Se cumplen dos años de la muerte del hombre que marcó un estilo aún vigente y cuyo programa fue el semillero de generaciones de profesionales; sus inicios en Uruguay y sus enemistades con el jet set local
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Había transcurrido el Día del Periodista con tranquilidad, añorando aquellos años en los que la fecha lo encontraba en actividad. Lo entusiasmaba saber que, al día siguiente, almorzaría y jugaría al truco con sus amigos de la Asociación Argentina de Caza y Conservacionismo en Belgrano. Así fue. Un sábado previsible en el que amaneció y leyó los diarios, rutinas inquebrantables. Lo inimaginable fue el desenlace fatal de esa opípara comida con sus correligionarios.
Corrían las primeras horas de la tarde del 8 de junio de 2019 cuando Lucho Avilés se desvaneció ante la mirada atónita de sus amigos de tertulia. En segundos, moría un periodista de raza y controvertido. El hombre amigo de sus amigos, pero que supo cosechar algunas enemistades furibundas. Lo llamaban “el pionero” del mundo del chimento televisivo. Fue maestro de varias generaciones de periodistas que aprendieron el oficio trabajando a su lado. Hace dos años se iba el cronista culto y de buen decir que hizo del chisme, un show.
Del otro lado del río
Luis César Avilés Volante, tal el nombre que figuraba en su documento, había nacido el 30 de abril de 1938 en Montevideo, la ciudad de calles empedradas que nunca abandonó del todo, a pesar de haber vivido la mayor parte de su vida en Buenos Aires. Cada vez que podía, cruzaba el río en busca de las caminatas por las costas de Pocitos o Malvín. También Punta del Este era un refugio elegido que le permitía desprenderse del estrés de la televisión.
En la tranquila ciudad de Montevideo comenzó a despuntar la pasión por las noticias, en aquellas redacciones ensombrecidas por el humo de los cigarrillos en los alrededores de la avenida de 18 de Julio. Como buen escriba, la prensa gráfica era lo suyo. 1965 fue el año en el que llegó a Buenos Aires, gracias a una tentadora posibilidad de ser redactor del diario Crónica. Sabía que era un paso importante, a pesar del desarraigo que significaba el desafío.
Rápidamente despertó la atención del medio por su nivel de información y por el carisma que desarrollaba a la hora de realizar una entrevista, condiciones muy valoradas en el mundo de la televisión. Feminísima fue el primer programa en el que participó en el Canal 2 de la ciudad de La Plata y, en 1970, condujo El juicio del gato en Canal 13. Fue el primer programa con el que logró real trascendencia y demostró ser un agudo entrevistador.
Un año después llegó Radiolandia en Televisión, la versión de la famosa revista de espectáculos donde se afianzó su vocación por la información vinculada a la farándula. En 1972 integró el staff de Derecho a réplica, donde vivió su primer escándalo mediático cuando se enfrentó a golpes de puño con el actor Guillermo Bredeston, molesto por algo que había dicho Avilés.
En 1988, el empresario de medios Héctor Ricardo García se hizo cargo de Canal 2, bautizándolo Teledos, el canal de las noticias. Para lanzar la emisora, García convocó a varias figuras, entre ellas Lucho Avilés. Allí, el comunicador vio recobrar su notoriedad con la conducción de dos programas: Astros y estrellas, una precuela del exitoso Indiscreciones, y El pueblo quiere saber junto a Pinky y luego acompañado por Oscar Otranto. En éste último, Jorge Rial era un panelista anónimo que comenzaba a despuntar su pasión por el medio. Si por las tardes era el mejor para contar la información del espectáculo y sacarle jugo a la vida privada de las celebridades, por la noche lucía sus conocimientos sobre actualidad, política y temas de interés general. Por El pueblo quiere saber desfilaban desde políticos hasta estrellas como Tita Merello.
Salud frágil, amores sólidos
Luis César Avilés no era un hombre de buena salud. Cada tanto, alguna indisposición le hacía pegar un susto. Fue paciente cardiológico, tuvo problemas de intestino y pulmonares. A lo largo de su vida pasó por el quirófano en más de 30 oportunidades. Sus íntimos lo apodaban Highlander y él hacía gala de una capacidad de resiliencia fenomenal. Las mujeres que pasaron por su vida supieron acompañarlo en varios momentos críticos de salud.
