuación hoy mismo"
Ya en gira con Los vecinos de arriba,la obra dirigida por Javier Daulte que cumplió su tercera temporada en la avenida Corrientes, Rafael Ferro recalcula y sorprende: "Podría dejar de actuar hoy mismo". Número puesto en ficciones de la tele desde hace casi veinte años (desde Resistiré y Lalola a Las Estrellas, Guapas o Educando a Nina, Ferro siempre está), el actor vive un tiempo "de barajar y dar de nuevo". "En su momento me salió muy rápido tener laburo como actor. Nunca dejé de trabajar. Pero tengo la deuda pendiente de dirigir, de escribir más. De pasar a esa otra instancia. Hasta ahora metí la excusa de no tener tiempo. Pero ya no es válida".
–¿Qué te frena?
–Y... yo mismo obviamente. Uno mismo se frena. Ya pasé por todos los períodos. En un momento empecé a decirme: "Bueno, evidemente es mentira. Un ideal. No te engañes más". Igual, por lo pronto, empecé a decir que no a algunas cosas. Como a la obra le va bien pude descansar de hacer tele y evaluar mejor las propuestas. Pocas me llaman la atención, no por ser menos interesantes. Es personal. Pero eso sumado a lo de Toto (su hijo mayor, sin experiencia actoral, fue elegido sorpresivamente para protagonizar la película El ángel que llegó a Cannes) me generó un contraste grande.
–Te viste comparado...
–Le dije: "¡Qué placer lo que estás viviendo!". Encima que sea lo primero que hacés, sin haber estudiado teatro... Es como un regalo que te dio el destino. Por ahí estás toda la vida para que te toque un personaje así espectacular y con todo ese apoyo detrás, y no te llega.
–¿Y no te inquieta saber que si fuera por tus ganas dejarías la actuación ya mismo?
–Sí, pero no me preocupa. Los cambios me parecen buenos indicadores de crecimiento, de que estás vital.
–Bueno, no por nada, cuando empezaste en la actuación, también venías de un gran cambio...
–Sí. Jugaba al squash. Estaba rankeado, jugaba torneos en Europa. Pero en un momento me di cuenta de que me gustaba más el espectáculo que ganar o perder.
–¿Te diste cuenta mientras jugabas?
–Sí, porque me peleaba con el referí, con el rival, hacía chistes en el medio del partido, le pedía el teléfono a las minas de la tribuna. Hacía una especie de perfomance que ahora pienso que no terminé de explotar. Como que siento que hay un hueco entre eso y lo que terminé haciendo después. Me debo una obra que una ambas cosas.
–¿En esa época comenzó tu conocida pasión por la lectura?
–Sí. Yo era muy mal alumno, me llevaba muchas materias y abandoné el colegio. A partir de ahí armé mi educación leyendo libros. Creo que por eso leo con tanta pasión: lo necesito. Al punto que estoy tratando de dejar de leer tanto. Lo que otra gente le pasa con la harina, los azúcares, a mí me pasa con los libros.
–En general, la gente tiene que hacerse tiempo para leer, ¿te pasaría al revés?
–Sí. Hubo épocas en que estaba tan enganchado que llevaba el libro que estaba leyendo sobre el volante del auto. Manejaba y cuando tenía un semáforo aprovechaba para leer. No podía parar.
–¿Qué tipo de padre considerás que sos?
–Todavía estoy aprendiendo. Uno nunca termina de saber cómo se hacen las cosas. Y menos en mi caso que tengo cuatro hijos en edades distintas. Está Toto, que tiene 20, y Miguel, que va a cumplir 4. Y en el medio Matilda, de 16, y Antonio, de 11. Cuando logro juntarlos es muy lindo. Significa que se armó la manada.
–Cuatro realidades muy distintas.
–Sí, lo cual abre el abanico porque encima vienen de tres madres diferentes. Ideologías distintas respecto al colegio y esas cosas. Es estresante pero también una escuela inmensa. No me gusta ser aleccionador. No estoy de acuerdo con el típico padre que golpea la mesa y dice cómo son las cosas. Todo es muy maleable.
–¿Cómo era con vos tu viejo?
–Era permisivo. Demasiado consentidor. Y yo, pese a ver que eso no sirve, de algún modo me salió reproducir lo que criticaba de él. Algo que intento corregir. Sobre todo viendo cómo Toto y Matilde a veces también lo copian. Boludeces como ser muy desorganizado o gastador con la plata. Ahí les digo: "Che, eso sí está mal". Viste que el padre generalmente sirve como ejemplo de lo que no hay que hacer. En este caso trato de que no sigan mi ejemplo.
–En la lectura evidentemente encontraste placer pero también una vía para conocerte más. ¿Hubo otros caminos?
–Sí. La astrología me parece fascinante. Tengo alguien que todos los años me hace la carta astral. También me interesa la numerología, el tarot, la ayahuasca. De chico en mi casa se consumían muchas de estas cosas: venían brujos, espiritistas, chamanes, videntes, un dealer que escondía sus cosas en el fondo... Tuve una infancia movida en ese sentido.
–¿Y cómo fue la experiencia con la ayahuasca?
–Fue una herramienta que se sumó a las demás. Es una planta medicinal que se usa hace miles de años en rituales indígenas. Y que te puede ayudar a destrabar algo. En una época iba muy seguido. Aunque ahora siento que no la necesito tanto.
–¿Te reveló algo en particular?
–No tanto. Sí es un rito importante porque es fuerte. De alguna manera te transforma. Aunque no te cura. Nunca es así de fácil. Uno siempre busca alguien que venga y te diga: "Listo, llegaste. Ya está. Se acabó". Pero no hay atajos. A mí me pasó que después de mucho tiempo de coquetear con hacer meditación finalmente la empecé a hacer. Todos los días me levanto, tomo un jugo y arranco.
–¿Y cómo te resultó hasta ahora?
–Es árida, por momentos bastante ingrata, casi japonés. Es sentarte, respirar y tratar de vaciar la cabeza. Veinte minutos. Hace seis meses que lo hago y ya no lo puedo largar. Espero que no se convierta en un vicio como los libros...
Ferro comparte Los vecinos de arriba con Diego Peretti, Julieta Vallina y Muriel Santa Ana (que reemplazó hace poco a Florencia Peña) y encuentra en lo bien que se llevan arriba y abajo del escenario una de las razones para que le vaya tan bien. "Todos mis compañeros son muy buenos actores. Pero también son muy divertidos. Nos reímos mucho. La verdad que lo pasamos bárbaro". Con texto original del catalán Cesc Gay, la obra hace pie en el "choque de planetas" que significa el encuentro de dos parejas con diferencias marcadas en cómo ven el sexo, la vida y el amor. "Es una obra corta, muy ágil, que por suerte gustó mucho", dice el actor que también destaca la labor en dirección de Javier Daulte.
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