Qué es de la vida de Simón Pestana, el actor venezolano de Chiquititas que tuvo un sueño premonitorio y casi no llega a nuestro país
Llegó en 1996 después de un vuelo traumático para sumarse a la ficción de Telefe y se quedó una temporada más para protagonizar Amor sagrado con Grecia Colmenares; sus días en Buenos Aires, su hija argentina y cómo es su vida hoy
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Simón Pestana tiene todavía un hermoso recuerdo de su paso por nuestro país, hace ya 28 años, cuando fue parte de Chiquititas, la exitosa tira que emitía Telefe. Y se jacta de tener una hija porteña que nació precisamente en 1996, cuando la familia se estaba adaptando a una nueva vida. Tanto le gustó que se quedó un año más, para protagonizar Amor sagrado, junto a Grecia Colmenares. Los últimos años fueron difíciles para el actor venezolano porque sus dos padres fallecieron durante la pandemia, con diez días de diferencia. “Mi madre ya tenía un problema del corazón, y mi padre tuvo Covid y se entregó. Jamás se había enfermado, pero estaba triste porque había muerto mi madre y quería irse con ella. Fue muy duro”, cuenta Pestana, visiblemente emocionado.
Ahora estrena en Caracas, Venezuela, el unipersonal El vaso, del dramaturgo argentino Feravel y tiene intenciones de traerlo a Buenos Aires, el año próximo. En una charla con LA NACION, Pestana rememora su experiencia en nuestro país, cuenta una anécdota pavorosa que experimentó en el vuelo que lo trajo a la Argentina, repasa un sueño premonitorio y habla de sus comienzos y de su familia.
-¿Cómo se dio la oportunidad de trabajar en la Argentina?
-Hice la novela Pura sangre para RCTV (Radio Caracas Televisión) y viajé a los Estados Unidos a promocionarla, porque iba a emitirla Telemundo. Y allí conocí a Estela Martelotto, que era productora de Chiquititas, y a Agustina Cherri, que había ido también. Conversamos mucho y Estela me dijo que buscaban un actor de mis características. Me invitó a ser parte de una nueva temporada y me encantó la idea. Así fue, y al poco tiempo me mudé a Buenos Aires, en 1996. Me pasó algo curioso en el vuelo.
-¿Qué te pasó?
-En el avión en el que iba había viajado el Papa de Venezuela a Italia, con la línea aérea Viasa, en ese entonces. Ese mismo avión voló luego a la Argentina y, a mitad de camino, las azafatas pidieron que nos quitáramos lo zapatos y nos pusiéramos los chalecos salvavidas. Yo iba con quien era mi esposa en ese momento, que estaba embarazada de cuatro meses. Pensábamos que el avión se iba a caer en el Amazonas. Iba rápido para abajo y le pedía a Dios que nos salvara. De repente, el avión aterrizó forzosamente en Manaos (Brasil), se abrieron las puertas y nos pidieron que saltáramos, porque el avión iba a explotar. Saltamos todos y corrimos por la pista, era un caos. Resulta que había una amenaza de bomba. Me dijeron que encontraron una bomba y que la desactivaron. Pudimos viajar recién al otro día. Fue duro.
-Llegaste trastabillando a Buenos Aires, ¿cómo fue la experiencia después?
-Llegué un día tarde, ya para grabar. En el primer capítulo tenía 36 escenas y no había leído ni los libretos. Los primeros días nos quedamos en un hotel que, casualmente, se llamaba Pestana. Estudié hasta la madrugada y a las 8 de la mañana del otro día estaba grabando. Todo el elenco me aplaudió y fue muy emotivo. Un buen inicio. Recuerdo mucho a Romina Yan y sentí muchísimo su partida. Era muy querida por todos. Fue muy bonito trabajar en Telefe. Me decían que hablaba como un porteño de antes. Mis padres hablaban muy bonito el español, aunque eran de Caracas, y quizá aprendí de allí.
-¿Aquí nació una de tus hijas?
-Sí. Mariana, mi hija menor, es porteña. Yo tuve un sueño premonitorio porque un día antes de conocer a Estela Martelotto, en los Estados Unidos, soñé que volaba por Buenos Aires, y no conocía la ciudad (risas). Pero levitaba por las calles de Buenos Aires. Tengo recuerdos hermosos. La gente es maravillosa, tienen profesionales excepcionales y no tengo más que agradecer. Cuando estaba terminando Chiquititas, Grecia Colmenares me dijo que iba a hacer una novela con Jorge Martínez, Amor sagrado, y que querían que yo estuviera. A los pocos días me crucé también con Andrea del Boca, a quien amamos desde que hacía Pinina, porque Andrea es un ícono en Venezuela. Así que era un sueño trabajar con ella y, para mi sorpresa, me dijo que le gustaría que hablara con su papá Nicolás para hacer una novela juntos. Yo no lo podía creer y hubiese sido un sueño hecho realidad, pero ya me había comprometido con Grecia. Le dije que era un honor que me diera esa posibilidad, fui, saludé a todos, pero no pude aceptar. Y ya nunca se dio volver a tener la posibilidad de trabajar con Andrea porque tuve que volver a Venezuela por cuestiones personales.
