Palito Ortega y Evangelina Salazar: un amor de película (con revancha)
Se conocieron filmando Mi primera novia, en 1965, pero el final feliz que el cine les negó lo concretaron en la vida real
Cuando en 1965 Enrique Carreras los convocó para protagonizar Mi primera novia, nunca pensó que terminaría marcando (y cambiando) sus vidas para siempre. Todo comenzó como un juego, y en menos de dos años terminaron pasando por el altar. A 50 años de aquel momento, renovaron sus votos matrimoniales y aseguran estar tan enamorados como entonces.
ÉL
Los mundos de Ramón “Palito” Ortega y Evangelina Salazar eran bien distintos. Él era un cantante popular de origen humilde. Había nacido en Lules, un pueblo tucumano que en aquella época no contaba con luz eléctrica, asfalto ni cloacas. Su vida no fue fácil: su madre abandonó la casa familiar y quedó junto a sus seis hermanos al cuidado de su padre. La situación económica era desesperante, y por eso, a corta edad, debió salir a trabajar primero como lustrabotas, y luego como reparador de bicicletas, cuidador de tumbas y jornalero en los ingenios azucareros.
Pero más allá de su triste realidad, Palito tenía un sueño: ser cantante. Y tenía, además, una tenacidad a toda prueba. Sabía que para cumplir su cometido debía trasladarse a Buenos Aires, y que para lograrlo debía conseguir primero dinero para el pasaje. Por eso, siguió trabajando hasta que al fin compró el boleto hacia la gran ciudad. Tenía sólo 15 años cuando llegó. Hizo changas hasta que consiguió trabajo como vendedor de café para mantenerse y ayudar a su familia. Y sin desesperarse, se las rebuscó para que su recorrido incluyera un punto estratégico: Radio Belgrano. Allí, apostado en la vereda de la emisora, conoció a decenas de artistas. La ilusión de que alguno de ellos le abriera las puertas del mundo del espectáculo finalmente se hizo realidad: el músico Carlos Tarbine le propuso ser plomo de su banda.
No pasó mucho tiempo hasta que, además de cargar los equipos, Palito formara parte del grupo tocando el primero de los instrumentos que aprendió a dominar: la batería. Pero él quería cantar como su ídolo, Elvis Presley, y hacia allí se encaminó. Con el seudónimo de Nery Nelson grabó su primer disco, pero el éxito le seguía siendo esquivo. Y entonces, llegaría su gran oportunidad: fue convocado para formar parte de El Club del Clan, el programa de Canal 13 que mostraba a las jóvenes estrellas de la canción. Allí ganó el mote de "Palito", y fue a partir de ese momento que al fin su vida cambió...
ELLA
Ella, una chica porteña de buena familia, mirada triste y sonrisa dulce, tenía 18 años cuando Carreras la convocó para personificar a la cándida Elvira. Hasta ese momento, Evangelina nunca había tenido novio ni se había enamorado.
Hija de un matrimonio tradicional, compuesto por un ebanista hijo de españoles y un ama de casa con raíces italianas, Evangelina desde chica había descubierto su vocación. A los cinco años pisó por primera vez un escenario, junto a su tía Julia, que era profesora de danza y arte escénico. Y fue su tía quien la llevó a presentarse en el concurso televisivo Lux busca una estrella cuando tenía once años. Allí la vio Raúl Rossi y la convocó para el que sería su primer programa televisivo: el especial Todo el año es Navidad. El éxito llegaría tiempo después, con la telecomedia Señoritas alumnas, un semillero del que saldrían actrices del tenor de Selva Alemán, Virginia Lago, Catalina Speroni y Marilina Ross. Después de pasar por el ciclo de Narciso Ibáñez Menta Mañana puede ser verdad, recaló en otro de los grandes sucesos de la década, la telenovela de Nené Cascallar El amor tiene cara de mujer.
Habiendo personificando siempre a la damita joven, bella y angelada, Evangelina sentía que su momento todavía no había llegado y que tenía todavía mucho para mostrar como actriz. Pero había algo que deseaba aún más que el reconocimiento del público y de la crítica: encontrar al amor de su vida y formar una familia.
