¿Qué es de la vida Esteban Villarreal, el creador de Bosque Chocolate?
Figura clave del entretenimiento infantil argentino en la década 90, tanto por los hits que escribió para Reina Reech como por las cuatro temporadas de Bosque Chocolate, Esteban Villarreal vive hace dos décadas en Miami, en donde debió reinventarse sin jamás perder su verdadera vocación: la docencia.
Cerca de cumplir 70 años, recordó sus orígenes en la televisión como un joven galán en Canal 9, su paso por Paraguay y su consagración en Canal 7. "Aún hoy me reconocen en la calle, aquí en Miami, y me dicen que la primera vez que cantaron un rap fue conmigo", confesó.
Convertido en ciudadano estadounidense, Villarreal continúa actuando en tiras y en comerciales orientado a un público latino. Su última apuesta fue una obra en el Microteatro de aquella ciudad, con su amiga del alma Sabrina Olmedo y el ingreso a la versión norteamericana de 100 días para enamorarse. Sin embargo, la crisis desatada por la pandemia de Covid-19 cambió sus planes.
Hoy vive en un edificio frente al mar con su perro, Allegro, y recibe ayuda estatal para llegar a fin de mes, pero sigue imaginando y pensando productos para niños. Sus últimos trabajos en la Argentina fueron el fallido infantil El arcoiris de Rocío, con Rocío Guirao Díaz, y el regreso de su máxima creación, Colores, en una versión con Juana Repetto y Bautista Lena, sus "sobrinos del corazón". Sin embargo, y a pesar de la crisis, no se imagina regresando al país, ya que incluso amigos de toda la vida le dieron la espalda por diferencias políticas. Desde Miami, Villarreal habló con LA NACION y dio detalles de su increíble vida.
-¿Cómo comenzó a trabajar en la televisión?
-De muy chico! De niño era muy bonito, parecía un muñeco. Y participé en decenas de comerciales. Crecí soñando con actuar, así que de joven me instalaba en el café que estaba al lado de Canal 9 esperando una oportunidad. Me sentaba a tomar algo y esperaba. Un día finalmente se me dio: necesitaban a alguien joven para un rol pequeño en El amor tiene cara de mujer, que en esa época rompía todo. Y ahí comencé a trabajar con Nené Cascallar. Ahora hay cientos de actores jóvenes pero en esa época éramos tres los "galancitos" de la época: Ricardo Darín, Pablo Codevilla y yo. De ahí pasé a Alta Comedia, después a La familia Beltrán y trabajé mucho con Osvaldo Pacheco y Darío Vittori. Pero en paralelo a esos papeles, me presentaba con mis canciones en un espectáculo del under que llamé Twist en colores.
-¿Y cómo se interesó por los niños?
-Y es que además de artista, soy psicólogo y docente. Y me marcó mucho cuando me tocó dar clases en una escuela tranvía, con chicos y chicas que estaban muertos de hambre y de frío. Yo les llevaba comida que tenía mi mamá en el almacén familiar y me quedaba con ellos charlando. Como les costaban algunas materias, decidí innovar y les escribí un rock and roll para explicarles el abecedario. Ellos jamás lo olvidaron, pero se enteró la directora y me echó "por subversivo". Pero ahí me quedó claro que el problema eran los adultos, no los niños... Con esas canciones y unos títeres que armaba con Mane Bernardo y Sarah Bianchi, del San Martín, hacía un espectáculo en la sala El Gallo Cojo de Lino Patalano, a cambio de hacerle las luces al show de la noche, que era nada menos que de Niní Marshall. Y luego participé de comedias musicales como Hair o El beso de la mujer araña.
-¿Fue por ese entonces que conoció a Reina Reech?
-¡Exacto! Pegamos onda al toque porque a ella siempre le encantaron mis canciones. Al poco tiempo se mudó a Paraguay con Nicolás Repetto, en donde bailaba en los cortes comerciales. Cuando se enteró que yo estaba sin trabajo, me invitó a Asunción y juntos imaginamos Colores. Fue un éxito increíble entre los chicos y las chicas paraguayas…
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-¿Y cómo llegó a la Argentina?
-Es que Reina y Nico se volvieron a Buenos Aires para hacer Fax y yo decidí quedarme porque amaba lo que hacía y porque en Paraguay me ofrecieron hacer mi propio programa, al que bauticé Chocolate y para el que creé mis cuatro personajes emblemáticos: Ignacio, el burro maestro; Lechu, la aristocrática; la gallina Cocó y Lentus, mi caracol. En paralelo Reina comenzó Colores en Canal 7 y yo le iba mandando por fax los guiones y las canciones. Y le empezó a ir re bien. Yo me resistía a dejar Paraguay, hasta que ella me llamó y me dijo: "¿Cuánto tenés ahorrado?". Yo tenía 1500 dólares, suponte... Y ella me respondió: "Vení a tu país a cuidar tu obra, te prometo que vas a ganar eso mismo cada semana en el teatro".
-Y volvió...
