El comediante protagoniza y dirige obras por Zoom efímeras llamadas Living Teatro; además, acaba de filmar Granizo, una serie juvenil, comienza la segunda temporada de Casi felices y, en breve, la cuarta de Padres e hijos
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Si algún día se confeccionara la lista de los entrevistados que hacen felices a los periodistas, Peto Menahem competiría por el podio. Se entrega a la nota con alegría de cancha como si lo invitaran a jugar, no importa adónde ni contra quién. Y la fama, el éxito, la buena fortuna o cómo se llame a la racha goleadora, no lo ha estirado ni mucho menos entumecido. A los 51 años, el actor, comediante, conductor, director, recibe al entusiasmo como a un dios. Aunque descrea de las religiones, encuentra un tesoro en cada recuerdo y una señal en cada nueva oportunidad.
Después de un año en que debió operarse dos veces y gastar algunos ahorros, el trabajo volvió a fluir. Ni bien arrancó el aislamiento 2020, fue intervenido por una hernia y, apenas empezado enero, de modo urgente le extrajeron “un carozo de palta” de la vesícula. Ahora se asesora con una nutricionista, cocina como nunca antes -aunque no piensa aceptar la oferta de Masterchef Celebrity- y degusta con fruición cada proyecto laboral, acompañado por su hijo Manuel, de 22 años, y por su pareja, la productora Carolina Perrotta.
El vaso medio lleno de la pandemia le trajo a Peto grandes descubrimientos. El año pasado, la compañía chilena The Cow Company lo convocó para actuar en un formato de teatro en vivo llamado Living Teatro. Buscaban a un actor argentino y los productores del complejo La Plaza lo recomendaron: en medio de la escasez laboral 2020, pudo actuar en tres obras con grandes actores chilenos como Luis Gnecco (el protagonista de Neruda y el padre de Robledo Puch en la película El Ángel, de Luis Ortega).
¿Cuál es la diferencia de Living Teatro con otras propuestas de streaming? Una, que todas se realizan en formato de videoconferencia o Zoom, las obras se ven por Zoom pero además transcurren en un Zoom tal como hoy sucede en tantas actividades. Dos, la más relevante, que no se guardan para ser vistas en otro momento. Son en vivo y efímeras, como el teatro presencial. Hay que estar listo a determinada hora para ver la obra y participar después, si se desea, en la charla entre público y elenco. Por esta fugacidad y porque la propuesta prendió rápidamente en Chile, estrenan una obra de unos 40 minutos cada sábado, de modo ininterrumpido. Y todas las obras son escritas, por ahora, por el chileno Rafael Gumucio.
Este año, Marcos Alvo, a cargo de The Cow Company, la productora chilena que maneja el formato, le propuso a Peto llevar el proyecto a la Argentina, de la misma manera que lo habían exportado a Colombia. Y se hizo el acuerdo: Living Teatro, sucursal Argentina, es una coproducción entre The Cow Company -a cargo de la capacitación, el entrenamiento, el diseño- y un pequeño grupo de artistas y productores locales, a saber: Peto Menahem, el director y curador de las obras y, en muchos casos, actor; Ezequiel Paredes y Caro Perrotta, productores ejecutivos; y un puñado de grandes actores y actrices por ahora convocados para una obra pero que, si las circunstancias acompañan, podrían rotar. De la recaudación, el grupo chileno se queda con el 10 por ciento por derechos de autor y el 5 por ciento por el formato. En promedio, Living Teatro reúne a unas 500 personas por función. Pero es elástico y se adapta a más. Por ejemplo, funciones cerradas para empresas con más de mil espectadores.
“Por otro lado, me pasó algo personal que me acercó todavía más a este grupo. Me enteré de que el director de la compañía, Marcos Alvo, había publicado un libro, Mi abuela estuvo en Auschwitz, donde cuenta la historia de su abuela, originaria de Salónica (Grecia) y sobreviviente del campo de concentración nazi. Toda mi familia era de Salónica y el único que se salvó fue mi abuelo que escapó a tiempo a la Argentina. Nunca supo nada de sus padres y hermanos. Por primera vez pude leer un relato en primera persona sobre ese lugar y qué pasó ahí. Ese libro de alguna manera, completó ese hueco. Si creyera en el destino, te diría que a este hombre tenía que conocerlo”, dice Peto, ante lo que viene a partir del sábado 15. “Lo que más me gusta es que empieza y termina. Y el encuentro con la gente, al final, es muy emocionante, personas de otros lugares que te conocen, cosas que ni me imaginaba. Además, no sólo dirijo sino que actúo y espero hacerlo en todas las que pueda”, dice el actor que participará seguro en las dos primeras: este sábado, Conspiranoico, acompañado por Valeria Lois y Carlos Portaluppi, y el sábado 22, Dios, con Lula Rosenthal y Diego Reinhold. Una es sobre el encuentro delirante entre una terraplanista, otro que no cree en el Covid y un reptiliano; en la otra, en medio de la conversación de dos trabajadores de la salud agotados, se aparece Dios para explicar el porqué de este difícil momento para la humanidad pero su sapiencia no será suficiente.
