¿Qué es de la vida de Cecile Charré y el perro Alfonso?
"Ando con el celu en un bolsillo del jardinero, laburando por la quinta, así que con el horario no hay problema", dice Cecile Charré en un audio que llega por WhatsApp desde las afueras de Villa Rumipal, en el Valle de Calamuchita, Córdoba, al momento de coordinar esta entrevista.
Titiritera, artesana juguetera, ventrílocua, polifonista (con la habilidad de emitir diferentes sonidos desde la laringe), fabricante de muñecos de ventriloquia, Charré marcó la infancia de una generación de chicos que la seguían cada tarde en Telejuegos, programa infantil que condujo junto a su perrito Alfonso por ATC en los años 80, donde presentaba dibujos animados como Tom y Jerry, Heidi o El Chapulín Colorado.
Considerada la primera ventrílocua infantil de la Argentina, el entrañable Alfonso tenía como antecedente inmediato a la perrita Wendy, "su hermana mayor", con la que la artista venía de hacer Verano mágico, otro ciclo para chicos que salía por Canal 9.
"Telejuegos fue el programa infantil con mayor rating de la televisión argentina. Pensá que teníamos un promedio de 25 puntos entre las cinco y las seis de la tarde. Era tremendo. La absoluta novedad fue que una señora ventrílocua conducía con su perro y los títeres convivían con dibujos animados", recuerda Cecile al otro lado de la línea, madre de dos hijas y abuela de cuatro nietos que viven en Buenos Aires.
Telejuegos salió al aire entre 1982 y 1986. Luego hizo dos temporadas como titiritera solista en el Teatro Nacional Cervantes y giró por todo el país con el Plan Nacional de Lectura de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Junto a su marido, Tito Bleuville, que también es artesano juguetero y fabricante de muñecos para ventriloquía, un buen día decidió que quería hacer un cambio y se radicó en el Valle de Calamuchita en busca de una vida más tranquila.
"Nos fuimos en noviembre de 2003, cuando Néstor Kirchner ganó las elecciones. Veníamos de hacer temporada con los hermanos Korol en La otra verdad, donde atendíamos todos los muñecos de los políticos como Virolita o Patillita, y en el ínterin también viví un año en Santiago de Chile. Con Tito, con el que vamos a cumplir 22 años juntos, elegimos la salud mental. Para darles una idea, hace un rato me hubieran encontrado preparando una ensalada de rúcula y radicheta de la quinta", cuenta Charré.
Durante varios años, la pareja tuvo un puesto permanente en la feria de Villa General Belgrano, donde hacían artesanías, muñecos, títeres y juguetes. También hicieron funciones en Villa General Belgrano o Santa Rosa de Calamuchita.
"En los últimos años llevamos una vida muy simple, muy tranquila, como corresponde a dos personas mayores, aunque la viejecita también se manda sus lindas burradas, moviendo ramas, buscando leña para la salamandra, cavando zanjas. En casa tenemos una perra, un perro y una gata cazadora. Y es un refugio de pájaros. Hay dos comederos y un bebedero. Me levanto a las siete de la mañana, pongo el agua para el café y salgo al parque a ponerles comida a los pájaros. Les silbo para avisarles que ya está y empiezan a bajar todos, los zorzales, los cacholotes, los carpinteros, los jilgueros, los tordos. Somos gasoleros, cocinamos muy bien los dos, nuestras necesidades son otras, es absolutamente una elección de vida, una vida mucho más simple, menos complicada. Nos gusta la paz y el silencio", describe.
–¿Y cómo va la quinta?
–Este invierno estuvo más duro, muy, muy frío, entonces la dejamos un poco abandonada y ahora estamos retomando con todo lo de primavera verano: ajíes, tomates, rúcula, lechuga, perejil, rabanitos, zanahoria, estamos viendo de conseguir semillas de maíz. Y además están los frutales: hay duraznos, damascos, ciruelos, un nogal enorme que todos los años nos da bolsas de nueces, hay cuatro moreras. Hacemos dulces y licores. Y cuando me traen leche de vaca ordeñada, también hago dulce de leche con chocolate y nueces. Creo que tardo más en publicarlo que en venderlo. Es una locura.
–¿Cómo empezaste con la ventriloquia?
