Gregory Peck: no soñaba con ser actor de Hollywood, trabajó como camionero y tuvo un gesto impensado con Audrey Hepburn
Mucho más que un galán, marchó con Martin Luther King, fue presidente de la Academia del Oscar, recibió indicaciones de los más grandes directores del cine y se convirtió en un símbolo de los derechos civiles gracias a su interpretación de Atticus Finch, el héroe norteamericano que encarnó en Matar a un ruiseñor
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La historia de Gregory Peck puede ser la representación del sueño americano, delante y detrás de cámara. Nacido de orígenes humildes en un barrio de California, el 5 de abril de 1916, trabajaba como camionero cuando una novia suya lo alentó para que estudiara una carrera. Peck, que siempre describió su hoja de vida como una que tuvo mucha suerte, no soñaba con ser actor de Hollywood. Estatura imponente (1,90 metros), voz grave y profunda, morocho, simbolizaba algo más que al americano promedio. Sobre el actor, Lauren Bacall dijo: “Es una de las criaturas más hermosas que haya encontrado en mi vida”.
Una serie de decisiones forjaron a Peck como el héroe americano: le exigió a los productores de La princesa que quería vivir que igualaran el sueldo de Audrey Hepburn con el suyo. Marchó con Martin Luther King, fue activista contra la libre portación de armas en los Estados Unidos y el desarrollo de las armas nucleares, criticó la discriminación contra la homosexualidad y, como presidente de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas, hizo lobby para que las películas animadas pudieran competir para el Oscar a mejor película, décadas antes de que La bella y la bestia (1991) se convirtiera en la primera nominada en esa categoría.
De vacaciones en Roma
La historia es la de Anne, la princesa que hace turismo por Europa y quiere vivir la vida, pero debe comportarse según la etiqueta de la realeza. En uno de sus fallidos intentos por experimentar el mundo tal cual es, Anne conoce al periodista estadounidense Joe. Audrey Hepburn y Gregory Peck protagonizaron una de las comedias románticas definitivas de la década de 1950. Con la dirección de William Wyler (director de clásicos como Los mejores años de nuestras vidas, La loba y Ben-Hur, la épica con Charlton Heston) y guion de Dalton Trumbo.
Peck era un actor más reconocido que Hepburn, pero antes del estreno llamó a su agente para que alteraran el orden de los créditos. El agente le preguntó si estaba mal de la cabeza. “No estoy mal, pero soy lo suficientemente inteligente como para darme cuenta de que esta chica va a ganar su primer Oscar por la primera película que hace y voy a quedar como un tonto si su nombre no está arriba junto al mío”. La princesa que quería vivir ganó tres Oscar, incluyendo mejor película de 1953 y mejor actriz para Audrey Hepburn. Gregory Peck perdió contra William Holden, por Infierno 17.
Matar a un ruiseñor, el drama judicial esencial de Hollywood
En 1961, el productor Alan Pakula estaba buscando un actor para adaptar al cine Matar a un ruiseñor, la novela de Harper Lee: la escritora que ayudó a su amigo, Truman Capote, para escribir A sangre fría. La historia creada por Lee, como la de Capote, fue una de esas que redefinieron la ficción en una nación que estaba reconstruyéndose. Tenía como protagonista a Atticus Finch, un viudo con dos hijos que tenía enfrentar el mayor desafío de su vida profesional como abogado: la defensa de un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca. La acción se desarrollaba en un pueblo rural, ficticio, durante la Gran Depresión, y servía para exponer los mayores prejuicios de una sociedad racista.
Es un relato sobre la pérdida de la inocencia: los hijos de Atticus son testigos de las injusticias que suceden frente a sus ojos. El padre es benévolo, comprensivo, sofisticado, inteligente, dispuesto a luchar por la verdad y defender a quienes lo necesitan. Harper Lee no estaba convencida de que Gregory Peck fuera el actor indicado, hasta que lo vio por primera vez en el set de la película: “Apenas lo vi supe que él era Atticus”.
