Pepe Cibrián, sobre el coronavirus: “No creo que esto cambie a la gente y que venga un mundo mejor”
El actor, dramaturgo y director reestrena hoy Marica, por la plataforma PlateaLive, toma pruebas y se divierte con un nuevo personaje
Es tiempo de levantar el telón para Pepe Cibrián. No como metáfora: levantarlo a partir de su necesidad visceral de hacer teatro. Desde su casa de Pilar -ese mundo privado que unos quince años atrás, fue un baldío, y hoy es un universo de plantas, obras de arte y recuerdos-, construye su nueva realidad: teatro en tiempo actual, perentorio y urgente. Y también como proyección, para cuando la pandemia sea solo una palabra más en el diccionario. Teatro para despejar la angustia y para soñar un mañana.
Pepe levantará el telón virtual hoy, por la plataforma PlateaLive, con Marica, un monólogo con reminiscencias lorquianas que lo acerca a sus raíces. Vía Zoom, también realiza audiciones para Infierno blanco, obra que piensa estrenar en marzo o abril del año próximo. Y por la misma aplicación se dedica a la docencia, en sus talleres de teatro. Hasta sus redes sociales están hechas de teatro: en su cuenta de Instagram @Jacintalaespanola diariamente realiza "vivos" de Jacinta, que nació como personaje de Por el nombre del padre -obra que representó con Viviana Saccone- y que cobró vida propia. "Se trata de una inimputable que dice cosas que no puede decir Pepe y que asocio con la genialidad de Catita", dice el propio Cibrián, entusiasmado.
Jacinta es una encargada de edificio algo tosca e inocente y él está muy entusiasmado con la repercusión que tiene. "Lo hago por placer y por un desahogo emocional: en esa hora me olvido de todo. Después entro en una suerte de decaimiento".
-¿Cómo imaginás el día después del coronavirus?
-No estoy de acuerdo con que le va a cambiar la cabeza a la gente y que esto va a ser un mundo mejor. El hombre progresivamente va a olvidarse de todo. No se puede vivir un dolor toda la vida. Sufrí como un condenado cuando se murieron mi madre y mi padre, sagrados para mí. Pero hubo un punto del dolor a partir del cual me fui olvidando. Hasta se empiezan a olvidar los rasgos exactos.
-Tal vez te quede la resonancia de tus propios padres: ellos también aprendieron a borrar sus dolores por la Guerra Civil y el exilio.
-Lo aprendieron mis padres con la guerra y yo con la epidemia de poliomielitis. Lo recuerdo clarísimo. Tenía 10 años. Estábamos en casa con un íntimo amigo, Patricio. De pronto, se empezó a sentir mal. Papá y mamá llamaron a sus padres: efectivamente tenía poliomielitis. Lo mandaron a tratarse a los Estados Unidos y no tuvo ninguna secuela. Pero yo había dormido en la cama de al lado y no me contagié. Mis padres no sólo lo superaron sino que nunca más volvieron a España. Hasta que murió Franco no podían. Después no quisieron. Amaban la Argentina. Fue un exilio elegido.
-A partir de hoy, a través de Platea.net, comenzás tu propio ciclo teatral con Marica. ¿Por dónde pasa tu necesidad de hacer teatro en línea?
-El teatro es meditar en la acción. Yo medito actuando. Me voy a otro mundo en donde la realidad del personaje me conmueve, me divierte, sufro. Es totalmente terapéutico. También me ayuda a costear el día a día. La gente del teatro no tenemos más ingresos que esos. No soy un hombre de la televisión, ni del cine. Y aunque nuestra secretaria general del gremio dijo que somos prescindibles [N.R.: Alejandra Darín expresó que la actoral "no es una actividad considerada indispensable"], no estoy de acuerdo: somos necesarios. Como todos aquellos que hacemos cosas para que una sociedad funcione.
-Hace 10 años conmocionaste a la sociedad con tu monólogo de Marica en el Senado de la Nación. Quedó como un símbolo, frente a tantos discursos que enmarcaron el debate sobre la Ley de Matrimonio Igualitario. ¿En dónde darías batalla hoy?
-En resurgir. Siento que vamos a abrir una puerta y nos vamos a encontrar con Berlín bombardeado. Y aquí no hay un plan Marshall. Nadie nos va a mandar nada. Debemos tener conciencia de que los únicos que vamos a levantar eso somos nosotros.
-Marica es un texto que refiere a la muerte. ¿Cómo pensás en ella?