LA PELÍCULA
Palito era el rey de la canción. Evangelina, la chica dulce de la tele. Una chica a la que Palito no quería en su nueva película.
Carreras y Ortega habían acordado cuál sería el próximo film del cantante: Mi primera novia, pero no lograban ponerse de acuerdo en quién debía ser la protagonista. Palito quería a Marilina Ross que, además de ser su amiga, disfrutaba del éxito televisivo de La nena. Pero Ross acababa de estrenar una película en la que hacía un striptease y a Carreras le parecía que no daba con el perfil inocente que debía tener la “primera novia”.
El director terminó imponiendo a su candidata, Evangelina Salazar, de la que Palito sabía poco y nada. A regañadientes, fue a presentarse el primer día de filmación, pero llegó hasta la sala de maquillaje con una caja de bombones y preguntó cuál de todas las chicas que estaban ahí era Evangelina. Se presentó, le dio los bombones y le deseó muy buena suerte.
Ese primer encuentro bastó para que la joven actriz se enamorase de su galán, pero él seguía sin reparar en ella. Tímido y algo hosco, Palito se daba cuenta de que cada vez que se veían, ella parecía feliz. Y por más que Evangelina quisiera acercarse a él, con la excusa de repasar la letra o hacerle algún comentario sobre las escenas, él huía.
Todo cambió mientras rodaban una escena en la que sus personajes bailaban. Fue en ese preciso momento en el que ella sintió por primera vez que él la había registrado y que eso que había empezado a sentir por él ni bien lo vio, era correspondido. Pero Palito era demasiado tímido para encarar la situación. Por eso, ideó un juego. Empezó a bromear con ella como si fueran pareja. Así, sin que hubiese mediado siquiera un beso o una declaración, jugaban con la posibilidad de casarse y formar una familia.
Cada tarde, durante los tres meses que duró la filmación, el teléfono sonaba en la casa de los Salazar. Él sabía exactamente cuánto tiempo ella tardaría en llegar desde el estudio y, entonces, hacía ese llamado que se convirtió en rutina. Le preguntaba por los “chicos”, por la casa, le decía que iba a llegar algo tarde del trabajo, como si de verdad estuvieran casados. Ella le seguía el juego, y un día se dio cuenta de que la cosa iba en serio.
Una mañana, Palito le pidió de encontrarse antes de la filmación para ir juntos en su auto. La idea no le gustó demasiado a los padres de la actriz, que jornada tras jornada la acompañaban y la iban a buscar, pero terminaron accediendo. Se encontraron, ella subió al auto, tomaron avenida Libertador y él frenó el vehículo frente a un edificio. Le pidió que lo acompañara y ella dudó, pero lo siguió, con algo de miedo. Él abrió la puerta, se dirigieron al ascensor y bajaron en el décimo piso. Entraron a un departamento deshabitado y sin muebles. Y fue allí cuando apareció el encargado del edificio. “Señor, ya tengo un candidato para comprarle el departamento”, le dijo. Palito, sin dudarlo y mirando a aquella muchacha rubia y dulce que lo acompañaba, le respondió que ya no estaba en venta porque se iba a casar. Ese sería, un año y medio después, el hogar de la familia Ortega-Salazar.
EL CASAMIENTO
El final de Mi primera novia desató las lágrimas de miles de jóvenes y es que por capricho de los guionistas, Tito (Ortega) terminaba perdiendo a su primer amor, porque Elvira (Evangelina) terminaba casándose con otro. La revancha, para todos los que querían verlos juntos, tendría como escenario la vida real.
Una vez que finalizó el rodaje, Palito debía partir de gira hacia Israel y no quería separarse de ella. Llevaban sólo tres meses de novios, pero él sabía que quería casarse con esa mujer que era exactamente como había imaginado que sería su esposa cuando, siendo un niño, fantaseaba con su vida de adulto. Decidió entonces enfrentar a los padres de su novia y decirles cuáles eran sus planes, pero los Salazar no aceptaron. Tuvieron que esperar un año y medio para pasar, finalmente, por el altar. Tiempo después, Palito recordaría ese momento con cierto descontento. “Siempre tuve ganas de volver a casarme, porque el día que lo hicimos era tal la cantidad de gente y el bullicio que no lo pude disfrutar. No escuchaba nada, dije ‘sí’ porque me hicieron señas”, recordó en 2007, en el programa de Susana Giménez.
