El locutor y periodista habla de todo en una íntima entrevista con LA NACION
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Hace un año y medio, Oscar González Oro decidió dejar la Argentina, instalarse en Uruguay y dedicarse a disfrutar de la vida. Un día dijo “basta para mí”, anunció al aire su despedida y cerró su casa de San Isidro. En plena cuarentena, tramitó su residencia y se fue. Ya sin la obligación del trabajo diario, el periodista se dedicó a viajar y a pasar tiempo con sus afectos.
Ahora está en pleno proceso de armar un nuevo proyecto del que no puede adelantar mucho pero que lo tiene muy entusiasmado. Desde Punta del Este, el periodista le contó a LA NACION cómo es su nueva vida.
-¿Cómo estás?
-Estoy muy bien, soy muy querido en Uruguay y me hace bien.
-¿No estás trabajando?
-Estuve en un proyecto con un diario, el Diario del Este, pero ya no tengo nada que ver porque tengo otra cosa bastante más grande desde Uruguay para Argentina, en radio y en gráfica. Estoy trabajando en eso, seguramente este mes se defina porque en marzo me voy a Europa a ver a mis hijos. Por eso estoy muy tranquilo, viajo bastante por Uruguay, me miman, me tratan bien, la gente me da la bienvenida todos los días en la calle, así que estoy muy contento.
-¿Por qué te fuiste?
-Me hizo muy mal el año 2020. En plena cuarentena, yo transformé mi programa de Radio Rivadavia en un ministerio para ayudar a la gente. En esa época, no había remedios oncológicos, no había insulina, no había pañales geriátricos, sillas de ruedas, bastones... Conseguimos casi todo pero yo quedaba con una carga terrible por las cosas que no podía conseguir. Un día hablé con Daniel Arroyo, el ministro de Desarrollo Social y le dije: “yo no soy un ministro, el ministro sos vos, ayudame”.
-¿Lo hizo?
-Lo hizo, sí. Y lo hizo muy bien. Pero a mí me quedaban dando vueltas esas cosas que no había podido cumplir. Y decidí dejar. Me despedí del aire y hasta ahora no volví a hacer radio. Y no creo que vuelva a hacer aire. Puedo manejar una radio, puedo asesorar, pero no sé si tengo ganas de tener la obligación de sentarme todos los días cuatro horas en un estudio. Quiero compartir tiempo con mis hijos, con quienes no compartí demasiado por mi profesión. Y la radio es como una fábrica: tenés que estar de lunes a viernes, de tal hora a tal hora. Estés donde estés. Hoy yo podría hacer el programa desde Uruguay o desde Madrid. Pero me obliga a pararme de la mesa, ir hacia el escritorio, hacer el programa. Y no sé si tengo ganas. En verdad, no. Estoy muy bien así.
-¿Esta idea de dejar te rondaba antes de la pandemia?
-Antes de la pandemia no, porque estaba en la Argentina, iba al estudio, me divertía, pero en el año 2020 también pasaron otras cosas. Murió Sofía Neiman que era como mi hermana, era todo para mí, una mujer increíble. Murió Cacho Castaña un día antes de mi cumpleaños, murió mi amigo Jorge Horacio Brito. Me hizo todo mucho daño. Anoche tuve una comida y hablando me di cuenta que gran parte de la gente que compartió mi vida en los últimos años ya no está. Envejecer no es bueno porque vas perdiendo gente en el camino.
-Pero no solo dejaste el trabajo, también dejaste el país.
-Sí, porque yo hacía el programa desde San Isidro, desde mi casa. Estuve encerrado cinco meses porque no se podía ir ni a la vereda. El complejo donde vivía tenía normas de seguridad muy estrictas. No podía verme con mis amigos que viven en el mismo complejo. Entonces, un día decidí empezar los trámites para hacer la residencia en Uruguay. No fue demasiado largo. El 17 de agosto del año 2020 llegué a Punta del Este y nunca más volví.
-¿Para nada?