El primer idilio público de Lucho fue Inés Moreno, una actriz conocida, madre de Andrea Barbieri, a quien Lucho quiso como a una hija y alentó en la vocación artística. Pero fue María del Carmen Festa el gran amor de Avilés. Se habían conocido en 1974, cuando ella era la jefa de contaduría de la agencia de publicidad que había montado el periodista, pero recién en 1984 contrajeron enlace. Álvaro es el único hijo de la pareja, a quién Lucho y su mujer lo educaron en las mejores casas de estudios del país y el exterior.
Contámelo todo
En 1990 estrenó Indiscreciones en Canal 9 Libertad, bajo el ala protectora del zar, Alejandro Romay. El programa se constituyó en el referente de los ciclos dedicados a los chismes del espectáculo y Lucho Avilés se coronó como “El pionero”. Si bien había habido programas de espectáculos y profesionales que se encargaban de desnudar las intimidades farandulescas, como la recordada Tía Valentina, lo cierto es que Avilés le dio una impronta renovada al género y convirtió las apostillas que solían formar parte de los programas en el eje de un formato con identidad propia.
Con la mano tapando su boca, el conductor dejaba entrever que contaba todo, o casi todo, en complicidad con ese público voyeur de las estrellas. En el programa, estaba acompañado por Susana Fontana, la recordada periodista que fue su mano derecha durante años y con la que mantenía un vínculo casi familiar dado que Lucho era padrino de una de sus hijas. Junto a ellos, y a lo largo de los años, jóvenes periodistas iban debutando en esa escuela intensiva y con dedicación plena, bajo lo estricta mirada de su alma mater.
Jorge Rial, Susana Roccasalvo, Carlos Monti, Marcelo Polino, Marcela Tauro y Daniel Gómez Rinaldi fueron algunos de los profesionales que dieron sus primeros pasos junto a él y que luego tuvieron carreras exitosas. Rial, alguna vez, se mofó de su ex jefe, pero lo cierto es que Intrusos no era otra cosa que un hijo de aquellos espacios pioneros que creó Avilés. A veces, su humor lindaba la discriminación y el machismo, en tiempos donde la televisión se permitía actitudes hoy inconcebibles.
Años después, el periodista también pasó por las huestes de Marcelo Tinelli como jurado de Cantando por un sueño y concluyó su carrera televisiva al frente de Convicciones, emitido por el canal Magazine. Si Astros y Estrellas fue la precuela de Indiscreciones, Convicciones fue su spin off.
Nocaut
Si Luis César Avilés era un hombre familiero que hacía un culto de la amistad generosa y siempre dispuesto a socorrer a sus allegados, Lucho Avilés era su Mister Hyde impiadoso dispuesto a decir todo y más. Ese modus operandi lo llevó a grandes enemistades. Si en sus comienzos se trompeó con Guillermo Bredeston, más maduro no dudó en empujar en cámara a su colega Jorge Jacobson, cuando este se metió en el estudio de Indiscreciones para recriminarle, en vivo, algo que había dicho.
Andrea del Boca, Gustavo Yankelevich y Gerardo Sofovich también estuvieron enemistados con él, al punto tal de, alguno de ellos, llegar a litigios legales. Lucho solía repetir: “Si te encuentro in fraganti en Francisco Beiró y General Paz, me callo la boca. Pero si te veo cenando en Las Cañitas con un amante es porque querés que te deschave”. Reglas propias para el hombre que supo darle interés, misterio y hasta in crescendo dramático al chisme, esa perla contada en pocos minutos que se convierte siempre en una comidilla atractiva para el público.
Tampoco estuvo exento de polémicas cuando manifestaba su pasión por la caza de animales en la Patagonia Argentina, una práctica cruel que él defendía.
Irremplazable
Aquel 8 de junio de 2019, a sus 81 años, Luis César Avilés se reponía de las secuelas de una caída en las escaleras de su casa, pero los estudios médicos que se había realizado dos meses atrás lo mostraban en un muy buen estado de salud.
Cuando se desplomó frente a sus amigos, en la mesa de la Asociación Argentina de Caza y Conservacionismo, no hubo forma de reanimarlo. Inmediatamente llamaron a María del Carmen, quien, con notable percepción intuyó que algo grave sucedía. Tal era su presentimiento que decidió ir acompañada de Álvaro, el descendiente del matrimonio. No había nada por hacer. Lucho ya había fallecido sin sufrir ante la mirada atónita de sus compañeros. El infarto masivo había diezmado su físico.
Había partido el hombre de carácter iracundo que escondía a un hombre gentil, caballero y generoso. Amigo de sus amigos y muy enemigo de sus enemigos.
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