La modelo y actriz, que está haciendo temporada en Carlos Paz, habló con LA NACION sobre su relación con Fabián Vena y los lazos que construyeron junto a sus hijos y también abrió su corazón sobre las promesas que hizo cuando su padre estaba muy grave por Covid
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A Paula Morales le gusta pasar los veranos haciendo temporada en Carlos Paz. Se despierta antes que el resto de su familia ensamblada simplemente para observar las sierras o el lago, en silencio, sin escuchar reclamos de los chicos. Después sí, disfruta de pasar el día junto con su pareja, el también actor Fabián Vena, y con Valentino (7), el hijo de ambos; Benicio (15), su hijo fruto de su primer matrimonio; y las hijas de él, Vida (12) y Cielo (11). A la noche, él se va al Teatro del Sol 2 para protagonizar Los 39 escalones y ella parte rumbo al Teatro Zorba, donde hace Andate amor mío, de miércoles a domingos, junto a René Bertrand. De todo esto y mucho más habló con LA NACION la actriz y modelo, quien además repasó los inicios de su carrera, contó por qué decidió terminar sus estudios en Psicología y pasó muchos meses preocupada por la salud de su padre a raíz de su contagio de coronavirus.
-¿Tuviste dudas en aceptar hacer temporada cuando los casos de Covid-19 se dispararon?
-Nos cuidamos muchísimo en estos dos años y ninguno en casa tuvo Covid. Hicimos temporada el verano pasado y durante el año filmamos series, películas, hicimos streaming y nunca nos contagiamos. Soy bastante obsesiva diría yo, siempre con barbijo, con distancia social, pero sin miedos, sobre todo después de la vacuna. No hay miedo sino responsabilidad porque está en juego la salud y trabajamos con mucha gente.
-Además sufriste muy de cerca el golpe del virus porque tu papá, Víctor Hugo Morales, se contagió y estuvo muy grave, ¿cómo lo viviste?
-Es verdad, lo viví muy de cerca. No llegó a estar intubado pero sí muy grave y fue muy tremendo. En ese momento no estaba la vacuna, fue en marzo del 2021.
-Cuando se mejoró, ¿te hiciste tu primer tatuaje por una promesa?
-Sí, el tatuaje es en honor a la Difunta Correa (en el brazo derecho). Hacía muchísimos años que yo no rezaba y cuando mi papá entró en terapia intensiva, necesitaba aferrarme a la fe, pero no sabía qué hacer, estaba desorientada. Sabía que él era muy devoto de alguien y mi mamá me dijo que era de la Difunta Correa. Averigüé quién era, cómo se le rezaba y todos los días encendía una vela y ponía un vaso de agua porque ella murió deshidratada. Hice promesas de todo tipo y hay algunas que aun no llegué a cumplir. Todos los días le prometía algo distinto porque veía que mi papá no mejoraba. Una de esas promesas fue que me haría un tatuaje que representara a la Difunta Correa y tengo una madre amamantado a su bebé porque cuenta la leyenda que la encontraron muerta pero todavía amamantando a su bebé.
-¿Sos creyente?
-Me formaron en el catolicismo, pero no soy de ir a la iglesia ni rezar. Nunca perdí la fe, la tengo intacta. Pero hacía mucho tiempo que no le rezaba a alguien tan fervientemente.
-¿Qué dijo tu papá cuando supo de los rezos y el tatuaje?
-No podía creer las cosas que habíamos hecho todos. Fuimos muchas las personas que hicimos muchísimas cosas, y a lo mejor la mía no le sorprendió tanto porque soy su hija y era más de esperar.
-¿Cómo es tu relación con tu papá?
-Es natural que mi papá sea una persona pública porque desde que tengo uso de razón ya lo era y siempre fue muy jugado en sus opiniones. Pasamos por momentos más difíciles que otros, como cualquier familia, pero es mi papá. Respeto mucho que defienda sus ideas, que tome partido, y de hecho nunca recibí agresiones por eso. Estoy bastante al margen de su profesión y me dedico a otra cosa, hasta hay mucha gente que ni siquiera sabe que soy su hija. Quizá, si me hubiera dedicado al periodismo político o deportivo habría sido diferente, pero nada que ver.
