En lo que a su carrera respecta, Carlos "Charly" Sosa tiene una única certeza: cada vez que se suba a un escenario, desde hoy hasta el día en que se retire, tendrá que cantar "Mayonesa".
En sus tiempos al frente del grupo Chocolate, Charly le puso voz a lo que casi todo músico persigue: un hit. Hoy, ya como solista, aquel éxito lo agobia y lo maravilla a la vez. "Me pasan dos cosas. Por un lado, se cumplen veinte años de que salió la canción y obviamente es una saturación monstruosa. Y por otro: la satisfacción. Que si no canto esa no me pagan. Que yo sé que todo el mundo está pendiente de cuándo la voy a cantar", dice. Pasaron dos décadas, los adolescentes que en pleno estallido robaron sus primeros besos bailándola en la matinée hoy se arriman a los 40, y sin embargo el estribillo de "Mayonesa" sigue atornillado al inconsciente colectivo.
"Una vez en España yo ya la había cantado dos veces: en el show y como primer bis para irme, y como la gente estaba ‘y Charly no se va’, viene el manager y me dice: ‘Charly, vas a tener que cantar otra’. Yo había dejado a todos arriba con ‘Mayonesa’. Entonces salgo, hay griterío, todo el bullicio, y digo: ‘nos vamos a ir con otra canción, ¿con cuál nos vamos?’. ‘¡Mayonesaaaa!’, gritó todo el mundo. Tuve que hacer un bis doble, con dos veces ‘Mayonesa’. Una locura. Capaz que si hago otro bis, pregunto y la gente quiere ‘Mayonesa’ de vuelta".
Con todo, Charly ama al hit. "Es como mi hija mujer que no tengo", dice. En este encierro por pandemia de 2020 le llegan por redes sociales videos de nenes de países recónditos haciendo la coreo. "Entonces yo digo ‘bo, esto no se termina más’", se sincera. "La voy a tener que cantar hasta el día que me muera".
Charly dice "bo", obviamente, porque es uruguayo. Nació en Mercedes en el 73 y creció, como muchos otros pibes sudamericanos, soñando con jugar al fútbol. Su ídolo y referente no era ningún cantante: era Rubén Sosa, El Principito, puntero izquierdo veloz y con gol como él. Aquella fue su primera vocación y estuvo a punto de convertirse en su profesión: jugó en el River Plate de ese país y en La Luz, equipo en el que lo declararon en rebeldía y lo pararon dos años por querer quedar libre para ir a jugar en Primera con Defensor Sporting. "Con La Luz tuvimos la suerte de ascender a la B, pero siempre me quedó la espina de no haber jugado en Primera A y no haber hecho una carrera en el fútbol", cuenta. De todos modos, en ese parate obligado se le abrió la insospechada puerta de la música, así que no hay mal que por bien no venga.
En 1994, alejado a la fuerza del fútbol, Charly consiguió trabajo en la Cooperativa Bancaria de la Ciudad Vieja. Un día, mientras se bañaba para irse, se le dio por cantar: "En ese momento estaban de moda los boleros de Luis Miguel. Yo estaba cantando en la ducha ‘Reloj no marques las horas’, ‘El rey’, esas canciones, y abre la puerta de la ducha un compañero mío, Rafael Antognazza, y dice ‘¿quién estaba cantando?’. Salgo y digo ‘yo Rafa, ¿qué pasó?’. Me dice: ‘nada, después hablamos’. Yo sabía que él tocaba en una banda de rock y a la vez era director de coros de murga. Cuando salí de la ducha me esperaba en mi locker y me dice: ‘Charly, tenés un registro espectacular, me encantó el timbre que tenés, te quiero llevar a un casting de la Antimurga BCG’".
Al no-cantante hubo que convencerlo: la Antimurga BCG era un conjunto de carnaval atípico ("las murgas tradicionales se vestían con unos trajes espectaculares y en la Antimurga BCG se ponían una tapa de water -inodoro- como gorro", dice) pero con mucha chapa, y él quería seguir jugando a la pelota: "Cuando nos íbamos el tipo me estaba esperando con mis compañeros onda pogo, ‘eeeeh dale Charly, vamos’, y poco menos que me obligaron a ir al casting. Fui y quedé".
