Actor, músico, docente y de espíritu inquieto, Pablo Novak se involucra en la política: empezó a acompañar al diputado Waldo Wolff, de Juntos por el Cambio
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A Pablo Novak siempre le interesó la política, pero nunca había tenido participación activa. Hasta ahora. Durante la cuarentena no aguantó más y explotó. Comenzó a compartir sus opiniones y se contactó con otros que pensaban como él. De a poco se fue metiendo y hoy forma parte de Juntos por el Cambio. Aún no se perfila como candidato, pero no lo descarta. A los 56 años, el hijo de Chico Novarro está convencido de que puede ser útil y además de agitar desde sus redes sociales, está trabajando para lo que sueña: un país mejor.
-¿Cómo te sentís participando en política?
-Estoy como nene con chiche nuevo. Yo soy un sagitariano inquieto y curioso, de toda la vida. No me quedé nunca solo con mi carrera actoral, que es lo que siempre prioricé. Le fui sumando un montón de cosas. De hecho, hace 12 años que estoy dedicado a la docencia, tengo una escuela de teatro que cada vez es más grande, incluso desarrollando un método, un libro y un sistema. Hace nueve años que me dedico al coaching, en empresas y en talleres. Y también escribí un libro, Cambiá la playlist. La pandemia me sublevó y empecé con la necesidad de defenderme, por lo menos conceptualmente. ¿Cómo es posible que yo no pueda decir lo que pienso o hacerme preguntas de lo que está pasando sin que me tilden de cualquier locura? Eso me empezó a pegar mal.
-¿Hubo algo en particular?
-Sí, hubo dos o tres situaciones en las que me encontré discutiendo con grandes amigos de toda la vida, de cosas totalmente absurdas. Una vez, por los runners. Una hora y media por teléfono. Después, me dio bronca que los actores no dijeran nada cuando el año pasado abrieron los teatros y enseguida los volvieron a cerrar. Un día decían “el teatro no contagia” y al día siguiente, cuando los cerraron, se quedaron callados. En ese momento escribí un tuit y salí al aire con Paulino Rodrigues y hablé por primera vez.
-¿Qué fue lo que dijiste?
-A mí me pareció totalmente delirante el “quedate en casa” desde el día uno. Primero, fijate si podés quedarte en casa. El sesenta por ciento del país no tiene un sueldo. Entonces, ¿qué es “quedate en casa”? ¿Vos me vas a traer la comida a la noche? ¿Qué onda? Esta gente gobernó con el miedo durante dos años. Ahora quieren imponernos el otro miedo, el del “¡Ah! pero Macri... Que no vuelva la derecha”. Y los conceptos de derecha e izquierda, a esta altura del partido, no están vigentes. Yo fui toda la vida de izquierda y me encuentro ahora con gente de izquierda que está más conservadora que nunca. Esta es gente que te saltaba al cuello porque no podías preguntarte: “che, por qué me tengo que quedar en mi casa? Y mirá que yo no vengo del macrismo. Es más, cuando ganó Alberto Fernández yo estaba contento.
-¿Por qué estabas contento?
-Porque Macri venía para atrás.
-¿No lo votaste?
-Yo a lo largo de mi vida voté siempre a Zamora y en blanco. La primera vez que gané fue el año pasado, cuando voté a Maria Eugenia Vidal. Yo no era antiperonista, tampoco era peronista. Pero podía ser peronista friendly. A mí me terminan empujando hacia un lugar en el que yo no estaba. Y hoy estoy trabajando con Waldo Wolff y apoyando a Patricia Bullrich y puedo no comulgar con ellos en algunas cuestiones, porque pienso que lo importante no son las personas, es lo que las personas hacen. Es como cuando vas a una marcha por una causa. En esa marcha puede haber gente que piensa distinto en otras cuestiones. Pero en esa causa, piensan lo mismo. Entonces me parece que pensar que porque tiene determinada camiseta no hay que apoyarlo es una pelotudez. Y es peligroso. No es que estoy en contra de todo lo que hagan los peronistas. No. Quizás hacen cosas buenas. Creo que la apertura de cabeza es tratar de ser librepensador y poder decidir más allá de las camisetas. Yo soy de Racing y quizás hay alguien de Independiente con el que estoy de acuerdo en un montón de cosas. En la Argentina hay como un fanatismo religioso y ponerse a discutir con un fanático religioso es una pérdida de tiempo.
-¿Cómo llegaste a trabajar con Waldo Wolff?
-En esta cuestión de la pandemia, empecé a escuchar algunas voces que decían lo mismo que yo pensaba. Después de un tiempo largo ¿eh?, porque al principio nadie hablaba. Y me encontré estando de acuerdo con Patricia Bullrich por primera vez en mi vida. Entonces decidí abrirme, sacarme el prejuicio. “¿A ver qué está diciendo ahora?” Porque la gente va cambiando. Y está bien. Es lo mejor que tienen las opiniones, que van cambiando.
