La actriz reflexiona con audacia sobre las nuevas formas de vincularse, tema central de la comedia Me gusta, que coprotagoniza con Damián de Santo, pero se reafirma en un momento de fuerte individualidad; “No me imagino de a dos, mucho menos de a tres”
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Ni bien llega a la entrevista con LA NACION, pide disculpas por los pocos minutos de atraso. Está enfundada en un tapado que pareciera ser de una diva de otro tiempo. Hay algo atemporal en sus modos; podría ser una actriz de la época de oro del cine nacional, una estrella de los teléfonos blancos, aunque, a diferencia de aquellas, que no se mostraban sin producción estética, Paola Krum aparece a cara lavada y, rápidamente, se pone a disposición del fotógrafo, con su naturalidad salvaje y bella.
Eloísa, la hija de 15 años que tuvo junto con el también actor Joaquín Furriel, le envía un mensaje de WhatsApp: “¿Ya no querés ser mi mamá?”, le refunfuña en broma, ya que la actriz empalmó un trámite en el centro de la ciudad con esta entrevista, realizada en el corazón del Doho, el nuevo polo gastronómico en el límite de Belgrano R con Villa Urquiza. Krum se ríe del arranque de su hija, y le responde muy amorosamente. “Tenemos un vínculo precioso y preciado que no me quiero perder”, explica. “Compartimos tiempo, caminatas, cafecitos. Estamos mucho juntas en casa, vemos series, hablamos... Necesito esos espacios y no estar todo el tiempo trabajando”.
Y sin embargo, está acá para hablar -también- de trabajo. Cuando este año se estrenó la comedia Me gusta, escrita por Alberto Rojas Apel y dirigida por Javier Daulte, Paola Krum asistió a la primera función en el Paseo La Plaza sin saber que, semanas después, ella misma se sumaría al elenco que encabezan Damián de Santo y Luciana Grasso, reemplazando a Julieta Zylberberg, quien debió correrse del proyecto debido a su próxima maternidad.
“Trabajar con Javier (Daulte) fue un antes y un después, un descubrimiento en mis modos de actuación. Tuvo la capacidad de sacar de mí cosas que no tenía previstas, porque uno tiene herramientas a las que recurre, pero con él es imposible apelar a lo ya transitado, hay que hurgar y meterse en zonas desconocidas”, afirma Paola Krum, que mantiene aquella atmósfera que mostraba cuando personificó a Lucy durante las dos primeras temporadas de Drácula, el musical de Pepe Cibrián Campoy y Ángel Mahler. Aquello fue a comienzos de la década del 90 y fue el puntapié para que la actriz desarrollase una carrera nutrida de títulos, fundamentalmente en televisión y teatro.
Ahora es el turno de Me gusta, pero Krum ya había trabajado con Javier Daulte en Después de casa de muñecas, un conmovedor material donde se planteaba el regreso a su hogar de Nora, el icónico personaje escrito por Henrik Ibsen. Luego, el dramaturgo y director la convocó para ser parte de Las irresponsables. “Le dije que sí sin haber leído la obra”. En Después de casa de muñecas, escrita por Lucas Hnath, compartió el escenario con Jorge Suárez y Julia Calvo, mientras que, en Las irresponsables, también escrita por Daulte, conformó el tridente protagónico con Gloria Carrá y Julieta Díaz.
Osadía natural
“Hasta que llegó Me gusta, venía rechazando varios proyectos”, sostiene la intérprete, quien asume el papel de esposa del personaje de Damián de Santo. El matrimonio, en un acto de sinceridad furiosa, decide transformar la pareja en un trío, incorporando a una jovencita, pero la cuestión no está dada por una pulsión sexual, sino por un profundo enamoramiento. En clave hilarante, el material apuesta a un desafiante planteo que pone en blanco sobre negro una cuestión imbuida en el tabú, acaso la clave para salir de la rutina y encender nuevos modos vinculares.
-¿Por qué rechazabas proyectos propuestos?
-Tengo la intención de poder elegir donde me meto, porque, cuando lo hago, me involucro de lleno y eso es un gran trabajo. Por otra parte, decido sumarme a espacios de aprendizaje, como me propone Javier (Daulte) y estar rodeada de gente amorosa y empática. En este momento de mi vida, eso es una prioridad.
-Ingresás a Me gusta cuando la obra lleva varias semanas en cartel, eso puede generar menos capacidad de maniobra en un nuevo intérprete. ¿Lo vivenciás así?