Al tiempo de integrar la murga dio otro salto insospechado: empezó a cantar en Agrupación Imágenes, una banda de cumbia. "Te voy a ser muy sincero: a mí no me gustaba la música tropical. Mi familia es del Interior del Uruguay y toda la vida escuché los Wawancó y todo ese tipo de música que a mí no me copaba. Yo tenía la suerte de que un tío mío se fue a vivir a Argentina y él era rockero. Una vez viajé a visitarlo y me regaló un disco de Queen. Yo me lo traje como que era un tesoro, y ahí empezó mi fanatismo por Queen, que sigue hasta el día de hoy", cuenta. El disco que le mostró "ese monstruo que era Freddie Mercury" era The Game (1980), aquel que traía "Another One Bites the Dust", "Crazy Little Thing Called Love" y otros éxitos.
De ahí, Charly pasó a otro grupo: NG La Banda. Y así hasta que un día le contaron que uno de esos conjuntos de música tropical (o "pop latino", como se rebautizó al género para sacarle su estigma de "grasa" entre las clases pudientes) con chicos pelilargos necesitaba gente: se trataba de Chocolate.
"Yo soy un tipo muy optimista y sumamente positivo. Siendo el más positivo y el más optimista del grupo, nunca me imaginé lo que iba a pasar". En su nuevo puesto, Charly grabó una canción llamada "Loreley", después otra con el título de "La plena del Uruguay" y para el final del disco Chocolate 2000 quedó un tema de Alejandro Jasa y Eduardo Britos que desde su título remitía tanto al grito de guerra del grupo ("que bate, que bate, que bate el chocolate") como a la arraigada costumbre uruguaya de hacer mayonesa casera.
"Mayonesa", hito del maridaje música-arenga-coreografía, los llevó en menos de tres meses al programa más visto de la televisión rioplatense. "Un día me llama mi manager y me dice ‘Charly, armá la valija que nos tenemos que ir de urgencia para Argentina: esta noche estamos en Showmatch’. No me daba cuenta de si era broma, si el tipo estaba drogado… para nosotros Showmatch era lo máximo: paraba todo Uruguay para verlo", cuenta. La convocatoria era para una de aquellas parodias del tipo "te mintieron, esos no son los originales: nosotros tenemos a los originales". Al llegar había producción, vestuario, catering y muchos ojos y oídos atentos: "Nos trataron como a unos rockstars de primera. Y salimos de ahí y nos llamaban de Perú, de Chile, de Estados Unidos. Ahí empecé a estar más arriba de un avión que en mi propia casa".
A Charly se le dio vuelta la vida de un saque: "Antes me podía parar una persona, dos, diez. Ahora me paraban cien. Ir al shopping y que mi madre me dijera ‘bo, no se puede venir más contigo’". Un taxista lo encerró, él lo insultó y obtuvo como respuesta un "eh aguante Charly, la mayonesa": "Me dio una vergüenza que dije ‘bo, ¿qué estoy haciendo?’". El ego empezó a empujar desde adentro y hubo que mantenerlo a raya: "Tenés que tener los pies muy bien sobre la tierra, porque si te mareás te puede pegar muy mal. Las chicas, si eran cien, pasaban a ser mil y tuve más amigos que Roberto Carlos. Es complicado. Yo he visto colegas que se han mareado. He visto colegas que han hecho mucho dinero y lo han perdido por el ego, y tenés que tener una muy linda familia que te ayude. Yo tengo a mi viejita que siempre me decía ‘tranquilo, no te la creas, mantené la humildad’ y eso me sirvió muchísimo", cuenta. Aunque tampoco era todo tan difícil: "Yo recién me había separado. Esto me agarra soltero, así que… i-ma-gi-na-te lo que fue", dice, y estalla en una de esas risotadas con una pila de anécdotas atrapadas.
La demencia generalizada, mientras tanto, crecía. En un show en un programa de televisión de Bolivia, la gendarmería los sacó del estudio y los metió a empujones en una limusina negra. "Se nos tiran todas las chicas arriba y uno de mis compañeros aprieta el botón y abre el techo corredizo. Una chica salta y mete medio cuerpo, y mi compañero, del susto que se pegó, tocó el botón de nuevo y la apretó. No nos daba la velocidad para tocar el botón otra vez para que volviera para atrás. La chiquilina, aunque la apretó la ventana, nunca se enteró. Nos besaban las manos como si fuéramos el Papa", dice.
