Protagoniza El divorcio, una de las obras más vistas en el inicio de la temporada de Mar del Plata y se prepara para el estreno en cine de un coprotagónico con Guillermo Francella
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MAR DEL PLATA (enviado especial). -“La obra me hizo mucha gracia ni bien la leí, a pesar que no soy de risa fácil, algo similar a lo que ocurre en las funciones, donde rápidamente la gente entra en el juego. Pareciera ser que la obra toca una fibra donde, sí o sí, aparece la identificación”.
Pablo Rago da en la tecla sobre una de las características de El divorcio, la pieza de Nelson Valente que protagoniza en el Teatro Mar del Plata junto a Luciano Castro, Natalie Pérez y Carla Conte. El material radiografía los pormenores de dos parejas y sus insólitos mecanismos para superar las diferencias. “En la puerta del teatro, la gente me dice que ven representadas las peleas con sus parejas”.
Rago cuenta que hay situaciones que el autor, Nelson Valente, tomó de su propia vida y recuerda aquellas máximas que su maestro Raúl Serrano sostenía en torno a la observación: “Él decía que un actor puede vivir encerrado en un departamento y la creación surgirá desde la imaginación, algo que yo le discutía, porque siento que la observación del mundo que nos rodea es fundamental para componer. Muchas veces me encuentro basándome en personas que conozco para construir un personaje”.
-¿En quién te inspiraste para tu composición actual?
-Mi actual personaje tiene mucho de mí.
-¿Por qué?
-Hace muchos años que vengo trabajando conmigo en torno a la tolerancia, en no juzgar, en tener en cuenta la mirada del otro y en pensar por qué me están diciendo lo que me están diciendo.
-¿Y cómo te resulta?
-Me va bastante bien. Lo primero que veo es que, luego de diez años de estar solo, hace seis que estoy en pareja y con familia ensamblada.
-¿Qué otros aspectos de tu personalidad modificaste?
-Antes, si algo no salía, enseguida tiraba la toalla, ahora le pongo el hombro a la vida, persevero.
-¿Hubo terapia en el medio?
-No ahora, pero sí hice terapia durante doce años, hasta que mi analista me ofreció devolverme la plata, porque no había manera de solucionar nada conmigo. Más allá de las bromas, dejé hábitos que no eran sanos, no me hacían feliz y que me aislaban de la gente.
-¿A qué te referís?
-Hábitos que no me hacían bien.
-Es decir que hubo una suerte de renacimiento...
-Los cambios que te menciono tienen que ver con crecer, madurar. Es como que volvió una lucidez que tenía de más chico, pero ya maduro y con mi hijo Vito de veinte años.
Vito es fruto de su relación con la actriz María Carámbula, una relación que duró ocho años. Hoy, con medio siglo de vida, Pablo Rago se para de otra manera para enfrentar la vida y, en consecuencia, abordar su trabajo artístico. “Es una etapa de adultez. Hoy pienso más en mí y en qué quiero para el futuro”.
Pablo Rago conoció el éxito grande más de una vez, sin embargo, no siempre ese buen momento laboral se tradujo en armonía personal: “Cuando me pasó lo de Amigos son los amigos estaba en un momento difícil, de conflictos familiares, así que la fama pasaba a un segundo plano, tenía otros problemas más importantes. Pero, por ejemplo, cuando hice en televisión Los hermanos Pérez Conde, que no vio nadie y duró un suspiro, pude conocer a la madre de mi hijo, que también formaba parte del ciclo”.
-¿Cómo es el vínculo hoy con María Carámbula?
-Somos cercanos, aunque, como nuestro hijo está grande e independiente, ya no nos comunicamos en el día a día para hablar sobre temas de padres. Con Catalina, su hija, que tiene más de treinta, tengo una relación extraordinaria. Es que fui como su padre entre sus once y los diecisiete, somos familia.
Luego de una década sin pareja, Rago se enamoró de una mujer veintidós años menor que él. “Es mi pareja desde hace seis años y convivimos desde hace dos. Estoy chocho. Encontré a una gran compañera, tiene una forma de ver la vida simple que me hace muy bien y me acompaña tanto”.
