¿Qué es de la vida de Alma, la nena de El elegido?
En la tira de Telefe, Maite Lanata conmovió a todos y fue nominada al Martin Fierro como revelación; ahora graba series y películas
De punta en blanco, pulcra, con el pelo perfectamente lacio y una vincha. Ese era el outfit diario de Alma, la hija de Pablo Echarri y Leticia Brédice en El elegido, la novela de Telefe que fue éxito en 2011. Por ese entonces, todos se preguntan quién era esa chica que no hablaba, pero decía mucho con sus gestos y agitaba las manos cuando algo no le gustaba. Su desempeño fue tan impactante que le valió una nominación a los Martin Fierro como revelación. "Cuando me reconocían por la calle la gente me miraba y no me decía nada, le preguntaban a mi mamá si hablaba porque creían que de verdad no podía hablar", explica Maite Lanata sobre el papel que le tocó interpretar a sus 11 años.
Hoy, 6 años después, nadie la reconoce por ese personaje. En diálogo con LA NACION da su punto de vista: "Es que la imagen de Alma nunca tuvo que ver conmigo. Ella usaba vestidos, tenía el pelo lacio y se vestía de blanco. Yo tenía rulos, usaba muchos colores y vivía en jeans. Ahora con el paso del tiempo, ¡menos todavía! Me cambió bastante la cara". Eso sí, siempre tuvo pantalla: mucho cine y series. Mientras graba la segunda parte de El marginal, la serie que se emitió en la Televisión Pública y llegó a Netflix y termina la secundaria, espera el estreno de Bruja, una película que la reencontró con Leticia Brédice y con una de sus referentes en la actuación: Erica Rivas. "Volver a trabajar con Leticia estuvo re bueno, cuando la conocí la admiraba, le copiaba hasta las zapatillas -risas-, tenía un look que me encantaba. Me acuerdo que su camarín y el mío eran los únicos dos que estaban decorados y nos íbamos juntas a recorrer camarines en los descansos. Aprendí mucho, porque con ella las escenas eran geniales, improvisaba mucho y como yo no tenía letra y no le daba ningún pie, hacía textos enormes hablando sola. Con Pablo [Echarri] tenía muy buena onda también, muchas veces iba con su hija, Morena, así que jugaba con ella", recuerda.
Los comienzos
Ya desde chiquita, todos en la casa familiar sabían que Maite quería ser actriz. Con una amiga se disfrazaban, armaban guiones y montaban obras de teatro para sus padres. Era la típica que participaba de todos los actos de la escuela y desde el jardín estudiaba teatro. La primera oportunidad llegó gracias a que la mamá de una compañera era maquilladora y participaba de una publicidad, la protagonista -que era muy parecida a Maite- se enfermó, no tenían suplente y ella la recomendó. Así terminó debutando y comiendo patitas de pollo en la pantalla chica. "Mi mamá no quería saber nada, no hay artistas en mi familia, insistí y al final la hice. Luego mi coach en la publicidad era amiga de la coach de la novela y así llegué al casting. Fue muy difícil y larguísimo el proceso, lo más llamativo es que tuve que hablar mucho y finalmente el papel era sin texto. Eso fue muy loco", dice.
Para crear a Alma se entrenó durante tres meses, en los que aprendió a respirar, concentrarse y focalizar: "Las escenas en las que tenía ataques fuertes las preparábamos mucho antes porque se grababa una sola vez, salían de una. Fue muy difícil de interpretar, pero ya sabía de qué se trataba porque iba a un colegio integrador y tenía una compañera con autismo, así que saqué muchas cosas que veía en ella y también busqué muchos videos". La novela sirvió como disparador para hablar en el prime time sobre este trastorno neurológico.
Lo que viene
Con 17 años ya tiene claro lo que quiere, se acaba de anotar en la UBA para estudiar Comunicación social y en el IUNA para lograr una licenciatura en actuación. Mientras, toma clases de canto y eligió no ir de viaje de egresados con sus compañeros porque odia los boliches, asegura que está soltera y se prepara para lo que viene: "No tengo un sueño concreto en la actuación, no sé cómo será mi futuro, pero amaría dedicarme a esto, viajar mucho, ojalá la profesión me lleve a cumplir ambos deseos". Nada la detiene, hay Maite para rato.
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