La casualidad la llevó a acompañar a una amiga a un casting de televisión y fue ahí, en donde el exitoso productor y conductor la vio y la contrató; en un momento, se alejó de todo para darle prioridad a su segundo matrimonio, pero desde hace unos años decidió volver al ruedo y ahora compone canciones
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“Ser linda te abre un montón de puertas, eso es verdad, pero también te encasilla. Muchas veces no acepté hacer trabajos en los que me proponían otra vez hacer de una mujer sensual. Estudié teatro con los mejores, desde Lito Cruz a Julio Chávez, y puedo hacer otra cosa. No soy linda y nada más. Me aburro. Cuando me di cuenta de que me llamaban para hacer de linda, me cansé. No reniego de ser linda, pero no quiero que se queden con la foto porque yo soy una película. Hoy ya no me peleo tanto con eso, pero lo sufrí”, se sincera Patricia Sarán. Esta situación la alejó durante un tiempo. Sin embargo, al fin y al cabo es actriz y poco a poco, volvió a los medios, pero esta vez con la música. En los últimos años compuso 14 canciones, todas relacionadas con el empoderamiento femenino.
Durante una charla íntima con LA NACIÓN, Sarán recordó cómo se concibió la publicidad del ascensor que fue furor y le cambió la vida, habló de su relación con Gerardo Sofovich, quien le abrió las puertas de la televisión y la eligió entre miles de mujeres para ser la secretaria de La noche del domingo y también reflexionó sobre el amor. Además, aseguró que tiene muchas ganas de hacer teatro en Buenos Aires.
-¿Cómo fue ese día que conociste a Sofovich? ¿Cambió tu vida a partir de ese momento?
-Entré a la tele por pura casualidad. Estudiaba Derecho, pero ya hacía años que trabajaba como modelo y acompañé a una amiga, también modelo, a una audición en Canal 13. Yo estaba con un enterito y alpargatas, y me acuerdo que había una cola como de cuatro cuadras, unas cinco mil mujeres todas con tacos agujas y pestañas postizas.
-¿Y vos?
-Yo parecía Laura Ingalls al lado de ellas, pero no me preocupaba porque solo estaba acompañando. Además, no me bancaba mucho a Gerardo porque era muy déspota, por lo que veía en la tele, aunque admito que siempre fue un tipo que vio más allá de los demás.
-¿Entonces qué pasó?
-En un momento salió a la calle, miró la fila, me señaló y me dijo que lo siguiera. Yo le dije que no, que estaba con mi amiga y que no participaba del casting. Me repitió: “No me escuchaste, vos adentro”. Le respondí que quien no me había escuchado era él. Ya empezamos mal. Mi amiga me dijo: “Andá a ver qué te quiere decir”. Entré y, desafiante, le dije que me estaba creando un problema con mi amiga y que había muchas chicas lindas.
-¿Te dijo algo?
-No me dio bolilla y me dijo: “Empezás el sábado”. Le dije que no, me preguntó cuánto quería ganar, le propuse una cifra alta como para que me dijera que no y aceptó. Yo no sabía ni a qué iba a ir y a mi marido no le gustó nada, pero le aseguré que iba a ser debut y despedida. Yo no sabía nada de tele, nunca había estado y cuando empezó el programa explotaron los teléfonos y la gente preguntaba por mí. Cuando terminó bajaron dos tipos de traje, ejecutivos, me preguntaron cuánto quería ganar, otra vez pedí una fortuna, me dijeron que sí y firmé un contrato. Pero no eran de la producción Sofovich sino del canal y me lo explicó él después. La condición para estar fue que contratara a mi amiga y lo hizo, pero no voy a decir quién era por supuesto. Y así empecé en Canal 13, después fuimos a América y estuve cuatro años. No creo en las casualidades y considero que las cosas son porque tienen que ser.
-¿Por qué te fuiste del programa?