-¿Cómo se conocieron?
-Hacía mucho que venía sin pareja, así que estaba atento a los likes en Instagram. Había una Tamara que me ponía mucho like, así que fui a ver quién era y me encontré con una bomba. Comenzamos a hablar, al tiempo fuimos a tomar algo bajo una lluvia muy romántica y en pocos meses comenzamos la relación formalmente.
-Estabas en las redes buscando pareja y no te fue mal...
-Buscaba algo, no sé si una pareja puntualmente.
-¿También recurrías a las aplicaciones especializadas en vínculos?
-No, nunca usé, me parece algo raro.
Falsa denuncia
En diciembre de 2019, una mujer lo denunció, viéndose involucrado en una acusación por abuso sexual. Gracias a una Justicia inusualmente veloz, en pocos meses Rago fue sobreseído. Durante ese tiempo, a diferencia de otros casos, el medio, mayoritariamente, salió a apoyarlo. “Estaba en un alto de la presentación para la prensa de El robo del siglo, charlando con Guillermo Francella, cuando me llamó mi representante y mi novia contándome lo de la denuncia”. Abandonó el lugar y comenzó a vivir un calvario.
-El fallo de la Justicia lo viviste como una revancha...
-No, no necesité vivirlo así, pero sí necesitaba que se resolviera como fue, bien rápido. Creo que así debe actuar la Justicia en todos los casos, en las denuncias falsas, como la que yo padecí, como en las que son verdaderas. Hay que escuchar a las mujeres cuando denuncian, pero también es cierto que hay muchas personas que se aprovechan.
-El medio te apoyó...
-Algunos compañeros y compañeras, que conocía de toda la vida, me apoyaron públicamente, pero lo fantástico fue la cantidad de colegas que me escribieron por privado. Fue un mimo del medio.
-¿Cómo fueron esas semanas en las que la acusación aún no había tenido una sentencia?
-Estuve un mes encerrado en mi casa con custodia en la puerta. Cuando hablé con mi abogado (Fernando Burlando), le pregunté cómo lo tenía que manejar para el afuera y decidimos que no tenía que hablar. Así que me quedé en mi casa, hice dieta, bajé unos kilos...
-¿No salías para nada?
-Como el departamento donde estaba tenía dos salidas, pispeaba dónde estaban los móviles de la televisión y las guardias periodísticas y salía por la puerta que estaba despejada, hacía algunas compras y volvía. En enero de 2020 viví un encierro de prepandemia. En febrero, Alberto Ramos, mi mejor amigo, me ofreció su casa de San Clemente, así que me fui con mi vieja, con Tamara, mi pareja y su hijo. A los pocos días, también se sumaron mi hijo y su novia. Te puedo asegurar que pasé el mejor verano de mi vida. Mi mamá me decía que, quizás, no era conveniente ir a la playa, pero, como no tenía nada que ocultar, iba, sin importarme lo que me podrían llegar a decir.
¿Cómo fue ese apoyo de la gente?
-Desde que pisé la arena hasta que volví a Buenos Aires, no dejé jamás de recibir el apoyo de todo el mundo, dándome fuerzas. Mi mamá lloraba cuando escuchaba eso.
-¿Quién era la persona que te denunció?
-Una chica que conocí a la salida del canal y con la que me encontré una vez. Hablábamos por teléfono, ella tenía muchos problemas de familia y yo la escuchaba.
-¿Sólo una vez te encontraste con ella?
-Sí, así es, nada más.
-¿Es decir que no se trataba de una novia?
-No, tampoco llegó a ser una amiga. Lo más doloroso es que la he bancado en cosas de su familia que me ha contado.
-¿Qué buscaba?
-Es una buena pregunta, no lo sé.
-¿Pudiste hablar algo con ella? ¿La volviste a ver?
-No, a mí no me llamaron ni para declarar, porque lo primero que se hizo fueron las pericias psiquiátricas y psicológicas a ella, donde salió el resultado.
