El actor de 85 años se encuentra en un capítulo muy diferente de su vida y confiesa que le tiene pánico a la muerte
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En los últimos años, Robert Redford comenzó a mostrarse dubitativo respecto a qué iba a hacer con su vida. El conflicto surgió cuando, tras finalizar los rodajes de las películas Nosotros en la noche, de Ritesh Batra, y Un ladrón con estilo, de David Lowery, una de las figuras más rutilantes de la industria, el hombre que nos entregó interpretaciones memorables en Descalzos en el parque, Butch Cassidy and the Sundance Kid, El golpe, Nuestros años felices y Todos los hombres del presidente -además de dirigir films como Gente como uno y El río de la vida-, sintió una suerte de quiebre.
Si bien hizo un cameo en 2019 en Avengers: Endgame, la idea de pisar un set le generaba una sorprendente sensación de intraquilidad, como si todo aquello que lo subyugaba desde que comenzó a actuar en 1960 hubiese empezado a perder el brillo.
El propio Redford lo contó en una entrevista con su nieto Dylan, en la que confesó que la interpretación de diversos roles lo estaba “cansando”, y que prefería dirigir otro film o bien pasar más tiempo en familia. “Si bien entiendo que no hay que decir ‘nunca’, siempre termino llegando a la conclusión de que no quiero seguir actuando”, declaró en diálogo con Entertainment Weekly. “Vengo haciendo esto desde que tengo 21 años y un día pensé: ‘Bueno, basta, es suficiente’, y sabía que tenía que alejarme de una manera positiva”, apuntó.
Tiempo después, se desdijo cuando habló con el portal Variety en 2018 y reconoció que afirmar de manera contundente que abandonaba la interpretación había sido “un error” y que, cuando lo hiciera, no iba a anunciarlo. “Cuando pase, lo haré en silencio, no hablaré del tema, pienso que suscita una atención equivocada”, expresó. Y así fue. Luego de su participación en el largometraje de los hermanos Joe y Anthony Russo, Redford no volvió a un set (solo puso la voz para el film Omniboat: A Fast Boat Fantasia) ni contempló la idea de hacerlo. “Me gustaría mantener el misterio, así que cuando me vuelvan a preguntar si voy a dejar de actuar, yo dejaré de responder”, manifestó tajante.
Cada vez más lejos de Sundance
Cuando en 1978 se inauguró el entonces U. S. Film Festival de Utah con el apoyo de Redford a las producciones independientes, nació un verdadero fenómeno, una vidriera para cineastas desconocidos, un espacio para que los distribuidores pudieran ver largometrajes que de lo contrario hubiesen permanecido en la periferia. Ese escenario pasó a denominarse, en 1991, Festival de Cine de Sundance y con el paso del tiempo se convirtió en un hot spot para los realizadores que se reunían en un resort cerca de la ciudad de Provo, con las montañas como un marco casi idílico para disfrutar del cine.
Todos los años, Redford aparecía religiosamente para brindar una conferencia de prensa en el primer día de una nueva edición del festival, hasta que dejó de hacerlo luego de 34 años de asistencia perfecta. En enero de 2019 se limitó a decir que le llegó la hora de “ir hacia un lugar diferente” y añadió, con un dejo de nostalgia por el camino recorrido: “El festival ya no necesita presentación, así que ahora podré concentrarme en ver las películas”. En un punto, era cierto. Sundance hace tiempo que tiene vuelo propio. De todos modos, las palabras de Redford sonaban algo taciturnas al vincularlas con las de su retiro.
“Me perdí muchas cosas estos años, y ahora me gustaría pasar más tiempo con los directores que vienen al festival, ver sus trabajos, ser parte de su comunidad. El festival ya funciona solo, lo cual me alegra mucho y estoy muy agradecido por eso”, expresó en la conferencia sobre la que informó el portal IndieWire. Ese mismo año, regresó a trabajar para su productora, Wildwood Enterprises, Inc, y fue el productor ejecutivo del drama The Mustang, la ópera prima de la actriz francesa Laure de Clermont-Tonnerre.
Redford había dicho que extrañaba las charlas con los directores que buscaban ser vistos y en eso mismo se enfocó. De esta manera, regresaba a las raíces de Sundance, cuando el objetivo era conectar a la audiencia con producciones innovadoras. Ya no le importaba dar grandes discursos y por eso se volvió más reservado, si bien no dejó de apoyar a colegas en diversos eventos.
La muerte de su hijo en pandemia, el golpe más duro
Su vida dio un vuelco hace poco menos de dos años. El 16 de octubre de 2020 moría a los 58 años James Redford, activista, director e hijo de Redford, fruto de su matrimonio con Lola Van Wagenen -con quien el actor perdió a otro hijo, Scott, cuando el pequeño tenía tan solo dos meses y medio: sufrió una muerte súbita-, como consecuencia de un cáncer de hígado. “El dolor que sentimos no puede medirse, Jamie era un hijo, esposo y padre muy amoroso. Su legado sigue vivo en sus hijos, en su arte, en su cine, en su pasión por cuidar el medio ambiente”, comunicó entonces Cindi Berger, la publicista de Redford, quien volvió a ser azotado por la tragedia.
El actor y realizador tenía un lazo muy especial con su tercer hijo, tanto así que fundó junto a él The Redford Center en 2005 para realizar films que pudieran “acelerar la justicia respecto a lo que sucede con el medio ambiente y el cambio climático” y “encontrar soluciones y reparar los daños que estamos viendo”. Watershed, Toxic Hot Seat y Playing for Keeps fueron tan solo algunos de los trabajos que James dirigió.
Asimismo, realizó un film protagonizada por su hijo Dylan, The Big Picture, que pone el foco en la dislexia, y además The Kindness of Strangers, un documental sobre cómo funciona la lista de espera para recibir órganos, algo que él vivió en carne propia cuando le fueron trasplantados dos hígados para sobrevivir a la colangitis esclerosante que le fue diagnosticada a los 25 años.
La muerte de su hijo no hizo más que reforzar la necesidad de Redford de alejarse de los flashes y, en plena cuarentena, sus prioridades se le empezaron a presentar con una claridad cada vez mayor.
Pintando, escalando y disfrutando de Utah
En la actualidad, Redford, a sus 85 años, se encuentra viviendo lo que él denomina “una existencia plena y feliz” en su residencia de Utah, junto a su esposa, la pintora alemana Sibylle Szaggars, a quien conoció en Sundance en 1996 y con quien se casó en 2009. Fue ella quien alimentó las ganas del actor por a incursionar en la pintura y considerarla una carrera.
“Soy una persona muy impaciente, así que se volvía difícil filmar una película y quedarme horas sentado entre toma y toma. En este momento de mi vida me da mayor satisfacción pintar porque no dependo de nadie, estoy solo, dependo de mí, siempre me consideré más un artista visual que un actor, así que es como volver al principio, en ese lugar estoy ahora”, declaró el actor quien, en una charla con diario EL PAÍS, habló de lo mucho que disfruta la vida al aire libre. “Me gustan las montañas, escalar, caminar, escuchar los ríos o el silencio de los bosques, el cielo abierto, el paisaje extenso, la falta de polución. Paraísos tan remotos que puedo mirar y no ver más que cielo y tierra. Lugares donde me siento feliz”.
Cuando le preguntaron si pensaba en la muerte, el actor fue más que sincero. “Probablemente. Es parte de la vida y seguro que en algún lugar de mi mente estoy aterrorizado. Es inevitable, pero puedo elegir entre vivir con miedo o seguir con mi vida y reírme de la muerte”, dijo con la claridad que siempre lo caracterizó.
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