-¿Esto te pasó recién en la pandemia? ¿Antes no te habías planteado nada con respecto a la política?
-Tuve una época muy politizada que fue en la secundaria y también a los veintipico. Después me sentí traicionado por mi gremio. ¿Te acordás de la movida “somos actores, queremos actuar”? Esa frase la dije yo en una asamblea y la votaron todos. Fue la mayor movilización que tuvo Actores, en el año 2000. La ficción había bajado de 80 programas anuales a 11. Ahora creo que hay dos y eso es lo que yo no entiendo. ¿Cómo es posible que tantos actores sigan suscribiendo a un kirchnerismo que se cagó en ellos? Porque no es que hay mucho laburo para los actores, no es que tenemos mucha ficción. Hace rato que es un terreno perdido. No digo que Macri lo haya levantado, pero Cristina tampoco. Y esa es la discusión. Porque yo puedo ser feminista, estar con el pañuelo verde y no ser kirchnerista.
-Sí, podés.
-Pero pareciera que no. Pareciera que la bandera de los derechos humanos es de ellos. Yo trabajé en La noche de los lápices, arranqué ahí, vengo de ese palo. Sin embargo, tengo que ser peronista o kirchnerista para que me validen.
-La mayoría de los actores apoya al kirchnerismo y los que no lo hacen, no lo dicen públicamente.
-De a poquito va a haber cada vez más. Gente del campo de la cultura se les está dando vuelta y está empezando a decir: “Basta, hasta acá”.
-¿Por qué hay muchos que todavía no se animan a hablar?
-Hay cuestiones casi religiosas, tipo: “yo siempre voy a ser peronista y a Perón no me lo tocás”. Me parece que hay una cuestión de fanatismo importante. Ojalá que de a poquito todos empiecen a pensar sin prejuicios. A mí me gusta incluso cuestionar mis propios juicios. Ojalá no me defraude la política como la estoy encarando: no tener que votar lo mismo por ser del mismo partido.
-¿No tener que transar?
-Es que eso no me parece democrático. Yo quiero poder estar en disidencia. Lo trabajo mucho en mis equipos eso. Tanto en el teatro como en el coaching. Podemos disentir y está todo bien.
-¿Este amigo con el que discutiste siguió siendo amigo?
-Sí, bueno, hay gente con la que no conviene hablar de política. Me di cuenta de que si yo iba a ir por el camino de la revaluación permanente de mis juicios, iban a caer muchos. Porque hay gente que no se quiere mover de lo que cree. Eso es una pena. El otro día grabé una escena con Beto Brandoni para la serie Nada. Y él me contó la cantidad de amigos que perdió por esto. Recordamos que antes peronistas y radicales podían boludearse y terminar comiendo un asado juntos. Hoy hay una crispación tal que no se puede. A mí, en una época, los kirchneristas me consideraban macrista y los macristas me consideraban kirchnerista, porque estaba de acuerdo con alguna cosa de cada lado.
-¿Ahora también?
-Hoy estoy más identificado con Juntos por el Cambio por un montón de cosas que me empecé a dar cuenta y por cómo fue la gestión de la pandemia en adelante.
-¿Podrías decir de qué cosas te diste cuenta?
-No me gusta que haya corrupción, afano, choreo o negociado. Sea del partido que sea. Y donde empiezan a atacar mi libertad de opinión... Hay una cosa con la cancelación, el escrache. Se pierde el humor.
-¿Te cuidás cuando opinás por este tipo de cosas?
-A veces estoy por poner un tuit jodiendo con algo y mi socia me dice: “¡Te van a matar!” Yo tengo un taller que se llama “El opinódromo” y hablo de esto. Hay un lugar, en la medida en que me ponga a hacer política, en que prefiero no leer los comentarios. Yo no critico a las personas, critico lo que dicen las personas. Alguien puede decir una boludez y eso no lo convierte en un boludo. Esta gente te ataca directamente, desacreditando todo tipo de autoridad. Es como que yo le diga a alguien que no es músico, que no puede opinar sobre música. Yo puedo opinar de lo que quiero.
-¿Algún colega actor te dijo algo?
-Directamente, no. Ya me dirán si me meto definitivamente a jugar en política. Por ahora estoy curioseando, estoy apoyando, diciendo que estoy de acuerdo en un montón de cosas. Pero no soy un kamikaze de que todo lo que digan está bien. Quizás el Gobierno hace algo que me gusta y digo: “Qué bueno”. No puedo pagarle al resto con la misma pelotudez que pienso que a veces hacen. Si soy libre, soy libre en todo.
-¿Qué significa que estás trabajando con Wolff y Bullrich? ¿La idea es ser candidato en algún momento?
-Yo me puse a disposición y vamos a ir viendo. Es empezar a integrar un equipo. Lo acompañé a un par de lugares a escuchar a vecinos. Wolff tiene un año por delante para hacer campaña, para ir conectando.
