Una elipsis arbitraria, quizás como todas, diría que Pamela Carolina David nació en Córdoba, transcurrió toda su infancia y primera juventud en Santiago del Estero y que, más de dos décadas después, se convirtió en una de las caras referenciales de América. El derrotero descrito no es incorrecto, pero omite sustanciales episodios de una vida con varias vueltas. Es que esta morocha argentina, sexy, refinada y de modos campechanos, atravesó una niñez con privaciones y un arribo a la inabarcable Buenos Aires marcado por sacrificios. "Nunca me faltó nada porque mis padres se han esforzado mucho. Sin embargo, me vine de Santiago del Estero con una mano atrás y otra adelante. Tenía 17 cuando llegué, pero me sentía grande, independiente. A los veinte, trabajaba como promotora y me alquilaba una pieza en Colegiales. Era joven, y, en definitiva, se trataba de una decisión personal. Lo triste es que hoy les sucede a todos. Yo no sé qué hace una familia que tiene que decidir lo mismo que tenía que decidir yo, pero tiene hijos para alimentar", dice a LA NACION la conductora de Pamela a la tarde, el magazine que, desde hoy, a las 15.30, regresa renovado a la pantalla de América TV.
Entre dos mundos
Mate en mano y comentando que en Santiago del Estero la temperatura asciende a 36 grados, así irrumpe en el foyer que da a la imponente escalera de mármol del palacete adyacente al edificio principal del lujoso hotel de Recoleta. "Sin mate no arranco el día. ¿Chicas, convidaron?", les indica a sus colaboradoras responsables de supervisar el estilismo.
-Has recorrido un largo camino. Hoy, ¿con qué soñás?
-Con ser una número uno en la conducción, ese es mi sueño. En lo personal, tengo todo y más.
Andarse con chiquitas no es lo suyo, hizo todo lo que quiso y no se privó de mutar de la promotora de una marca de yerba a una modelo sugerente. Posó desnuda en la tapa de Playboy y fue vedette en una revista de Nito Artaza. Gerardo Sofovich la contó en el elenco de La peluquería de los Mateos y protagonizó varios comerciales y campañas gráficas, todo eso hasta que decidió cambiar y, sin renegar de una belleza innata y apabullante, mostró otras facetas.
-¿Tenés referentes en los que espejarte para llegar a esa cima con la que soñás?
-Mirtha Legrand es la número uno. Podés estar de acuerdo, o no, con ella, pero como conductora es brillante, conoce sobre todos los temas que aborda.
-Más allá de ese modelo, ¿cómo construís tu rol al frente del programa?
-Me gusta estar preparada y saber. Tengo curiosidad, me informo. Leo todos los diarios porque me interesa conocer las diversas opiniones. Considero que si hay un público que lee un determinado diario, alejado de mis ideas, tengo que prestar atención a eso. ¿Por qué creer que solo lo que yo pienso es lo correcto? Leo todo. Me da más seguridad.
Lejos de quedarse anclada en una zona de confort, David asume el riesgo de brindar su opinión sobre los temas que hacen a la agenda del día. No se limita a preguntar, sino a ir en busca de la confrontación: "Más allá de mi rol como conductora; como ciudadana me siento con la responsabilidad de tener una opinión sobre ciertos temas sensibles que hacen a la mujer. En los últimos años se habló mucho sobre la cuestión de género y no solo desde los movimientos feministas".
-Con frecuencia se apela al concepto de "empoderamiento". ¿Cómo te llevas con esa categorización?
-No me gusta mucho, creo que pierde seriedad. Aunque me parece importante el crecimiento enorme de la mujer. Pienso en cuántas señoras grandes hoy ven cómo se abordan temas que antes se silenciaron, se van a ir de este mundo vivenciando ese cambio.
-¿Qué otros temas te interesan a la hora de producir los contenidos de tu programa?
-Hablamos mucho sobre economía. Trato de apelar al sentido común, no se trata de pensar en términos numéricos sino de personas, familias. Ahí tomo partido.
Es un año electoral y tenemos la posibilidad de sacarles la careta a muchos, porque todo lo que se promete luego no se cumple. Tenemos un gran desafío: contar la verdad
-¿Cómo ves el presente en referencia a lo social?
-Con dolor y tristeza y esto no es en contra del Gobierno porque lo voté. Le pido a Dios para que encuentre la manera de hacer las cosas bien, pero no lo veo cerca. Cuando digo ésto, a veces siento una chicana que cae sobre mí.
-¿Por qué?