-Durante el lapso que duró la situación, no te mudaste a otro país.
-No, tampoco cerré mis redes, no tenía nada que ocultar.
-¿Tuviste algún contacto con el colectivo Actrices Argentinas?
-No de manera formal, pero muchos colectivos feministas me dieron su apoyo. Además, también entiendo a quien no quiso decir nada públicamente hasta que la Justicia se expidiera. Por privado fueron muchas las actrices que me escribieron. Una vez, Jorgito Suárez me contó que, cuando se enteró, dijo: “Con Pablo no, porque si le pasa a Pablo, nos puede pasar a todos”. El medio sabe quién soy, cómo me manejé siempre. Me conocen de toda la vida.
Precoz
A instancias de sus padres, Pablo Rago comenzó su carrera a los cuatro años, protagonizando avisos publicitarios y participando de ficciones televisivas: “Me tuve que adaptar a cada etapa de mi vida, pasé de ser un niño actor, donde era el hijo o nieto de todos, al adolescente y al joven actor. Ahora me toca la adultez e interpreto a los padres y también podría cumplir el rol de un abuelo joven. Con los años, se van modificando los roles que podemos encarnar y eso es maravilloso, por eso siento que me quedan un montón de cosas por hacer. Nunca tuve cincuenta años ni la experiencia que tengo ahora”.
-¿Qué fue lo primero que hiciste en el medio?
-A los cuatro años protagonicé la publicidad de los postres Exquisita. Tenía que comer, nada más.
Años después, se cruzó en su camino Jorge Palaz, el productor de exitosas ficciones televisivas como Clave de sol y Pelito: “Me adoptó, me dio las primeras oportunidades y hasta me ofreció elegir mi apellido artístico entre algunas opciones”.
Pablo Rago es, en realidad, Pablo Adrián Ragonese, criado entre el barrio de La Paternal, donde nació y las calles de Colegiales, donde su padre tenía una heladería. “Una de las primeras novelas que hice la protagonizaba Osvaldo Miranda, con lo cual debo ser uno de los pocos actores vivos que han trabajado con él”.
Su madre, fanática del mundo de la farándula, impulsaba la carrera de su hijo, acaso intentando cumplir su propio sueño y así estar cerca de las estrellas de los setenta. El tiempo pasó y, ya adolescente, Pablo Rago sufrió una crisis vocacional tan lógica como esperable: “Me preguntaba qué era todo lo que me había perdido por haber trabajado desde tan chico, por qué no había podido probarme en el fútbol, pero, en realidad, era una crisis en contra de mis viejos. Sin embargo, también debo decir que, a los 16, ya tenía una experiencia laboral de diez años”.
De niño y adolescente, al compartir sets con figuras como Ricardo Darín o Miguel Ángel Solá, Rago capitalizó, desde la praxis, todo aquello que los experimentados actores le contaban: “Como siempre fui muy curioso, escuchaba a mis compañeros para aprender. Era una esponja”. Estudió tres años con Raúl Serrano, su única formación formal, ya que su mayor escuela fue el propio oficio.
-En tu adolescencia ya eras un actor con una fama importante. Teniendo en cuenta que era una edad donde no es común tener esa trascendencia, ¿fue sencillo manejarla?
-Lo que sucede es que yo no busqué eso. Me he encontrado con compañeros como Carlín Calvo, quien buscaba permanentemente la fama, entendiendo que la carrera pasaba por ahí. A mí, en cambio, eso nunca me pasó. Es más, era tímido y de chico me escondía detrás de mi mamá cuando entrábamos a los canales, me daba vergüenza que me reconocieran y me pidieran un autógrafo.
-Ingresaste al medio por instancia de tus padres, ¿se convirtió en algo tortuoso?
-No, me resultaba divertido, sobre todo lo referente a lo que no se ve, al trabajo de los técnicos. Me generaban curiosidad las escenografías que simulaban ser lo que no era y siempre me interesó actuar, porque me gustaba jugar a que era otro. Cuando mi hijo era chiquito, nos la pasábamos inventando situaciones de ficción, como decía Raúl Serrano, hacer el “dale que…”.