-Me enfrenté tres veces a la muerte, muy claras: dos cánceres y la caída que tuve, por la que estuve cinco días en terapia intensiva. Viví los momentos cercanos a la muerte con un gran optimismo. La última obra que hice cuando empecé a tener el cáncer fue Lord, basada en un cuento de Charles Dickens, Cuentos de Navidad. ¡Toda la obra habla de la muerte! ¡Qué paradójico! Lo que no quiero es sufrir o estar decadente.
-El teatro en línea también te conecta con tu esencia.
-Lo disfruto mucho. Cuando hago Jacinta es como si fuera una función: una hora antes ya estoy pintado, frente a mi computadora, vestido. No necesito más decorado que estar sentado y leyendo. Estoy en el mundo del teatro. Tengo 56 obras estrenadas y después de Marica seguiré con Drácula, Juana la Loca, El jorobado de París. ¡Todo mi bagaje de vida está en este proyecto!
-¿Cómo surgió este don prolífico por la escritura?
-¡Te juro que no lo sé! Cuando era chico, a casa venían muchos intelectuales exiliados: Rafael Alberti, Alejandro Casona, Santiago Ontañón (escenógrafo de Lorca). Y yo me escondía para escuchar sus conversaciones. Se habían enojado con Casona porque volvió a España en la época de Franco: había fallado a la dignidad de no regresar.
-Tus padres llegaron a representar obras tuyas.
-Sí. Un mes antes de la revolución mafiosa que llevó a la dictadura estrenaron De lo nuestro, lo mejor. En 1981 mamá presentó La puritana, que recibió el premio al mejor autor en Argentores. Y diez años después hizo Las dulces niñas, con Marzenka Nowak. Fue un fracaso. Nos quedamos sin nada más que para comer. Entonces se me ocurrió llamar a (Juan Carlos) Lectoure. Ni lo conocía. Cuando me atendió, lo primero que le dije es que yo no era mi padre (ríe).
-¿Por qué Lectoure?
-Porque pensé que podía producir una obra en un teatro. Jamás se me ocurrió el Luna Park. Además, yo venía de un fracaso. ¿Quién iba a querer producir una obra mía? Pero se entusiasmó y me dijo que fuera al día siguiente.
-¿Pensabas en Drácula?
-No tenía idea. ¡Te juro por mamá que no tenía nada para llevarle! De Drácula solo sabía que chupaba sangre: no había leído la novela de Bram Stoker ni visto sus películas. Pero gracias a aquel fracaso, al día siguiente apareció la idea.
-El año que viene se cumplirán 30 años de su estreno. Hubo un antes y un después en tu vida.
-Los Lectoure me cambiaron la vida. De cabo a rabo. Y no lo digo por el dinero: juro que no me importaba. Lo que me importaba era tener un teatro lleno y que me gritaran "bravo". Esos 10 años que estuve con ellos fueron extraordinarios. Desde que murió Lectoure, nunca volví al Luna Park.
-No te importa la plata, y hace un año diste un alerta: te habías endeudado con la tarjeta de crédito y necesitabas resolver una urgencia financiera. ¿Cómo es tu situación ahora?
-Vendí una propiedad y lo resolví. Es plata, solamente plata. Alberto Closas siempre le decía a mi papá: "Pepe, tú tienes que deber mucha plata al banco, y así te van a querer mucho".
-¿Cómo vivís actualmente?
-Tengo un nivel de gastos importante, pero puedo mantenerlos. Vivo con mi tía Carmen, que tiene 90 años. La traje conmigo unos meses antes del coronavirus. También se quedaron dos mujeres que cuidan a ella y a la casa. Y está Luis, mi hijo adoptivo, que tiene 26 años y es un sol. Lo adopté grande. Mi deseo fue haber adoptado tres o cuatro chicos, pero en los 15 años que viví con Santiago [Zenobi, de quien se separó en 2018], nunca me los dieron.
-¿Cómo se domestica el deseo en tiempos de pandemia?
-Se lo anestesia. No hace falta más nada. Más allá de la autosatisfacción, que tampoco es para tanto: ¡tenés que tener un elenco imaginario! Ya no me divierte: hasta empecé a aburrirme de ver series y películas. Me encanta escribir y leer.
-¿Seguís conectado a las redes de encuentros?
-¡Tengo que dar explicaciones a los de Tinder, porque nadie puede creer que soy yo! En un chat de internet conocí a quien fue mi marido 18 años, a quien amo y con quien somos grandes amigos. En las redes, todos los personajes están expuestos: está la condición humana a pleno.
-¿Y alguna red de acción más directa, como Grindr?
-¡En otro momento la usaría como loco! Hoy ya no. No es lo que me atrae.
-¿Las redes te hacen sentir más joven?
-Ya no soy joven. Soy vital, que no es lo mismo. Como decía Oscar Wilde, ser joven es una enfermedad que se cura con el tiempo.
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