Condujo, junto a Cacho Fontana, el programa Las 24 horas de las Malvinas durante la dictadura militar, un ciclo con fines benéficos que terminó manchado por la corrupción; años después celebró su triunfo como gobernadora de La Matanza, pero había perdido y debió retractarse a las pocas horas
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Pinky, que murió este jueves a los 87 años, fue una gran celebridad y su carrera estelar ha sido intachable. Sin embargo, dos hechos controvertidos, que en nada afectaron su buen nombre, han sido espinas en su camino en los medios de comunicación y en su rol en la política.
La conducción, junto a Jorge Cacho Fontana, del programa especial Las 24 horas de las Malvinas y su errada proclamación de triunfo a la intendencia del Partido de La Matanza son dos hitos fallidos en su notable trayectoria. Con todo, nada ha empañado una carrera honorable que la convirtió en una verdadera leyenda.
Corría el 8 de mayo de 1982 cuando, a las ocho en punto de la noche y por la señal de Argentina Televisora Color (ATC), comenzó a emitirse el especial solidario que concluiría veinticuatro horas después.
Hacía poco más de un mes que se había iniciado la Guerra de Malvinas y los responsables de la dictadura gobernante, con Leopoldo Fortunato Galtieri a cargo de la presidencia del país, habían decidido que la ciudadanía también debía colaborar con sus propios bienes o mano de obra para contribuir económicamente con la contienda del Atlántico Sur.
Aquel programa, además, era otra de las formas elegidas para generar un espíritu patriótico, que era auténtico en la población ante la tragedia de la guerra, pero que también servía como una propaganda que limpiara la imagen de los genocidas a cargo del manejo de la república, pasados seis años del golpe de Estado que los llevó al poder.
En ese contexto y de buena fe, Pinky y Cacho Fontana aceptaron conducir Las 24 horas de las Malvinas. Tampoco hubiese sido sencillo para ellos decirle no a la propuesta del poder de turno.
El objetivo del programa era recolectar dinero, bienes que podían ser vendidos e, incluso, almacenar desde chocolates hasta mantas tejidas. Supuestamente, los fondos iban a ser destinados para contrarrestar algunas carencias de las fuerzas argentinas y ayudar a paliar el hambre y el frío de los soldados en el frente de batalla. Lo cierto es que mucho de lo recaudado y donado jamás llegó al Atlántico Sur.
Rodeados de público, Pinky y Cacho Fontana abrieron el programa desde el acceso principal de ATC (hoy TV Pública) que da a la avenida Figueroa Alcorta. La emisión se realizó desde el estudio 1, el más grande del canal, que cuenta con una tribuna para albergar a mucha gente. Los conductores mostraron, en todo momento, no sólo profesionalismo, sino también un loable espíritu patriótico y, en más de una ocasión, buscando no quebrarse ante la emoción de lo que sucedía allí.
La colonia artística se dio cita para apoyar la causa. A pocos minutos de iniciado el especial, Susana Rinaldi entonó, a cappella, las estrofas del Himno Nacional. A lo largo de las horas de transmisión desfilaron personalidades y figuras como Raúl Matera, Andrea del Boca, Jaime Torres, Libertad Leblanc, Susana Giménez, Ricardo Darín y Mirtha Legrand, entre muchos otros. Acaso el momento más conmovedor fue cuando la actriz Pierina Dealessi, ya de avanzada edad, donó sus aros, quitándoselos frente a cámara.
En este programa, que se emitió para todo el país y para una amplia red de emisoras extranjeras, se recaudó más de un millón de dólares. Sin embargo, la mayoría de las cartas, abrigos y hasta chocolates que la gente donó para los soldados apostados en las Malvinas, jamás llegó a ellos.
La corrupción en torno al programa fue un escollo a sobrellevar por Pinky y por Fontana, aunque los conductores jamás tuvieron nada que ver en el manejo de los fondos. Su credibilidad también fue aprovechada para la causa, eran dos de los comunicadores más prestigiosos del país. Y lo siguieron siendo.
“Mi Matanza”
En 1999, Pinky fue candidata a la intendencia de La Matanza por la Alianza, unidad que coronó a Fernando de la Rúa como presidente. Sin embargo, Lidia Elsa Satragno, nacida en San Justo, había transcurrido la mayor parte de su vida viviendo en la ciudad de Buenos Aires.
Cuando en aquella tarde del 24 de octubre de 1999 cerraron los comicios, Pinky se dirigió a su búnker donde, de acuerdo con los primeros resultados del escrutinio, la diferencia era a su favor. Quizás mal asesorada y con poca experiencia en el campo político, la candidata, que se refería a su lugar natal como “mi Matanza”, se apresuró a reconocer su triunfo.
A las pocas horas, el escrutinio dio vuelta los resultados y Lidia Elsa Satragno debió reconocer su derrota, aunque por poca diferencia debajo del candidato del Justicialismo, partido que, históricamente, gobierna en ese distrito de gran extensión.
“Reconozco que perdí, pero sé que también hice una buena elección. Pero no voy a dejar la política porque me haya ido mal. Hubo mucho corte de boleta, pero lamentablemente no me alcanzó”, dijo al anochecer de ese domingo agitado.
En el 2007, y casi a modo de revancha, se convirtió en diputada Nacional por la provincia de Buenos Aires, integrando la lista de la alianza Unión-Pro, aunque aquel papelón del triunfo fallido quedó en los anales de la historia política del país y fue un paso en falso en su impecable trayectoria política.
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