Tras su visita a Los Ángeles para acompañar la candidatura de Argentina, 1985, regresó al país para el estreno de la segunda temporada de El reino, que ya está disponible en la plataforma; el actor dialogó con LA NACION sobre su oficio de actor, la fe y su recorrido artístico
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La carrera de Peter Lanzani es de las que no se ven todos los días. A los 16 años debutó en Chiquititas y una vez encendido el motor de su oficio de actor, el “galancito” de Cris Morena despegó de las tiras adolescentes. Deiciséis años más tarde, acumula millas en cine, teatro y TV. Con sus interpretaciones en El clan y Un gallo para Esculapio supo dotar de profundidad y emocionalidad a sus personajes y fue aclamado por la crítica. En teatro, se destacó en Equus y Las cosas maravillosas y en 2022 se subió al escenario del Colón junto a Joaquín Furriel en el marco del festival Martha Argerich.
Su reciente participación en Argentina, 1985 interpretando al fiscal Luis Moreno Ocampo lo llevó desde Buenos Aires hasta Los Ángeles, donde el film defendió su nominación al Oscar por mejor película internacional. Hace menos de una semana volvió al país y a pocas horas de estrenarse la segunda temporada de El reino dialogó con LA NACION. En la serie -los nuevos capítulos ya están disponibles en Netflix–, Lanzani interpreta a una especie de salvador que se convierte en líder popular. Con un elenco lleno de figuras, entre las que se destacan Diego Peretti, Mercedes Morán, Joaquín Furriel, Chino Darín y Nancy Dupláa, la primera entrega de El reino logró cautivar a la audiencia, encabezando el top 10 en las horas siguientes a su lanzamiento.
–Dos de tus últimos trabajos -Argentina, 1985 y El reino- lograron traspasar la pantalla y encender debates y temas de conversación en el día a día…
–Si hay algo que me gusta de lo que hago, es eso. Yo vivo con un amigo y miramos películas y cuando las terminamos debatimos: ¿nos pasó algo o no nos pasó nada? A veces hay películas que están bien actuadas, bien filmadas, son divinas y todo se ve bien pero no te pasa nada… A mí me apasiona lo que hago y trato de hacerlo de la mejor manera. Mi eje es ese: tengo un personaje y tengo que contar cómo es. Trato de poner todo lo que pueda al servicio de la historia: puede que te pongas a llorar, que te decepciones, que me odies, que te enojes, pero lo importante es que pase algo….
–Tu oficio de actor está muy vinculado a cómo tu trabajo es recibido por los espectadores…
–Sí, un poco sí, siempre estoy contando una historia. Si vos no empatizas conmigo, no te sentís identificado en ese contar, hay algo que no estoy haciendo bien. Más allá que algunos les podes gustar y a otros no, porque es imposible gustarle a todo el mundo.
–Tus personajes en Argentina, 1985 y en El reino están más vinculados a los héroes que a los antihéroes ¿Te gustaría explorar más el mundo de los villanos?
–No sé, lo he hecho de una manera u otra. En El clan no era un héroe, pero aun así la gente lograba empatizar con el personaje. Yo trato de entrarle a los personajes que interpreto por medio de sus dolores y de sus tristezas para tratar de entenderlos. Después cada uno es quién es y se hace su fama y su mote por las decisiones que toma. El único superpoder que tenemos como seres humanos es que podemos decidir ¿Si hay un personaje que es un antihéroe, un villano, me gustaría hacerlo? Sí, pero no sé si voy por buenos o malos, más bien elijo qué contar según lo que me sucede internamente….si leo un guion y me pongo a llorar o siento que algo me atraviesa, voy con eso. Elijo el tipo de historias en donde todos nos podamos sentir un poco buenos y malos.
–“Dioses y monstruos”, como el título del primer capítulo de la segunda temporada de El reino, ¿cuáles son los tuyos?
–Creo que somos nuestros propios dioses y monstruos. Como el cielo o el infierno ¿Quién dice que no estamos en los dos lugares a la vez ahora mismo? Creo que somos los únicos que nos podemos hacer felices y también los únicos que nos podemos condenar. Si me pongo más terrenal, mis amigos y mi familia pueden ser mis dioses. Mis monstruos son las arañas, a las que les tengo pánico.
–¿Creés en Dios entonces?