-Claro, y seguí escribiendo para ella y comencé a hacer pequeñas apariciones en cámara. Pero cuando llegó el verano y Reina se tomaba vacaciones, Gerardo Sofovich me ofreció ocupar ese espacio por tres meses con el programa de Paraguay. Así nació Bosque Chocolate, que terminó al aire durante cuatro años y con el que recorrí el país de punta a punta, haciendo shows tanto en solitario como con Reina.
-¿Y cómo llegó a Miami?
-A finales de 2001, desarrollé para Telefe un nuevo programa llamado Compinches, que tenía un gran despliegue y coreografía de Marcelo Iripino. Hicimos un piloto y cuando comenzamos a grabar llegó la crisis y todos los sponsors se retiraron, así que tuvimos que suspenderlo. Me di cuenta que las cosas iban a estar muy difíciles y supe que era momento de mudarme de nuevo. Cuando llegó el corralito perdí el 80 por ciento de todos los ahorros de mi vida y entendí que en Buenos Aires no tenía nada que hacer.
-¿Por qué eligió Miami?
-Es que en esa época había ganado muchos pasajes por participar en las cámaras ocultas de Marcelo Tinelli, así que conocía la ciudad y me había gustado el clima. Llegué y cumplí 50 años. Pronto descubrí que aquí el teatro infantil no existe. Yo pensaba que podía hacer Bosque Chocolate, pero esa cultura simplemente no está. No es como en Buenos Aires que sábados y domingos tenés cientos de chicos en las butacas. Así que empecé de cero, haciendo comerciales.
-¿Extraña algo de Buenos Aires?
-Solía volver con frecuencia pero ahora que mi mamá falleció hace tres años y mis grandes amigas como Ludovica Squirru, Reina Reech y Valeria Lynch vienen a visitarme seguido, tengo menos razones para volar. Ni bien me mudé extrañaba mucho la comida, pero ahora en Miami hay de todo para que los argentinos nos sintamos en casa. Sí extraño caminar por la calle Corrientes, meterme en un teatro, salir a comer pizza con un vaso frío de cerveza, cruzarme a un café, ver a mis amigos...
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-¿Y sigue en contacto con sus colegas en la Argentina?
-Solo con algunos. Tuve muchas decepciones con personas que yo sentí que eran amigos de toda la vida pero que por expresar mis opiniones en Facebook me decían cosas como "cipayo" o "vendido". A pesar de que yo respeto todas las opiniones políticas y no pretendo convencer a nadie, cuando daba mi punto de vista me atacaban por vivir en Miami o porque hay gente que cree que Estados Unidos es la fuente de todos los males, ¡una locura!
-¿Usted cree que los actores deben revelar públicamente sus ideas políticas?
-Yo me siento un entretenedor. Me identifico con el bufón del rey, que hacía reír a pesar de que afuera del castillo había guerra y todos se estaban matando. Yo soy de los que busco divertir y hacer olvidar por un ratito los malos momentos. Pero nadie nos ve como trabajadores esenciales, somos los últimos en ser tenidos en cuenta en las políticas, ¿no? Me da una tristeza...
-En la Argentina, los actores y actrices están viviendo uno de los momentos con mayor desocupación de la historia, debido a la pandemia. ¿Cómo vive esta situación en Miami?
-Yo había entrado como un nuevo personaje de la adaptación de 100 días para enamorarse que están haciendo aquí, pero cuando comenzó la crisis decidieron recortar algunas historias y me liberaron, lo que significó que perdí ese ingreso de dinero. Y la situación se agravó con el paso de los días porque hoy todos los actores y todas las actrices están desocupados... ¡No hay ni comerciales! Tengo la fortuna de que yo soy ciudadano estadounidense y que me retiré hace unos años luego de más de una década de aportes, lo que significa que califico para una ayuda económica que para mí significa poder mantenerme. Me dan tarjetas de 200 dólares para comprar comida en cualquier supermercado. Con eso y con mis ahorros, me basta para poder vivir con mi perrito.
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-Es un momento difícil en todos lados...
-No sé qué pasará en el futuro, porque los que no cuentan con ayuda del Estado tienen un presente complicado y los teatros están cerrados desde marzo, sin perspectivas de apertura en lo inmediato. Creo que en todos lados, en Miami, en Buenos Aires, en Madrid, o en Nueva York, se le ha dado la espalda a los artistas y a los que divierten, como si la cultura no importara.
-¿Cuáles son sus próximos proyectos?
-Para cuando todo esto pase ya armé con la mexicana Gabriela Rivero un nuevo concepto de show que se llamará Infinito Infantil. Será una propuesta con mucho de circo, de muñecos, de muppets, aunque claro que con toda la tecnología. La idea no es hacer futurismo sino volver a los contenidos didácticos ni olvidar lo espiritual: hablar de la Pachamama, de la Tierra, de la Naturaleza. La pandemia nos vino genial para ajustar todos los libros y que queden aún mejores. Es más: ¡ya estamos pensando la segunda temporada! Así somos los actores: vivimos de fantasías. Y creo que eso es lo más lindo que tiene nuestra profesión, siempre estamos soñando.
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