Pinky, la mujer que padeció sus romances, pero no se privó de vivirlos e incluso coqueteó con Paul Newman
En sus 87 años de vida, la estrella televisiva conoció más de un galán, aunque supo preservar su intimidad
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A Lidia Elsa Satragno no le fue bien el amor. Todo lo contrario, lo padeció. En cambio, Pinky, su alter ego, ha contado con el favor del cariño de todo un país. Acaso porque se refugió en esa incondicionalidad del público que la coronó como la “Señora televisión”, Lidia Elsa Satragno relegó su vida afectiva más íntima. Su carácter algo irascible y su decisión de una independencia inquebrantable también fueron un escollo a la hora de formar una pareja.
Con todo, Lidia o Pinky eran indisoluble, en definitiva, una construyó a la otra y la celebridad le dio templanza a la mujer. A esa mujer que padeció el desamor y hasta la infidelidad. La madraza de sus hijos, a quienes crio casi en soledad.
Primeros amores
Una jovencísima Lidia Elsa Satragno tuvo sus primeros escarceos con un jovencito vecino de San Justo, la populosa barriada del partido de La Matanza donde la estrella nació un 11 de noviembre de 1935.
Sin embargo, sus ansias de crecer, de fortalecerse económicamente y de darle rienda suelta a su vocación como comunicadora, la alejaron de aquellas calles adoquinadas (aún había muchas de tierra) de ese terruño tan cercano, pero tan diferente a la vida urbana porteña que le cuadraba mejor.
Fue en Buenos Aires, y coqueteando con el modelaje, la actuación y la conducción, cuando conoció a Emilio Ariño, un ascendente cronista del mundo del espectáculo. Se dice que la reconocida actriz Amalia Sánchez Ariño, abuela del novio, no habría aprobado la relación. Leyendas en torno a lo incomprobable. Lo cierto es que la pareja terminó por diluirse.
Pinky ya era una persona conocida cuando asistió al Festival de Cine de Mar del Plata. Allí se cruzó con Paul Newman, el consagrado actor que también había sido invitado al prestigioso encuentro cinematográfico. Él preguntó por ella y ella no se resistió. Poco se supo de ese vínculo que salió a la luz poco tiempo atrás.
Inteligente como pocas, sabía que aquello no pasaría de una aventura ocasional. La disfrutó, como se goza de aquello que se sabe único e irrepetible.
El amor
Con una carrera permanentemente en alza, Pinky se había cruzado varias veces con Raúl Lavié hasta que el flechazo fue inevitable. Parecían hechos el uno para el otro. Bellos, seductores, talentosos y populares. En realidad, el cantante sucumbió antes los encantos de la animadora cuando la vio en persona por primera vez. Aquel encuentro, en el que no se hablaron, sucedió en un concierto de Lucho Gatica en el viejo Canal 7.
El romance rápidamente tomó estado público hasta transformase en un tema ineludible de los argentinos. Los seguidores de sus carreras aprobaron la relación que se coronó con una boda a mediados de la década del sesenta. Las tapas de las revistas y las portadas de los diarios dieron cuenta fotográfica del casamiento que fue tema nacional.
Al tiempo llegaron los hijos, Leonardo y Gastón, pero, el matrimonio prontamente comenzó a hacerse trizas. En su momento se dijo que las infidelidades de Lavié habrían hartado a Pinky. La separación fue mucho más que una definición semántica. Durante mucho tiempo, la estrella no se cruzó con su ex y hasta reconoció que se hizo cargo en soledad de la crianza de los hijos, quienes decidieron manejarse con el apellido materno y no con el Peralta, tal el apellido real de su padre.
Con los años, la periodista y conductora recompuso una relación cordial con Raúl Lavié y los hijos también establecieron un vínculo cercano con el querido cantante.
Tristezas
Pinky arremetía con programas exitosos. Todo lo que tocaba lo convertía en oro. TelePinky, Con sabor a Pinky y La década del 60 fueron algunos de los programas que rompían el rating televisivo. Sin embargo, detrás de la diva éxito que acumulaba horas de vivo frente a las cámaras hasta superar el récord de treinta mil, se debatía en una profunda soledad y tristeza.
De aquel sinsabor de un matrimonio trunco no se repuso más. Una depresión casi endémica se apoderó de ella. Les puso un freno a los hombres y anuló esa parte de su ser. Durante años, también lidió con un cáncer del que se repuso, superando una veintena de operaciones quirúrgicas.
Se la asoció luego con algún empresario y con un político amigo, pero lo cierto es que Pinky jamás dio indicios de haber mantenido una relación formal con alguien. Incluso, más de una vez se pensó en Cacho Fontana, algo que ambos negaron categóricamente, ya que los unía una gran amistad. Se dice que, en un viaje de trabajo, Cacho se le insinuó. Ella, rápida de reflejos, le habría golpeado la puerta de su suite en bata para pedirle shampoo en un clima de hermandad doméstica. Estaba claro, para Pinky, el conductor de Odol Pregunta era como un hermano.
En 2019, falleció su hijo Leonardo y fue esa muerte “anti natural” la que terminó por unirla aún más y fraternalmente con su ex Raúl Lavié, con quien mantuvo vínculo hasta su momento final. Lavié se ocupó de ella y estuvo al tanto de sus problemas de salud. Pinky hacía tiempo que había dejado de sentir pulsión por la vida. Más allá de múltiples dolencias físicas, a la diva la atravesó una profunda desazón anímica.
Con el fallecimiento de Pinky se cierra una época dorada de la televisión argentina. Con la partida de Lidia Elsa Satragno se apagó la vida de una mujer que amó y fue amada, pero que padeció más de lo que gozó de los vínculos más íntimos. Se hizo sola, huraña descreyó de los hombres. Ella misma fue su principal escollo para poder encontrar la felicidad del amor.
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