-¿De familia?
-Mi vida privada cambió un poco. La madre de mi hija quería volverse a Miami, adonde estaba la familia de ella, que es cubana. Y perdí la posibilidad de seguir trabajando en la Argentina. Yo ya venía de una separación y esto me movió el piso. Mi hija mayor, Paula, también estuvo en Argentina visitándome. Y pensé en ella, en lo que sufren los niños con los padres separados y no quise vivir otra vez esa situación. De todas maneras, nos separamos y regresé a Venezuela. Me parecía que Argentina estaba demasiado lejos y ya tenía a mis dos hijas. Nunca volví a Buenos Aires y me gustaría ir a hacer mi unipersonal y un espectáculo musical sobre Carlos Gardel, porque me quedé prendado de vuestro país.
-¿Hoy estás en pareja?
-Digamos que estoy compartiendo con una pareja, Chuma Parra. Ella hacía teatro, pero lo ha dejado por el momento y trabaja en asistencia legal. No quiero decir nada más porque llevamos años juntos, pero estamos ahora en una situación un poco difícil. Mi hija Paula, de mi primer matrimonio, vive en Londres. Es comunicadora social, pero se dedica a la música y ya editó un primer álbum. Y Mariana, de mi segundo matrimonio, vive en Miami y trabaja en producción de espectáculos, con su mamá. En diciembre voy a visitar a mi hija mayor y ojalá pueda viajar Mariana también, porque hace años que no nos vemos todos.
-¿Te gustaría volver a nuestro país?
-Me encantaría. La idea es llevar El vaso, unipersonal del que voy a hacer dos funciones en el Teatro Chacaito de Caracas, el 1 y 2 de diciembre. La obra me atrapó y conmovió desde el primer momento que la leí por el avasallante mundo interno del personaje de la historia, su fuerza y expresividad. Recibí este monólogo de manos de su propio autor, el extraordinario dramaturgo argentino Feravel, y lo considero una obra de arte para ser interpretada con el alma, porque nos lleva desde la más simple, cruda y agobiante realidad hasta la poesía, el amor propio y sublimes verdades. Hoy después de haber vivido duros pasajes tanto personales como de nuestra reciente historia, se acrecentó en mi la necesidad de buscar ese espacio esencial y existencial para expresarme. Y también me gustaría llevar a Buenos Aires un espectáculo que ya hicimos en Venezuela y es un homenaje a Gardel y al tango, Gardel vivito y tangueando, de Franklin Tobar.
-¿Cómo decidiste ser actor?
-A los 8 años mi papá me llevaba a un lugar que se llamaba El gaucho y proyectaban películas de Gardel. Yo creo que de ahí viene mi afecto al tango y a la Argentina. Y a mi mamá le encantaba la música y en casa se escuchaba de todo. Había también mucha ensoñación. Ya desde niño me llamó la atención la actuación, porque la vi como un medio para expresarme y decir las cosas que estaban bien o mal sin que la gente dijera nada. A los 9 años mi papá me llevó a ver una obra que se llamaba El prestamista, con un actor chileno, y veía cómo la gente le hacía tanto caso a esa persona y reían y lloraban. Y yo quería ser como ese señor que estaba allí. Creo que en ese momento comenzó todo. Hice actos en la escuela hasta que de adolescente mi hermana me llevó a un grupo de teatro en Maracaibo y ya seguí. Estudié Bellas Artes e hice varias obras en Maracaibo. Luego comencé a hacer castings y quedé en una novela que se llamó Aprender a vivir, de corte juvenil, y luego Alonso e Isabel, sobre la conquista. En Venezuela todo está centralizado en Caracas, por eso me mudé con la intención de vivir de la actuación, especialmente de la televisión, porque el teatro no da para vivir. La primera producción en la que quedé fue la novela Fabiola, en 1989. Pero antes hice un pequeño papel en una novela de Carlos Mata que se llamaba Señora. Hacía de un médico residente y me gustó mucho. La industria de la televisión me pareció una locura. La novela tuvo mucho éxito y luego vinieron muchas otras novelas.
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