El británico de 41 años alcanzó la fama como actor con la adaptación de Joe Wright de la novela de Jane Austen, pero ahora ejerce otra profesión
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Cálido, algo ingenuo, dulce, reservado. Así describió Jane Austen en Orgullo y prejuicio a Charles Bingley, ese eterno enamorado de Jane Bennet, de quien se distancia persuadido por los preconceptos que su confidente y gran amigo Fitzwilliam Darcy tenía de ella y su familia. Eventualmente, ambos encuentran el camino de regreso, como Darcy y Elizabeth. El amor se impuso al cotilleo.
Cálido, algo ingenuo, dulce, reservado. Así percibió el director Joe Wright al actor británico Simon Woods cuando le ofreció el rol de Charles en su ópera prima. El joven, quien solo había actuado en pocos episodios de series televisivas encontró, en 2005, el vehículo ideal para lucirse. Había un solo problema: no era algo que quisiera tanto. Woods había estudiado Literatura en la Universidad Eton y la oferta de formar parte de un gran elenco lo tentó, pero la aceptó casi por obligación, como él mismo declararía posteriormente. “Terminé siendo actor por accidente”, diría.
“Estaba actuando, pero ni siquiera con el anhelo de hacerlo”, contó recientemente, en diálogo con revista Vogue. De hecho, detestó el momento en que debió teñir su cabello de pelirrojo para hacerle justicia al cándido personaje. Era su gran debut, pero no pudo aprovecharlo. El escenario se repetiría con Starter for 10, Penelope y Sunny and the Elephant, su última película, estrenada en 2008. En tres años, su carrera como actor se esfumaba y Woods lo venía palpitando cada vez que pisaba un set. “Recuerdo un día en que intenté pedirle a un guionista que modifique una escena en la que mi personaje se desahogaba. Nadie se interesó por mi perspectiva, entonces pensé: ‘qué lindo sería estar con los guionistas, juntarme con escritores’. En cada rodaje me la pasaba detrás de cámara entre toma y toma, haciéndole preguntas a todo el mundo”, reveló.
Mientras Woods dudaba respecto de qué camino seguir en lo profesional, su vida personal era un espejo de lo que ocurría con su trabajo: se sentía abrumado, indeciso, sin rumbo, y así se lo hizo saber a su novia: la actriz Rosamund Pike.
Enamorado fuera del set, separado en el rodaje
Woods conoció a la actriz de Descuida, yo te cuido en la universidad y comenzó una relación con ella de inmediato. Pike se mostraba ávida por construir una carrera sólida como actriz y en 2000 ya protagonizaba obras como Todos eran mis hijos de Arthur Miller y Skylight de David Hare. Su pareja, aunque manifestaba un deseo por habitar el mundo teatral, todavía no estaba seguro de hacia dónde quería ir. Sin embargo, dos años después, se le presentó una certeza que no pudo -ni quiso- eludir: se sentía atraído también por los hombres y no podía ocultárselo a Pike, de quien se separó ese mismo año. Su entonces novia lo comprendió y ambos terminaron forjando una entrañable amistad.
Cinco años más tarde, se reencontraron en el lugar menos pensado: justamente en el rodaje de Orgullo y prejuicio, donde formaban esa querida pareja concebida por Austen. No solo no había incomodidad entre ellos, sino que a posteriori compartirían muchos eventos, respetando siempre el código de no hablar con la prensa sobre la vida del otro. Pike luego sufrió un desamor con Wright, director del film, y Woods comenzó una relación con un escultor que no prosperó, antes de salir con la reconocida actriz de Vicky, Cristina, Barcelona, Rebecca Hall. Ese vínculo también fue efímero. Nuevamente, la estabilidad de Woods tambaleaba. El cambio se produjo cuando conoció a una mujer y a un hombre que, desde distintos lugares, lo apoyaron en su máximo sueño: ser escritor.
2008, el año en que pateó el tablero
Woods ya no quería actuar. Lo sabía. Solo tenía que dar el paso. En ese proceso se hizo muy amigo de Chelsea Clinton, hija del expresidente de los Estados Unidos Bill Clinton y la excandidata a la presidencia Hilary, a quien conoció en Oxford. “Había una calidez, una empatía en su vida privada que quizá no se notaba en público, así que decidí colaborar con su mamá posteriormente en sus campañas, en cierto modo me resultaba ridículo ser el británico que estaba en Texas golpeando las puertas de las casas de la gente, pero eso terminó siendo una experiencia reveladora. Me enseñó mucho sobre el proceso político, sobre los golpes que recibís cuando te exponés, me dio una satisfacción que mi trabajo como actor jamás me había dado”, declaró en The Huffington Post sobre su ayuda en la primera carrera a la presidencia de Hilary. Ese mismo año, la vida lo cruzó con Christopher Bailey, diseñador y exdirector ejecutivo de la firma Burberry.
"Estaba actuando, pero ni siquiera con el anhelo de hacerlo"
“Tuvimos una extensa, maravillosa cena y ese fue el comienzo de todo”, recordó. Tres años más tarde, se casaron en Chelsea, Londres, y luego llegaron sus hijas, Iris y Nell. Todo se estaba ordenando en la vida de Woods y el tiempo que pasó con las pequeñas le abrió los ojos. “Ser padre me generó miedo por la enorme responsabilidad que conlleva, pero al mismo tiempo un gran deseo de ver a mis hijas crecer y ser felices con sus vidas y sus proyectos; eso me inspiró a escribir los primeros borradores”, contó. Woods estaba aludiendo a los bocetos de Hansard, la obra que escribió en su casa mientras criaba con Bailey a sus hijas.
“Fue complejo ponerme a escribir cuando Iris y Nell eran muy chiquitas, pero tenía que hacerlo”, remarcó. Eventualmente, la obra se presentaría en el teatro Lyttelton de Londres, con la dirección de Simon Goodwin y con la temática política que venía barajando desde que pasó un largo tiempo con la familia Clinton. ¿El próximo paso? Salir de la ciudad.
Una nueva vida
Así como él había pateado el tablero en 2008, su marido lo hizo una década más tarde, al dejar Burberry, firma en la que estuvo 17 años. “Fue una decisión que tomó con mucha alegría porque sabía qué quería hacer con su vida: pasar más tiempos con sus hijas”, contó Woods. De esta manera, mutaba la dinámica familiar. El matrimonio compró una casa de campo, donde se radicó tras muchos años en la ciudad. Allí, Bailey empezó a disfrutar de que el reloj no lo corriera y Woods, por el contrario, empezó a escribir una nueva obra, y a trabajar en dos proyectos que siguen en desarrollo: un film para la BBC y una serie televisiva. “De todos modos, no era que nos estábamos turnando, o que yo estaba encadenado a la casa mientras Christopher trabajaba”, bromeó.
Por tratarse de un joven que no quería actuar, Woods interpretó a Mr. Bingley de manera perfecta. Aunque ese efímero paso por el mundo del cine nos privó de otras interpretaciones, al dramaturgo le enseñó qué era lo que realmente amaba. Nunca se trató de estar delante de las cámaras. Siempre se trató de observar desde afuera, como buen escritor.
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