Los otros actores que ya aceptaron participar son Benjamín Amadeo, Gabriel Schultz, Tomás Fonzi, Héctor Díaz y Pablo Fábregas más un grupo de actrices todavía no confirmado: todos amigos o muy cercanos, personas con las que brota la diversión, gente que quiere. No es la primera vez que dirige. Lo hizo antes en La piña, el unipersonal de Cabito Massa Alcántara, y en Microteatro, la obra Karaoke de Virginia Martínez, con Romina Sznaider y un impensado Mario Segade, conocido guionista y director que interpretó a un mal imitador de Dyango. En cada eslabón, Peto se detiene, cuenta, sonríe como si fuera una primera vez. No hace falta preguntarle si está enamorado.
“Yo hago el reptiliano, una de esas teorías conspirativas. ¿Hablaste alguna vez con un terraplanista? Nunca encontré uno, en persona, hay que ser muy creativo para imaginar esas cosas. ¿Por qué cobran fuerza estos discursos, qué nos falta, por qué no podemos convivir con la incertidumbre y la frustración? Esa necesidad de respuesta a cualquier precio. Mi explicación es que hubo un proceso muy acelerado en los últimos 200 años que hizo que no procesemos bien las cosas, entonces dejamos la estructura mágica pero cambiamos el argumento. La educación también tiene mucho que ver. Hay que aprender a convivir con la incertidumbre y la frustración, que sea fácil, que decir ‘no sé' sea algo normal”, dice el columnista de Vuelta y media –el programa de Wainraich en, ahora, la FM Urbana Play– y monologuista que no esquivó meterse con Dios, quien quiera que sea, y los devenires existenciales.
-En la obra Dios que dirigís y vas a protagonizar, tu personaje es Dios. ¿Tendrás alguna respuesta ante la incertidumbre?
-No tanto. También haré de Diablo en otra. Pero ninguno de los dos da respuestas, hacen otra cosa. No voy a contar más.
El lugar común
“Al principio de mi carrera no tenía suerte. No sabía ni cómo pedir trabajo. Mucho teatro off, algo de tele, de a poco, todo eso me fortaleció”, dice Peto, como le puso su amigo Julio, o Gustavo, como lo llaman su hermana, los padres y Luciano Castro. Formado con Agustín Alezzo, Raúl Serrano, Guillermo Angelelli y el ritmo de las ficciones de la televisión abierta, la primera tira donde le tocó participar de principio a fin fue Primicias (ElTrece, 2000), a la que siguieron muchas (como Son amores, Alma pirata, Solamente vos) hasta protagonizar la miniserie Las huellas del secretario (TV Pública, 2013) y Señores papis (Telefe, 2014). Además, es el conductor del ciclo Padres e hijos que empezó en LN+, siguió en la TV Pública, ahora se emite en Uruguay y en los Estados Unidos por el canal Hitntv para hispanos y tendrá una cuarta temporada por alguna plataforma de alcance a toda la comunidad latinoamericana.
Aunque hoy suene algo nostálgico, desde 2003 las salas de la calle Corrientes le abrieron las puertas sin promesas falsas. Primero, en los shows de Cómico Stand up en el Paseo La plaza, con el recordado Martín Rocco, Sebastián Wainraich, Diego Reinhold y más comediantes. Después, y en paralelo, en obras con figuras hiperconocidas y mucha convocatoria de público: en 2010, Los reyes de la risa, con Alfredo Alcón y Guillermo Francella, dirigidos por Daniel Veronese; Todos felices, junto con la querida Silvina Bosco y Juan Minujín, entre otros, dirigidos por Oscar Martínez; Le prenom, dirección de Arturo Puig, desde 2013 a 2016; La puerta de al lado, con Jorgelina Aruzzi y dirección de Ciro Zorzoli; Perfectos desconocidos, dirigida por Francella, en 2018 y 2019; y Los bonobos, el megasuceso del año pasado durante el verano antes de la pandemia, del mismo autor de Toc Toc, Laurent Baffie, con Campi, Anita Gutiérrez, Osqui Guzmán, Manuela Pal y Lizzy Tagliani, dirigidos por la dupla Alberto Negrín y Gabriel Chame Buendía.