-Gerardo quería que yo me casara con su hijo Gustavo, pero yo estaba casada ya. Él me insistía, tenía mucho respeto por mí. Gerardo no preguntaba nada, sino que bajaba línea. Un día se armó un lío bárbaro porque mi marido me dijo que nos íbamos a Punta del Este una semana y me pidió que le avisara a Gerardo que el sábado no iba a ir. Cuando se lo dije Gerardo ni me escuchó y me respondió que tenía que ir, y que además al día siguiente me iba a Mar del Plata para hacer una publicidad. Era por mucha plata. Me sentía tironeada por mi marido y por Gerardo, y la verdad fue difícil. Lo desafié y le dije que las publicidades que yo conseguía eran mías porque era modelo desde los 14 años.
-La relación terminó mal, ¿qué pasó?
-Lo superó la publicidad del ascensor porque explotó, era tapa de todas las revistas y no le gustó nada. Él quería tener mi exclusividad y le dije que no porque además chocábamos mucho. Gerardo no preguntaba, sino que ordenaba. Reconozco, eso sí, que era dueño de una visión que no tenía nadie. Me pareció que seguir trabajando con él tenía un costo altísimo que yo no quería pagar. Se peleó con Susana, con Moria porque tenías que ser su esclava; eso en el mal sentido. Y de bueno, reconozco que tenía un ojo que nadie más tenía. Aprendí esta profesión a los golpes y también tuve mucha suerte. Aprendí a poner límites y a aceptar lo que me daba placer. No le gustó nada que dejara el programa y no nos hablamos por veinte años.
-¿Cómo fue el reencuentro?
-Por veinte años no me dirigió la palabra y además, me cerraba puertas. Un día estaba manejando por Palermo y un auto me encerró, me bajé para hablar con el chofer y bajaron la ventanilla de atrás y era Gerardo. “¿Ya está no?”, me dijo. Y le respondí que sí. Nada más. A los seis meses me llamaron de la producción del programa de Susana para decirme que iban a hacerle un programa homenaje a Gerardo y que él pidió por cuatro personas y una era yo. Fui, claro. Y ahí me dijo que tenía una propuesta muy importante, quería hacer Polémica en el bar conmigo como conductora y con una mesa de mujeres.
-¿Por qué no lo hicieron?
-Porque al tiempo Gerardo se murió y Gustavo nunca entendió qué quería su papá. Al final, el programa lo hizo Marcela Tinayre, pero no era la propuesta de Gerardo. Me hubiera gustado hacerlo y hubiera sido un éxito, pero no se dio. Me tiene que interesar mucho un proyecto para aceptar, aunque no me sobra la plata. En el último año de la facultad, ya empezamos a tocar la realidad y nos llevaban a las cárceles, y me di cuenta que la justicia no era lo que habíamos aprendido en los libros sino que se movía por coimas y sobornos, y no me gustó. Me decepcionó. Como buena pisciana soy muy soñadora y no era esa la carrera que yo había elegido. Me faltan tres materias para ser abogada, y en cualquier momento, las doy. Por otra parte, ganaba mucha plata como modelo, mucho más que mis compañeros en un estudio de abogados. Ya era famosa cuando hice el aviso del ascensor, había viajado por todo el mundo, y había hecho más de 500 publicidades y era la secretaria de Sofovich también.
Una publicidad que hizo historia
-La publicidad del ascensor fue un antes y un después en tu vida...
-Es verdad. Y lo más loco es que es una idea mía, yo contraté a la gente y me gané el Lápiz de platino. Iba a la Universidad del Salvador y aunque tenía profesores duros como Zaffaroni [exjuez de la Corte Suprema], había arreglado con todos que a determinada hora me iba porque tenía que ir a desfiles. Estaba en 5° año de la carrera y sabía perfectamente que los ascensores eran para los profesores y los alumnos teníamos las escaleras. Pero un día tuve que quedarme unos minutos más en la clase y me di cuenta que no llegaba a mi trabajo. Vengo de una familia muy católica, con un tío Obispo y no me maquillaba mucho e iba en jeans y remeras. Como no llegaba, bajé en un ascensor, lo trabé en un entrepiso y me produje, me maquillé un poco, me cambié y cuando bajé estaban todos los profesores esperando. Me suspendieron tres meses.
-¿De eso entonces surgió la publicidad?