-¿Va para Jefe de Gobierno porteño?
-Creo que sí. Va a haber un año de internas, pero finalmente van a estar todos juntos. A mí lo que me gustó es que me siento libre de opinar. Seguiré diciendo lo que pienso. La política se hace así.
-¿Creés que puede haber un cambio?
-Yo no quiero que me caguen más, no quiero que me metan la pata encima y para eso hay que estar hablando, diciendo, comunicando y defendiendo. Que no te sigan choreando, que no haya cosas injustas y que los que pueden producir, lo hagan. Que no los ahuyenten. Eso de “combatiendo al capital” no va. ¿Qué querés?¿Que además se vaya el capital?
-¿Tu papá qué te dice?
-No le gusta un carajo. El año pasado, cuando me empecé a meter en política, me dijo: “¡No, no!” Pero un día nos encontramos con Brandoni y Beto le dijo: “¿Cómo le vas a decir al pibe que no se meta?” Yo entiendo que todavía hay gente que tiene miedo, pero el camino del miedo es una cagada, en todo sentido. Tenemos una sola vida y hay que tener ambiciones de cambio.
-¿Cómo vivieron lo de la fiesta de Olivos, donde estaba tu hermana, Caro Marafioti?
-Y bueno, es una cagada, pero Caro es la vestuarista de Fabiola, está laburando. Ella es una talentosa. Y sí, algunos amigos me llamaron y yo les decía: “¿Vos estás de acuerdo en todo lo que piensan tus hermanos políticamente?”. Y no por eso los dejás de amar. Y tampoco es que Caro está politizada. Ella quedó en el medio y estuvo mal lo que hicieron.
-¿Hablaste con ella?
-Sí, todo el tiempo. Con Caro nos queremos mucho, nos criamos juntos. Pero bueno, ella sabe que yo me estoy metiendo en esto. Me dice: “Cuidate”, y no hay conflictos con ese tema. Ella sabe que estuvo como el culo, pero la agarró laburando. Discutí un montón en pandemia con ella. Y con mucha gente de mi familia que estaba recontra paranoica. Como muchos en este país, se comieron el miedo. Pero yo estoy acostumbrado a estar fuera de sincro con muchas cosas. Para mí la cuarentena fue una locura desde el día uno. Cuando todos la aceptaban, yo estaba desesperado. No podía concebir que no me dejaran salir de mi casa. Pedí un perro prestado para dar una vuelta a la manzana. Si hoy volviera un virus mortal, también me parecería un delirio impedirle a una persona generarse la plata para comer. Por eso me terminé peleando con tanta gente. Me dijeron “asesino” y no locos, gente coherente.
-¿Te preocupa dar tu opinión política? Se supone que como actor la mayoría de la gente te tiene que querer...
-Este último año decidí dejar de cuidarme en ese sentido. No le podés gustar a todo el mundo. Yo no tengo jefes, soy independiente, tengo mi laburo, me va muy bien y no me tengo por qué cuidar de nada. Además, yo estoy medio retirado de la actuación. Hace cinco años que escribo y dirijo obras en Microteatro. Ya hice catorce puestas. Estoy dedicado a la docencia y hace años que no me motiva estar arriba del escenario. Y tele no hay más. Vivo bien, tengo seis grupos de teatro, 120 alumnos.
-O sea que te metiste en política por vocación.
-Quiero ponerme al servicio de que se junten los mejores. Un amigo mío dice: “Los patos se juntan por su forma de volar”. Me encanta esa frase. Si te juntás, se te hace más liviano.
-¿Sentís que avanzás?
-Es muy de a poco, todavía estoy muy abierto. No sé hacia dónde voy a ir. Sentí que fue fácil. Me contacté y me dijeron “arranquemos”.
-¿Qué hiciste, concretamente?
-Aporté ideas, me junté a cafetear con varios. Por ahora, eso. Pero dejé de sentir a la política como algo ajeno, elitista y utópico. Ahora siento que es un fluir de identificación.
-¿Si te llaman para un proyecto de actuación, lo harías?
-Sí, pero estoy mucho más selectivo. Me llamó José María Muscari y le dije: “Me encanta tu proyecto, pero me come tiempo de mis negocios y no me motiva como me motivaba antes”.
-¿Sos bueno para los negocios?
-No. Nunca supe hacer guita, ahora la estoy haciendo con algo que me gusta, pero me salió de casualidad. Yo hice de todo, fui jinglero... Hay un montón de cosas que hago que las puedo seguir haciendo. Una vez, creo que a Gershwin, le preguntaron: “¿Cómo se inspira?” Y respondió: “A mí me inspira la llamada del productor”. A mí me pasa eso. Si me decís: “Necesito dos chacareras para mañana”, yo las hago.
-¿Pero cuál es tu pasión?
-Es lo que te dije al principio, yo soy un sagitariano inquieto: me gustan muchas cosas y a todas les doy lo mejor.
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