Patricia Sarán: dramas, polémicas y picantes declaraciones de la eterna "chica del ascensor"
Corría la segunda mitad de la década del '80 cuando un señorial edificio de Callao y Santa Fe albergó a un grupo reducido de trabajo. Estaban el camarógrafo, el director, el asistente, y una rubia escultural. El guion era sencillo: ella subía con un vestido a un ascensor, y en el trayecto al último piso se lo sacaba, para ponerse un jean y una remera cortita. Hacia dónde iba y por qué, quedaba en la imaginación de los espectadores.
La publicidad de Jordache quedó tatuada en el imaginario popular de la década, y también en la carrera de Patricia Sarán, que previamente ya había aparecido en otros avisos -uno de ellos, de una reconocida marca de helados-, y por entonces se debatía entre dedicarse enteramente a los medios o seguir estudiando Derecho.
Sarán siempre quiso ser conocida. A los 14 años ya modelaba, y cuando llegó a la adolescencia comenzó a participar de desfiles. Sin mayores apremios económicos, a pesar de lo convulsionado de la época, incluso llegó a viajar a Suiza a los 18 años para un exclusivo viaje de fin de curso. Pero su destino no estaba tan lejos, sino acá nomás, en la noche porteña, y en el ojo crítico de Gerardo Sofovich.
El productor la vio e inmediatamente la convocó para ser una de las secretarias de La noche del sábado; al mismo tiempo, ella comenzó a estudiar Derecho. La exposición televisiva (en aquel momento, Sofovich tenía dos programas ómnibus semanales de altísimo rating) la llevó a protagonizar aquella publicidad del ascensor. Ese fue el punto más destacado de su carrera mediática, y también el quiebre con su descubridor: "No me puedo dar el lujo de tener una secretaria que sea una Susana Giménez y media", declaró Sofovich como principal motivo de su desvinculación del programa.
El estigma de "la chica del ascensor", la persiguió muchos años más, e incluso le generó situaciones muy desagradables. Hace una década contaba: "A lo mejor estoy en un edificio, subo al ascensor y hay hombres que me dicen, ‘Ey, no nos vas a hacer lo del aviso’".
Con la estrella algo menguada, pero todavía fulgurante, en 1991 Sarán fue parte del equipo de Estudio 13, programa sabatino al mando de Gustavo Lutteral. Allí fue donde se dio el supuesto incidente con Juana Molina que ayer relató, que luego redundaría en una suerte de venganza por parte de la actriz: según Sarán, uno de los más recordados personajes de Juana y sus hermanas fue ideado para hostigarla.
Decidida a cambiar de imagen, no solo no aceptó las cientos de propuestas similares a la del "aviso del ascensor" que le llegaron, sino que comenzó a estudiar actuación con Lito Cruz y Luis Agustoni, entre otros, aún cuando su imagen ya no televisiva sino cinematográfica se asocia a productos "pasatistas" como Los exterminators o Bañeros 2, la playa loca.
Mientras surfeaba por la permanencia en pantalla, Sarán afrontó una serie de golpes anímicos que también la llevaron a replantearse qué quería hacer con su imagen, y con su vida. A la muerte de su padre (uno de sus mayores pilares personales y profesionales), se sumó el accidente fatal de quien era su pareja, cuando ya estaban planeando el casamiento.
Años después sobrevino el suicidio de su exmarido, Carlos Alberto Rebuffo, cuando todavía estaban vigente el juicio de divorcio que habían iniciado. La modelo contó en Animales sueltos las consecuencias físicas que sufrió: "Cuando me divorcié, en 2008, perdí el olfato y el gusto, anosmia se llama, por el estrés, y no lo recuperé".
En una entrevista con LA NACION, en 2011, Sarán explicó cómo llegó la música a su vida. "Me cansé, hice varias producciones sola y si bien soy consciente que entré a la televisión por la estética, me sentía vacía", contaba por entonces. "Me di el gusto de entrevistar a todos y recuerdo que estudiando teatro con Luisina Brando descubrí el canto, probé con varios profesores, y todos coincidieron que tenía una voz muy cálida. Cuando canto está mi alma, mis canciones tienen que ver con lo que siento, con el adentro. Están saliendo canciones propias muy buenas".
Además, en esa misma nota, renegó del fugaz pero intenso éxito, y aseguró que fue ella misma quien decidió dar un paso al costado: "Yo estaba casada y no dormía tranquila, no me dejaron vivir, tenía siempre 30 personas esperándome afuera de casa. Sentía que la fama era tomar droga, me tuve que calmar. Mi vida era llevada por los demás, era tanta la oferta que no miraban al ser humano, tenía firmado contrato con Guillermo Andino para conducir el noticiero y lo rompí por que no me veía detrás de un escritorio y no lo iba a hacer bien".
En los últimos años hizo algunas participaciones en teatro, tuvo un ciclo de entrevistas por cable y desarrolló una carrera como cantante. También pivoteó en los programas de espectáculos revelando que no solo tuvo un romance con Luis Miguel ("la persona más triste que conocí en mi vida", lo definió), sino que el astro le insistió para que se fuera a vivir a México con él.
Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos por reinventarse una y otra vez, su imagen todavía está ligada a aquella publicidad del ascensor que marcó en su vida -como si se tratara de un big bang-, el inicio y final de su explosión mediática.
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