"Gracias por el amor, mi amor, de estos últimos 25 años y de los que vendrán". Así, con este amoroso mensaje en su cuenta de Instagram, Pierce Brosnan hizo público el amor que siente por su adorada mujer. La excusa fue el décimo séptimo aniversario de su boda, acontecida en julio de 2001. Escueto en sus declaraciones al referirse a su vida privada y muy poco proclive a mostrarse más allá de los compromisos ineludibles de la agenda que le marca su trabajo, el actor hizo un paréntesis a ese protocolo infranqueable y gritó a los cuatro vientos el feliz momento que atraviesa.
Será porque de niño padeció el abandono que Pierce Brendan Brosnan se ha esmerado por desarrollar una vida familiar no solo recoleta sino de vínculos profundos, esmerados. Lejos de sumergirse en las excitaciones de un mundo de tentaciones al alcance de la mano, sobre todo teniendo en cuenta su atractivo porte; su exitosa carrera y una considerable fortuna; el actor no se dejó encandilar por las banalidades y prefirió poner el acento en el disfrute de una vida calma que en sus turbulencias. Eligió navegar aguas serenas y francas, antes que vendavales intempestivos. Es una rara avis este hombre nacido el 16 de mayo de 1953 en Irlanda, y enaltecido como Oficial de la Orden del Imperio Británico. Dividió muy bien el trabajo y su vida privada. No se mareó. No se confundió. Amó a Cassandra Harris, su primera mujer ya fallecida; y no dudó en volver a apostar al amor junto a Keely Shaye Smith. Hijos naturales y adoptivos poseen su apellido, pero la tragedia por la muerte de uno de ellos lo sumió en un profundo dolor. Sin embargo, es ese legado el que se continuará en sus descendientes, desde donde emerge el hombre a veces abatido, y el buen nombre de una estrella que no anda por la vida haciendo alardes. El protagonista de Mamma mia! está bien plantado. Siempre lo estuvo y prioriza a sus afectos por sobre todo artificio de una industria en la que los espejitos de colores son moneda corriente.
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Infancia y desamparo
Alguna vez el actor rompió su silencio sacramental y confesó que no era un entusiasmado a la hora de mirar la vida. Al contrario. En las opacidades de una infancia desolada estaría el germen de esas angustias insondables, incomprensibles para el afuera que solo se queda con los lauros de su trabajo público y desconoce su interior.
May y Thomas fueron sus padres. Thomas, lejos de conformar una familia tipo, se alejó de los suyos cuando Pierce era tan solo un bebé. Ante el abandono, May decidió ganarse la vida como enfermera en Londres. ¿Quién criaría a la criatura? Sus abuelos maternos Philip y Kathleen Smith. Una década después, cuando los ancianos fallecieron, el chico pudo restablecer la convivencia con su madre en la ciudad que alberga al The Globe Theatre fundado por William Shakespeare. A orillas del río Támesis fue donde comenzó y terminó sus estudios en el London Drama Center. Atrás habían quedado los tiempos de cursada en la escuela de Drogheda, su ciudad natal cercana a Dublín, donde se topó con los prematuros sinsabores de la vida. Una vida atravesada por el amor, sí, pero también por las pérdidas de los seres que más amaba.
Hasta siempre Cassandra
En 1977, Pierce conoció a la actriz australiana Cassandra Harris. El cruce se convirtió en flechazo, rápidamente se enamoraron y tres años después se casaron. Faltaban pocas horas para el fin de año de 1980 cuando Pierce y Cassandra se dijeron "Sí, quiero". Juntos le dieron vida a Sean, el pequeño tan ansiado por ambos, que nació en 1983. El cuadro familiar se completaba con Charlotte y Christopher, los hijos que ya tenía su mujer. Tal era la felicidad del grupo que el actor decidió adoptar a los primogénitos de Cassandra luego de la muerte del padre de los chicos. Todo era felicidad. Amor compartido. Familia ensamblada que no se conocía como tal en esos tiempos no tan lejanos.
Pierce estaba realmente enamorado de su mujer. Él ya era una figura cuyo nombre sonaba fuerte a partir del éxito internacional de la serie Remington Steele, producida por la NBC. Si bien la historia tenía un trasfondo detectivesco, el aura romántico envolvía cada capítulo, convirtiendo a Pierce en uno de los actores más codiciados debido a ese porte de galán que irradiaba desde las pantallas televisivas.