–Seas o no Dios, ¿vuelven Los bonobos?
–Ojalá. La hicimos un mes y medio y se cortó. No podría quejarme, les fue muy bien a todas las obras que hice. Pero nunca me había pasado algo igual a Los bonobos. Era otro tipo de evento, funciones para 800 personas, estaba y estoy muy sorprendido porque el público que iba era muy dispar y lo disfrutaba por igual.
–El público es dispar porque el elenco lo es. ¿Cómo se encuentra un código común?
–Se encuentra. Tarea de los directores y del productor porque Gustavo Yankelevich conduce con brazo amoroso pero firme, es el que más cree. Todos estábamos muy convencidos. Los actores, aunque seamos diferentes entre sí, logramos un consenso, sabemos que tenemos que ponernos de acuerdo. ¿Por qué la clase dirigente, los políticos, no pueden? Es lo que todos deberíamos decirles: “Pónganse de acuerdo”. Es lo que nos convierte en personas, ponernos de acuerdo aunque seamos distintos, hay que encontrar el lugar común. En teatro es más fácil porque el lugar común es la obra, lo único importante es contar el cuento, después ponete lentejuelas, hacé lo que quieras.
-Algunas leyendas cuentan que no siempre se han puesto de acuerdo
–Sí, las hay. Pero son las menos. A mí no me pasó. Sólo una vez no lo pasé bien porque no me gustaba la obra (no diré cuál) pero lo pasaba genial con el elenco, me gustaba ir para encontrarlos. Pero quiero agregar algo más sobre Los bonobos. La versión francesa estaba vieja, había que “aggiornarla”, pasaron cosas muy importantes en los últimos años, había que repensar el argumento.
–¿Te referís a incorrecciones políticas que había que cambiar?
–No. Ése es otro frente y voy a aclarar lo que pienso, un delirio mío: no estoy a favor del concepto “políticamente correcto o incorrecto”, del modo que se usa ahora, como que lo políticamente incorrecto es lo que está bien y lo políticamente correcto es lo que está mal. Es naturalizar esas palabras y no está bueno, aún más en países como el nuestro. Yo quiero que lo político sea correcto, eso es lo que yo le exijo a los políticos. Si naturalizamos que lo incorrecto es lo que está bien, nos vamos al carajo porque eso es lo que nos pasa en política. ¡No! Lo políticamente correcto es lo que está bien. En todo caso, saquemos la palabra “políticamente”.
–Entonces...
–En este tiempo estamos más pendientes de no herir a quienes no queremos herir. Cuando hago humor, no es que no quiero herir, quiero hacerlo pero a quienes yo quiero, porque a algunos quiero ofender y a otros no. Por ejemplo, si venías a verme a Cómico stand up, sabías que iba a meterme mal con la religión y podías levantarte e irte como ha pasado muchas veces. El problema es cuando no tenés opción.
–¿A qué te referías, entonces, con “aggiornarla”?
–Por ejemplo, que los personajes femeninos no estén al servicio de los masculinos. No sólo no tiene nada que ver con los tiempos que corren sino que es aburrido para las actrices. Con las tres actrices del elenco, más vale que las aprovechemos. No quiero que Lizzy me de los pases, quiero que haga los goles, si no, me la estoy perdiendo. Corregir cuestiones muy machistas me parece bien. Voy a quedar como un tarado pero la verdad es que nunca me dio risa ese humor, las películas de Olmedo y Porcel no me daban risa y me sentía mal por eso.
Cine y series
“Espero que pronto vuelva el teatro presencial porque pasan cosas que no ocurren en ningún otro lado, la gente piensa con aire, algo que no pasa ni en el cine ni en la tele, son reflexiones aireadas que no están machacadas por una pantalla, el teatro no manipula los pensamientos”, afirma Peto, que no es la excepción. Aunque espere con deseos la vuelta de las salas llenas, se adaptó como la gran mayoría de los trabajadores al streaming. El año pasado, lo primero que hizo en cuarentena fue la película Murciélagos, con varios actores, actrices y distintos directores desde sus casas, a total beneficio de Amnistía Internacional para recaudar fondos solidarios. Pocos meses después, en octubre, pudo volver a un escenario a despuntar sketches y monológos con Wainraich pero ante un público de automóviles en el Autocine Mandarine Park, de Punta Carrasco.
