Por la inclusión: Gustavo Garzón y sus hijos unidos por el teatro, en una cita especial
Los mellizos Juan y Mariano actuarán para celebrar el Día Internacional de la Discapacidad; a los 30 años, llevan una vida atravesada por el arte y visitan, cada mes, el cementerio donde descansa su madre, la recordada actriz Alicia Zanca
Mientras las sombras del atardecer ganan la partida sobre el barrio de Núñez, Gustavo Garzón se apresta a conversar sobre una experiencia que lo tiene entusiasmado. Algo nuevo en su carrera que vincula su pasión por el teatro y su compromiso en favor de la inclusión social. El domingo 3 de diciembre, con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Discapacidad, la escuela de teatro que el actor codirige con la actriz Virginia Lombardo, junto con la Fundación Movimiento Expresivo, a cargo de Belén Gómez Ortiz, presentarán en el Multiteatro el espectáculo Todos podemos, que contará con la participación de varios grupos integrados por artistas con algún tipo de discapacidad física y/o intelectual. Pero, además, su entusiasmo se multiplica porque sus propios hijos estarán sobre el escenario mostrando su arte y dando forma a una gran fiesta del teatro para celebrar el poder del hacer sin limitaciones.
La banda Alegría
Gustavo Garzón es padre de cuatro hijos. Los mellizos Mariano y Juan, y Tamara son fruto de su relación con la actriz Alicia Zanca, fallecida en 2012. La familia se completa con Joaquín, el hijo menor que el actor tuvo con otra pareja. Todos están vinculados de alguna manera al arte. Los mellizos, con síndrome de down, tienen 30 años y han heredado la vocación de sus padres. Ellos, junto a otros compañeros que también asisten a la escuela que fundaron Garzón y Lombardo, formaron La Banda Alegría, una de las agrupaciones que el 3 de diciembre actuará en plena avenida Corrientes a modo de profesionalizar la labor artística del grupo.
“Cuando mis hijos bailaban y cantaban era cuando los veía más expansivos, potentes y felices. Busqué durante mucho tiempo una escuela de arte que los contuviera y potenciara, pero no encontré lo que anhelaba. Entonces me propuse hacerlo yo. Convocamos a Belén Cervantes, que estudió con la bailarina María Fux y maneja las técnicas de la danza terapia, y nos lanzamos en la escuela a tener esta vertiente inclusiva”.
A pocos días del estreno, la casa de los Garzón es un torbellino. Se respira vida y energía. Entra y sale gente, los mellizos van y vienen cumpliendo con sus actividades educativas y sociales, y Gustavo resuelve todo lo concerniente a la organización del gran evento que cuenta con el desinteresado apoyo del empresario Carlos Rottemberg, quien cedió una de sus salas sin cobrar su porcentaje de alquiler. Es decir que toda la recaudación, a partir de la venta de bonos con un valor de $100, se repartirá entre los artistas participantes.
“Es la primera vez que me involucro en la organización de un evento tan grande. Estoy feliz”, explica Garzón a LA NACION. Uno de los objetivos del espectáculo Todos podemos es que los protagonistas puedan tener un contacto directo con el público. Inclusión y valoración. “Los chicos hacen unas coreografías hermosas. Es muy disfrutable observarlos. A ellos les gusta el escenario, entonces me interesa que se los vea en una sala grande”, dice el actor. Y como el camino es siempre de ida y vuelta, la experiencia también se transformará en un disparador de reflexión para los espectadores: “Será importante para la gente enterarse de lo que pueden hacer. Muchas veces se ignora ese potencial”.
Luego de la muerte de Zanca, los mellizos se mudaron permanentemente a la casa de Garzón. Comparten juegos, salidas, el gusto por la cocina y, desde ya, la pasión por el teatro. “El amor comienza con la vida y las dificultades se van sorteando. Lo que hice por ellos, lo hice con convicción, por necesidad mía. No solo ellos necesitan de mí, yo necesito de ellos. Hay algo que me dan, que no me da nadie en el mundo. Hay algo ahí que se me hizo esencial y necesario. Dar y recibir todo el tiempo. Pero hay que saber recibir”, grafica el orgulloso papá devenido en productor de sus hijos, quien también se encuentra ensayando la obra Como el culo con el elenco que la representará en Villa Carlos Paz durante el verano.
Los mellizos viven el gran acontecimiento con naturalidad. Juan no contradice a su padre. Al contrario: “En la calle Corrientes voy a bailar y cantar. No tengo nervios. Me gusta el aplauso como al personaje de Nicolás Cabré en Sugar”.
