Pinky: "No le tengo miedo a la muerte, quiero saber cómo es"
Luego de sufrir un epoc y una trombosis severa, la animadora transcurre sus días recluida en su departamento de Palermo. Reflexiona sobre su final, el presente político y los medios
“Tuve las siete plagas de Egipto”, confiesa Pinky a LA NACION con un humor y lucidez que le permiten tamizar las adversidades que atraviesa con una mirada optimista, a pesar de estar recluida en su departamento frente al Jardín Botánico de Buenos Aires como consecuencia de una sucesión de problemas físicos: “Estoy delicada de salud. Tuve una trombosis y un epoc”. Su enfermedad pulmonar obstructiva crónica es producto de años de cigarrillo. Hoy, su conexión con el mundo es su gran ventanal a la calle enmarcado por decenas de plantas que conforman una suerte de prólogo al gran parque que se despliega en la vereda de enfrente. “Las plantas son mi pasión”. Ese es su universo. Allí reside desde hace décadas. Aunque hoy, esa misma casa, a veces, se convierte en la prisión de alguien que ya no pisa la calle. “Me tengo que movilizar con mucha cautela. Solo camino dentro de mi departamento y con bastón”.
Marca registrada
El timbre de voz intacto. Inconfundible. El hablar pausado, alejado de esa verborragia con la que encantó a su público. A los millones que la convirtieron en la gran estrella de la comunicación. Bella como pocas. Audaz como nadie. Sin pelos en la lengua. Así llevó adelante una carrera única. Pinky, marca registrada que impuso Lidia Elsa Satragno, la chica nacida en San Justo hace 81 años. Una marca que durante décadas marcó un estilo en una televisión que hoy es casi impensada. Una forma de hacer sostenida en el buen gusto, el vocabulario exquisito, y todas las herramientas periodísticas obtenidas a fuerza de oficio y audacia. La gran Señora de la Televisión dominaba el lente de la cámara como nadie lo ha hecho jamás. Hipnótica. Encantadora de un público que jamás la olvidó aunque lleve años sin exposición pública.
La muerte
Aunque la salud es endeble, la animadora no le teme a su mañana por más desfavorable que sea: “A mi futuro lo veo cortito. Ya está bien…”, dice con una sinceridad aplanadora que deja sin palabras a su interlocutor. “No le tengo miedo a la muerte, le tengo curiosidad. Pienso mucho en la muerte... quiero saber cómo es”. Lúcida como nunca, Pinky radiografía su actualidad con una certeza apabullante. No dramatiza. Solo describe lo que ella cree que marca esta etapa de su existencia. “Tengo miedos... pero no sobre lo que en general teme la gente. Mi único miedo es por mis hijos... solo quiero que estén bien”. Leonardo y Gastón Peralta Satragno son fruto de su vínculo con el cantante Raúl Lavié. Ellos, a quienes ve a diario, y sus tres nietos, son un sostén invalorable. Es que Pinky ha sido durante muchos años madre y padre de sus hijos, luego de su separación.
Apremios económicos
En las últimas horas, aparecieron rumores acerca de una complicada situación financiera que atravesarían las arcas de la conductora, luego de tantos años de inactividad. La información corrió a partir de conocerse la venta de algunos objetos personales. En realidad, se trata de un reacomodamiento en su organización patrimonial: “Al vender la casa de Punta del Este, me traje todo para acá. Tenía muchas cosas en Uruguay, así que decidí desprenderme de algunos objetos que no me hacen falta. ¡He juntado tanto! ¡O me voy a la vereda o me deshago de algo!". Ese irse a la calle es una metáfora acerca de la falta de espacio antes que una referencia a una bancarrota definitiva. Un remate que se realizará en su casa le permitirá desprenderse de buena parte de su colección de cuadros.
La gran dama de la televisión
Multifacética, fue una de las primeras caras en aparecer en televisión. Un prócer del medio que se dio el lujo de ser la protagonista de un momento crucial de la pantalla chica: fue ella quien se encargó de despedir a la televisión en blanco y negro. Primero la bandera nacional. Y luego las palabras emocionadas: “Señoras y señores he aquí la televisión en color”. Y la pantalla de Canal 7 comenzó a emitirá con los brillos de la nueva tecnología y bajo la sigla de la siempre controvertida ATC (Argentina Televisora Color). Corría el 1° de mayo de 1980.