Por estos días, termina dos proyectos audiovisuales de peso. Por un lado, la película Granizo, una producción original de Netflix, filmada en Córdoba, protagonizada por Guillermo Francella con dirección de Marcos Carnevale y guión de Fernando Balmayor y Nicolás Giacobone, el ganador del Oscar en 2014 por Birdman. Por otro, una serie para preadolescentes de 12 capítulos, Melody, la chica del metro, sobre una joven que sueña con cantar, interpretada por Yas Gagliardi, a pesar de la oposición de su rígido padre, que es Peto Menahem. “Ya soy parte del elenco mayor junto con Muriel Santa Ana, Luis Machín, César Bordón y Carla Peterson”, dice con una semisonrisa. La serie es un proyecto de Trinity Entertainment USA (donde gerencia el argentino Ronnie Amendolara) y el grupo peruano Tondero Distribución, y todavía no está definido dónde podrá verse. Terminado todo esto, empieza con la segunda temporada de Casi feliz, por Netflix, donde se verá mucho más sobre la relación entre los hermanos, es decir, Sebastián/Wainraich y Gastón/Menahem.
–¿En tu carrera, de quiénes aprendiste más o, de algún modo, cambiaron tu forma de actuar?
–Uno es Oscar Martínez, es el Olimpo de los actores, con Mercedes Morán, Alfredo Alcón, Carlos Belloso, Marilú Marini y algunos otros..., por suerte, de un puñado soy amigo. Oscar nos decía: “No dejen que el público los dirija. Para eso estuvimos tres meses encerrados ensayando. No lo dejen, el público no conoce la obra”. Es muy del actor engolosinarse con algo que provocó risa, el morcilleo.
–Muy del comediante
–Pero agarrate cuando lo hace un no comediante. El comediante también sabe soltar más fácil, sabe que hoy encontró algo y mañana será otra cosa. El no comediante encuentra una risa y... ¡uf, sacaselá!.. porque es divino que la gente se ría.
–¿Es lo tuyo, tu mayor placer?
–Mi fuerte no es la comedia. Es la comedia dramática, el pasaje de la comedia al drama y del drama a la comedia. Me gusta descular ese cambio, transitar ese umbral.
-Con Francella y Alcón tomabas mate en el camarín antes de la función
-Momentos que atesoro. De Alfredo, juego a que tengo una postura corporal que podría ser la de él, algo que le he visto. Una vez, en una de esas mateadas, hablábamos de algo que a mí me pasaba y él, en lugar de darme consejos, me recitó una poesía de Lope de Vega acerca de postergar las cosas. Me emocioné mucho, no pude decir nada. Al otro día, con una humildad de chico, me dijo: “Como te gustó tanto, te la escribí”. Así, de puño y letra, un gigante. Por supuesto, la tengo enmarcada.
-Sigamos. ¿Quiénes más?
-Francella. Nadie se imagina cómo es Guillermo dirigiendo porque la gente lo asocia al humorista. Es super meticuloso, en Perfectos desconocidos eran ensayos largos e intensos. En Los reyes de la risa, siempre quería hacer una pasada más. Alfredo y yo, no. También nos reímos mucho con él, es muy generoso, todas sus herramientas de actuación las puso a disposición, te decía “esta palabra va medio segundo después” y esa era la diferencia entre una carcajada y una risa. Y Ciro Zorzoli también. Ya no actúo igual, después de ellos no puedo.
-¿Y en televisión?
-En primer lugar, la televisión abierta me enseñó a soltar, a no quedarte encerrado con el error porque hay que seguir, soltar y seguir. Y la persona que idolatro es a Juan Carlos Mesa, con quien trabajé en la primera tira que hice entera. ¡Lo que me enseño ese hombre! Que se podía trabajar con placer, hasta con relajación, en la tele. El valor del remate. Años después, Ciro (Zorzoli) me enseñó el camino inverso, trabajar sin remate, más a la inglesa, así tuve las dos posibilidades. Juan Carlos me dijo algo que se me tatuó en el pecho: “Miralo a Tato, mirá como se corre cuando recibe a otro, a Carnaghi, a Federico Peralta Ramos. ¿Vos querés brillar? Ocupate de que brille el otro”. Eso no es sólo actuación: es la clave de vivir.
PARA AGENDAR
-Conspiranoico, de Rafael Gumucio y dirección de Peto Menahem. Sábado 15, a las 21, por Alternativa. $ 500.
-Dios, de R. Gumucio y dirección de P. Menahem. Sábado 22, a las 21, por Alternativa. $ 500.
No quedan grabadas. Más info en Instagram @livingteatroar
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