Fue modelo, conductora, chica Tinelli. Hizo teatro y radio. Buscó su lugar por todos lados y lo encontró en el sitio menos pensado. Marina Vollmann descubrió un mundo nuevo cuando supo que su hijo mayor tenía dislexia. Investigó, sufrió, recorrió. Se involucró tanto que se convirtió en voluntaria de Disfam, la asociación que se dedica a asesorar a otras familias que pasan por lo mismo.
Linda y simpática como siempre, pero fuerte como nunca, Marina no piensa en la fama, sólo quiere ayudar. "Me cambió la vida en un cien por cien", dice.
-¿Cómo llegaste a Disfam?
-Empezó todo con mi hijo mayor. El arrancó su escolaridad en un colegio doble turno, con una cierta exigencia. Uno cree que tiene que mandar a su hijo al mejor colegio... Y en jardín empezaron a aparecer las dificultades que tenía.
-¿Qué le pasaba?
-No podía prestar atención. Se tiraba al suelo, le costaba muchísimo concentrarse, era disperso... Y el colegio exigía eso. Entonces, como toda mamá desesperada y sin saber qué hacer, lo primero que hice fue sacarlo. Ahí me encontré con estas situaciones educativas que uno no conoce cuando tiene un hijo sin problemas, pero que aparecen muy rápidamente cuando hay un conflicto. Ahí empecé a tropezarme. No tenía diagnóstico, no sabía qué le pasaba a mi hijo. Estaba mareada, aturdida. Me costó mucho, lo padecí. Empecé a batallar y a ir colegio por colegio con una carpeta... Simón pasó por tres escuelas hasta que, en tercer grado, llegó a un lugar donde lo integraron y lo contuvieron, pero todos esos años fueron tremendos.
-¿Cómo respondían los colegios?
-Me acuerdo entrar y salir de reuniones con directoras que no sé cómo tenían colegios. No sé cómo una señora tiene un colegio si en realidad odia a los chicos. Porque no sólo hay que contener al niño, también a la familia.
-En todo ese recorrido, ¿estabas trabajando al mismo tiempo?
-No. Había abierto un bar dentro de Ideas del Sur. Lo de Simón me costaba mucho y me llevaba tiempo y energía. Estaba triste, frustrada. Escuchaba cosas duras para una madre. Fue una situación muy violenta para un chico con dificultades. Como no tenía un diagnóstico, no lo aceptaban. Y era desesperante, porque no se podía quedar sin escolaridad.
-¿Quién te dijo finalmente que tu hijo era disléxico?
-Me di cuenta yo, viendo un documental de HBO, The gifts of dyslexia, que tenía que ver con adultos disléxicos. Uno era arquitecto, otro era actor... Todos exitosos. Y contaban cómo habían sufrido en la escuela. Era muy emocionante. Y me empezaron a resonar cosas que a Simón le pasaban. Puse "dislexia" en Google y empecé a investigar. Me conecté con el presidente de Disfam, con psicopedagogos... Empecé a meterme y empecé a querer ayudar. Se fue dando solo porque en realidad, yo siempre quise ayudar, pero nunca supe cómo.
-¿Vos también sos disléxica?
-Estoy segura que sí, porque mis dos hijos son disléxicos y son de diferentes padres. Y empecé a recordar gracias a ellos, cosas que me pasaban en el colegio. Me costaba escribir, me costaba concentrarme. En esa época no existía ese diagnóstico y recién ahora entiendo por qué no podía hacer ciertas cosas. Yo nunca pude leer un mapa, por ejemplo.
-¿Todo esto que atravesaste con tu hijo te alejó de tu trabajo en los medios?
-Sí, me acuerdo salir llorando de los colegios, tener que ocuparme de un montón de cosas. Simón tenía ocho años cuando nació mi segundo hijo, entonces imagínate que tenía demasiado trabajo ya. Yo sacaba a mi hijo del colegio y a la tarde siempre tenía algo: psicopedagoga, psicóloga, terapia ocupacional... Recorría colegios con una panza enorme y después, con un bebé recién nacido. Fue duro.
-Pero igual te dedicaste a ayudar...
-Me encanta. Me llaman mamás de todos lados y yo contesto siempre. Tengo una cuenta en Instagram @elcaminodeunamadre y ayudo por todo lo que no me ayudaron. En este camino, recibí mucho maltrato. No te imaginás las cosas que me decían de Simón. Acá no estás hablando de si bailaste bien o mal, estás hablando de tu hijo. Duele mucho.
-¿Siempre fuiste consciente de que tu hijo podía tener un problema?
-Al principio, no. Me parecía gracioso que no hablara o que hablara mal. Lo negaba, pero una vez que descubrí que la dislexia, si bien no se cura, se trata y se consiguen mejoras impresionantes, me dediqué a full. Es importante que los papás estén muy atentos.
-¿Los papás de tus hijos te acompañaron?
-Sí, sí, pero emocionalmente no la pasé bien. Fue una etapa difícil. Sentir que todo el mundo te cierra las puertas. Es horrible.
-¿Sentías que se te venía el mundo abajo?
-No, me hizo sacar fuerzas de donde no tenía. Yo soy una persona de mucho carácter. Empecé a trabajar con la asociación, empecé a aprender, a tener herramientas.
El voluntariado es algo que descubrí y me encanta. Ojo, la tele me dio un nombre y lo agradezco. La gente se me acerca porque me conoce
-Te redescubriste.
-Exactamente, pude elegir. Esta psicopedagoga sí, esta no...
-Te convertiste en una mujer muy diferente a la chica de la tele...
-Fue una etapa buenísima, la pasé muy bien, pero ya pasó. El voluntariado es algo que descubrí y me encanta. Ojo, la tele me dio un nombre y lo agradezco. La gente se me acerca porque me conoce. Cuando hay que conseguir cosas para la asociación, confían en mí porque saben quién soy.
-¿Tenés un buen recuerdo de tu paso por la televisión?
-Muy bueno. Siempre me sentí respetada y aún hoy estoy en contacto con muchos de ellos, desde otro lugar.
-¿Aceptarías volver?
-No, ya está para mí. Iría a la tele para hablar de estos temas, que son los que ahora me parecen importantes.
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