-Claro, un día le conté a un amigo esa anécdota y me dijo que era muy buena idea para una publicidad. Al poco tiempo me llamó el dueño de una marca de jeans y la agencia de publicidad que iba a hacer el aviso me pasaba ideas trilladas; la mejor era una que ya había hecho Susana Giménez para otra marca de jeans, firmando avisos. Pero ya estaba vista. Al final el dueño de la marca me dio una plata, que era poca, y me dijo que la hiciera yo, sólo me pedía que, aparte de mi mamá, alguien hablara de la publicidad (risas).
-¿Cómo te arreglaste con los costos?
-Empecé a pedir favores, a llamar amigos y nos arremangamos todos. Primero, íbamos a hacerla en un taxi, pero nos salía caro. Y fuimos por el ascensor. Mostrar la cola tampoco me pareció una idea revolucionaria porque yo hacía colaless en Punta del Este desde hacía muchos años. Soy muy tímida aunque no parezca y era un momento difícil en mi vida porque me estaba separando de mi primer marido, un psiquiatra a quien no le gustaba que yo trabajara en el medio. La publicidad la rompió y todavía hoy hablan de eso.
Entre dos mundos
-Decís que tu primer marido no quería que fueras modelo y actriz, ¿entonces vos misma te alejaste del medio?
-Sí, pero no solamente por eso sino porque me llamaban para hacer siempre lo mismo. De alguna manera, di un paso al costado. Mi primer marido no quería que yo trabajara como modelo y actriz, y aprendí. Mi segundo marido no se metió con mi carrera, pero viajábamos mucho y eso me limitaba en los contratos. Mi primer matrimonio fracasó porque él no era del palo y estaba muy celoso. Fue el momento de más exposición mía y no se lo bancó; yo tampoco la pasé bien. En mi segundo matrimonio, fui yo misma la que bajaba los proyectos para darle prioridad a mi matrimonio, y limitaba mis contratos para poder acompañarlo y que no me pasara lo mismo. Me arrepentí, porque dije que “no” tantas veces que pensaron que ya no quería trabajar.
-¿Volviste a enamorarte?
-Hoy estoy con alguien que no es del medio y no voy a decir nada más porque no quiero abrir la puerta de mi vida privada. La convivencia es complicada porque es muy importante para mí tener mis espacios, que me los respeten. Pero no sé si me va la pareja con cama afuera... Quizá me gustaría convivir en espacios grandes, cada uno con su propio cuarto o en el departamento de al lado. Es lindo compartir algunas cosas y también tener tu propia intimidad. Soy una persona fiel y quien está conmigo me conoce bien y no compra el personaje. Cuando estuve con dos famosos (Luis Miguel y Ricardo Arjona) no fue porque me enamoré de ellos, sino que ellos se enamoraron de mí y los dos querían llevarme a vivir con ellos. Fueron dos experiencias traumáticas porque eran más famosos que yo, y fue la primera vez que sentí qué puede provocar eso: las minas me tiraban con piedras. Nunca los usé como parte de mi carrera porque no me va colgarme de alguien ni hacer alarde de nada.
Algo para decir
-Desde hace algunos años cantás y tus temas tienen que ver con el empoderamiento femenino, ¿por qué?
-Siempre me gustó la música, digo que soy una actriz que canta y no una cantante que actúa. Encontré un gran apoyo en Mariana Molinero, que era mi profesora de canto, y en Marcelo Ceraolo. Escribí 14 canciones y aunque no soy música me hago entender, tengo un sexto sentido en saber qué puede andar y qué no. Le hice una canción al Potro Rodrigo que se llama “Pura pasión” y probablemente, ahora hagamos algo con Ramiro, el hijo de Rodrigo. Me interesa mucho el tema del femicidio en nuestro país. Lo único que voy a decir de mi familia es que mis padres se amaban de una manera loca; el amor de la vida de mi mamá fue mi papá y viceversa, pero se peleaban mucho. Siempre le tuve miedo a esa situación de violencia aunque sabía que mi papá no le iba a pegar a mi mamá.
-¿A alguna de tus amigas le pasó?