La proclamación del Día Internacional de las Personas con Discapacidad sucedió el 3 de diciembre de 1992 por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas con el objetivo de fomentar la integración social de personas con discapacidad. En la Argentina se celebra desde el año 2000 y la idea es promover conductas responsables y solidarias al respecto.
Además de La Banda Alegría, participarán del evento las compañías Cualquier Cosa, Downeate y Tinkers, todas integradas por adolescentes y adultos con alguna discapacidad, pero con mucho potencial para ofrecer desde las artes escénicas.
Unidad familiar
Gabriel Garzón, hermano de Gustavo, es recreólogo y se encargará de potenciar, desde lo lúdico, el vínculo entre el escenario y la platea de Todos podemos. “La lúdica nos permite intentar, desarrollar capacidades, encontrarnos, equivocarnos, vincularnos a nivel social. El juego está amenazado porque no se lo estimula”, explica Gabriel. Tamara, hermana de los mellizos y docente de la escuela de su padre, participará en la asistencia de dirección, y Joaquín, el más chico de los Garzón, se encargará del registro fílmico de lo que acontezca allí, con vistas a realizar un documental sobre la temática, una actividad que realiza en simultáneo a su otra pasión: la música. “Antes era el menor, ahora me convertí en el hermano mayor. Los cuido, les preparo la comida, compartimos buenos momentos”, dice Joaquín con maduros 19 años.
Los mellizos cumplen con una agenda intensa. Se mueven solos por la ciudad, saben viajar de forma autónoma en medios de transporte y llevan adelante una nutrida vida social. “Me ocupo de organizar los espacios para que puedan estar activos, porque si no la tendencia de ellos es quedarse sentados viendo televisión todo el día. A diferencia de otra persona que busca actividad, ellos tienden a la inactividad. Hacen terapia y asisten a una institución que los estimula que es fantástica. Además, uno va a tenis, el otro a dibujo, y juntos comparten La Banda Alegría”, detalla Garzón.
Uno de los mayores pasatiempos familiares es cocinar. Los mellizos dan cuenta de ello cada vez que pueden: “Cocinamos empanadas, pizzas, piononos”, explica Juan. Unidos a más no poder, hacen causa común cuando se les pregunta quién lleva el mejor comportamiento: “Nos portamos bien los dos”, argumenta Mariano.
Déjalo ser
La conciencia de la propia identidad y de las potencialidades es un tema arduo de abordar. Con respecto a las personas con síndrome de down, suele darse, en no pocos casos, plena consciencia de esa condición. “Nunca lo hablé con ellos, no me animé. Creo que sí lo saben. Y, de hecho, mis hijos tuvieron compañeros que lo hablaban. Ellos, no. Siempre fui llevando el tema como pude”, reconoce Garzón y agrega: “Los chicos con síndrome no lo viven lastimosamente. No se sienten menos que nadie porque no lo transitan como una desgracia sino como una diferencia”.
El actor confiesa que no fueron fáciles las primeras horas de su paternidad. “Mucha gente me decía cosas horrorosas. Pero eso duró solo siete días, hasta que los miré a los ojos y me sonrieron y a partir de ahí comenzó un camino de amor y de esfuerzo. Sin amor no funciona. Y sin esfuerzo, tampoco. Hoy lo vivo con alegría. Son mis hijos, mis amigos, mis compañeros. Hacemos planes juntos. Yo feliz de vivir con ellos, aunque desgraciadamente perdieron a su mamá muy joven. Yo tuve tenencia compartida desde que me separé, cuando ellos tenían un año, pero nunca dejé de verlos dos o tres veces por semana. Y, obviamente, cuando murió la mamá, se vinieron a vivir conmigo. La pasamos bien. Tenemos una vida agradable. El balance es que todo valió la pena”.
Una vez por mes, Gustavo lleva a sus hijos al cementerio donde descansan los restos de la siempre recordada Zanca. Allí, los chicos, con mucha naturalidad, conversan con su madre. Le comentan qué hicieron en los últimos días, las novedades familiares y hasta se permiten demostrarle algo de su propio arte. “A mamá le conté que voy cantar la canción ´Tren del cielo´ de Soledad y ´Flores amarillas´ de ´Floricienta´ en la calle Corrientes”, dice entusiasmado Mariano.
“Yo lo único que podría decirle a una persona que tiene un hijo con dificultad, es que con ellos la felicidad es posible. Hay que aprender a transitar y recurrir a las ayudas de las instituciones”, finaliza Garzón antes de involucrarse nuevamente en una de las tantas demandas que le insume la producción de este show especial, una iniciativa que le permitirá decir cuando baje el telón: tarea cumplida.
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