A 35 años de Malvinas
Dos años después de la llegada del color, fue en el estudio número uno de ese mismo canal donde condujo, junto a Cacho Fontana, el discutido programa Las 24 horas de Malvinas. Era el año 1982, el país estaba en guerra. Y desde la televisión se inició un operativo para recaudar fondos para ayudar a los soldados que se hallaban combatiendo en el Atlántico Sur. El canal fue el depósito de dinero, alimentos, ropa, alhajas y hasta cartas de puño y letra de una sociedad conmovida. La solidaridad hizo lo suyo. En pocas horas, el domingo próximo, se conmemorará un nuevo aniversario del comienzo del conflicto bélico. Pasaron 35 años. Pero el recuerdo sigue intacto para ella y para los argentinos que nunca supieron a ciencia cierta si todas esas donaciones llegaron a sus destinatarios. Emblemática fue la imagen de la querible actriz Pierina Dealessi donando sus humildes alhajas. Todo un símbolo que sigue tan vivo como la emoción de Pinky al recordar aquellas horas que enlutaron al país. “Recuerdo Las 24 horas de las Malvinas con profundo dolor. Yo estaba muy enferma. Vino Cacho Fontana a buscarme para que lo acompañara. Le dije: ´si soy un trapo cómo querés que te acompañe. No puedo´. Cuando él se fue, entraron mis hijos a mi cuarto para preguntarme qué quería Fontana. Inmediatamente, me reprocharon mi negativa porque había algunos amigos suyos que estaban en el frente de combate. Así que hablé con los médicos y los convencí. Me dijeron: ´cortá la medicación para poder hacerlo´. Me levanté y fui”. El programa comenzó en la vereda del canal sobre la Avenida Figueroa Alcorta y con una multitud que pugnaba por ingresar a la emisora. “Yo tenía una enfermedad rara de la piel. Algo que no tiene mucha gente. Se da en una persona en cuatro millones. Los médicos me salvaron la vida. Diagnosticarla no era fácil porque en la Argentina no se había visto nunca”, explica.
A pesar de los dolores, Lidia Satragno condujo esta experiencia que ni bien finalizada despertó sospechas en la población y consecuencias graves en la periodista: “No me sentí usada por los militares, pero el gobierno estaba furioso conmigo porque hice un programa para la guerra hablando de la paz con dignidad. Esa semanita que siguió la pase mal. Me amenazaron de muerte. Me decía que me iban a matar, pero no tuve miedo”.
Vida pública y privada
Alguna vez fue actriz y también se animó a producir el musical Annie en el Teatro Lola Membrives. No se privó de nada. Ya no sueña con volver a los sets, pero no se inhibe de hablar sobre su segunda casa. O acaso la primera: la televisión: “Veo poco. La televisión juega un papel muy importante en la sociedad, sobre todo en la educación de los más chicos, pero el lenguaje que se emplea hoy no ayuda para nada”.
Con tantos años de trabajo público, jamás se le conoció un escándalo. A pesar de conocerse algo de su vida personal, jamás fue eso motivo de escarnio. Se preservó. No mostró y no contó jamás lo que no quiso que se supiese: “La privacidad es el único lujo que se puede dar una persona pública”. Ante una pantalla bélica y sin límites donde la frontera entre lo público y lo privado es ultrajada una y otra vez afirma: “Vivo con rubor la televisión de hoy, con vergüenza ajena”.
El país
Con una personalidad arrolladora, convicciones firmes y batalladora, no se privó de ser candidata a intendente por el Partido de La Matanza. Se mostró ganadora, pero perdió. Fue legisladora. Y hasta barajó con el propio Mauricio Macri sucederlo como Jefe de Gobierno de la Ciudad. Informada como siempre, observa la realidad nacional a pesar de estar alejada de sus contactos políticos: “Estoy un poco desconcertada con el país. Por un lado, hace falta el cambio que el presidente plantea y que espero lleve a cabo, pero por otro lado se repiten cosas que no me gustan. No me gusta la pulseada con la ocupación de la calle. Creo que los políticos y los gremialistas deberían pensar en la Patria. Así... en la Patria. Faltan patriotas”, lo dice con bronca. Con la angustia de quien transitó un país mejor.
Risa inconfundible. Una cara única. Presencia. Personalidad. Algo de todo eso queda. Queda mucho. Queda la esencia de una mujer que no sabe de fracasos, aunque sí de dolores. Una mujer que hizo de su apodo un símbolo registrado. Pinky será por siempre la Señora Televisión. Maestra de generaciones enteras, no se doblega ante este momento crítico que la encuentra limitada en sus movimientos. Aunque no pierde la picardía y la inteligencia de quien sabe como nadie cómo seducir a su interlocutor. Sobre el final de la charla otra vez aparece el tema de la muerte. Y aunque con caballerosidad el cronista trata de halagarla con un “falta mucho”. Ella no se amedrenta en refutar con un “no me amenace”. Así es Pinky. Lidia Elsa Satragno. La chica de San Justo que se convirtió en el alma de las pantallas argentinas.
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