-Acompañé a muchas amigas mías que sufrieron violencia, a otras que fueron acosadas y no se animaban a denunciar. Nada de eso me pasó a mí en la vida porque sé poner límites. Estudié abogacía porque me importa todo el que es más débil. No me gusta que se abusen del poder. Y la nuestra es una sociedad patriarcal. No puede pasar que maten a una mujer cada treinta horas en nuestro país; ni una menos. No soy feminista, pero trato de empoderar a la mujer. Con Mariana escribimos muchas canciones con esa temática, como por ejemplo “Así no es”, “No vuelvas más”, “Estaba ahí”. De chica aprendí a ser independiente, a estar con hombres, pero no depender de ninguno. No estoy con alguien porque necesito sino porque lo elijo. Nadie me zamarreó siquiera, nunca. Trato de elegir las cosas que me hacen feliz. Por ejemplo, Alejandro Romay me ha ofrecido mucho trabajo, hasta conducir un noticiero con Guillermo Andino, y yo le decía que una cosa es que fuera capaz de hacerlo y otra que me hiciera feliz. Yo hago lo que me gusta y para cada cosa me formé. Muchas cosas no me fueron fáciles en la vida, he tenido ataques de pánico espantosos y siempre traté de arremangarme y seguir, aunque con miedo. Mucho miedo sentí, pero nunca me rendí e intenté fortalecerme. Me di cuenta que los miedos son más productos de la imaginación que de la realidad.
-Hablás varias veces de miedo, ¿lograste sacarte de encima algunos? ¿Cuáles te quedan?
-Me quedan mucho y los trabajo todos los días. No es un miedo específico, pero puedo explicarlo con ejemplos. A lo largo de mi vida materné mucho y fui la madre de los hijos de mis parejas. Hubiera sido muy obsesiva como mamá y por eso elegí no serlo. Por otra parte, le tengo miedo a los quirófanos, nunca entré a un sanatorio y tuve muchas muertes a mi alrededor: mi mejor amiga se tiró debajo de un tren, mi novio se mató en un accidente veinte días antes de que nos casáramos, mi papá murió de un infarto muy joven. Nunca me hice nada por eso. Solamente me hice las lolas a los 25 años y se me encapsularon y me dio terror entrar al quirófano. Prefiero bancarme dos arrugas. O se me rompió el caño de escape, hizo ruido y me dio terror porque yo aprendí a manejar a los 40 años; tenía miedo que el auto explotara. Aprendí que todos tenemos miedos y trato de enfrentar los míos, aunque sea con miedos. Con el tiempo tiré fantasmas y sigo. Mis mayores éxitos no fueron los que mejor la pasé porque la gente confundía mi imagen con mi ser. Mi canción “Estaba ahí” tiene que ver con eso. Sentía mucha carga porque necesitaba mostrarme siempre bien y arriba, y en algunos momentos estaba rota.
-Alguna vez contaste que sos vegetariana desde muy chiquita, ¿cómo tomaste esa decisión siendo una nena?
-Soy proteccionista de animales, vegetariana desde que nací y vengo de una madre vegetariana. Cada uno tiene que ser responsable de lo propio. Nací un 24 de febrero y mi abuelo materno se murió dos días antes de cáncer de colon. Mi mamá se había ido a La Pampa a descansar unos días, pero me adelanté dos semanas y no había ni un veterinario cerca. Así que nací ahí, en la casa de campo, y ya a las ocho horas me trajeron a una clínica en Buenos Aires, en helicóptero. Mi mamá tuvo la alegría máxima por tener a su primera hija y la tristeza más profunda porque perdió a su papá. Era una mujer de vanguardia y empezó a investigar sobre el cáncer de colon. Se hizo vegetariana y así me enseñó a comer a mí. Y a eso se sumó algo que me pasó a los 3 años. Íbamos mucho al campo y recuerdo que tenía un corderito chiquito que era mi mascota, le cantaba en inglés, dormía conmigo; era como mi perrito. Un día no lo encontraba por ningún lado hasta que lo vi estaqueado; estaban asándolo. Fue una imagen muy fuerte que me shockeó tanto, que no quise comer carne nunca más; no entendía por qué se comían un cordero y no a su perrito. Durante mucho tiempo soñé con eso. Muy de vez en cuando como algo de pescado, pero poco porque quiero respetar a todos los seres vivos; no como ningún ser sintiente y apoyo la no agresión a los animales. Yo me hago de comer todos los días y me gusta crear en la cocina; me da placer.
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