Pepe Soriano: la última foto de su reencuentro con Alterio y la obra que le permitió criar a sus hijos, comprarse una casa y convertirse en leyenda
En abril pasado el querido actor hizo su última aparición pública entre colegas, en un homenaje organizado en Sagai y en la cúpula del CCK; con El loro calabrés, que llevó por todo el país, hizo del teatro un ritual donde compartía pan casero con los espectadores
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La noticia de la muerte del queridísimo Pepe Soriano, a los 93 años, impactó no solo en la comunidad actoral sino en todos aquellos que disfrutamos de su arte a lo largo de las décadas. El productor teatral Carlos Rottemberg recurrió a sus redes sociales para transmitir la triste noticia. De inmediato recordamos la que muy probablemente haya sido la última aparición pública del actor: los encuentros realizados en abril último en Sagai y en la cúpula del CCK, en los cuales recibió un merecido homenaje Héctor Alterio y de los que Soriano no sólo formó parte sino que se fundió en un emotivo abrazo con su gran amigo.
Con motivo de su visita a Buenos Aires, el Ministerio de Cultura de la Nación le organizó un importante reconocimiento a Alterio, en el que estuvieron presentes Víctor Laplace, Georgina Barbarossa, Ricardo Darín, Eleonora Wexler, Eduardo Blanco, Gerardo Romano, Alejandra Darín y Pepe Soriano, entre muchos otros actores.
“Pasadas las 18, hora prevista para el inicio, la cúpula del CCK tuvo algo del fervor de la Scaloneta. Como prolijo coro, entró este maestro de la palabra al grito de ‘olé, olé, olé'”, consignó LA NACION en su crónica del homenaje, en la cual también se destacaba: “A metros de ese recorrido por el pasillo central matizado por abrazos y aplausos, se encontró en la primera fila con otro maestro: el señor Pepe Soriano. Como en una perfecta coreografía, todo el auditorio se puso de pie para tratar de fundirse en ese abrazo de dos señores de pelo blanco, ropa prolija, ojos cargados de historias que se fundieron en un saludo interminable.
“Es como ver el abrazo entre San Martín con Belgrano”, le dijo a este cronista Georgina Barbarossa. Salvando detalles históricos, tiene razón con solo recordar, por ejemplo, el trabajo de ambos en La Patagonia rebelde, película de 1974 que marcó una época; el paralelismo tiene sobrada entidad.
En la misma semana de abril, Alterio y Soriano coincidieron en un homenaje mucho más íntimo y cerrado a la comunidad actoral, el que llevó adelante Sagai, la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes. “En el marco de su despedida de los teatros argentinos, Alterio fue agasajado entre aplausos, risas y lágrimas”, señaló la entidad a través de un comunicado. Allí mismo expresaba que Pepe Soriano había participado en calidad de “presidente de honor”.
El rito único de El loro calabrés
Pero hay una foto que marcó a fuego la amplia, generosa, militante y amorosa carrera de este señor, admirado tanto por sus pares generacionales como por los creadores más jóvenes. Durante tantísimos años, el gran Pepe cumplió el rito de presentar el unipersonal El loro calabrés, trabajo icónico en su extensa trayectoria teatral, con el cual se las arregló para criar a sus hijos y comprar su casa de Colegiales. Como parte del ritual, terminaba la función, se acercaba a los espectadores y compartía pan casero.
La obra que le permitió llevar el pan a su casa la había estrenado en 1975, en un café concert de Rosario. Desde ese momento, recorrió los escenarios de América Latina, Europa e Israel. Los personajes inspirados en la infancia del gran Pepe se entremezclan con relatos sobre compañeros de escena que, a lo largo de los años trabajaron, junto con él. Aquella obra que ideó junto con su gran amigo Juan Carlos Gené lo llevó por las mayores ciudades del país y los pueblos más recónditos durante varios años. Pepe iba sólo con su guitarrita de sala en sala en tiempos del gobierno militar. “O me exiliaba en el exterior o me ponía a viajar por el país”, recordó en un reportaje que le hizo Pablo Gorlero en LA NACION.
“Donde me llaman, voy”
Viejo sabio que sabía que encontrarle la vuelta a las malas, se dio cuenta con eso de ir de un pueblo a otro iba a estar menos expuesto. La dictadura lo había amenazado como a tantos de sus colegas a quienes él mismo acompañó a Ezeiza para partir rumbo al exilio. Incluso, contó aquella vez desde su casa de Colegiales, que el DT César Luis Menotti tuvo que hablar con Leopoldo Galtieri para que pudiera hacer la obra en Rosario. Luego de ese episodio continuó en pueblitos de 1000 o 1500 habitantes. Hizo funciones iluminado por linternas porque no había luz y en calles con focos de automóviles como reflectores, o en el mostrador de un bar. Luego vino el gran éxito porteño, en 1977, cuando se estrenó en el mítico teatro Bambalinas. Todavía hoy YouTube rescata algunos de esos conmovedores monólogos que hacía en ese espectáculo que tuvo su deriva con El loro sigue contando“. Soy actor argentino, donde me llaman voy. Si no hay teatro, en la escuela. Si no hay escuela, en el patio, en la calle... sin luces ni nada. La viola y yo. Ésa es mi historia”, era su premisa.
En uno de esos monólogos, Soriano retrataba al loco Elías y a un Cristo relatando el desgarrador momento de su crucifixión, texto de Juan Carlos Gené, a quien también le rendía tributo. “Es la única versión en el mundo donde se retrata a un Cristo vivo, joven, al que le quieren sacar la verdad a fuerza de apalearlo, porque era un defensor de la idea de dejar de pagar impuestos a los romanos. Es una especie de Che Guevara o de Tupac Amaru, como todos los tipos que se sublevaron en los pueblos. Ese monólogo tiene un efecto fenomenal en la gente”, explicaba. Luego de ese momento llegaba el tan recordado reparto de pan entre la platea.
Hasta llegó a hacer ese texto en dos iglesias. Una perteneciente a la congregación de Don Bosco, en una villa; y una capilla situada en la entrada de Villa Gesell. “Cuando terminaba la misa, yo ubicaba la silla delante de Cristo y me sentaba con mi guitarra. Le decía a la gente que él era testigo de que lo que se iba a contar no era mentira”, rememoraba. Al poco tiempo se lo pidieron varios sacerdotes de la Catedral porteña para que pudiera interpretarlo con el coro y el órgano Walcker. “Me sentía honrado, pero a los quince días me volvieron a llamar para decirme que no se podría hacer porque monseñor Antonio Quarracino dijo que un comunista no puede entrar a la Catedral. Pero aquellos curas que me llamaron me hicieron un regalo hermoso, luego de disculparse. Me rindieron homenaje en la misa de las 9 de la mañana de ese mismo domingo. Fue una misa que los diarios no consignaron. Seas o no creyente, es un regalo bellísimo, un premio sin difusión masiva”, recordaba mientras hoy, tantos lo recuerdan a él.
La frase que identificaba a El loro calabrés era “uno es lo que uno hace y hace lo que uno es”. En aquel encuentro en su casa de Colegiales, el querido Pepe Soriano, aseveraba: “Vos sos las obras que hiciste, quien fuiste o cómo te comportaste en la vida. Sos eso”.
La despedida al gran actor será este jueves 14, de 10 a 13 horas, en Fundación Sagai (25 de Mayo 586, en la Ciudad de Buenos Aires). Luego sus restos serán trasladados al Panteón de Actores del Cementerio de la Chacarita, donde desde las 14.15 horas tendrá lugar el último adiós.
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