El actor, de notable trayectoria, brilla en Mar del Plata con la comedia La divina familia mientras se prepara para volver a filmar junto a Luis Ortega y realizar su segundo largometraje como director
- 8 minutos de lectura'
MAR DEL PLATA (enviado especial). -Enrique Liporace es una de las gratas sorpresas del verano marplatense. Luego de varios años sin subirse a un escenario -lo último que hizo fue Más respecto que soy tu madre, junto a Antonio Gasalla- el actor aceptó formar parte de La divina familia, comedia costumbrista escrita por Ismael “Paco” Hase, que se representa en la sala Enrique Carreras y cuyo elenco está encabezado por Viviana Saccone, Fabián Vena, Héctor Calori, Pablo Sorensen y Kity Loccane, con dirección de Roberto Antier.
“Esta obra significa mi vuelta al teatro porque había ensayado algunos materiales con amigos, pero quedaron paralizados. Fue muy gratificante que me llamara el productor Aldo Funes, un hombre que apuesta al teatro de toda la vida, así que me pareció muy linda patriada aceptar la propuesta”.
-La pieza apela la esencia de lo familiar en el contexto de ciertos apremios económicos.
-La obra tiene reminiscencias del costumbrismo argentino, del grotesco. Es muy interesante lo que plantea, donde todo gira en torno a qué hacer con un perro.
Liporace interpreta al abuelo de una familia que se ve en la disyuntiva de decidir con quién dejar a su mascota ante la invitación de viajar a Mar del Plata para conocer el mar y disfrutar de unas vacaciones. “Es muy interesante la pieza, además, el autor “Paco” Hase me había dirigido en otros espectáculos, así que se daba todo para aceptar”.
Tiene 30.000 seguidores en sus redes sociales, gracias a una cuenta que él no abrió, pero a la que le generará contenidos: “Me di cuenta que me sigue mucha gente”, se sorprende, pero reconoce que se siente “muy querido por el público y por el medio, algo que es muy difícil”.
La vuelta de Liporace al escenario tiene un sabor reivindicativo, ya que el actor se vio seriamente afectado por los efectos que le causó en su físico la segunda dosis de la vacuna contra el Covid que se aplicó durante la pandemia: “Me paralizó y me quitó vista”. Ya estudiado el caso, los médicos le recomendaron que solo se inocule la fórmula de uno de los laboratorios que ofrecen esta medicina, que no le traerá efectos adversos.
Más allá del escollo en su salud, buena parte de la pandemia la vivió hospedado en una casa del Tigre, donde compartió semanas enteras con amigos y su esposa, con quien comparte la vida desde hace tres décadas. “Nos rebuscamos la vida de manera colectiva, nos fue bastante bien, dentro de la malaria”.
-Lleva una carrera extensa, pero, a veces, los artistas no se manejan bien con el dinero. Usted, ¿pudo ahorrar?
-No he sido muy gastador, pero sí he invertido mucho dinero en viajes, durante mucho tiempo, me iba todos los años a Europa. Más allá de eso, fui bastante cauto.
-La carrera del actor está atravesada por los altibajos.
-Te pasás temporadas abarrotado de trabajo y tenés que rechazar muchas propuestas por falta de tiempo. A uno lo llaman cuando está trabajando, pero hay otras épocas donde el teléfono no suena tanto.
En ese vaivén de tiempos de abundancia y otros de menos recursos, las sorpresas también forman parte del trajín. “Hace poco estaba tomando un café con un amigo y justo pasó por ese bar Luis Ortega, quien me comentó que estaba por llamarme para su próxima película, ´estoy con fotos tuyas en las manos´, me dijo”. Ese nuevo proyecto será un film sobre la mafia en el mundo del turf y que posiblemente se llame El jockey. Con Ortega ya trabajó en la serie Historia de un clan, sobre la familia Puccio, donde interpretó al personaje que buscaba traicionar a los secuestradores para quedarse con un botín.
Más respeto
Durante las extensas temporadas en las que formó parte de la obra Más respeto que soy tu madre, el éxito lo acompañó. “No necesitábamos hacer publicidad, la sala se llenaba sola”, recuerda sobre la comedia que también pisó suelo uruguayo.
-Claudia Lapacó no pasó buenos momentos en esa compañía, debido a sus diferencias con Antonio Gasalla. ¿A usted cómo le fue?
-Yo lo pasé bien, aunque Antonio es un tipo muy especial pero, como me sucedió en toda mi carrera, no tuve ningún enfrentamiento con nadie. Siempre fui de meterme en lo mío, encerrarme en mi camarín y luego subir al escenario, nunca me metí en los corrillos de los pasillos. Soy un trabajador del teatro y estoy muy feliz con mi profesión. Lo único que hago es trabajar.