Peck se identificaba con Atticus Finch: “Puse todo en esta película. Mis sentimientos y todas mis experiencias en estos 46 años de vida; con mi familia, con la justicia racial, la igualdad y las oportunidades”. La secuencia climática de la película, el interrogatorio y alegato final de Atticus, se convirtió en un clásico de los dramas judiciales. Steven Spielberg cuenta que siempre se emociona cuando ve el gesto final de Atticus, cerrando su portafolio con la cabeza baja, mientras los hijos observan en secreto a su padre.
“La escena que más recuerdo es cuando tengo que interrogar al acusado, Brock Peters, que está en el estrado de los testigos. Era tan dramática que Brock empezó a llorar y yo me emocioné hasta atragantarme. Pero contuve las lágrimas, porque no podíamos ser dos personas llorando en la sala de juicios”, confesaba Peck. Después de cuatro nominaciones al Oscar, finalmente ganó como mejor actor por Matar a un ruiseñor. No preparó ningún discurso, convencido de que iba a perder contra Jack Lemmon.
Para el actor de La luz es para todos, La hora final, El cabo del miedo (la original y la remake), Cuéntame tu vida y Almas en la hoguera, los héroes no eran un terreno inexplorado. Trabajó con directores como Elian Kazan, Alfred Hitchcock, Martin Scorsese y Stanley Kramer, pero el cambio cultural de los turbulentos años 60 no fue tan benévolo con el actor consagrado por la Academia.
Aunque películas que combinaban el humor con el drama, como Capitán Newman, Dr. en Medicina, fueron éxitos de taquilla, las nuevas voces críticas decían que el arquetipo que solía interpretar Peck, el del hombre benévolo, valiente, justo y defensor de los necesitados, era aburrido. Las siguientes películas que protagonizó, aún cuando estaba acompañado por directores como Fred Zinnemann y estrellas como Omar Shariff o Anthony Quinn, se alejaron de las entradas vendidas y laudos que recibían las anteriores.
Entre dos demonios, el lado oscuro del galán heroico
Orson Welles decía que Gregory Peck era un “mal actor” pero “sería un grandioso presidente, aunque siempre se lo digo y nunca me hace caso”. Welles no era el único que soñaba con que el protagonista de El despertar y Las llaves del reino hiciera política. Lyndon B. Johnson pensaba ofrecerle un cargo político en su gobierno. Los demócratas veían en Gregory Peck a un hombre inteligente, valiente y de buenos modales, tal como eran los personajes que solía representar en pantalla. Del otro lado, Richard Nixon lo tenía anotado en su libreta de enemigos políticos liberales. Aunque el actor llevaba una vida prolífica de activismo, rechazó la oferta del partido demócrata, que quería que compitiera contra Ronald Reagan.
Buscando reinventarse, en los ‘70, interpretó a un embajador que sospechaba ser el padre del Anticristo. La profecía, la película de terror dirigida por Richard Donner, fue uno de los mayores éxitos de 1976. Con más de 60 años, Gregory Peck anotaba otro triunfo en la cartelera. Animado por el suceso de un rol atípico en su filmografía, en 1978 interpretó al nazi Mengele en Los niños de Brasil. Las críticas no fueron favorables con la maldad que pretendía evocar el actor. “Mis amigos, Laurence Olivier y Jack Lemmon, y yo, sentimos que estuve bien en ese papel. Pero los críticos a veces no pueden aceptar a los actores que se animan a romper el molde de la imagen con la que son encasillados”. Murió el 12 de junio de 2003.
Dónde verlo
- La princesa que quería vivir: disponible en Qubit.tv.
- Matar a un ruiseñor: disponible en HBO Max, Qubit,tv.
- Cuéntame tu vida: disponible en Qubit.tv
- Duelo al sol: disponible en Qubit.tv
- Las llaves del reino: disponible en Qubit.tv
- Almas en la hoguera: disponible para alquilar en Google Play.
- La luz es para todos: disponible en Star+.
- El proceso Paradine: disponible en Qubit.tv
- El cabo del terror: disponible en HBO Max.
- Las nieves del Kilimanjaro: disponible en Qubit.tv
- Cabo de miedo: disponible en Amazon Prime Video.
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