-Para nada. Inclusive murió el papá de un amigo al que yo amaba, pensé ir al velorio y ni siquiera fui por eso. Lo lamenté mucho pero me cuesta volver a la Argentina por lo que leo, por lo que escucho. Estoy todo el día informándome. Y me cuesta volver a un país que tiene esta puta grieta que hace mucho daño. Acá en Uruguay podés juntar a cuatro o cinco presidentes en un acto de inauguración y en la Argentina no podés juntar a dos.
-Entonces, además de motivos personales, tu mudanza a Uruguay tiene que ver con motivos políticos.
-Yo tenía relación con Alberto Fernández antes de que asuma como Presidente. Nos reuníamos una vez por semana, me contaba el proyecto, me parecía interesante. Pero yo no lo voté para que Cristina decida, yo lo voté para que él decida. Yo fui el inventor de la frase “Alberto tiene la lapicera, pero la tinta la tiene Cristina”. Y sigo pensando lo mismo, que Cristina sigue decidiendo en las sombras, desde Calafate o no sé dónde está. Todavía no dijo una palabra sobre el Fondo Monetario Internacional. Y está todo el país esperando que hable la señora, la reina. Yo no voté eso. También me vine enojado por eso, sí.
-¿Seguís enojado o con el paso del tiempo fuiste aflojando?
-Ya pasó pero me informo todo el día y me di cuenta de que tuve razón, lamentablemente. Me hubiese gustado equivocarme. El día que asumió Alberto como Presidente de la República yo estaba invitado. Y decidí no ir porque me fui a la radio. En el camino le mandé un WhatsApp diciéndole: “lamento no poder ir, tengo radio, entrevistas previstas. Quizás pierdo un amigo pero gano un buen Presidente”. Bueno, perdí un amigo y no gané un gran Presidente.
-¿Ahora no tenés más contacto?
-No, no, no. No tengo contacto porque me va a tratar de convencer de que está haciendo las cosas bien y para mí no está haciendo las cosas bien. No tiene sentido. Yo ya soy un tipo de 70 años que no va a cambiar la mentalidad de nadie, ni la mía ni la de él. Si él está conforme con el papel que está haciendo, allá él. Pero yo no comparto para nada que una diputada salga y le diga “mequetrefe”, “idiota”, que lo insulte. No comparto eso. Es el Presidente y es la República. No comparto que Máximo Kirchner lo basuree como lo basureó el otro día renunciando a la presidencia de la banca. Le hizo daño. Mientras estamos negociando con el Fondo en Estados Unidos y pidiendo ayuda, va a China y quiere que Rusia entre por Argentina. Es un nivel de locura que me asusta.
-¿Por qué pensás que muy poca gente ve estas cosas que están a la vista?
-Es la famosa corte del rey. El único que le dijo una vez “estás desnudo”, fui yo. Y se enojó. Porque no tiene poder suficiente. Con una carta, Cristina le hizo pedazos el gabinete. Y probablemente se lo vuelva a hacer. Cristina va por Guzmán, ella no quiere este acuerdo, quiere que nos perdonen 44 mil millones de dólares, una cifra monstruosa. Cristina quiere 20 años de plazo y eso no se va a hacer. Y mientras tanto, estamos quedando mal ante el mundo. A mí los uruguayos me preguntan por qué Argentina es así.
-¿Y qué les decís?
-No hay una explicación. Hay dos cortes: la corte de Alberto y la corte de Cristina.
-¿Cuál fue la última comunicación que tuviste con Alberto Fernández?
-Cuando yo me vine a Uruguay, me escribió “Uruguay no es la salida”. Le contesté: “Dejame decidir a mí cuál es la salida. Dejame decidir dónde vivo, dónde voy a morir, dónde voy a disfrutar. Dejame decidir a mí. Yo ya cumplí, ya te voté y me defraudaste. Entonces, ahora dejame decidir qué hago con mi vida.” Nunca más hablamos.
-Dijiste “dejame decidir dónde voy a morir”, ¿pensás que vas a morir en Uruguay?
