Pedro Brieger y su “confesión anticipada” en una revista de los años 90
Norma Morandini, la cofundadora de la publicación Mujeres & Compañía, difundió el artículo escrito por el periodista hace tres décadas; “Se denuncia solo en lo que escribió”, revela la exdiputada en diálogo con LA NACIÓN
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“¿Cómo nos ven a las mujeres?”, era la pregunta que le ofrecían responder Norma Morandini y María Eugenia Estenssoro a distintos intelectuales de la década del 90 para la revista Mujeres & Compañía. El gran hallazgo -un guiño del destino- fue que el martes, horas después de que el grupo Periodistas Argentinas denunciara desde el Senado a Pedro Brieger por 19 episodios de acoso sexual contra colegas y alumnas, Morandini descubrió en su archivo que una de esas columnas estaba firmada por Brieger. “Una confesión anticipada”, comentó Morandini en diálogo con LA NACIÓN.
“Mi mirada hacia las mujeres está desgarrada por las contradicciones. En realidad, estoy convencido de que las miradas son producto del entorno, de la gente que nos rodea y -en la Argentina- del bombardeo permanente de los medios, que presentan a las mujeres como prostitutas al alcance de la mano”, escribió Brieger al comienzo de su artículo, titulado Bicho raro. Sus palabras develan, 30 años después de ser publicadas, conciencia sobre su conducta y lucidez para analizar los entornos que hicieron posible que su trabajo y su prestigio no se vieran afectados por procedimientos graves, reiterados y sostenidos por décadas.
“A los 18 años cambié de país. En Israel crecí en un ambiente donde el feminismo era tema de discusión obligado para hombres y mujeres. Para un adolescente recién llegado de la Argentina que solía tocar traseros en los colectivos, esto fue una verdadera revolución. Entre mis recuerdos más vivos estarán siempre las noches en vela discutiendo sobre el amor y las palabras que se debían cambiar en el lenguaje para erradicar la terminología machista. En las reuniones sociales o políticas que frecuentaba casi nadie se atrevía a contar chistes sexistas, degradantes sobre las mujeres, de la misma manera que nadie hacía bromas sobre homosexuales o árabes. ¿Censura o autorrepresión? Tal vez. Pero, en primer lugar, era un intento para establecer nuevos vínculos entre hombres y mujeres”, escribía Brieger en su columna, que continuaba de la siguiente manera: Y si existía un caso de violencia física, el imputado quedaba marginado socialmente, porque la condena de los amigos tenía mucha más fuerza que cualquier proceso legal. Aunque no vivía en un guetto fui madurando rodeado de feministas y, la verdad, nunca conocí a una que odiara a los hombres o pensara que la lucha de las mujeres pasaba por la antinomia de los sexos. Tampoco eran todas divorciadas, frustradas o lesbianas como suele decirse aquí. Eran, si, muy celosas de su condición femenina. Cuando se abrió el primer refugio para mujeres golpeadas en la ciudad donde yo vivía, aceptaron gustosas que un hombre diera una mano pintando paredes o arreglando las cerraduras de las puertas, porque mi actitud no era paternalista”.
“Entre otras cosas entendí que la atracción física no depende de un par de buenas ‘gomas’ ni que éstas son una llave mágica que abre todas las puertas –escribió también Brieger-. Con esas mujeres aprendí las pautas de seducción diferentes de las que conocía. Aprendí, casi de manera obsesiva, a interpretar los gustos de las mujeres, a respetar un ‘no’ sin que éste se convierta en un ‘tal vez’ que finalmente le deje paso al ‘sí'. Aprendí que el deseo y el placer deben ser compartidos hasta en los más pequeños detalles.
“Mi regreso a la Argentina en 1985 fue traumático. El primer shock fue ver a las mujeres vestidas con diminutas minifaldas y pantalones ajustados al extremo. Imágenes que me recordaban las famosas calles de las prostitutas de París o Ámsterdam. Ni qué hablar de su manera de caminar o sus actitudes histéricas. De golpe, me encontraba de nuevo en una sociedad donde las mujeres -casi sin tapujos- depositaban sus almas en lo corporal. Desde entonces, prácticamente no conocí a mujeres que estuvieran satisfechas con sus cuerpos, que hubiesen aprendido a valorarlos o -por lo menos- a explorarlos con sus manos. Era extraño encontrar un desproporcionado culto a lo físico pero una disociación esquizofrénica entre ellas y sus propios cuerpos. Y descubrí algo que no conocía y me impactó: el bisturí y los infinitos retoques en nariz, pechos o glúteos. Me cuesta creer que aún se armen mesas redondas, actos políticos o simples presentaciones de libros y que no participe -por lo menos- una mujer”.
La columna del periodista para la sección ¿Cómo nos ven? terminaba del siguiente modo: “Mi intelecto desgarrado lucha contra ese instinto animal que los hombres desarrollan en Buenos Aires, donde la mujer pasa a ser sólo un objeto sexual. Me niego a que los animadores de la tevé que dicen ‘es linda, pero también inteligente’ me ganen la partida. No estoy dispuesto a adaptarme al medio que me rodea. Prefiero que algunos sigan pensando que soy un bicho raro”.
Sobre la columna de Brieger, Morandini reflexionó en relación a los cambios de paradigma que se atravesaron en las últimas décadas. “Nuestra mirada también cambió. En ese momento lo publicamos y no nos llamó la atención”, señaló. Algunos de los pensadores que también escribieron en aquella revista bajo la misma consigna fueron Tomás Eloy Martínez, Ernesto Sabato, Miguel Ángel Solá, Mempo Giardinelli y Sergio Sinay.
“La columna de Brieger delata su concepción sobre las mujeres. Pero también hay que pensar que en los 90 las mujeres decían explícitamente que no eran feministas. Son cambios que se vivieron en la sociedad y que vistos hoy, impresionan. Sin ir más lejos, hace poco intenté volver a ver Doña Flor y sus dos maridos y no lo soporté. No la pude terminar. Me impresionó ver como mi propia reacción fue cambiando de una época a otra. Hay cosas que antes estaban naturalizadas. Hoy la mirada cambió. En ese momento lo que escribió Brieger no nos llamó la atención, pero hoy se revela como una confesión anticipada. “Hoy leemos el artículo y es machista. Entre líneas lo que se lee en su mirada es: ´Vos te vestís ajustada, ¿cómo es que después no querés ser mi objeto sexual?”, analizó Morandini.
“Hoy los temas de género se llevan desde un lugar más políticamente correcto. Hay cosas que ya no se dicen, pero eso no quiere decir que no se sigan pensando”, apuntó Morandini. “En lo personal, creo que por más que las mujeres ocupamos más espacios que antes, hay debates que se han postergado, sobre todo los que tienen que ver con las desigualdades que existen entre hombres y mujeres y que son agenda en todo el mundo”. Además, la periodista y política argentina profundizó sobre lo que considera una de las problemáticas de género más actuales: “Noto que si bien las mujeres nunca tuvimos tanta libertad de movimiento como en estos tiempos, nunca estuvimos tan esclavizadas físicamente como ahora. Hay una exaltación de los estándares estéticos como nunca antes”.
En las últimas horas, Nodal, el portal de noticias de América Latina y el Caribe que dirigía Brieger, confirmó a través de sus redes sociales la desvinculación del periodista. “Hemos decidido desvincular a Pedro Brieger, director de la agencia, tras las denuncias de acoso sexual”, señalaron e informaron que desde el 27 de junio Paula Giménez asumió como directora. “Desde el equipo de la Agencia seguimos comprometidos a trabajar por espacios igualitarios y libres de violencias”, agregaron.
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