-A partir de que me casé con Daniel (Vila, propietario de América TV), y formamos una familia, algunos dicen: "Mirá quién habla". Pero yo sé de necesidades, de dificultades, de tener que salir adelante. ¿Cómo no voy a hablar por aquellos que no pueden hacerlo? Me siento en la obligación de ser la voz de los que no llegan a fin de mes.
-¿Te molestan ese tipo de críticas?
-Es muy argentino denostar la opinión del otro.
-¿Las elecciones marcarán la agenda del programa?
-Se trata de un año electoral y tenemos la posibilidad de sacarles la careta a muchos, porque todo lo que se promete luego no se cumple. Tenemos un gran desafío: contar la verdad.
-¿Tenés claro tu voto presidencial?
-Estoy, como muchos argentinos, con una incertidumbre enorme. Pensar en un Boca-River es la más fácil. Seguramente, vamos a votar a lo menos malo y se va a votar con el bolsillo. No quiero más hambre, pero, los que queremos un mundo sin drogas, también vamos a votar pensando en eso.
-Tu programa se construye desde la presencia de invitados, ¿hay alguien a quien no invitarías?
-No... No sé...
-¿A Juan Darthés lo invitarías?
-Sí, claro.
-¿Cómo abordarías esa entrevista?
-El descargo de Thelma Fardin me movilizó mucho. Antes de eso, lo buscamos para tenerlo. Calu, en mi programa, dijo: "Si me hubiese pedido perdón, lo perdonaba y se terminaba ahí". Nunca entendí por qué le hizo juicio. Quizás tiene que ver más con los abogados que con las figuras. Pero, después de lo de Thelma, tengo otra predisposición. Este año voy a tratar de escuchar más. Así como la escuchamos a Thelma, escucharlo a él. Yo lo entrevistaría. Para mí fue una gran nota la de Mauro Viale, se lo criticó muchísimo, pero fue una gran entrevista. De esa nota surgieron contradicciones que sirven.
-Cuándo tomabas trabajos que te demandaban una gran exposición física, ¿sufriste algún tipo de situación de acoso?
-Para nada. Nunca viví el tema de la cosificación. Entiendo y respeto a quien padeció eso. También creo en las decisiones individuales: a mí nadie me puso un revólver en la cabeza para salir en la revista Playboy.
-¿Nunca tuviste una situación incómoda?
-Las situaciones incómodas las vivo hoy con el prejuicio, la agresión está hoy. Yo hacía La Peluquería de los Mateos y le ponía las lolas a cinco centímetros de la cara a Rolo Puente, que era un caballero, un señor. Y no me sentía cosificada ni acosada. Nunca lo viví como algo machista. Al contrario, me parecía tan básico ganar un papel por el solo hecho de mostrar un escote.
Situaciones incómodas las vivo hoy con el prejuicio, la agresión está hoy
-Hoy, saludablemente, ese humor no sería posible de hacer.
-Yo no lo haría, no es necesario. Me parece muy bueno cómo están cambiando las mentalidades, pero todavía falta un montón.
-Y si hoy apareciese una propuesta en la que el eje estuviese puesto en tu físico, ¿la aceptarías? ¿Harías, nuevamente, una tapa al estilo Playboy?
-Hoy no, pero cuando lo hice, lo hice feliz. Me gustaba verme linda, sexy. Hoy me da un poco de pudor por Felipe, mi hijo varón. Lola, en cambio, es tremenda. Tiene seis años y ama lo estético. Me dice: "Estás hecha una bomba".
En familia
"Siempre vuelvo a Santiago. Allá están los míos y hasta una nueva hermana de 36 años". Hace dos años, Pamela conoció a una medio hermana por parte de su padre. Sabía sobre su existencia, pero los David respetaron la decisión del silencio del padre de crianza de la chica. "Cuando pasaba por su barrio trataba de encontrarla, pero jamás nos vimos. Solo una vez, en un boliche en Santiago, observé por el espejo a una persona igual a mi hermana Karina. Pero, respetando la opinión de ese padre, no me acerqué. Cuando falleció su papá, Carolina inició una búsqueda, había algo que no le cerraba. Finalmente, ubica a mi papá y él le cuenta. Tiempo después, me escribió al Instagram. Le respondí: "¿Vos cómo estás?" Y ahí comenzamos el vínculo. Tenemos muy buena relación". Le resta trauma a la situación. Y naturaliza. "Siempre lo supe. Lo hablo porque no le molesta a mi familia, ni siquiera a mi mamá".
En abril de 2016, se casó con Vila. La fiesta soñada, bendecida por una lluvia mendocina, selló un amor que había nacido bastante tiempo atrás: "Comenzamos en junio de 2010. Yo lo conocía porque cuando trabajaba en Animales sueltos se hacían comidas con el equipo a las que él venía. Me hablaba con mucho respeto, no era lanzado. Siempre me resultó muy interesante conversar con él. Su palabra me parecía ´guau´ y lo sigue siendo hoy. Me gusta escucharlo".