-¿Y las reuniones familiares son acaloradas?
-No hablamos de política y tampoco de fútbol. Hablamos de otras cosas, de los niños, de lo que hicimos en la semana, de la familia y del trabajo de cada uno.
-¿Es verdad que te recibiste de psicóloga y nunca fuiste a retirar el título?
-Es verdad. Ya estaba trabajando como actriz y quería terminar la carrera porque me quedaban dos finales y si se me vencía el plazo, tenía que recursar y sabía que no lo iba a hacer. Me daba pena que me quedaran solo dos materias y entonces las preparé y las rendí el mismo día. Me fue bien, me recibí, pero sabía que no iba a ejercer. Además en psicología tenés que aggiornarte, seguir estudiando, especializarte y yo no lo hice. Pero me interesa mucho leer sobre el tema. Cuando arranqué a estudiar pensaba que iba a trabajar como psicóloga, era la idea, pero a mitad de la cursada empecé a trabajar como actriz, me iba bien y cambiaron los planes. Seguí porque la carrera es divina, me encanta leer y todo lo que tiene que ver con la mente humana me parece interesantísimo. Es ganancia pura, no siento que haya perdido el tiempo.
-¿Aplicas esos conocimientos en la dinámica familiar?
-Cada familia es un mundo y para nosotros se dio de forma natural. Claro que hemos pasado por distintos momentos, pero desde que empezamos a estar juntos con Fabián, la crianza de los hijos siempre fue un tema muy serio, que tomamos con mucha responsabilidad. Incluso cuando empezamos a salir fuimos a una terapia para que nos ayude a ensamblar, a que todos estemos bien, que los chicos puedan acostumbrarse y pasarla bien.
-Entonces, ¿ensamblar la familia no fue complicado?
-La realidad es que los que más se acostumbran a estas situaciones, en general, son los chicos. Benicio y las dos hijas de Fabián empezaron a funcionar como hermanos enseguida, y cuando nació Valentino unió mucho más porque es hermano tanto de Benicio como de Vida y Cielo. Todo se hizo con responsabilidad y se dio naturalmente. Claro que hay discusiones como en todas las familias porque la perfección no existe, pero tratamos de que prime la alegría. Intento generarles un lugar cálido en el que puedan sentirse contenidos y felices. Para mí eso es lo primordial.
-Fabián y vos se conocieron en 2013, grabando la tira Somos familia, ¿cómo pasaron la famosa comezón del séptimo año?
-(Risas) La pasamos exitosamente. Sí, ya hace un poco más de ocho años que estamos juntos.
-Antes dijiste que mientras estudiabas psicología empezaste a dar tus primeros pasos como actriz, ¿cómo arrancaste?
-Estaba en una agencia que se llamaba Elencos y hacía muchas publicidades, pero también manejaban actores, me enteré que había un casting para una tira para Telefe y pedí que me mandaran. Era un casting multitudinario y fui a tirarme el lance pensando que era imposible quedar entre tanta gente. Al tiempo me volvieron a llamar y yo estaba de vacaciones en Brasil con amigas, pero cambié el pasaje y a los dos días ya estaba grabando Los Roldán. El personaje era chiquito, la secretaria de Roldán, pero era una tira de 40 puntos de rating, que me abrió las puertas para hacer otras cosas, y así arrancó todo.
-¿Habías estudiado teatro o fue puro impulso?
-Había estudiado con Lito Cruz, con Luis Agustoni e hice un taller con Cris Morena. No me imaginaba poder trabajar como actriz, lo veía como algo lejano. Estudié teatro para vencer la timidez y me terminó encantando. Muchos piensan que seguí psicología por mandato familiar pero no, mis viejos siempre me dijeron que hiciera lo que me hacía feliz. Me apoyaron y cuando vieron que me gustaba este mundo, me advirtieron que no era fácil.
-¿Cuál es hoy tu mirada sobre el feminismo?
-Falta muchísimo camino por recorrer. La ley del aborto ya existe, pero no es fácil hacerla cumplir. Necesitamos un cambio en la sociedad que todavía no se ha dado por completo.
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