Marcos es la tercera generación de una familia de artistas: nieto del autor de “Algo contigo” e hijo de Novak y Andrea Campbell, se sube al escenario con la nueva versión de una obra que en los 90 protagonizó su papá
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Desde muy chiquito, Marcos Mitnik supo que iba a seguir los pasos de su papá, Pablo Novak, de su mamá, Andrea Campbell y de su abuelo, Chico Novarro. A sus 21 años, Marcos se sube por primera al escenario de un teatro comercial. Todos los domingos de julio, a las 19, está en el Regina con Generación desencantada, una adaptación de Los 80 son nuestros, de Ana Diosdado. Si las casualidades existen, una de ellas es que Novak protagonizó la misma obra hace treinta años, con el nombre Los 90 son nuestros. En una charla con LA NACIÓN, padre e hijo hablan de semejanzas y diferencias en ambas experiencias, profundizan sobre su relación y recuerdan a Chico Novarro con admiración y nostalgia.
“La obra habla sobre un grupo de amigos en la noche previa al año 2000, cuando se creía que venía el fin del mundo. Y trae un montón de temas que siguen siendo actuales y está bueno ponerlos en la mesa, porque a través de la ficción se puede hablar de un montón de cosas y hacerlas visibles, como por ejemplo las diferencias, la violencia, los mandatos. En un momento llega alguien, aparentemente desconocido, a romper esa cotidianidad y con la intención de vengarse. Mi personaje es Juan Gabriel, el hermano mayor de Rafa, que es parte del grupo de amigos y es uno de los dueños del garage en el que hacen las juntadas”, detalla entusiasmado Marcos Mitnik. Pablo Novak se suma y cuenta su propia experiencia haciendo la misma obra: “Estuvimos en el teatro Regina de Mar del Plata con dirección de Carlos Gandolfo, que en ese momento era mi profe de teatro, y con Leo Sbaraglia, Fernán Mirás, Carola Reyna, Andrea Pietra, Alejo García Pintos, Fabián Gianola y Cecilia Dopazo. Y en Buenos Aires estrenamos en el cine-teatro Arte, que ya no existe. Estuvo muy bien el proyecto y también irnos a Mar del Plata juntos, porque éramos muy amigos en la vida real. Es más un proyecto que tiene que ver con la amistad. Yo tendría 26 años, todos ya trabajábamos mucho, especialmente en televisión”, rememora Novak.
–¿Fue casualidad que hagan la misma obra con 30 años de diferencia?
Pablo Novak: -Es increíble que lo llamen a mi hijo para hacer la misma obra aunque no el mismo personaje; el que hace Marcos es el que interpretaba Leo. Hace un año alguien me escribió preguntándome si tenía el guión original y la verdad que no, porque pasaron treinta años y quién sabe dónde está (risas). Un tiempo después, Marcos me contó que lo habían convocado para hacerla. Casualidades lindas.
Marcos Mitnik: –Otra casualidad es que hasta hace poco yo estudiaba con el hijo de Carlos Gandolfo, Matías, en la misma escuela que estudiaba mi papá. Muchas coincidencias.
–Pablo, ¿tuviste que ver en la elección del oficio de tu hijo?
Novak: –Evidentemente la identificación sigue dando vueltas. Uno influye aunque no se lo proponga, me parece. Marcos empezó a estudiar teatro desde chiquito. Le gustaba venir a verme al teatro y a mí me pasó lo mismo con mi papá. Entonces hay algo dando vueltas. Y además va eligiendo lo que le resulta grato y fácil. Lo mamó porque la mamá también es actriz y ellos se criaron igual que yo, en una casa de artistas. En un momento amagó con estudiar psicología, carrera que también estudié. Evidentemente hay una identificación potente.
–¿Trabajaron juntos?
Novak: –Sí. También es asistente mío en la escuela de teatro, sabe mucho, tiene muy buen criterio para dar el feedback a los alumnos.
Mitnik: –Coincidimos bastante en las devoluciones y criterios en lo actoral, hasta incluso en lo musical. Damos indicaciones parecidas. Siempre fue así. Es algo que mamé y lo hice mío. Me gustaba ir a la función del abuelo, a la de papá, a la de mamá y después ir a comer con todo el elenco, en una mesa larga llena de actores y actrices. Era lo mejor que me podía pasar. Y hoy, también. Es algo que está en mí, igual que está en ellos y que estuvo en mi abuelo. Empecé a estudiar teatro a los 9 años y seguí formándome. Hoy estoy contento, no solo de asistirlo sino también de dar algunas clases cuando mi papá no puede. Y me apasiona. Trabajamos juntos y es hermoso compartir. Algo que me costó y en lo que mi papá me ayuda mucho es cómo habla un personaje, el tono. Me gusta trabajar con él.
–¿Y pueden dejar de lado las diferencias cuando trabajan?