Después de América Latina salieron a la conquista del mundo: "Ahí me terminó de cerrar lo increíble que es la música, que es capaz de romper todas las estructuras sociales, económicas y hasta incluso el idioma. Tenías que ver en Inglaterra, en Suecia, en Suiza a la gente cantando ‘ma cho ne ssa’, como robotizados". El hit trascendía cualquier barrera cultural: "Una vez nos contrataron unos árabes. Estaban con sus mujeres, y de repente veo que las mujeres empiezan a salir y yo digo ‘¿y esto?’. Quedaron los tipos solos, porque ellos no pueden demostrar alegría delante de las mujeres. Nosotros cantando ‘Mayonesa’ y los tipos bailando, sólo hombres".
En medio de este vértigo a Charly le preguntaron en qué gastaba las fortunas que ganaba y se quedó helado. "Yo siempre doy el ejemplo de que a mí me contrataron en ese grupo para atender un almacén de barrio y ese almacén se transformó en una cadena de supermercados a nivel mundial, pero yo seguía cobrando como el que atendía el almacén", dice. Se le ocurrió revisar los términos de su contrato y se dio cuenta de que con "el uno por ciento" de lo que entraba le pagaban a él y a sus compañeros, mientras la producción embolsaba el 99 por ciento restante. "Hubo gente que ganó millones de dólares con Chocolate", dice. Él, claramente, no se incluye en ese grupo.
Harto, Charly renunció y sus compañeros lo siguieron. "Te voy a contar una infidencia", dice. "Yo tenía pensado volver a la Cooperativa Bancaria a pedir por favor que me tomaran de vuelta". Apenas un año y meses después de la edición de Chocolate 2000, Charly pensaba en retomar su vida de empleado de comercio: "Yo conocía artistas que me decían ‘me cambié la camioneta’, ‘me compré un apartamento’, y yo seguía viviendo como un tipo normal y corriente. Entonces era tanta la desilusión que yo dije ‘no loco, el mundo de la música no es para mí, esto no es justo’". El bajón posterior a la fiesta amenazaba: "Tenés que estar preparado psicológicamente, porque si se te había subido el ego a las nubes, eso te pega como un mazazo en la cabeza y te caés de boca contra el piso. Ya no tenés tantos amigos, ya no te siguen tantas mujeres. Hay gente que no se recupera de eso: lo arruina psicológicamente, le hace muy mal. La fama es como un vicio que es muy difícil de dejar: cuando te deja ella a vos es como que te falta una cosa muy importante en tu vida, no podés respirar". Sin embargo, los ex Chocolate se reformularon -cómo no- bajo el nombre de Mayonesa y salieron al ruedo una vez más. Y hasta tuvieron otro hit: "Agachadita", otro infaltable en sus sets.
A mediados de los 2000, Charly se lanzó por las suyas. "Ser solista me llevó a crecer mucho como artista para poder hacer un poco más lo que a mí me gusta", dice. Hoy vive y canta en Miami y, más allá de los cambios inevitables que trae la vida, hay cosas que no negocia. Como por ejemplo el look, intacto desde sus años dorados por cuestiones que detalla con claridad en la última anécdota: "En el 2006 fui a firmar mi primer contrato solista a España. Estábamos por firmar con el manager y le dije todas las cosas que iba a cambiar: ‘voy a cambiar la estructura musical, voy a cambiar el contenido de las canciones, voy a cambiar cómo me voy a vestir, me voy a cortar el pelo’. Y el tipo agarra el contrato de arriba de la mesa y lo mete en el cajón. Le digo ‘¿qué pasó amigo? ¿dije algo malo?’. Y la frase de él fue muy elocuente. Dijo: ‘ostia tío, te cortas el pelo y no te conoce ni tu madre’. Es parte de mi carrera: yo estoy en un aeropuerto y escucho ‘mirá, el de pelo largo, el de la Mayonesa’".
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