Pedro Aznar se anima a todo y no le teme al qué dirán ni a los prejuicios musicales
Después de la reedición de dos discos de Serú Girán (y sin posibilidades de relanzar el resto del catálogo de la banda), el músico estrena El mundo no se hizo en dos días y planea presentarlo en abril de 2023
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Adán y Eva con estética renacentista galáctica porque no se les ven sus rostros debajo de sus cascos espaciales. De hecho, quizás hayan perdido la cabeza mientras tuvieron al mundo en sus manos (ella como si fuera el fruto prohibido, él lo manipula irresponsablemente como si fuera un yo-yo). Así es la tapa de El mundo no se hizo en dos días, el nuevo álbum que Pedro Aznar trae entre manos y que presenta en sociedad este viernes. Viene en formato doble (19 canciones, la mayoría propias) y muchas cosas para decir, especialmente sobre las relaciones humanas, la hegemonía de las corporaciones y ese mal uso que se hace del planeta, que ya está presente en la primera canción, a modo de manifiesto rapero.
Pedro hizo un avance del disco, días atrás, frente a un reducido grupo de periodistas, con los que compartió algunas de las canciones del álbum en un estudio de grabación porteño y conversó sobre su nueva creación. Hay cinco canciones de la prepandemia, curiosamente una de ellas se llama “Dejando la tormenta atrás”. Y la que da título al disco es una especie de manifiesto que nació como si fuera un freestyle aunque luego fue llevado al papel y, seguramente, retocado. “Me pareció bueno que fuera una especie de declaración de principios. Algo que dijera: en esto estoy pensando, lo que me preocupa en estos días. Además, la frase de este rap se refiere a que no podemos ni debemos bajar los brazos así como así. Porque las cosas importantes llevan tiempo y esfuerzo. No te podés dejar caer por un tropezón. Hay que seguir dando batalla”.
Antes de esta charla Aznar anticipó que sentía a El mundo no se hizo en dos días como uno de los discos más personales de los últimos tiempos. En realidad, al tratarse de álbumes de autor, todos deberían ser igual de personales, pero su comentario fue más allá. “Es el disco con más canciones que soñé. Me desperté y tenía la melodía [de una canción], un arpegio de piano, una frase de guitarra, un título o un pedazo de letra. Creo que tuvo que ver con lo que nos pasó en la pandemia. El parate forzado y la mirada para adentro y para afuera profunda, obligada por el momento. El año sabático que nunca me tomé me di cuenta de que era en ese momento”.
Aznar supo aprovechar ese momento no solo para crear canciones, también comenzó a conectarse con su público vía streaming y esos contactos no fueron para nada convencionales. Fluyeron según la respuesta que fue obteniendo de la gente. Lo convencional hubiera sido cantar, pero también leía textos e interactuaba en esas conexiones que tuvieron varias “funciones”. “¿Qué puedo aportar? Yo sé hacer esto: leo cuentos, escribo cosas y las digo, reflexiono en voz alta. Canto canciones que me gustan y los acompaño así. Y fue divino lo que pasó por el retorno que tuve. Fue impresionante. Claramente había una falta de abrazo. Y la gente me abrazó. Creo que esa sensación de responsabilidad, una carta blanca que te dan, te hace poner toda la carne al asador”.
Explorar siempre fue una de las premisas de Aznar, especialmente en su música, y en este nuevo álbum hay pruebas claras por el amplio espectro musical, no solo por lo textual. Sus canciones van desde temas que son muy “Aznar” hasta melodías que suenan al folk inglés, piezas inspiradas en el barroco y esos rapeos que parecen de freestyle.
-¿Por algunas canciones de este disco, qué tan identificado te sentís con formas como el freestyle, muy actuales y al mismo tiempo de una generación que no es la tuya?
-Me encanta y me entusiasma mucho porque es un resurgimiento de la poesía. En definitiva, ese eso: arte poético puesto en marcha, en funcionamiento, desde la improvisación. Yo amo la improvisación por mi lado jazzístico, amo la poesía por mi lado poeta y soy músico de rock. En ese baile me siento en casa. Ponerlo en funcionamiento en mi propio trabajo no fue una cosa forzada. Es una hermosa herramienta para decir cosas, un manifiesto que no sea un plomo. Con sorpresas auditivas, texturas y colores. Se puede vestirlo de muchas maneras. Un viaje mientras vas diciendo cosas. Hay dos temas que exploran esta zona. Me divirtió muchísimo hacerlos. Y también hay un reggaeton, “No voy a cantarle a tu culo”, con el que también nos divertimos a lo loco.
-Si bien hay artistas comprometidos, no hay manifiestos colectivos en la música desde hace tiempo. ¿Sentís que, con el paso de los años y los discos, te vas expresando de formas más literales y concretas?
