El actor habló con LA NACIÓN sobre cómo está actualmente su relación con su colega, los proyectos que tiene para este año y qué situaciones lo movilizan
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Entrar en la casa de Osvaldo Laport es como sumergirse en un bosque encantado. Entre árboles, plantas, flores, hay un quincho en donde el actor ocupa sus horas como carpintero -su primer oficio- y una casa de campo, que huele a budín de limón recién horneado, gracias a su mujer, la actriz Viviana Sáez. Laport acaba de estrenar la película Hombre muerto en el BAFICI y espera otros estrenos para este año. Mientras disfruta de unos mates y los últimos rayos de un sol de otoño, conversa con LA NACIÓN sobre ese rodaje en un pequeño pueblo de La Rioja, sus proyectos, su historia de amor que ya lleva 45 años, y revela qué sucedió en realidad con Soledad Silveyra, de quien se rumorea está enemistado, luego de que la obra que protagonizaban juntos, La fuerza del cariño, terminara abruptamente por pedido de ella.
-¿Qué paso con Solita? ¿Es verdad que te enojaste porque abandonó la obra de teatro?
-Pobre Solita, no estamos enojados. No es así. Hay malos entendidos, picardía y se aprovechan de eso. Todas las relaciones tienen diferencias de criterios y opiniones. Con Solita somos muy diferentes y también hemos tenido situaciones no compatibles en cuando a la creación del laburo, pero no estamos enemistados. De haberlo estado, ojalá hubiese sucedido mientras estábamos haciendo la obra así cortábamos más tickets. La fuerza del cariño no terminó de un día para el otro porque ella se fue. Teníamos un contrato por tres meses que finalizaba después de marzo y así estaba pactado porque Solita tenía un viaje a Italia. Sole tiene EPOC y sigue fumando, tuvo Covid mientras estábamos en plena temporada y tuvimos que dejar de hacer funciones porque no se podía reemplazar. Y volvió con secuelas del Covid, frágil. Después se cayó, se le desplazó la rótula de una rodilla. Pasaron varias cosas... De alguna manera, hicimos la obra con la pata izquierda. Hubo maldad en lo que se dijo y Solita me mandaba mensajes preguntando: “Ova, ¿por qué están diciendo eso?”. No lo sé. No estamos enojados, simplemente pasó todo esto.
-¿Volverías a trabajar con ella?
-¡Pero sí! Si nos conocemos de toda la vida y justamente, el ser diferentes potencias esa química que dicen que existe.
-Ahora te ocupa el estreno de Hombre muerto, ¿cómo fue la experiencia de filmar en un pueblito de La Rioja?
-Peligró el estreno en el BAFICI porque fue el día de la marcha por la educación pública y gratuita, que apoyo, y por el cierre del INCAA. Pero no dejó de ser un festejo doble porque estábamos en el Gaumont, un cine que pertenece al INCAA. Contestando a la pregunta, estuvimos un mes filmando en La Rioja y vuelvo en mayo para el estreno porque la provincia cumple años y quieren estrenarla en ese marco. El pueblo es muy chiquito, de apenas diez casas, y se llama Los colorados. Tiene paisajes extraordinarios. La historia está basada en un hecho real que sucedió en los 80, obviamente pincelada con fantasía. Mi personaje, Almeida, tiene un circo humilde que recorre el país y cuando llega al pueblo se enamora de la muchacha que atiende el bar en la única posada, mucho menor que él, y se queda. Es el forastero que nadie quiere. Fue una experiencia maravillosa. Mi gran temor era que se le vieran los hilos a la marioneta, sobre todo porque es un personaje atípico, con tanta transgresión.
-Tenés una imagen peculiar en la película, con pelo largo y barba blanca, ¿fue un pedido del director?
-Sí. La filmamos cuando se flexibilizó la pandemia. Me llamó el director, Andrés Tamborino, porque me vio en las redes que tenía el pelo largo y la barba, que me estaba dejando para un personaje de una película que estaba stand by con esa realidad. Era para El señor de las ballenas, que filmamos después en el Sur y finalmente la hice pelado porque cuando terminó Hombre muerto estaba harto de la barba y los pelos largos. Como aún no se sabía nada de esa otra película, me pelé.
-En Hombre muerto también trabaja Roly Serrano, de quien sos muy amigo, ¿cómo está de salud?
-Está muy bien. No lo veo periódicamente, pero me hace videollamadas. Todavía está en terapia, no puede casi hablar, pero tiene una pizarra y ahí escribe. Estuvo muy mal y ahora está un poco mejor. Está haciendo rehabilitación para recuperar la voz porque tuvo una traqueotomía. No tiene secuelas del accidente, que fue más el desmayo, el susto y la angustia porque chocó con el auto de una familia. El tema es cómo llegó físicamente él a esa situación, con enfermedades previas. Hicimos otra película con Roly que también se estrena este año y se llama La emboscada, y filmamos en Paraná, Entre Ríos. Además, tengo otro proyecto para hacer otra película que se llama Quema coches y es una coproducción con España y se rodaría allá. Es un año movido porque vamos a hacer Burlesque, donde dirijo a mi mujer, a Yani Giovannetti y Graciela Pal. Estimamos que podremos estrenar para julio. Y vamos a reponer Beatnik también y Oscuras rosas rojas negras, que hicimos el año pasado.