–Crecí en Tigre en estado semi silvestre, vivía a la vuelta del Tigre Hotel, y, gracias a Dios, nunca me terminé de civilizar del todo, por eso acá soy feliz. En medio de todo eso, de muy chica descubrí que tenía algo en la garganta que los demás no, y me permitía hacer extraños sonidos desde la laringe. La capacidad de silbar, aullar, maullar desde la garganta. Técnicamente estoy fuera de categoría en la ventriloquia, porque la ventriloquia es una técnica que se puede aprender y esta capacidad es absolutamente espontánea y natural, estaba ahí. Después la vida me hizo titiritera y, sumado a mi capacidad para crear personajes, una día hice la primera perra, que fue Wendy.
–¿Y cómo nació Alfonso?
–Un día me encontré a José de Zer por la calle, y me dijo: "Loca, que hacés que no tenés trabajo, andate a Canal 7 que esta un amigo mío. Así que pedí la entrevista y me fui. Me conectaron con un productor de un infantil que estaba por salir al aire y me pidieron si podía hacer un perro nuevo. En ese entonces yo era una mamá sola con una hija en cada mano, y la única plata que tenía en mi casa era la de la cuenta de la luz. Dije: "Si Dios quiere, este perro me va a dar para muchas cuentas de luz". Entonces fui a Once, compré el material, a la semana me aparecí con Alfonso recién nacido y me hicieron el contrato. Así empezó Telejuegos. El primer programa se grabó el 1° de enero de 1982. No había nadie en el canal, sólo botellas de champagne tiradas por los pasillos. El programa lo conducíamos con Claudia Cherasco, y, en una semana, Alfonso era recontra famoso.
–¿Conservás al Alfonso original?
–No, porque por el tipo de material que tiene, después de pasar por muchas manitos, muchos besos, muchas limpiezas, se deteriora. Entonces, cada tanto, tengo que hacer un Alfonso nuevo y el alma transmigra a ese nuevo cuerpo. Es un perro Fénix. Lo último que hicimos juntos fue una función hace dos años en el Paseo La Plaza cuando, por segunda vez, me dieron el premio a la trayectoria en el Círculo de Ventrílocuos Argentinos.
–¿Fuiste la primera ventrílocua del país?
–Ahora somos más. Hay una ventrílocua que es Loli Gontero y trabaja con un duende, además es cuentacuentos, cantante y compositora, es excelente. Al comienzo éramos muy pocas, porque siempre fue considerada una actividad de cabaret, una cosa de hombres, de zafadurías. Pero cuando empecé era la única. La mayor innovación fue que hacía ventriloquía infantil.
–¿Qué mirada tenés sobre los programas infantiles de la TV en la actualidad?
–Me preocupa la televisión infantil, porque según los productores, parece ser que a los chicos sólo les interesa cantar, bailar, saltar y una señorita vestida de colores que les habla como si fueran todos retrasados mentales. Les hablan, como diría Mafalda, en muy chiquito. "¿Ay, a qué salita vas? ¿Vas a jardincito? ¿Cuántos añitos?".
–¿Te gustaría volver a la tele?
–Aquellos chicos y nenas que nos veían nos piden, por favor, que hagamos algo. Con Elvira Romei, incluso, teníamos una entrevista en Canal 7 el 14 de abril. Me habían pedido que fuera con Alfonso y entonces apareció la pandemia. Quedé en stand by, todo supeditado a lo que ocurra con la pandemia, a no jugarte la vida en la patriada tampoco. Volvería a la tele, siempre y cuando no tenga que mudarme a Buenos Aires. Si se pudiera hacer con Elvira allá y yo acá sería fantástico. Esto es un paraíso para mostrar, cómo no compartirlo.
–Chasman fue uno de tus principales referentes. ¿Llegaste a conocerlo personalmente?
–Sí, ese encuentro fue precisamente el día que fui a Canal 7 por primera vez, con Alfonso en brazos. Al pasar por la confitería de ATC, Chasman estaba sentado en una mesa. Cuando me vio se levantó, vino hacia mí a ver qué era lo que tenía, me dijo que no lo podía creer, me felicitó y me dio su tarjeta. "Para lo que necesites, contá conmigo", me dijo. La tarjeta está en un marquito.
–¿Que te gustaría decirle a los chicos y chicas que te seguían en Telejuegos?
–Que nunca dejen de soñar.
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