-¿Cómo pasaron de las charlas a otra instancia?
-Comenzó a ponerse perseverante. Ha hecho mucho mérito para que estemos juntos. Hizo locuras que ni me atrevo a contar.
-¿Por ejemplo?
-En Uruguay, era conductora del programa de entretenimientos "Veinte días, jugá" y él hacía la cola de los invitados. Le decía: "Te van a agarrar las cámaras, te va a ver Luis Ventura que viene seguido a Uruguay". Hasta lo hice sacar del estudio. Cosas como esas, un montón, pero no le importaba nada. Luego que pasó algo, agradecí. Es el día de hoy que digo: "Qué suerte que me la jugué, que no me importó el qué dirán".
-¿Sentiste el peso del prejuicio?
-Al principio es entendible el prejuicio. Una mujer joven con un hombre más grande, que además es el dueño del canal en el que trabaja, genera eso. Tuvieron que pasar estos nueve años para que se reconozca nuestra hermosa historia de amor y de familia. Era muy fuerte lo que nos pasaba, no se podía obviar. No podíamos frenarnos por el qué dirán.
-Siendo tu esposo uno de los directivos de América, ¿participás en las decisiones del canal?
-En absoluto. Él es el que sabe.
-¿Te molesta el mote de primera dama de América?
-No me gusta. No es un privilegio, al contrario, tengo que dar el ejemplo.
Mañana
"Hoy está de moda la metafísica, pero toda mi vida me he manejado así. Hay que desear fuerte y desear bien. No puedo dar otro consejo", explica en torno a su fórmula para cumplir los objetivos que se propone.
-En ese proceso, ¿nunca hubo angustia, llanto?
-Siempre lo viví todo con mucha felicidad. Rezo todas las noches y recuerdo haber estado en momentos difíciles rezando de rodillas. Que Dios me escuchó, no tengo dudas. Espero no olvidarme de eso y agradezco día a día. Cuanto más agradecés, tenés más para agradecer. Hasta que no lo practicás, no te das cuenta que es tan fácil.
-¿Ayudó la belleza en el camino de cumplir los objetivos?
-Siempre fue más difícil ser linda.
-Los cánones de belleza mutan, tienen que ver con el tiempo, con cuestiones sociales y culturales. Sería complejo trazar un parámetro universal de belleza. Aún así, le estás dando una buena noticia a muchos, casi un consuelo...
-Debo reconocer que abre, me abrió, muchas puertas y si me das a elegir quisiera volver a nacer con esta cara que me ayudó tanto. Pero, cuando comencé a estudiar actuación con Roxana Randón, una vez me dijo: "Tenés un gran problema, sos linda". La linda no sufre, no tiene papeles jugados, hay un prejuicio. También me pedían que me sacase la tonada.
-¿Cómo te ves dentro de veinte años?
-Espero mantenerme bien, soy de muy buena genética. Ahora me cuido un poco más, tengo 40 años. Hago pilates, ando en rollers, tengo cinta, no como harinas y me siento mejor.
-¿Y a nivel laboral cómo te encontraremos en dos décadas? ¿Retirada del medio?
-No, me encanta trabajar. Trabajo desde los 13 años. A esa edad, en Santiago, atendía con mi hermana una boutique y desfilábamos la ropa que vendíamos en un programa de televisión. Está mal que lo diga, pero era así. No es fomentar el trabajo infantil, aunque a mis hijos trato de inculcarles la cultura del trabajo, que sepan que es importante ganarse las cosas.
-A partir de ese compromiso que nació en vos desde que abordás temas de actualidad, ¿te dedicarías a la política?
-Sí, no ahora porque quiero hacer foco en mi carrera, pero algún día me gustaría mucho poder aportar. Hago política con mi trabajo, conectando al que lo necesita con quien pueda ayudarlo. Pero más adelante, puede ser. Hoy no me alcanzaría el sueldo de un político para los gastos que tengo: ayudo a mi familia, a mi mamá.
-¿En qué partido militarías?
-¿Hoy? ¡En ninguno! Ninguno me representa. Soy del grupo de la mayoría de los argentinos que no sabe a quién votar.
Dentro de veinte años, aquella elipsis arbitraria dirá que la morocha argentina nació en Córdoba, se crió en Santiago del Estero, triunfó en Buenos Aires, y que busca su lugar en la vida política nacional. Arbitraria, quizás como todas, esa elipsis ocultará demasiados episodios que hilaron el tejido de su historia. Una historia motorizada por el deseo. Y por la metafísica.
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