-¡Donde me agarre! Uruguay es mi lugar preferido para vivir, si me sorprende la muerte acá, bienvenida. Si me sorprende en la casa de mi hijo en Madrid, será en Madrid. Si es en lo de un amigo en Londres, me moriré en Londres. Lo que es seguro es que en Argentina no voy a morir. No tengo ganas de volver a la Argentina. Me ofrecen trabajos allá y digo a todo que no. No me gusta la televisión que hay hoy, la radio sí, pero la puedo hacer desde acá. Entonces, ¿para qué volver? Yo ya cumplí, ya fui el número uno en la radiofonía argentina durante muchos años. Siempre me fue bien en radio. Sé que la gente me extraña, me escriben por Instagram “Negrito te extrañamos”, “Negrito volvé”. Sigo siendo “el Negrito de la gente”. Pero yo no voy a competir conmigo. No. Competir conmigo mismo sería una locura. Yo no voy a volver a ser el número uno. Hoy hay valores nuevos, voces nuevas, caras nuevas. Sé que mi voz ya está en el patrimonio de la memoria de los argentinos. Yo entro en un restaurante, digo “buenas tardes” y si hay dos argentinos se dan vuelta. Reconocen mi voz.
-¿Qué opinás de las movidas de radio que hubo últimamente? La salida de Marcelo Longobardi, la llegada de Eduardo Feinmann a Mitre...
-Longobardi tiene derecho. La radio es maravillosa pero a él lo obligaba a levantarse a las 4 de la madrugada, preparar su programa... Y Eduardo tiene derecho a cambiar de radio porque uno trabaja por el dinero, por vanidades y por lo que sea. Cuando me enteré, obviamente hablé con él y le dije: “si a vos te hace bien, tenés que hacerlo”. En ese sentido fui una especie de precursor al animarme a decir un día al aire “señores, este es el último programa que van a escuchar mío”. Después lo hizo Longo, después Luisito Novaresio. Me parece que vieron al Negro Oro, que fue el número uno, diciendo “basta” y se preguntaron: “si no es ahora, ¿cuándo?”.
-Claro, empezar a disfrutar.
-Ver a tus hijos, a tus amigos, hacer un asadito. Me cuido mucho. No voy a eventos. Me invitaron acá en Punta del Este pero no fui a ninguno. Mis reuniones son de 4 o 5 personas, nada más.
-¿Hay un grupo grande de argentinos viviendo allá?
-Sí, pero yo no tengo mucha relación. El argentino vino desesperado por la libertad. Y se notaba. Estaban todos a los gritos. Me sentí como invadido. Yo a Uruguay lo siento muy mío. Entonces, no me veo demasiado con argentinos. Y me pasó otra cosa. Como me convertí en una especie de cónsul del Uruguay, ahora en verano, mis amigos me dijeron “llego y te llamo”. Sólo dos lo hicieron: Daniel Hadad y otro amigo más. Los demás, que son como quince, no me llamaron. Tampoco me mortifica, pero bueno, no llamó nadie. Con uno me enojé especialmente porque me mintió. Me dijo: “no te llamé porque tengo miedo de salir”. Y lo vi en las redes sociales en cuanto evento había. Ya no es más mi amigo. Lo eliminé de Instagram. No me gusta que me mientan.
-¿Quién es?
-Martín Cabrales.
-¡Uy, el cafecito!
-Bueno, compraré otra marca.
-¿A Susana la viste?
-Ella se cuidó mucho. La amo, la adoro, es amiga. Pasamos muchas fiestas juntos. Pero desde que empezó esta puta pandemia no nos juntamos. Hablamos por teléfono, pero no la he visto. Susana tiene la edad y el mérito suficientes como para empezar a disfrutar la vida hermosa que puede tener de aquí en adelante. La única crítica que alguna vez le hice, como amigo, tomando un vino, fue esa: “a gozar que son tres días”.
-Hace poco se dijo que te habías separado...
-No es cierto eso porque no tengo pareja desde que llegué a Uruguay. Lo que pasa es que yo salgo en una foto con un amigo y ya me ponen de novio. ¡Déjenme tener amigos! Es lindo tener amigos. Mi última pareja fue Pancho, en Buenos Aires. Desde ahí hasta ahora no tuve pareja. Y no sé si quiero tenerla. Si aparece, bueno, ojalá. Pero no tengo.
-¿Tus hijos están contentos de que tenés más tiempo para ellos?
