Osvaldo Guidi: su gran pasión, los éxitos, el olvido, un trágico final y una carta desgarradora
Cumplió el sueño de ser actor, participó de importantes producciones de televisión y ganó gran reconocimiento, pero el trabajo disminuyó, se deprimió y tomó una drástica decisión
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Nacido en Máximo Paz, provincia de Santa Fe, el 10 de marzo de 1964, Osvaldo Guidi siempre soñó con ser actor. Para eso se formó y llegó a Buenos Aires con la intención de subirse a un escenario y plantarse delante de las cámaras de televisión. Durante muchos años hizo teatro independiente, pequeños personajes en ficciones y hasta fue modelo de manos. La popularidad le llegó con la novela de Andrea del Boca y Gustavo Bermúdez, Celeste, donde interpretó a un paciente con HIV cuando recién se empezaba a hablar del tema en televisión. Y también llegó el reconocimiento porque ganó un Martín Fierro como revelación, en 1992. Con orgullo, decía que él era “el primer actor en interpretar a un enfermo terminal en televisión”. Parecía que tocaba el cielo con las manos, pero el trabajo empezó a mermar, entró en una depresión y tomó la decisión de quitarse la vida colgándose de una viga del techo de su propio teatro en el que daba clases y que además era su hogar. Murió el 17 de octubre del 2011.
En varias entrevistas, Guidi habló sobre sus sueños: “De chico quería ser actor, Superman, San Francisco de Asís y trapecista. Torturaba a mis amiguitos con mi tinglado de títeres, mis guiones de obras, mis películas en papel manteca y tinta china. La hora de la siesta era todo un ritual ante el espejo, donde iban apareciendo miles de personajes, algunos muy producidos, ya que mi papá era sastre y me hacía trajes maravillosos, y otros los inventaba con cualquier elemento”.
A pesar de que ya tenía decidido su destino, le dio a sus padres el gusto de empezar una carrera universitaria, pero al año la abandonó para mudarse a Buenos Aires. Estudió con Agustín Alezzo, Lito Cruz, Augusto Fernández, Carlos Gandolfo, Alberto Ure, Raúl Serrano y Joy Morris. Incansable buscando su sueño. En ese entonces y en ese mundo, “la palabra televisión estaba prohibida porque había que ser un actor serio”, decía Guidi.
Hizo varias obras en el Teatro San Martín, en el Alvear y en el Teatro de La Plata hasta que se animó a su primer desnudo en La lección de anatomía. Hizo Que siga la milonga, Cyrano de Bergerac, Volpone y el zorro, Scapino, Partes iguales, Feizbuk Stars y Escoria. Como autor y director hizo Tango mortal, Milonga de ángeles, Ibseniana y Sexo necesidad maldita; y dirigió una versión de Yepeto. Su última obra fue El enfermo imaginario de Molière, en 2011, en su propio teatro, Lo de Guidi.
“Una persona apasionada”
José María Muscari, que lo dirigió en Escoria, le dijo a LA NACION: “El recuerdo que tengo de Osvaldo Guido es súper positivo. Trabajé con él hace varios años en Escoria, donde juntaba a diez actores y actrices que habían tenido su gran momento, por decirlo de una manera y el propio sistema los había expulsado. Él tenía una escena hermosa en la obra, en la que reproducía el agradecimiento de cuando recibió su Martín Fierro con un personaje histórico porque fue el primer enfermo de HIV en la televisión y que era gay por lo que fue bastante controversial. Hay una fantasía con que el que recibe el Martín Fierro como revelación después tiene un tiempo sin trabajar por lo cual sublimaba esa fantasía y hablaba de los trabajos que no hizo después del premio. Y hacía una escena muy graciosa sobre lo que había dicho ese día, con un shampoo de un litro y medio en la mano. Era una persona muy apasionada, muy trabajadora, muy ansiosa también. Tengo un recuerdo súper luminoso de él”.
En televisión debutó en Estrellita mía en 1987 y luego hizo La bonita página, De carne somos, Rebelde, Manuela, Chiquilina mía, Celeste, Antonella, Zona de riesgo, Casi todo casi nada, Con alma de tango, Más allá del horizonte, Poliladron, Chiquititas, Muñeca brava y participaciones en Primicias, Amor latino, Infieles, Resistiré, Costumbres argentinas, La niñera, Hombres de honor, Casados con hijos, Amor mío, entre otros. Su último trabajo fue Se dice amor en 2006.
Mimí Ardú, con quien compartió algunas novelas, lo recuerda: “Hicimos juntos Antonella y Casi todo casi nada y después la vida nos separó; yo estaba atravesando el duelo por la muerte de mi pareja. Era divertido, obsesivo, creativo, muy talentoso y ansioso, en algunos momentos con baja autoestima y ahí había que apuntalarlo”.
En cine, Guidi hizo Contragolpe, Canción de Buenos Aires, Plata dulce, Tango, Apariencias, Sin reserva y Peligrosa obsesión.