-Cuando vi la obra en su estreno me pareció fantástica, la había disfrutado mucho. Javi (Daulte) cuenta cuentos de una manera espectacular. Cuando apareció la propuesta, sabiendo que Julieta (Zylberberg) se iba, me propuse no verlo como un reemplazo, sino una forma de apropiarme del personaje, sentir que es mío y no que estoy haciendo algo que es de otro. De otra forma, me condicionaría; me inhibiría sentir que no es algo propio.
Para lograr esto, Krum se plantó en un propio modus operandi: “Decidí no ver más a Juli (Zylberberg), que es una actriz que me encanta y tiene gran personalidad, pero no quería teñirme de su energía, sino hacer algo que naciera de mí. Lo que sí sucede en esta instancia es que tenés mucho menos tiempo de ensayo, no tenés el mismo recorrido que tu compañero, no vas cocreando con el otro, porque el material ya está montado”.
-Tu entendimiento escénico con Javier Daulte es fundamental para un proceso de este tipo.
-Me dejaba 200 notas de voz luego de cada ensayo, es muy meticuloso. Finalmente hice lo mío, dándole una impronta propia. El otro día vino el autor y sostuvo que era otra obra. Es lógico, con Julieta (Zylberberg) somos dos personas que tienen sus propios modos.
A su compañero Damián de Santo lo une el afecto desde hace años, ya que el actor también formó parte del elenco de Drácula en aquellos tiempos primeros de la obra. “Nos queremos, ha venido a animar fiestas de cumpleaños de mis hermanos; es entrañable y amoroso, un gran actor con una energía increíble”. Hace poco, ambos también compartieron la labor en la tira El primero de nosotros (Telefe), por el que la actriz estuvo nominada al Martín Fierro. También tiene palabras de elogios para Luciana Grasso: “Cada vez que la veía en una obra de Daulte me maravillaba”.
Otros tiempos
-Ingresaste al medio en una época donde aún, en un estudio de televisión, se escuchaban gritos de parte de directores o productores.
-Era así la sociedad y, en mi medio, de acuerdo al lugar del escalafón donde te encontrabas, ibas a recibir determinado trato. En teatro sucedía algo similar. Hoy, puedo decirte que donde mejor me despliego es en los lugares donde reina la armonía.
Flores de acero, Aplausos, La chica del adiós, son algunos de los títulos que encabezó Krum en teatro. A pesar de su nutrida trayectoria en la ficción frente a las cámaras, siempre ha vuelto a la escena. Se la percibe plantada en su deseo de no hacer por hacer. Estar en el medio para ella es la posibilidad de contar algo que le interesa. Ecuación de quien arrancó muy joven y que su estupenda madurez le permite discernir, un “estar de vuelta”, aunque con el deseo del aprendizaje y la experimentación intactos.
“En una época hacía televisión y teatro al mismo tiempo, hoy no puedo, es una cuestión de energías. Hay gente que vive mejor, florece en el trabajo. Yo necesito que la cosa esté repartida entre lo laboral y lo personal, tener mis tiempos”.
Parejas y nuevas posibilidades
En Después de casa de muñecas la relación marital está atravesada por las búsquedas interiores y los deseos de Nora. En Me gusta, los paradigmas del siglo XXl en torno al amor definen las nuevas posibilidades de establecer pareja.
-Lo que plantea el texto le corre el velo al prejuicio.
-Es un cuento de amor, de vínculos que van más allá de lo generacional. Y va en busca del propio descubrimiento.
-¿Qué pasa con el público?
-Hemos evolucionado, la gente lo recibe con mucha naturalidad. La gente grande lo acepta de maravillas, son empáticos, se ríen mucho.
-Lo que plantea Me gusta no es ciencia ficción, pero ¿cuán factible es la concreción?
-Por supuesto que debe suceder, de hecho, a Damián (de Santo) se le acercó mucha gente a contarle experiencias similares. Lo nuevo es que el trío no rompe la pareja, sino que suma.
Su mayor acercamiento a la temática reside en el vínculo maternal: “Siento que me atraviesa, no tanto por lo vincular de la pareja, sino por el encuentro de diversas generaciones, como me sucede con mi hija, donde aparecen miradas, estructuras e ideologías diferentes, pero aprendemos una de la otra, es un descubrimiento, como en la obra, que plantea tantas miradas”.
-¿Te ves en una situación de trío como plantea el material?
-No me veo en ninguna situación.
Krum se ríe y reconoce que hoy el amor no es una prioridad en su vida. “La verdad es que no me veo en una problemática similar a la de Me gusta. No estoy en pareja y no tengo ninguna intención de estarlo, así que es muy lejano todo lo demás. No me imagino de a dos, mucho menos de a tres”.