Pero, como suele suceder, no todo es color de rosa. Tampoco lo es para las figuras de Hollywood. Pierce había superado el abandono precoz de su padre, el alejamiento de su madre y la muerte de sus abuelos, sus padres de crianza. Había formado una familia. Era amado y amaba. Ya poseía una cuenta bancaria de abultada cifra. Sin embargo, una tragedia inesperada, como lo son todas las tragedias, teñiría de negro su apacible radiografía familiar: Cassandra había contraído cáncer de ovarios, la misma enfermedad que condujo a la muerte a su madre. "Le dimos batalla desde la hora cero. El tumor era muy grande, pero Cassie no era una mujer de dejarse morir. Hicimos todo lo posible y probamos con todos los tratamientos", explicó alguna vez el actor a los medios internacionales. No es un tema sobre el que especialmente le interese hablar, pero siente que su voz puede ayudar a otros en igual situación. En 1991, Cassandra murió. "Fue una bendición haberla conocido. No nos quedó nada por decirnos. Ella fue mi todo", dijo poco después del funeral.
No había tiempo para depresiones paralizantes. Los hijos tenían que ser criados, mientras la carrera de Brosnan ascendía en estelaridad. Será por eso que se tomó algunos años en volver a formalizar con otra mujer. A pesar de su entereza aparente y la obligación de sostener, en todos los aspectos, el hogar, Pierce estuvo mucho tiempo devastado por dentro. "No soy de sexo fácil. Aunque no me privo de tener mis cosas, hoy mi foco está puesto en mis hijos y en mi trabajo. Extraño mucho a Cassie y eso me impide lograr formar un vínculo estrecho con alguna mujer. El sexo es importante. Lo practico cada tanto, pero el amor es otra cosa", se despachó varios años después de enviudar, con una inusual apertura pública.
Tal era su afición por el trabajo que los grandes roles no tardaron en llegarle. En 1995 interpretó por primera vez a James Bond en el GoldenEye. El agente 007 lo catapultó a la fama con mayúsculas. Su nombre ya pasaba a formar parte de una selecta galería de celebridades conocidas en todo el mundo. Pero si bien disfrutaba de su éxito, el actor sentía el vacío por la muerte de su mujer. El fantasma de Cassandra era poderoso. No dejaba lugar a otra pasión... ¿O sí?
Y una vez volvió el amor
Keely Shaye Smith es una reconocida periodista, productora y presentadora de televisión, además de modelo y actriz. Tiene diez años menos que Pierce y es un verdadero torbellino, preocupada siempre por la actualidad mundial y por las cuestiones vinculadas a la protección del medio ambiente, una temática que logró contagiar al actor, a quien conoció en 1994 en una playa de México. El amor rápidamente prosperó, a pesar de las dudas de él por volver a formar una pareja formal y desprenderse, en alguna medida, de la figura omnipresente de su mujer fallecida. Keely logró arrebatarle los fantasmas del pasado y dibujarle una esperanza, una nueva esperanza. "Me devolvió a la vida", dijo él, alguna vez. El 4 de agosto de 2001, una década después de la muerte de su primera esposa, Pierce y Keely contrajeron enlace en la Abadía de Ballintubber, en Irlanda. El pintoresco templo cobijó una ceremonia muy cálida y bendecida por los amigos de la pareja. Juntos tuvieron a Dylan Thomas y a Paris Beckett. El cuadro familiar no podía ser mejor. En lo laboral, todo marchaba de maravillas, pero doce años después, nuevamente el dolor se apoderaría del actor y de su núcleo más cercano.
El 1° de julio de 2013 Pierce recibió la peor noticia: la muerte de su hija adoptiva Charlotte, de 41 años, a causa de la misma enfermedad que se había cobrado la vida de su madre. En aquel momento, el actor se mostró consternado como nunca, al punto tal que muchos pensaron que no retomaría la actividad pública. Pidió a sus fanáticos que recen por el alma de su hija e imploró a la ciencia del mundo una cura definitiva para esta cruel enfermedad. Sin dudas, fue el inconmensurable apoyo de su mujer y de sus hijos los que lograron que saliera a flote. Una vez más, la tragedia, las pérdidas, sacudían su alma. Demasiado dolor para alguien al que le costó siempre ser feliz, levantarse de buen ánimo y mirar la vida con filtro positivo. Su personalidad muchas veces le jugó en contra, llevándolo a los límites de la depresión. Un año después de los funerales de Charlotte, Pierce ya estrenaría nuevos largometrajes. Keely estuvo allí para sostenerlo siempre, para que no bajara los brazos y lo logró.
"La veo y me tiemblan las piernas", dijo hace poco el actor. El amor por su mujer sigue intacto. Será por eso que, venciendo su natural protocolo de austeridad, hace pocas semanas se atrevió a confesar cuánto la amaba en las redes. "Gracias por el amor, mi amor, de estos últimos 25 años y de los que vendrán". Así es esta historia de corazones encontrados, de un amor sin ficción que está tan vivo como el primer día. Fortalecido. Un amor que aprendió a atravesar las aguas calmas de la pasión y los vendavales de las pérdidas más duras, esas de las que nadie está exento ni siquiera él, que le dio vida al indestructible Bond. Su nombre es Pierce, Pierce Brosnan, una celebridad con la marca del dolor y el recato marcado en su orillo.
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