Plácido Domingo, presa de los dilemas morales y la corrección política
En definitiva: lo que dejó la semana
Entre todas las posibles acusaciones, la de acoso sexual que afectó últimamente a Plácido Domingo fue la más imprevista de todas. Si algún despistado pensaba que el mundo de la música clásica podía quedar al margen del revoleo de denuncias, los casos primeros de los directores James Levine y Charles Dutoit bastaron para que se perdiera la inocencia. Levine fue el hombre que durante 40 años tomó todas las decisiones en la Metropolitan Opera de Nueva York. Después, vinieron las denuncias de acoso sexual por hechos de hace tres décadas. Muy políticamente correctas, las autoridades del Met, por "credibilidades" y "verosimilitudes", destruyeron una reputación y una carrera. No menos grave es el caso de Dutoit. En entrevistas separadas con The Associated Press, tres cantantes de ópera y una instrumentista relataron versiones de hechos que ocurrieron entre 1985 y 2010. Las mujeres acusan al músico, exmarido de Martha Argerich, de agresiones sexuales durante ensayos en Chicago, Los Ángeles, Minneapolis, Filadelfia y Saratoga Springs, Nueva York. "Mala conducta", suelen decir las autoridades y los medios, como nos decían en la escuela primaria y nos mandaban a la dirección. Pero Plácido Domingo es otra historia. Tras la oleada de denuncias episódicas en su contra, el tenor -ahora barítono- más querido del último medio siglo anunció la semana pasada que renunciaba a cumplir en el Met con su papel en el Macbeth de Verdi. Explicó Domingo: "Debuté en la Metropolitan Opera a lo 27 años y he cantado en este magnífico teatro 51 gloriosos años seguidos, pero creo que mi aparición en esta producción quitaría atención al duro trabajo de mis colegas en el escenario y detrás del telón". El Met, que tuvo que distribuir en el programa de mano una separata explicativa con el súbito cambio de cast, comunicó que "Plácido Domingo estuvo de acuerdo en retirarse de cualquier presentación futura en el Met. Esta decisión tiene efecto inmediato". 882 funciones después de su debut, Domingo se fue el Met... ¿para siempre?
Algo une los casos de Levine, Dutoit y Domingo: todos ellos fueron en Estados Unidos. En todos los casos, la punición por actos no probados ni judicializados consistió en la cancelación de sus trabajos. Sin embargo, ya mismo, el 13 de octubre, Domingo hará Nabucco en Zúrich; el 25, justamente Macbeth en la Ópera de Viena, y en noviembre actuará en la Elbphilharmonie de Hamburgo. Tampoco fue cancelada su actuación de diciembre con Zubin Mehta, que dijo hace unos días: "Vi con alegría que Plácido ha cosechado un gran éxito en el Festival de Salzburgo. Volveré a trabajar con él esta temporada; cantará Germont padre en el montaje de La traviata, que dirigiré en la Scala de Milán, y lo espero con enorme ilusión. Confío en que pueda seguir su carrera con el éxito que merece".
La vara europea no parece igual que la de Estados Unidos. Para empezar, las salas de ópera de Europa siguen la presunción de inocencia que el #MeToo estadounidense decidió ignorar (incidentalmente, la periodista Sandra Muller, autora intelectual del #BalanceTonPorc, fue condenada anteayer por difamación); en segundo lugar, deciden separar los actos privados -aunque sean objetables- de los méritos artísticos, única causa para mantener o dar de baja un contrato. Es un dilema moral y artístico, y el caso es que la moral de un artista habita en la obra, no en la vida. ¿Veremos el día en que prohíban las piezas de Carlo Gesualdo?
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