Y no exageraba. El casamiento fue transmitido en vivo por la televisión, en un programa especial conducido por Pipo Mancera que fue seguido por millones de espectadores. Otros cientos se movilizaron hasta la Abadía de San Benito, para presenciar ese momento tan esperado.
La luna de miel fue en Acapulco y en el sur de los Estados Unidos. Al llegar a Buenos Aires, Palito voló hacia España para filmar una película junto a Rocío Durcal, y Evangelina se embarcó en el que sería el éxito más grande de su carrera: Jacinta Pichimahuida.
El programa de Abel Santa Cruz que contaba las aventuras de una maestra de escuela primaria y sus alumnos se convirtió en un éxito inmediato y Evangelina en la actriz joven del momento. Una digna reina para el Rey de la Nueva Ola.
LA FAMILIA
Con el correr de los años, Evangelina se alejó del mundo del espectáculo para dedicarse de lleno a su familia. En 1969, llegó el primer hijo de la pareja, Martín, y luego se sumaron Julieta , Sebastián , Emanuel y Luis , pero aún al clan le faltaba una integrante. En 1981, mientras esperaban el nacimiento de Rosario, Palito quiso cumplir otro sueño: traer a Frank Sinatra a Buenos Aires.
Lo contrató por 2.200.000 dólares. La presentación fue un éxito, pero los vaivenes de la economía argentina le tenían preparada una sorpresa nada grata: una devaluación que lo haría perder 1.700.000 de dólares y lo dejaría literalmente en bancarrota. La familia entera, entonces, se vio obligada a emigrar. El destino elegido fue Miami y allí contaron con la ayuda de Sinatra, que era consciente de que su presentación había sido el detonante de su mudanza. Fue él quien sirvió de puente para que Palito comenzara allí su carrera desde cero, pero ahora sí con las mejores referencias.
No fue fácil la adaptación para los más chicos, que se vieron de pronto en un lugar extraño, lejos de sus familiares y amigos, y con gente que les hablaba en un idioma que no entendían. Para Evangelina tambiém fue muy duro dar a luz a Rosario, la última hija del clan, lejos de sus afectos, en 1985. Pero finalmente la vida de la familia se encaminó, y cuando todo parecía indicar que iba a transcurrir lejos del país que los vio nacer, emprendieron el regreso. Ya de nuevo en Buenos Aires, mientras Evangelina seguía ocupándose de sus hijos, Palito decidió incursionar en la política. Fue elegido gobernador de la provincia de Tucumán y luego senador. Ella lo acompañó, pero cuando él decidió volver de lleno a los escenarios, respiró aliviada.
Hoy, sus hijos son seis adultos que forman parte del mundo del espectáculo y la casa familiar se llena de risas y juegos cuando los visitan sus nietos. Hace 50 años de aquel matrimonio televisado y Palito finalmente pudo disfrutar de una nueva ceremonia cuando, en marzo, renovaron sus votos matrimoniales. Además, fue el Papa en persona quien se encargó de bendecir las alianzas.
“Estos 50 años junto a Ramón me dieron mucho más de lo que pude alguna vez haber soñado. De chica, soñé muchísimas cosas, pero nunca logré imaginar esta realidad hermosa que nos tocó vivir junto a nuestros seis hijos y nuestros nietos maravillosos. Fueron 50 años que pudimos disfrutar a pleno, gracias a la salud que Dios nos dio. Ramón es la persona más generosa, con más fe y con más amor que he conocido en mi vida. Por eso, es el hombre que sigo eligiendo día a día. Es mi primer y único amor”, le dijo Evangelina, emocionada, a LA NACION el día en que Palito fue nombrado Personalidad Destacada de la Cultura. Minutos antes, él le había dedicado ese momento a ella, "la mujer de su vida".
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