-¿Se puede programar esa negación a conformar una pareja?
-No es que lo programo, pero hoy no lo siento. Por supuesto, puede venir un rayo de amor y partirme la cabeza, pero no estoy en un momento de querer que eso suceda.
-¿Por qué no querés estar en pareja?
-Hace un tiempo me separé y no estoy con ganas de estar en pareja.
Compartir escenario y hogar
Durante cuatro años, Krum estuvo de novia con el actor Iván Espeche, vínculo que se rompió el último verano. Además de Joaquín Furriel y Espeche, Krum también fue pareja de Pablo Rago.
-¿Atenta contra la relación compartir una misma profesión y, sobre todo, una actividad tan basada en el ego y la mirada externa, como es la artística?
-No creo que sea ese el problema, tiene que ver con cuestiones más personales, como le sucede a cualquier pareja. Es más, creo todo lo contrario, el compartir una vocación como la actuación, que es tan particular y te lleva a una vida especial, hace que haya comprensión mutua, es como estar en el mismo bando.
-¿Compartirías un trabajo artístico con un ex?
-Depende el momento... Con el papá de mi hija, absolutamente. Tenemos muy buen vínculo, no llevamos muy bien y podemos charlar todo. Además, es un gran actor.
-¿Sólo con esa ex pareja trabajarías?
-No sé, no voy a recordar a todos mis ex, no es necesario...
-En tanto energía, en tu vida, ¿ocupa un lugar importante el amor?
-El amor por mi hija me conmueve y modifica. Ese es el amor que es centro de mi vida.
-¿Algún miedo en torno a tu hija en relación con el mundo que le toca transitar?
-Estamos muy cerca, hablamos mucho, eso quita cualquier temor. Confío mucho en su lucidez, estoy muy orgullosa de ella.
A pesar de estar distendida y disponible a la charla, reconoce que “la exposición es lo que más me cuesta de la profesión”. Ahí reside su estricto bajo perfil y su reticencia a dar entrevistas.
Mucha disciplina
Krum se crió en Palermo, junto con cuatro hermanos varones. Su primera vocación fue la danza, pero una lesión en un hueso de la cadera le impidió continuar de manera profesional. “De la danza viene mi enorme autoexigencia, algo que quisiera dosificar, y mi gran disciplina para trabajar”, asegura.
-¿Cómo se canaliza eso?
-Por ejemplo, antes de cada función vocalizo y caliento el cuerpo, aunque no se trate de un musical, sino de una obra de texto, pero me parece que el físico tiene que estar disponible. Necesito llegar preparada a la escena, si no siento cierta inseguridad.
Esa presión, quizás, es la causa por la que no sube de peso: “Me afecta el estómago, tengo tendencia a adelgazar, pero como de todo”. Buscando cuidar su salud y su físico también -se la ve exactamente como se mostraba en su debut en la década del 90- hace un entrenamiento de gimnasia, que fusiona ciertas técnicas de la danza, pilates y gym, llamado fitbarre, la llevan a su estado de plenitud. “Me puse a estudiar esta disciplina porque me gusta y me hace bien”.
- Drácula, el musical volvió a ser un éxito ¿te ofrecieron integrar el elenco e interpretar a Lucy una vez más?
-Sí, fueron muy amorosos conmigo.
-¿Por qué no aceptaste?
-Siento que estoy en otro momento. Sería extraño volver a hacerlo, fue hermoso, tengo grandes recuerdos, pero me sentiría muy rara, a esta edad, al hacer ese personaje. Fui a ver la obra y todos están maravilloso, pero yo siento que ya pasó para mí. En cambio, Cecilia (Milone) está idéntica que hace 30 años y Josefina Scaglione, que hizo mi papel, está fantástica.
-¿Por qué hace tiempo que no protagonizás un musical?
-Mi hija aún va al colegio y soy una madre muy presente, que desayuna con ella muy temprano. Si no puedo dormir lo suficiente, entiendo que la voz no está en su plenitud, así que prefiero esperar.
“Me gustaría mucho interpretar a Blanche DuBois, lo tengo que convencer a Javier (Daulte) para que la dirija”, asegura, en referencia al gran personaje de Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams. Antes, desde febrero, también bajo el mando de Daulte, comenzará a ensayar una nueva obra del dramaturgo. Esta vez en el Teatro Nacional Cervantes, espacio que la albergará por primera vez.
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