Novak: –Nos llevamos muy bien en casa y trabajando. Coincidimos un montón. Está bueno que vaya curtiéndose como actor. Hoy es muy diferente la forma de empezar una carrera. Cuando yo tenía 20 años había cinco canales que producían 80 novelas por año y en cine se filmaban 100 películas por año. Eso ya no existe. Para un actor nuevo hay teatro, por suerte, mucho, y la gran salida laboral es el celular, que tiene sus pros y sus contras. Hoy, si sos músico o un virtuoso en algo, podés mostrarlo, viralizarlo y monetizarlo. Pero es un protocolo que hay que aprender, animarse y generar contenido permanente. Cuando yo empecé ibas al canal a pedir una entrevista con el productor, y hoy no hay ficción y no hay productor. Hay que acomodarse a los nuevos tiempos. El actor, creo, ya aprendió y sabe que no puede ser solo actor, tiene que ser otras diez cosas. Y en muchos rubros sucede lo mismo. Tenemos que ser multitasking. Yo soy coach ontológico, doy clases de teatro, dirijo, escribo, estoy con Alfredo Leuco en Radio Mitre. Y este mes reponen en microteatro una obra que dirijo, Noche porno.
Mitnik: –Soy músico, toco guitarra, batería, bajo, pero sobre todo canto, es lo que más me gusta. También trabajo en boletería en microteatro y este mes reponemos una obra que ya hicimos, Gajitos mandarina. Y en agosto voy a estar los sábados en el Teatro El grito con Los mosquitos.
–¿Tu abuelo te enseñó música?
Mitnik: –Sí, y tomé clases de todo y me arrepiento de no haber seguido, aunque sé que voy a hacerlo en algún momento porque no sé leer música, toco de oído. También compongo y me facilitaría saber leer, es lo que siempre me dijo mi abuelo y me dice mi papá. Es algo que mamé, como el teatro. Recuerdo muchas veces estar tocando el piano y mostrarle a mi abuelo lo que había sacado, o de decirle: “Mirá el tema que aprendí”.
–¿Qué recuerdos tienen de Chico?
Mitnik: –Siempre me acompañó y me aconsejó muchas veces. Lo sigo viendo como a un ídolo y sé que estoy en el mundo actoral y musical por él también. Lo recuerdo con mucho cariño, y lo voy a amar siempre. Recuerdo tocar el piano con él, escucharlo tocar la batería, sus chistes, sus ocurrencias. Nos unía la comicidad, la complicad. Mucho orgullo.
Novak: –Siempre me sentí un valle entre dos montañas: una es mi papá y otra, mi hijo; esa es la sensación. Y tienen muchas cosas en común. Era divertido, gracioso, nadie se iba igual después de estar con él. Nunca era indiferente, te cambiaba el estado de ánimo. Hay una frase del Negro Fontanarrossa que me gusta mucho y dice algo así como que el deseo que tenía para su hijo era que sus amigos sonrieran cuando lo vieran llegar. Con mi papá pasaba algo así.
–¿Qué otras cosas comparten?
Novak: –Nos gusta comer. Antes tenía casa con parrilla y hacía asados y en el departamento ahora se complica, pero nos gusta ir a comer. Y los dos somos hinchas de Racing, como el abuelo. Era tan fanático que con Rubén Juárez hicieron una versión del tango “Se juega” y adaptaron la letra para la hinchada. A veces vamos a la cancha. Me acuerdo de que de chico todo era un sufrir por Racing aunque tengo el carnet desde bebé, porque nací el año en el que fue campeón del mundo. Y Marcos agarró una época más dulce del equipo. Vemos los partidos de la Copa América, los mundiales, y nos encanta hacer algún viaje juntos.
–¿Viven juntos?
Novak: –Mitad y mitad, en mi casa y en la de la mamá.
–¿Te gustaría vivir solo?
Mitnik: – Claro. ¡Ojalá!
Novak: –No hay apuro (risas). Quiero que siga en casa y si se va a vivir solo que sea enfrente de casa, o en el mismo edificio (risas). Cuando me mudé solo por primera vez, me fui a media cuadra de lo de mis viejos, e iba a almorzar ahí todos los días.
–¡Sos como una idishe mame!
Novak: –Somos muy familieros. Con mis hijos soy un papá muy presente y apegado, hablamos todos los días. Si no los veo, me falta el aire.
–¿Por qué no usan el mismo apellido?
Novak: –Marcos usa el apellido real. Cuando arranqué a trabajar en El juguete rabioso y La noche de los lápices me llamaba Pablo Novarro. En esa época los actores todavía se cambiaban el nombre y se ponían uno artístico. Mi papá es Bernardo Mitnik y se lo cambió a Chico Novarro. Mi hermana se dejó Julieta Novarro y yo también iba a dejarme ese apellido, hasta que un día grabé un disco y el productor me sugirió que lo cambiara porque me iban a asociar con mi papá. Hice un mix entre Novarro y Mitnik y quedó Novak.
Agradecimientos: Mauer Bar
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