-Sí, en cuanto a mí sí. En cuanto a los demás hay muchos artistas que se comprometen seriamente. Residente es un artista súper comprometido. Lo viene haciendo hace rato. Muchas de sus canciones son manifiestos. Wos y Trueno también.
-¿No sentiste que ese abanico con influencias de 400 años, de la música antigua al reggaeton, podría derivar en un eclecticismo que te jugara en contra?
-No porque ese cheque en blanco que me da la gente es tan contundente. “Te bancamos, vamos con lo que te parezca”. Algunos de mi entorno me preguntaban si a la gente no le iba a dar cosa de que yo cantara un reggaeton. Te aseguro que nunca tuve duda. ¿Cuál es el problema? Cualquier música vos la podés abordar desde el respeto, la dedicación y la buena intención. Después se verá cuánto lo logres o no. Alguien te puede decir que le gusta más algunas cosas que otras de las que hacés, pero eso es algo que viene después. Por eso digo que no me dio resquemor. Y cuando tenés un disco doble, al tener una tela más amplia te largás a hacer una pintura más ambiciosa.
Las canciones de Aznar vienen cada vez más recargadas y hay diversos tópicos que atraviesan el álbum, a veces de manera muy sugerida, con temas delicados como “Salve”, “Pilgrimage” o “1918 revisitado”, otras con impronta más rockera o rapera. Y Pedro habla en esas 19 piezas de aquello que ha resumido en un texto: “La crisis ambiental mundial, la desidia e inercia de los gobiernos al respecto, la necesidad de cambiar la matriz energética de los combustibles fósiles a las fuentes renovables, la creciente prepotencia y manipulación de las democracias por las megacorporaciones, el amor personal con sus cielos e infiernos, el amor y el cuidado de toda la vida con la que compartimos este viaje y una mirada crítica sobre la cosificación de la mujer y la banalización de lo erótico, convirtiéndolo en un artículo a la venta más”.
Incluso, toma cartas en el asunto y además de lo que canta, milita en cuestiones como el rechazo a la explotación petrolera cerca de las costas de Mar del Plata. Lo hizo hace meses atrás en el ámbito judicial y dice que lo seguirá haciendo: “Cualquier toma de posición política implica que habrá gente a la que eso no le vaya a gustar. La única manera de gustarle a todo el mundo es estar muerto y estoy lejos de estar muerto. Te la tenés que jugar. Si no, ¿para qué?”.
Las canciones, el mundo y sus crisis
Semanas atrás se viralizó un video en donde el cantante Sting dice que hoy se hace buena música y que hay grandes músicos pero que a las canciones le hace falta “puentes”. “Para mi el puente musical es una terapia”, explicaba. En ese video ponía el ejemplo simple de una situación en la que a un hombre lo había abandonado su novia y que luego de ese puente musical podían aparecer nuevo acordes, nuevos sonidos y una reflexión que le permitiría salir de la crisis. Según sus palabras, la música actual a veces es circular, y se puede quedar atrapado en eso: en la crisis. “Y el mundo está en crisis: la pandémica, la política. La música debe mostrar una manera de salir”, decía.
Aznar vio ese video y lo comentó con amigos: “A Sting lo re banco como compositor. Es uno de los tipos indiscutibles. Entiendo su posición y el uso que siempre hizo de los puentes en las canciones es magistral. Eso es innegable. Pero también creo que la música, digámoslo entre comillas, ‘circular’, tiene otros modos de quebrar. El que va rapeando también va cambiando sus intenciones y los modos cómo dice. Los volantazos cumplen la función de los puentes, y la base sigue siendo circular. La letanía es un mantra. Es muy interesante cómo muchos usan estos recursos. En este disco están esos dos casos. Por eso banco la forma circular y también lo banco a Sting [se ríe]”.
-Hay guiños místicos o religioso, incluso ya desde el arte de tapa del disco.
-Creo que son guiños a las mitologías y a las cosas del espíritu, por así decirlo. Al mundo interior. Por eso vuelvo a tu pregunta anterior. Creo que es el disco más personal porque toca todo eso. Lo arquetípico, lo mitológico, lo espiritual. Hay mucha cosa inconsciente, pre racional. Es como una internet del álbum. Lo de Adán y Eva fue una idea de Ale Ros [el diseñador] y me pareció brillante. Nos morimos de risa haciendo el arte. Es un tipo de una creatividad siempre a flor de piel. El hecho de que no veas las cabezas de Adán y Eva dentro de los cascos es una humanidad arquetípica que no estamos siendo inteligentes como especies. Adán y Eva sin cabezas. Somos el homo galácticus pero no tenemos cabeza. Estamos llevando al mundo a la extinción.
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