Después de 2000, el trabajo comenzó a mermar y apenas tuvo algunas apariciones esporádicas en unitarios. Pero no se dio por vencido y le dedicó más tiempo a la docencia. Así encontró en su teatro escuela una fuente laboral, no solo como maestro sino también como actor, autor y director. “Gané el Martín Fierro y no trabajé por cinco años, así que empecé a dar clases. Tenía muchos alumnos porque soy un maestro comprometido y contenedor. Volví a la televisión con otro personaje desopilante (Muñeca brava) y así me conocen varias generaciones. Pero la tele es tóxica, no hay creatividad y tenés que vivir luchando contra todo”, decía.
El trágico final
Por ese entonces vendió su casa y decidió invertir sus ahorros en comprar otra que funcionara como teatro y hogar, pero la arquitecta lo estafó y se quedó prácticamente en la calle. Se endeudó y, otra vez, no se dio por vencido. Por ese entonces, las deudas en dólares se pesificaron y Guidi pudo recuperarse y tuvo su casa y tu teatro, Lo de Guidi, en Riobamba 359. “Es un sueño tener un espacio, poder tener un teatro en estos momentos. Me jugué y puse todo mi dinero y más, ahí”, decía en las notas de entonces.
Pero la depresión lo perseguía y decidió quitarse la vida en el lugar que más amaba: su escuela, colgándose de una de las vigas. Hugo Héctor del Barrio, que fue su compañero de vida y cofundador del teatro escuela Lo de Guidi, publicó en Facebook una reflexión y el mensaje que había dejado el actor: “Veo la necesidad de informarles a los seguidores/as de Facebook, sitio en donde subía sus pensamientos, frases y cuanta cosa maravillosa quería compartir, que el día lunes 17 de octubre nuestro amigo resolvió retirarse de esta vida para descansar en paz. Los motivos importan o no. Mucha gente le pregunta por qué, si no había otro camino hasta por ahí alguien escribe por qué no te fuiste a otro país, a todos ellos les doy la respuesta que él me dio tantas veces en que pensó quitarse la vida: porque gané un Martín Fierro y los Del Boca se ofendieron y no me llamaron más porque después estuve 4 años sin trabajar; porque después lo hice con otro éxito, Muñeca Brava, y luego me olvidaron, porque soy un tipo grande y no es fácil trabajar en otro país, porque para que te llamen tenés que tener contactos, porque no es el talento lo que importa sino amigo de quién sos. Porque me cansé de golpear puertas pidiendo trabajo y que me dijeran ‘un actor como vos no tiene que dejar currículum, solo llamar’. Igual, después no te llamaban. Porque un productor como (Marcos) Carnevale le dijo en una reunión que se quedara tranquilo, que él no necesitaba pedir y que lo iban a apadrinar, de esto ya hace un par de años y jamás sonó el teléfono, porque llamó al productor de una novela muy elegida y le dijo cuánto lo quería, que lo llamara, pero luego siempre encontró un contestador, porque una actriz -amiga de treinta años- prefirió ayudarlo comentándole a un productor que no estaba bien de salud, que no lo llamara”.
Y agregó: “Pidió ayuda a periodistas del espectáculo, aunque sea para que anunciaran modestamente la obra El enfermo imaginario que estaba representando actualmente en su teatro y jamás le respondieron. Y golpear y golpear y el olvido hace que un día digas hasta acá y en vez de ponerte en bolas en un caño y dejarte humillar por (Marcelo) Tinelli, ates una soga y te cuelgues. (...) Para terminar agradezco a la gente que lo acompañó a ese lugarcito que la inútil sociedad argentina de actores -que jamás puso bolas para ayudar a un socio- le dio junto a Javier Villafañe, Lolita Torres, Nelly Beltrán y Marcos Zucker; estoy seguro que allí Lolita le enseñará a cantar, algo que siempre quiso hacer, Javier lo entretendrá con sus bellos textos y los otros lo harán reír. Estoy seguro de que ahora en el cielo, se está riendo y jugando con sus perros Alma, Berni, Freddie y sus gatos Jabibi y Bombay; charlando con su mamá y con la mía. Estoy seguro de que ahora, su vida es una fiesta”.
Sus amigos dicen que a Osvaldo Guidi “lo mató la tristeza, la falta de trabajo y el olvido”. Se autodefinía como un buscador: “Una persona que trabaja de actor no es actor, se siente artista, pero antes persona, no sale a la calle a esperar el flash ni el autógrafo, todo lo contrario... Me mezclo entre la gente, copio, charlo, me abrazo, río, lloro. Busqué hasta mi propia religión, mis ideologías, mis técnicas complementarias, mi alimentación sana y mi modo de vida; mis experiencias negativas fueron grandes aprendizajes. Como Alicia en el país de las maravillas, soy lo que soy y tanto más. Eso he pretendido con mi propia escuela, estar absolutamente vivo, despierto, donde el otro es más importante que yo porque él va a dármelo todo y yo también”, contaba en una entrevista.
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