Camino al andar
“Cuando comencé manejaba mi arte con conocimientos elementales, pero tuve la suerte, una varita mágica que me tocó porque, siendo muy jovencito, mientras realizaba una temporada en el teatro Sarmiento, golpeó a mi puerta un señor al que no conocía y se llamaba Torre Nilsson”.
Liporace comienza a desgranar ese anecdotario que construyó desde su debut. Leopoldo Torre Nilsson, que solía recorrer las salas porteñas en busca de nuevos talentos, no dudó en acercarse al camarín que ocupaba el actor. “Lo primero que pensé fue que se trataba de una broma del asistente, pero del otro lado de la puerta una voz me dijo ´soy Torre Nilsson´, así que abrí y me lo encontré”.
Ahí mismo, el director de clásicos como Boquitas pintadas, le dijo que estaba buscando nuevos nombres para sus próximos materiales y elogió sus cualidades interpretativas. “Me dijo que era un buen actor”, reconoce Liporace, con tono bajito, con cierto pudor, y agrega que “se dio una incipiente amistad”.
-La actitud de Torre Nilsson de acercarse al camarín de un jovencito que comenzaba su carrera habla de su humildad.
-Era impresionante, recorría los teatros para estar al tanto de todo, lo hacía acompañado por un asistente que se llamaba Luna, con quien también solía aparecerse en los ensayos.
Todo sucedió muy rápido y la admiración de Torre Nilsson por Liporace lo llevó a incorporarlo en el staff de La terraza, film protagonizado por Graciela Borges. Luego, cuando el director firma un contrato con Columbia, participa en el elenco de El ojo que espía, basado en un material de Beatriz Guido, la gran escritora esposa de Torre Nilsson. En este material, Liporace compartió la labor con Janet Margolin y Stathis Giallelis. Ambas películas marcaron el ingreso, por la puerta grande, del actor al mundo del cine.
“Fue mágico, es algo que te puede tocar en la vida muy cada tanto”, reflexiona y se ríe, mientras bucea y se enorgullece de ese pasado que fue construyendo su recorrido intachable, nutrida, que lo convirtió en una de las caras más populares durante varias décadas. Acomodado en una de las butacas de la sala vacía y con el telón descorrido que permite husmear en la escenografía, Liporace se zambulle como quien abre una caja cerrada durante mucho tiempo en busca de aquella fotografía o aquel souvenir que recordará tiempos pasados.
-¿Cómo ve al medio artístico?
-Empobrecido, hoy no hay una sola ficción argentina en la televisión abierta, es un momento muy especial. Antes nuestras novelas se vendían en el exterior, pero todo cambió.
En plan de pensar una televisión más agradecida con los actores, recuerda Ella, la gata, tira de 1967, que protagonizó junto a Marta González. “Los médicos me decían que, a la hora en la que salía al aire, se quedaban sin pacientes femeninas”.
Con una extensa y nutrida trayectoria sobre sus espaldas, tanto en televisión como en teatro y cine, sigue soñando sin claudicar a las nuevas ideas: “Este año quiero dirigir una película que se llamará De mi linda Buenos Aires, un documental ficcionado con hechos raros que han sucedido en la Argentina”. El material incluirá acontecimientos inusuales como el faenamiento de un animal en plena calle, luego de un accidente del camión que lo transportaba. “Hay una cantidad muy importante de sucesos insólitos”.
Hace dos décadas rodó La cola, su ópera prima como director, film de ficción que narra el mundo de los gestores y de aquellas personas a las que les pagan para hacer las filas interminables de los tan engorrosos y burocráticos trámites de la más diversa índole. “Ser colero es una profesión que no existe en ningún lugar del mundo. Por ejemplo, mostramos lo que sucede, cada 7 de agosto, en la cola de San Cayetano”.
-¿Tuvo hijos?
-No, lamentablemente no soy padre.
Hoy, Enrique Liporace disfruta del éxito de la comedia La divina familia y aprovecha las tardes para pasear junto a su pareja. Honra sus 81 años y no deja de crear, de pensar en nuevos proyectos, de apostar a la vida siempre: “Es una necesidad”.
Más notas de ¿Qué es de la vida de...?
Más leídas de Personajes
"Destruido para siempre". La contundente respuesta de Pampita a García Moritán y el nuevo paso que dio en su relación con Martín Pepa
La salud del periodista. El motivo por el que Jorge Lanata aún no pudo ser trasladado a la clínica de rehabilitación
Cher, íntima. Su niñez en un orfanato, la tortuosa vida con Sonny Bono y la infidelidad que la liberó de su prisión
"Tengo una nueva reunión". Massaccesi define su futuro, tras la salida de Lapegüe de TN, y Nelson Castro le pone un punto final a los rumores