A pesar de aquellos pasatiempos donde inventaban personajes, la influencia no llegó a despertar una vocación en Vito, su hijo, quien estudia Gestión Deportiva en la UADE.
-¿Cómo considerás que fuiste como padre?
-Fui lo mejor que pude, le di tiempo y no con sacrificio. Es más, cuando aún era chico, charlaba con él y me hacía ver cosas como adulto. Como tuve muy poca comunicación con mi viejo, pude hacer otra cosa con mi hijo, pero no como una revancha, sino viendo todo lo que se había perdido él. Siempre le decía a Vito que había hablado con él en sus primeros quince días lo que no me dijo mi papá en cuarenta años.
-Incide también la formación de las generaciones anteriores a la tuya...
-Por supuesto, una vez le di un abrazo muy fuerte a mi abuela inmigrante europea y, para ella, fue un shock. Se quedó dura, sin saber qué hacer.
-Seguramente había llegado al país escapando de la guerra...
-Así fue, algo que te marca. Con mi viejo, además, en nuestro vínculo incidió que yo ganaba mi dinero desde muy chico y eso generó en él cierta competencia, aunque yo intentaba el acercamiento. No saber querer no es un déficit, sino tiene que ver con que no se lo enseñaron.
Su padre falleció hace seis años y su madre es hoy una seguidora incansable. “Siempre fue muy cholula y fanática de Beatriz Taibo. Iba a las radios a pedir autógrafos. Yo nunca pedía autógrafos, pero tenía que hacerles firmar el libreto a mis compañeros para dárselo a ella. Cuando me acompaña a las temporadas, ve todas las obras y saluda a los actores chapeando con mi nombre. El otro día le pregunté cuándo iba a venir a Mar del Plata y me respondió que vendría para la fecha de la entrega de los premios Estrella de Mar. ¡Es muy cholula!
Paleta de colores
“El drama se me da y me siento muy cómodo haciéndolo”, reconoce el actor, quién fue uno de los protagonistas del film El robo del siglo, de Ariel Winograd, y cumplió un gran rol en El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, entre muchos otros títulos. “Reconozco que tengo una vida interior que puedo transmitir a través de mis ojos”, sostiene y recuerda que Campanella lo llamó para hacer la serie Vientos de agua luego de haberlo visto en Hombre y superhombre, de Bernard Shaw, en el Teatro San Martín. Pareciera ser que, a la hora de actuar, no se ha privado de nada. “Campanella me llamó por mi mirada, según me ha dicho”.
A comienzos de los noventa, coprotagonizó junto a Carlín Calvo la exitosa telecomedia Amigos son los amigos, que fue un suceso de rating desde la pantalla de Telefe. “El programa explotó de audiencia, pero yo nunca me creí esa fama. Hasta el día de hoy voy a hacer un trámite y me presento, aunque del otro lado después me digan que saben quién soy”. Aquel programa también permitió que se generara una amistad entre los actores, aunque no exenta de peleas. Años después de aquella experiencia, Rago dirigió a Calvo en una versión de Extraña pareja, la famosa comedia de Neil Simon. Fue la única experiencia del actor en ese rol. “Más de una vez nos peleamos y nos pasábamos semanas sin hablarnos, pero subíamos al escenario y era como si nada”.
Durante el 2022 protagonizó la pieza Network, en el Coliseo y durante este año continuará con El divorcio en un escenario porteño. Además, se estrenará una serie de Disney y Pixar basada en Los Espartanos, el equipo de rugby conformado por presos. Allí Rago interpreta al director de la cárcel. Y, en marzo, se dará a conocer el film El colaborador, un material de tintes policiales donde él es la contrafigura del personaje de Guillermo Francella.
Indudablemente su presente laboral y personal parecen transitar con buena estrella, algo que no siempre se le dio al actor de manera simultánea.
Agradecimiento: Torreón del Monje (Mar del Plata)
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