–Soy un tipo de fe. Creo que algo hay, y que sería muy ingenuo de mi parte creer lo contrario. La fe es algo que construimos nosotros, no es un lugar al que llegás ni algo que tocás. No sé si creo en las instituciones. Sí creo que algo pasa, como creo en mi intuición. Creo en las energías, creo en nosotros, creo en vos. No sé si creo en Dios o en una institución. No creo que Dios haya escrito la Biblia. Quizás me cuelgan por esto (ríe). Pero la verdad es que soy tipo de fe y creo en la gente.
–Actuar es un acto de fe: tenés que confiar en un montón de gente, en procesos y en una historia
–Y en alguien que no sos. Pero para mí, los buenos actores son los que no actúan. Yo cuando veo a Daniel Day-Lewis, no lo veo actuar. Está ahí y algo sucede. Hasta el punto de que puede que salga a la calle y la gente lo odie y eso es porque algo pasó con la historia que contó…
–Argentina, 1985 o El reino dispararon discusiones políticas, religiosas, ¿sos conciente como artista que son historias que movieron el avispero?
–Sí, cuando una historia mueve una aguja quiere decir que algo pasó, pero también creo que tiene que ver con que somos una sociedad que no nos cuesta mucho debatir, somos fervientes. Cuando ganamos el mundial enseguida pensamos que éramos lo mejor del mundo…
–¿Te sentiste muy mal cuando Argentina, 1985 no ganó el Oscar?
–No, no. Se gana y se pierde, está bien perderlo también y es un orgullo haber llegado a dónde llegamos. Es un laburo que venimos haciendo desde septiembre, haciendo entrevistas, viajando y moviendo la película…y no es por la estatuilla, es porque le viene bien al cine nacional como industria. Logramos estar ahí y eso ya es un montón. Estoy seguro que no va a ser la última vez que nos pase, sé que la Argentina no se va a quedar solo con dos Oscar. Pero también es verdad que en ese momento sentís que estás jugando un partido de fútbol y no querés perder. Si a un futbolero no le pasa nada con perder, que no haga deporte.
–¿Cómo se sintieron durante la ceremonia de los Oscar?
–Estábamos chochos y no solo por los Oscar, sino por todo lo que vivimos. Fue una experiencia de la que no nos vamos a olvidar jamás y ante todo fue muy lindo hacerla con amigos, nos divertimos y tenemos muchas anécdotas. Eso es para siempre y es mejor que ganarse un Oscar.
–Dijiste que nuestro poder como seres humanos es que podemos tomar decisiones…
–Sí, tomamos decisiones, buenas o malas, porque el superpoder no es algo necesariamente bueno. Wolverine se puede regenerar pero no puede morir nunca ¿está bueno no morir nunca? No sé, todo tiene sus pros y sus contras. El poder decidir hace que puedas armar tu propio camino pero a veces decidís mal y te equivocás y podes lastimar a otro, todo repercute, como te repercute a vos mismo.
–¿Sentís que tomaste conscientemente las decisiones de tu camino artístico?
–Algunas más concientes y otras más inconcientes. Me equivoqué mil veces, me sigo equivocando, y es el momento de hacerlo. Pero trato de escucharme y de tomar las decisiones que de verdad quiero tomar. Todo me va formando porque mis aciertos y también mis errores me trajeron a dónde estoy. A veces son las equivocaciones las que te ayudan a ver las cosas. Creo que encontrar el equilibrio es difícil. Para actuar hay que ser conciente y a la vez un poco kamikaze. Si no, ¿cómo hacés? Hace unos meses estuve actuando en el Colón y la verdad que si no le faltaba el respeto al lugar –en el buen sentido– no sé si lo iba a poder hacer, tuve que ser un poco kamikaze.
–Empezaste muy joven, ¿qué le dirías al Peter que está por grabar su primera escena con Cris Morena?
–Nada, porque lo que le puedo decir tiene que ver con el lugar en el que estoy parado hoy. A veces, lo mejor es dejar que todo fluya. Siempre estuvimos muy contenidos en el mundo de Cris. Era un trabajo muy exigente pero estábamos muy contenidos y nos enseñaron una dinámica de trabajo. No cambiaría nada de eso. Hoy siento que tengo la sabiduría de saber que soy un afortunado por hacer lo que me apasiona. Hay gente que no puede trabajar de lo que le gusta y al tener esa oportunidad no hay que ser condescendiente, hay que tratar de exprimirlo y usarlo de la mejor manera.
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