-Están felices. Hablo todos los días con ellos, están esperando que viaje a verlos a Madrid.
-¿Por qué no viajaste antes?
-Me iba a ir en noviembre a Europa para pasar las Fiestas con ellos. Y no pude ir porque no me sentía bien. Estaba haciendo la valija en mi cuarto y me agarró una especie de angustia y ansiedad muy fuerte, me paralicé, tuve como un ataque de pánico. Llamé a mi médico y me dijo: “no estás en condiciones de viajar”. Porque yo no estoy acostumbrado a viajar solo. Nunca viajé solo. Viajaba con amigos, con mis parejas, pero viajar solo se me complica y me agarró un ataque de ansiedad fuerte. Entonces llamé a los chicos y les expliqué que no podía ir. Me dijeron: “quedate tranquilo, cuando estés bien, vení”. Así que ahora que estoy mejor, voy a ir. Y me voy a quedar todo lo que se me dé la gana.
-¿Ya podés viajar solo?
-Creo que sí. Capaz que llego al aeropuerto y me agarra un ataque.
-¿No te contagiaste de Covid?
-Nunca. Me cuido mucho, pero no obsesivamente. Ya estoy harto del barbijo, ¡lo odio! Lo que no hago es ir a eventos multitudinarios. Ahí te contagiás en diez minutos.
-¿Qué pensás a esta altura de la pandemia y de las restricciones?
-Yo creo que vamos a terminar dándonos una vacuna anual, como la de la gripe. Y nos la vamos a tener que dar todos los años porque es un negocio enorme para algunos laboratorios. Ya en algunos lugares vi que te venden la vacuna del covid. Hay un negocio monstruoso con la pandemia.
-Capitalismo puro.
-Es que ya la izquierda y la derecha en el mundo no existen, existen los negocios. A China le interesa vender autos chinos en Estados Unidos y a Estados Unidos le interesa meter McDonald’s en China. El mundo se maneja así. El socialismo desapareció. El materialismo dialéctico ya no existe. Bibliotecas enteras de filosofía han tenido que tirarse a la basura porque ya no existe. Es todo un negocio. Dinero, negocio, conveniencia. No porque vaya Alberto, la puerta de entrada de Rusia a América va a ser la Argentina.
-¿Qué te pareció esa movida?
-Anunció 20 mil millones de dólares. Es lo mismo que anunció Néstor Kirchner hace años y nunca llegaron. Y no van a llegar.
-¿Tus hijos tampoco piensan volver a la Argentina?
-Hace muchos años que viven en Europa y no, no piensan volver, de ninguna manera. Están muy bien, crecen, se desarrollan, progresan. Están los dos casados, están felices. Sartre decía: “Nadie se desarrolla en un ambiente no desarrollado”. Y mis hijos están en un ambiente en el que se desarrollan todos los días. Yo los extraño, pero estoy muy feliz de que estén allá.
-¿Tienen hijos?
-Pablo, el de Madrid, tiene dos hijas del matrimonio anterior de su mujer. Lo aman como papá. Y son como nietas mías. Son divinas.
-¿No extrañás dar tu opinión, la comunicación diaria con el público?
-Para eso uso mi Instagram. Es la única red social que tengo. Lo tomo como un trabajo, lo produzco. Una o dos horas por día, me ocupo de eso.
-¿Qué repercusiones tenés?
-A veces opino de política y algunos me felicitan y otros me putean. Pero yo no dejé de ser argentino por vivir en Uruguay. Sigo siendo tan argentino como hace un año y medio, cuando vivía allá. Tengo siete generaciones de mendocinos sobre mis hombros. Soy más argentino que la empanada. ¿Por qué no tengo derecho a opinar? También publico otras cosas. Le pongo mucho humor y la gente me lo agradece porque la gente está triste, amargada, agobiada. Entonces publico algunas frases serias, lindas. También chistes y videos graciosos. Me gusta divertir a la gente. Me agradecen que los haga reír. Yo todo lo que hice en mi vida, en radio y en tele, fue para que la gente me quiera. Y siento que lo logré. Soy un tipo muy querido, eso era lo que buscaba.
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