-¿Cómo se llevan viviendo y trabajando juntos?
-Hace 45 años que estamos juntos. Tenemos una casa grande y cualquier quilombo que pueda suceder, uno se va para un lado y el otro para otro... (risas), pero siempre dormimos juntos en la misma cama.
-¿Nunca en cuartos separados?
-Alguna vez cuando nos peleamos.
-¿Cómo vivió la pareja esos momentos de mucha exposición mediática con los éxitos de las novelas que hacías?
-Quizá pudo haber existido un poco de fobia, pero es propio y natural de las diferentes etapas del individuo y la única forma de crecer, avanzar y envejecer con sabiduría. En cuando a nuestra pareja, vivimos momentos de mucha exposición y de mucha fragilidad, y si no hubiera existido la confianza que nos tenemos, no estaríamos juntos todavía.
-¿Cómo se conocieron?
-Estudiando teatro con Luis Tasca. Llegué de Uruguay un 10 de agosto de 1976 y el 12 de agosto, día de mi cumpleaños, me regalé mi primera clase de teatro. Con Vivi nos conocimos tres años después, cuando ella empezó a estudiar ahí. Ella tenía 16 y yo 22.
Viviana Sáez, que ensaya para su show de música en Café la humedad este viernes 26, se acerca para sumarse a la charla y contar su historia de amor: “Era la más chiquita, la más mimada y el señor se hacía el galán desde muy chico. Cada uno andaba por su lado hasta que una vez el profesor nos invitó a ver El diluvio que viene y después tuve que llamar a mis padres y Osvaldo me acompañó, me invitó a tomar un café y me dijo que le gustaba, que era hermosa, delicada, femenina, pero que primero estaba su carrera. Y yo pensaba ‘para qué me estaba haciendo esa declaración’. Pasó un tiempo y a los pocos meses, empezamos a salir”.
-¿Hay un secreto para estar 45 años juntos?
Sáez: -Cuando hay amor hay aguante. Hablamos mucho, discutimos, somos blanco y negro, el ying y el yang, pero el punto en común es el amor.
Laport: -Y dormimos siempre juntos y desnudos. Con el respeto que merecen quienes duermen separados, se pierden la oportunidad de la reconciliación. Porque si estás enemistado o en alguna fractura, dormir separados te distancia más. En cambio, juntos hay una posibilidad de encuentro.
La charla sigue a solas con el actor, porque Sáez necesita seguir ensayando y se despide.
-Hace un tiempo, tu hija Jazmín se fue a vivir sola, ¿sufriste el síndrome del nido vacío?
-(Finge llorar y luego ríe). Yo juego, pero lo vivo con adultez. Me considero un tipo inteligente, bien plantado, lo entiendo y acompaño. Necesito verla feliz y mi felicidad es verla feliz a ella y creo que con Vivi nos unió todavía más. Si bien históricamente le llevo el mate a la cama, hoy no se levanta si no lo hago.
-Hiciste decenas de novelas, ¿hay algún personaje al que le tengas un cariño especial?
-Siempre quiero que todos mis personajes sean honestos a la hora de transmitir el texto. Recuerdo a cada uno de ellos, pero creo que el mejor vínculo con lo cotidiano lo tuvo Guevara, en Campeones. Tuvo mucha afinidad con el público masculino. Los hombres se sintieron muy identificados y es el día de hoy que van con hijos o nietos y les dicen: ‘Este era mi ídolo, Guevarita’. En cambio, el género femenino se enganchó más con Amor en custodia, por la historia de amor de adultos que teníamos con Solita. Y Catriel, de Más allá del horizonte, está más relacionado con la desnudez.
-Catriel te dio popularidad y fue uno de los primeros personajes de novela que se mostró sin ropa, con taparrabos.
-Socialmente hablando era otra época y antes hice una hermosa novela que fue Cosecharás tu siembra, con Luisa Kuliok. Tuve el privilegio de estar en la mejor etapa de la televisión argentina.
-¿Cuál fue tu mejor partenaire?
-Sería poco caballero de mi parte nombrar a una si con todas aún hoy tengo buena relación, inclusive con las extranjeras, como Grecia Colmenares, Jeanette Rodríguez, con quienes hablo de vez en cuando.
-¿Cómo vivís la realidad del país, con preocupación o esperanza?
-Hace veinte años que colaboro con ACNUR y como embajador no puedo vincularme con ningún aroma partidario. La humanidad está fragilizada por las realidades tremendas que vivimos. Año tras año, renovamos el compromiso que tenemos y que ya es parte de mi patrimonio de vida. Me interesa darle visibilidad a los refugiados y ahora se suman los desplazados por las tragedias climáticas. Hay que sumarse y acompañar porque refugiados podemos ser todos en cualquier momento. Por otro lado, mi filosofía de vida es tratar de mediar, de encontrar el equilibrio. Creo que estamos viviendo un momento en el que debemos estar más atentos a lo que está sucediendo. Veo tremendas realidades en el mundo, muy diferentes a la nuestra. Tenemos que estar atentos a no perder la paz, la libertad. Creo que la única salida que tenemos no es confrontar, sino sentarnos a dialogar.
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